Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝑿𝑿𝑿𝑽𝑰


21 de junio de 1996


Deneb dejó el diario de El profeta en su mesita de luz, con una especie de sonrisa oculta en sus labios. No debería haberse alegrado por aquello, porque, ahora todo el mundo sabía que su padre era un mortífago y había sido encarcelado en Azkaban por entrar en el Ministerio de magia y por ser un seguidor fiel de Voldemort. Además de que casi intenta matar varios aurores y niños.

Todo aquel que leyese el diario sabía de la noticia y sino, se enteraban por parte de los chismeríos que recorrían hoy todo el colegio de pies a cabeza.

Draco Malfoy no estaba ni una pizca de contento. Pero Deneb Malfoy no era como su hermano y a ella le alegraba que al fin empezara a hacerse justicia, de cierta forma.


La joven se quitó las hebillas que llevaba en el pelo sosteniendo los mechones delanteros para que no cayeran cobre su cara, y las dejó en el cajón de su mesa. También guardó allí el diario que había leído minutos atrás porque no quería que sus compañeras de cuarto anduviesen haciendo preguntas al respecto.

Aunque a esta altura del partido Deneb sabía que era cuestión de horas para que todo el colegio, y hasta quizás el mundo mágico entero, se enterase del regreso de Voldemort y la encarcelación de su padre.

Así que no le quedaba mucha escapatoria de las miradas reprobadoras, los insultos inmerecidos y las preguntas acusatorias.

Deneb se acomodó la pollera plisada del uniforme y salió de su habitación compartida para ir hasta la torre de astronomía a fumar unos cigarros. Necesitaba festejar la pequeña victoria a solas.


Tenía las esperanzas de que nadie se le pusiera a hablar en el camino, no le importaba que la miraran o se rieran o dijeran cosas a sus espaldas, pero si le molestaba que su recorrido hacia el exterior fuera obstruido por alguna persona.

Y cuando pudo salir al pasillo de los dormitorios se encontró con Graham Montague quien esperaba justamente por ella.

Deneb se frenó en seco cuando lo vio. Le hubiese convenido pasar de largo y tratar de perderlo en el camino pero sabía que quizás no era un plan muy bien pensado.

— Tenemos que hablar —dijo él, desapoyando su espalda de la pared del pasillo.

— Lo sé, pero no tengo ganas ahora —dijo ella. Trató de pasar de largo pero Montague la tomó del brazo para que no se escabullera.

— No me interesa Deneb, esta vez tengo que hablarte. En serio.

— Pues a mí no me interesa hablar contigo ahora te he dicho.

— Tendrás que escuchar, te guste o no —Deneb apretó con fuerza su mandíbula. No le gustaba, ni nunca le gustaría, que nadie le dijese qué hacer.

Pero esta vez cuando Montague le soltó el brazo, ella decidió quedarse a escucharle. No porque tuviera interés en lo que fuese a decir sino porque quería sacarse un problema de encima para poder disfrutar de fumar en paz y soledad, riéndose del estúpido de su padre y cómo el destino le había devuelto todo lo malo que había hecho.


— Mis padres me han escrito hace unas horas —se aclaró la garganta— dadas las circunstancias con tu familia, han quitado el arreglo matrimonial. Queda en nosotros decidir si queremos o no seguir adelante con el casamiento pero —Deneb no lo pensó ni un segundo más y se quitó el anillo de diamantes de su dedo, devolviéndoselo a Montague en la palma de su mano. Ella le cerró el puño con suavidad y Graham le devolvió una mirada de confusión.

— Quiero creer que no esperabas que dijese que sí —comentó la chica.

— De hecho, esperaba que dijeras que no. Sólo que creí que no sería tan rápido.

La joven le dio una corta palmada en el hombro.

— Quiero que sepas que nunca me trataste mal, que tú no eres un problema... ¿Lo sabes, verdad? No te olvides —Deneb le dirigió una última cálida mirada— eres una buena persona Graham. Encontrarás una chica mejor.

— O mis padres la encontrarán por mí —dijo algo apenado.

— Bueno, quizás... pero no todas son como yo —recordó su última plática con Matilda Bulstrode— Muchas aceptan los acuerdos, y te querrán. Dales una oportunidad.

La joven se colocó un mechón de cabello detrás de su oreja, dispuesta a seguir caminando hacia la sala común de slytherin. Aunque una vez más la voz de Montague la hizo frenarse.

— ¿Y si me toca otra Deneb Malfoy? —escuchó decirle. Ella se giró sobre sus talones, con una sonrisa de lado en la cara.

— Bueno, ese caso, trata de buscar la forma para encarcelar a su padre.

Deneb por fin tomó rumbo hacia la torre de astronomía, al tiempo que lo escuchaba a Graham reírse por lo bajo ante su comentario.


25 de junio de 1996


Los hermanos Malfoy atravesaron la pared del andén nueve y tres cuartos, para salir a la plataforma del mundo muggle en King's Cross. Draco volvería dos años más, pero para Deneb esta había sido su última vez viajando en el expreso de Hogwarts.

Tenía un remolino de emociones en el estómago.

No solo porque una gran etapa de su vida había terminado, sino porque ya no tenía ese lugar "seguro" que a los demás les gustaba llamar Hogwarts. Era el lugar dónde podía escudarse de ver, hablar, interactuar y esconderse de su familia. Era el lugar donde su madre no metería las narices, donde su padre no podría lastimarla.

También se sentía frustrada porque su supuesta madre y su asquerosa tía Bellatrix ya habían arreglado otro prometido para ella: Adrian Pucey.

Deneb no pudo ni celebrar estar soltera por un día que ya le habían encontrado otro pretendiente. Lo único bueno de la historia era que Pucey había repetido y su familia no quería formalizar el casamiento hasta que se hubiese graduado de Hogwarts.

Pero como Deneb ya sabía muy bien, para ese entonces ella ya habría encontrado un plan para deshacerse de aquel matrimonio.


Pero lo que más la hacía sentir incompleta y con el estómago revuelto era haber visto una vez más a Fred Weasley en la estación de tren.

Allí parado, con un traje azul bellísimo, deseó que él fuera su prometido. Deseó que él hubiese venido a buscarla para irse juntos, lejos, donde nadie los encontrase.


— ¿Deneb? —la chica giró su cabeza, desconcertada. Draco la llamaba.

— Sí, vamos —asintió con la cabeza, moviendo sus cortas ondas castañas.

Deneb agachó la vista y caminó a la par con el rubio. Desde que no tenían elfo doméstico siempre los esperaba su padre en la entrada de la estación para utilizar los polvos flu en Borgin y Burkes.

Esta vez no estarían ni Dobby ni Lucius Malfoy. Y Narcisa no se atrevía a salir en sociedad después de todo lo sucedido. Así que ambos jóvenes debían ir por cuenta propia hasta el callejón Knockturn.

Lo bueno era que Deneb había hechizado su maletín para cargar dentro las valijas de ambos y no tener que trasladar tantas cosas ni tanto peso.

— Aún sigues con esa estupidez de Weasley —murmuró el chico disgustado.

— No, Draco —Deneb suspiró— En esta vida hay cosas que no están destinadas a ser.

Draco chasqueó con la lengua.

— ¿Y por qué no aceptaste estar con Montague si ya no quieres más a Weasley?

Iluso, pensó Deneb, claro que lo sigo queriendo.

— Porque me gustaría elegir a mi futuro esposo.

— Te han prometido con Pucey, Deneb. Te hubieses quedado con Montague —la chica rodó los ojos.

— No me casaré con él tampoco.

— ¿Aún crees que puedes hacer lo que quieras?

— Sí, puedo.


Los dos cruzaron las puertas de entrada de la estación de tren. Deneb no tenía mucha idea de a dónde ir, Draco menos, pero ella recordaba de memoria el camino que hacían con Lucius Malfoy.

Y lo recordaba porque le parecía más interesante mirar las fachadas de las casas y edificios como también las vidrieras de los negocios, antes que escucharlos a su hermano y a su padre hablar de banalidades o temas que la enfurecían.

Lo único que esperaba era que ninguna casa hubiese cambiado su pintura exterior porque si no su mente le jugaría una mala pasada.

— No seas estúpida. No tendrás tantas oportunidades después de Pucey —continuó Draco.

— No está en mi lista dejar que me comprometan con nadie más, no te preocupes. Después de Adrian elegiré yo misma.

Draco siguió a su hermana algo dubitativo de que estuviesen yendo por el camino correcto. Pero tan solo eran unas pocas cuadras. No se perderían. Y aunque eso sucediese, Deneb le recordó que existía el autobús noctámbulo para esos casos.

Al rubio no le hizo mucha gracia pensar que se subiría a un transporte público donde hasta los magos de mayor carencia eran bienvenidos.

— Más te vale que tapes tus tatuajes estando en casa porque —volvió a hablar. Ella lo interrumpió.

— ¿O qué? —Dijo de forma desafiante— ¿Qué me hará Narcisa Malfoy? Ya soy mayor de edad. Y si quiero tatuarme el brazo puedo hacerlo, soy libre.

— Lo verá como algo malo. Como si quisieras ocultar la marca tenebrosa.

— Que piense lo que quiera, Draco. A estas alturas pocas cosas me importan. ¿No te das cuenta?

Draco hizo una pausa mientras esperaban que el semáforo cambiase de luz.

— ¿Por qué no podes aparecernos y ya? —Se quejó— está lleno de muggles.

— Porque tú no aprobaste la licencia. Deja de discutir por todo, santo cielo.

— Deneb.

— ¿Y ahora qué? —dijo frustrada, girándose hacia su hermano. Draco agachó la cabeza.

— ¿Duele... la marca tenebrosa?


Deneb lo miró unos segundos antes de seguir caminando. Su hermano se convertiría en mortífago dentro de poco, le hubiese gustado que no, pero ni ella misma tuvo escapatoria de aquello.

— No mucho —dijo casi en un susurro, tratando de darle una respuesta de consuelo.

A él no lo harán sufrir como a mí, pensó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro