Capítulo 4
Pese a las advertencias de Básima. La princesa Jazmín salió varios días para observar a los tres ladrones para tratar de descubrir donde era su escondite. Pero eran tan veloces que siempre terminaba perdiéndolos a medio camino. Un día pudo observar al mono capuchino escabullirse por unas antiguas ruinas y pudo comprobar que ahí era.
Se preparó un día para escabullirse en su guarida antes de que ellos volvieran. Y se apresuró a esconderse entre las cobijas roídas del que supuso, era donde dormía el muchacho. Esperó pacientemente hasta que escuchó que el chico daba órdenes para preparar la comida y después se oyeron los pasos hasta el último piso de la cúpula destruida del antiguo palacio.
Jazmín trato de no ser descubierta, pero el agudo oído de Aladino le hizo dar la vuelta y apuntar al cuello de la mujer con un pequeño cuchillo cuando está salía ya de las mantas.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sombría mente. Jazmín pensó entonces, que, si él supiera de su don, ahora ella misma habría sido víctima de un ataque de magia.
— Los he estado observando —confesó con las manos en alto y sin moverse ni un centímetro.
—¿Qué es lo que quieres? —el muchacho la analizó desde los pies, viendo su vestimenta sucia y los cabellos ensortijados.
—Sobrevivir—dijo ella preocupada de lo mucho que se acercaba ya el cuchillo.
La princesa lo vio relajarse un poco.
—Soy una paria.
Aladino bajo por fin el cuchillo y la invitó a sentarse, como si con esa simple palabra lo explicara todo. Jazmín pudo continuar con su historia inventada.
—Soy de Shebrad —se avergonzó del poco conocimiento que tenía de otras ciudades. Afortunadamente el muchacho tampoco conocía el mundo y no sabía que Shebrad ya no existía.
—¿Cómo lograste entrar a Agrahba?
—En una canasta de un camello.
Aladino se sorprendió que ella pudiera resistir un viaje tan largo metida ahí.
—Pues bienvenida a la gran vida —dijo con gesto amargo.
—Si no te gusta Agrahba, ¿porque no te vas?
—No todos somos como tu —sonrió por fin, mirando con ojos soñadores a su querida ciudad —. Después de todo, este es mi hogar.
Después le presentó al par de niños que se llamaban Halim y Jalila, y al mono capuchino. Compartieron su comida con ella y le ofrecieron enseñarle a robar como hacían ellos.
Cuando Jazmín dejó las ruinas, estuvo segura que Aladino era la persona que había estado buscando.
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