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𝑿𝑰


9 de febrero de 1993


Deneb miró por la ventanilla del carruaje que los estaba llevando hacia Hogsmeade. No estaba de ánimos, pero no se perdería visitar el pueblo por culpa de su familia.

Su madre le había mentido con muchas cosas. Su padre quién sabe qué estaba haciendo en secreto contra Harry Potter. Su hermano estaba siendo un creído porque le estaba yendo bien en el quidditch y las chicas estaban embobadas tras él. Su tía Bellatrix era un demonio reencarnado.

Y para colmo no tenía con quien quejarse de estas cosas, porque con su hermano no se podía hablar, con Matilda no tenía la confianza suficiente aún y Timothy pasaba demasiado tiempo con sus amigos, tanto que ya estaba cambiando de pensamiento y se parecía cada vez menos a Deneb.

O quizás Deneb era la que estaba cambiando y no se daba cuenta.


Cuando el carruaje se detuvo, ella, Matilda, Timothy, Miles y Graham bajaron de él. Malfoy se acomodó su cartera en el hombro y miró a su amigo. Habían hablado durante el trayecto hasta Hogsmeade pero poco había prestado atención. Estaba ensimismada en sus propios pensamientos.

— ¿Vamos por unas cervezas en Las tres escobas? —dijo Deneb sonriendo. Tim se rascó la nuca y la miró, apenado.

— Ya había quedado con los chicos —Ella rodó los ojos— pero luego podemos visitar la casa de los gritos.

— Sí, vayamos todos juntos —agregó Miles. Deneb se aguantó las ganas de decirle algo, porque nadie lo había invitado a él. Pero bueno al fin y al cabo eran compañeros de curso y no se llevaban mal. Y si para estar con Timothy debían venir los demás... que así fuera entonces.

— De acuerdo —asintió Deneb. Giró su cabeza hacia la chica morena, quien miraba las tienditas del pueblo con tanto entusiasmo como si fuera la primera vez que hubiera pisado el lugar— ¿Matilda vienes a tomar cerveza de mantequilla?

— Claro —dijo ella. Tomó del brazo a Deneb y ambas comenzaron a caminar juntas hacia Las tres escobas, dejando atrás al grupo de varones de slytherin. Estaban todos más tontos de lo normal. ¿También les estaban afectando las hormonas? ¿Cómo es que a ella no le sucedía nada al respecto? Siquiera le interesaban los chicos.

Cuando llegaron a la taberna se sentaron en una de las mesas del rincón. Matilda se quitó su campera y su bufanda. Deneb hizo lo mismo, porque sabía que pronto le daría calor. Divisó un par de alumnos de hufflepuff entrando en el lugar, seguidos detrás por otros de slytherin de años mayores. Matilda soltó una pequeña risita.

— ¿Qué? —dijo Deneb sin comprender.

— Nada, es que te veo mirando mucho a Flint. Además en las vacaciones fue a tu casa.

— Pero qué dices —la chica frunció el ceño— sería de las últimas personas con las que saldría. Nada más miraba la puerta.

— ¿Esperabas a alguien? —Ella negó con la cabeza— me han dicho que quizás le interesas a un chico, Deneb... pero bueno, no sé. Nunca hablamos de esos temas.

— ¿Un chico? —La castaña abrió sus azules ojos como dos platos— ¿Flint?

— Claro que no —Matilda rodó los ojos— pero no te diré quién es. Creo que, por más que me guste el cotilleo, deberías enterarte de su parte y no por otros.

— ¿Y para qué me cuentas entonces, Bulstrode?

— ¡Para que abras los ojos Malfoy! —La chica se levantó del asiento y sacó dinero de su bolso— voy a pedir algo para tomar. ¿Quieres cerveza de mantequilla sin nada?

— Sí, por favor —Deneb amagó a agarrar su cartera para darle monedas, pero su amiga le hizo un gesto con la mano y dijo que ella invitaba esta vez. Le agradeció y la miró irse hasta la barra a pedir las bebidas.

No podía creer que se estuviera llevando mejor con Matilda Bulstrode que con los demás, al punto de querer estar con ella y llamarla amiga, sin que le estorbase su presencia ni le aburriesen sus conversaciones. Tampoco podía creer que había un chico que estuviese interesado en ella.


Nunca se lo había planteado.

Nunca se había puesto a pensar que para los demás podía ser bonita, inteligente o divertida, al punto de querer estar junto a ella. ¿Quién sería el chico? La sensación le provocaba un cosquilleo en el estómago y la hacía querer sonreír como estúpida. Pero se aguantó. Matilda tenía razón, debía abrir más los ojos y prestar atención a lo que pasaba a su alrededor.


22 de marzo de 1993


Timothy se acercó al borde del lago negro, donde su amiga esperaba por él. Se sentó con pesadumbre al lado de Deneb. Quien le dedicó una pequeña pero cálida sonrisa.

— ¿Ruinas antiguas apesta? —el chico rió y asintió con la cabeza.

— ¿De qué querías hablar Den? —dijo jugueteando con las manos en el césped. Deneb abrazó con sus brazos las piernas y apoyó el mentón sobre las rodillas.

— Te noto extraño Tim, te siento alejado de mí —murmuró la joven, casi en un susurro. Su amigo hizo silencio y se dedicó a mirar el suelo por unos segundos. Ninguno de los dos se dirigió la mirada. Nunca antes les había costado hablar de algo, pero esta vez, era diferente. El ambiente se sentía raro, tenso— no lo sé, quizás es imaginación mía pero ya no es como antes. Siento que estorbo. Que prefieres estar con Adrian, con Miles —A Deneb se le estaba haciendo un nudo en la garganta, porque quería llorar, sin saber por qué razón.

— No es así —murmuró. Timothy también abrazó sus piernas y contempló las montañas a lo lejos, pasando el lago Negro— me llevo igual de bien con ellos que contigo. Quizás últimamente pasamos más tiempo juntos, si... pero eso no significa que estorbes.

— Ya no nos sentamos en clase, no salimos solos en Hogsmeade, en la sala común siempre hay alguien más —Deneb miró a su amigo— A veces me gustaría estar así como ahora, tú y yo nada más. Hablar de la vida, de nuestros problemas.

— Siempre podemos estar así —Nott frunció el ceño— no sé por qué crees que ya no.

— Pero no es lo mismo. Antes estábamos todo el tiempo juntos. Extraño eso.

Cambiamos Den —susurró— ya no somos dos niños de once años —ella afirmó con la cabeza. Timothy Nott tenía razón.

Las cosas eran diferentes, cada año que pasaba, cada curso nuevo, cada cumpleaños que festejaba... las relaciones que entablaba eran distintas. Pensar que estaría alejada de Timothy y siendo cercana a Matilda, era algo que nunca habría imaginado que pasaría a los doce años. Tampoco que se imaginaba estar pensando en que le gustasen otros alumnos. 

Por eso le daba la razón a su amigo. Porque sabía que el tiempo podía hacer cambiar las cosas y las personas.

— Si quieres que te sea sincero, de todo corazón —hizo una breve pausa— tuve miedo.

— ¿Miedo de qué?

— Te va a sonar estúpido —Timothy sonrió con la cabeza gacha.

— No, dime. Sabes que no me reiré de ti.

— Pues tuve miedo de que empezases a gustarme.


Aquellas palabras chocaron en su pecho como un hielo. Sintió que su cuerpo se congelaba y no podía moverse ni decir nada. Jamás se puso a pensar en que alguno de los dos podía sentir algo por el otro. Pero él tenía razón. Podía llegar a suceder, podía pasar que uno o el otro confundiéramos las cosas y empezáramos a sentirnos diferentes.

Si Deneb se lo hubiera planteado, habría hecho lo mismo con Timothy. Porque a ella también le daba miedo que su amistad se arruinara. Razón por la cual estaban teniendo aquella charla en este momento, porque sentía que estaban alejándose y no quería, no le gustaba. Quería a su amigo de siempre.

— Por eso quise mantener distancia —continuó el joven— Porque tu amistad para mi vale por millones, y no quisiera echarla a perder. Perdón si te hice sentir que te dejé de lado porque no era mi intención, no supe manejar la situación —giró su cabeza hacia Deneb. Sus ojos color miel se encontraron con los de ella y se dedicaron una pequeña sonrisa los dos— Te quiero mucho Den.

— Yo también te quiero mucho, Tim.

El chico pasó un brazo por los hombros de ella, dándole un abrazo. Deneb se sintió aliviada de saber en dónde estaban parados ambos respecto a su relación, y agradeció que todavía pudiesen ser completamente sinceros entre sí.

El pecho le ardía, como nunca antes había sentido. Porque si bien sabía que su familia la quería y la respetaban en lo que fuera posible, no era el mismo amor que tenía por Timothy. A él lo había elegido. Él la había elegido a ella también, muchos años atrás.

Y era Timothy la primera persona en escuchar de la boca de Deneb decir un te quiero.


Eso también lo había elegido.

No cualquiera se merecía que ella demostrara su amor. Y eso fue una promesa que cumpliría durante mucho tiempo, por no querer abrirse a los demás, temiendo salir lastimada.


31 de mayo de 1993


Deneb corrió hasta el dormitorio de chicas y entró dentro cerrando la puerta con un estruendo. Se apoyó contra ella, sonriendo. Dando vítores para sí misma.

Draco le acababa de comentar que su madre había enviado una carta. No se emocionaba por esas cosas, siempre hablaban de banalidades, pero esta vez su hermano dijo que habían liberado al elfo doméstico. No estaba contento con la noticia de que Dobby dejase de servirlos, porque Draco era un vago que no podía ni llenar un vaso con agua en su casa. Pero no estropearía este momento maravilloso para ella.

No cabía en la cabeza de Deneb cómo era que sus padres habían llegado a tal decisión pero estaba tan entusiasmada por el hecho de que al fin comprendieran que no debían tener esclavos, que se apresuró a escribir una carta de respuesta a su madre, demostrándole lo orgullosa que estaba de ellos dos por haber hecho aquello.

Pero la parte importante, aquella información en la que sus padres no habían hecho tal cosa sino que había sido otra persona, no lo sabía. Por eso Deneb se conformó con emocionarse por una verdad a medias, por una farsa que solo servía para hacerlos quedar bien a sus padres.


Debería de haberse imaginado que en realidad ellos no serían capaces de liberar a un elfo.

Pero a la vez, todavía confiaba –aunque fuese poco- en su familia.

Solo que aquello sería una gota más dentro de un vaso que pronto se llenaría.

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