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Capítulo 12

Un nuevo día comienza, despierto con un beso de mamá y sus suaves caricias en mi cabello.

—Buenos días —digo para luego bostezar.

—Buenos días —responde ella dándome una sonrisa—. Dormiste muy bien —comenta para luego señalar la marca de mi hombro. Solo llevo un camisón de tiras, el cual deja descubierto mis hombros, por lo que pudo ver la marca en forma de corazón perfectamente.

—Oh, Atlas es... un p-poco travieso. —Bajo la mirada completamente avergonzada.

—Y creativo —agrega soltando una risita al final—. Bebé, siempre tuve la esperanza que pudieras olvidar lo que pasó y seguir, estoy muy orgullosa de ti y espero que seas feliz con ese alfa. Parece ser dedicado y responsable.

—Gracias mamá —contesto dándole un abrazo. Un incómodo nudo se forma en mi garganta haciendo que se me dificulte respirar.

—Bueno, se te hace tarde para ir a la escuela. —Ella se separa, dándome un último beso en la frente para luego salir de mi cuarto.

Cuando me encuentro sola tengo unas ganas inmensas de llorar.

Ya en la escuela asistí nuevamente con el buso de papá, ahora que lo pienso me fue de mucha ayuda el día anterior. Incluso podía haberlo usado para detener a Atlas. Hablando de alfas, Brenda al verme corre hacia mí con una expresión de angustia.

—¿Viste mis mensajes?

—Si, ¿te encuentra bien? —contesto mientras ella golpea su cabeza contra la pared, no con demasiada fuerte pero si fuera yo ya estaría sangrando.

—Malditos omegas y sus cuerpos perfectos —refunfuña y también suelta gruñidos bajos—. Se ven mucho más femeninos que yo, jamás podría tener una cintura así —agrega y todavía continúa golpeando su cabeza.

—Mira el lado bueno —propongo tomando su brazo, así la alejo de la pared para que no se haga daño—. La sonrisa funcionó.

—Es cierto —murmura y puedo ver como levanta sus comisuras—. Pero no me interesan los omegas, quiero unos brazos fuertes que me protejan de todo, que al abrazarme haga sentir que nada malo ocurrirá.

—Quieres a un alfa —comento soltando una risa. Esto es increíble.

—No lo sé, mi alfa se comporta arisca con ellos y al mismo tiempo los desea. —Brenda bufa mientras se coloca su capucha para ocultar su adorable sonrojo—. Además a ellos les desagrada mi olor de alfa.

—No es desagradable —niego de inmediato a sus palabras. Huele a cereza, conozco a algunas omegas que también tienen ese aroma pero el de Brenda no es dulce, sino fresco y más intenso.

—Para ti no, eres omega. Ojalá existiera alguna forma de cambiar mi olor, al menos un poco.

—Cuando el primer recreo suene iremos a la biblioteca, ¿si? —le digo haciéndola asentir.

Luego de eso entramos en clases, las amigas de Zoey me miran y comentan cosas al ver las manchas rojas en ni cuello. Sin embargo no se atreven a acercarse debido al olor de papá.

Las clases transcurren sin ningún problema y el profesor antes de finalizar nos entrega nuestros exámenes, veo una buena nota escrita en mis hojas.

Ya con los ánimos elevados, salgo del salón cuando el timbre suena, en los pasillos me encuentro con Brenda y ambas vamos a la gran biblioteca. Yo mantengo la mirada abajo cuando pasamos la mesa de entrada y Trevor nos saluda. Al parecer todavía ignora lo que Atlas y yo hicimos ayer.

—¿Nunca había estado en esta parte de la biblioteca? —dice Brenda, mirando los altos estantes que llegan hacia el techo, todos repletos de libros.

—Este es mi lugar especial —le explico dándole una sonrisa. En eso llegamos ante el puff azul, Atlas está sentado sobre este y sonríe al verme. Pero su expresión cambia drásticamente al ver a Brenda a mi lado.

—¿Qué hace ella aquí? —Su tono es profundo y grave.

—La estoy ayudando y necesitamos la opinión de un alfa —respondo dándole una sonrisa para que cambie la mueca de desagrado que tiene. Al parecer funciona porque borra ese ceño fruncido y suspira.

—Bien.

—Gracias, que amable. Brenda dice que los otros alfas detestan su olor, pero no es desagradable, ¿verdad?

Atlas me escucha mientras mantiene un concurso de miradas con la castaña. Ambos alfas se desafían y parece que ninguno dará su brazo a torcer. Él inspira un par de veces para luego frotar su nariz.

—No es desagradable pero hace que mi nariz pique.

—Oh... Podrías usar un perfume de esencia de cereza para acentuar tu aroma —propongo.

—Es una buena idea —me apoya Atlas.

—Gracias Tesa, te abrazaría pero geográfica se pondrá celoso. —Brenda me sonríe para luego despedirse de nosotros.

Atlas hace una mueca por como lo llamó, pero al verme una sonrisa aparece en su rostro.

—Llegaste a tiempo esta vez.

—Lo sé —respondo desviando la mirada, los recuerdos invaden mi cabeza y realmente me siento muy avergonzada.

—¿Puedes quitarte eso? —me pide al señalar el buso.

—¿Te molesta?

—Contamina tu olor —responde para luego ponerse de pie—. No tengas miedo, soy un alfa y también puedo protegerte.

—B-Bien... —Mi omega tiene el control en este momento y se rinde por completo ante ese poderoso alfa que le asegura que la cuidará. Es demasiado ingenua. 

Me deshago del buso para luego guardarlo dentro de mi mochila. Luego Atlas se acerca y toma mi rostro entre sus cálidas manos, dejando un suave beso en mis labios mientras sus manos se deslizan por mi espalda hasta detenerse en mi cintura.

—Mucho mejor —susurra, pasando ahora a besar y olisquear mi cuello. Sus caricias son demasiado intentar para mi cuerpo, sin importar que simplemente me este besando con cuidado.

—Hum, alfa... —gimo bajo. Mis manos suben a su cabeza y peino su cabello con mis dedos. Todo a mi alrededor se esta volviendo más y más caliente, comienzo a sudar un poco y mi interior se humedece rápidamente.

Atlas regresa a mi boca, descontrolándose por completo, muerde y estira mis labios a medida que retrocede, termina por sentarse sobre el puff conmigo en su regazo. A pesar de que está vestido, puedo sentir el calor de su piel contra la mía, además inicia con un vaivén lento donde roza nuestras intimidades.

Comienzo a escuchar la alarma de mi celular de fondo, pero estoy demasiado ocupada pasando mis uñas sobre el pecho de Atlas, arriba y abajo.

—Esto es muy peligroso —susurra luego de separarse de mis labios.

Yo respondo con un gemido un poco alto, miro sus ojos y ese tono marrón claro me ínsita a mover las caderas.

—Entraste... en celo. —Atlas gruñe contra mi oído. Su agarre se vuelve mucho más fuerte mientras nos hace girar, la superficie acolchada me recibe por un lado, y del otro se encuentra el cuerpo del alfa. Reacciono a su calor gimiendo cada vez que me acaricia, me besa o me toca.

—Alfa... alfa... —jadeo ante sus besos en mi cuello. Él gruñe con fuerza y sus dientes rozan mi piel en esa zona, mis manos se aferran a sus hombros mientras muevo la cabeza para que tenga más acceso.

—No, n-no... —dice en medio de jadeos. Atlas vuelve a gruñir para luego separarse de mí, justo antes de morder. Solo sus colmillos lastimaron mi piel, dejando un par de marcas rojas ensangrentadas.

—Vuelve, alfa —lloriqueo cuando extiendo mis brazos hacia él. Sin embargo toma su mochila y se marcha en silencio, dejándome un nudo en el estómago y un gran vacío. Lo llamo interminables veces, necesito su aroma y su calor para calmar el dolor que comienzo a sentir en mi interior.

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