—Jazmín —llamó el hombre ceremoniosamente colocaba sus brazos en la espalda en medio de la perfumada habitación—. ¿Sabes que un sultán y sus guerreros, no son lo único que mantiene el bienestar de un reino?

Jazmín miró al sultán, era bajo pero sus hombros eran anchos y la larga barba había comenzado a tornarse blanca desde hace mucho.

El sultán le tomó de la mano y su hija deseo apartarla lo más pronto posible.

—Jazmín, eres mi hija mayor y ya es tiempo de que tú también mantengas la paz y las buenas alianzas del reino.

La princesa se encontró invadida por el terror. Ahora entendía porque había sido llamada por él esta mañana. Iban a casarla.