𝑽𝑰
23 de diciembre de 1991
Graham Montague acomodó el maletín de la mayor de los Malfoy sobre la repisa del compartimiento del tren. Deneb se lo agradeció con una pequeña sonrisa y un movimiento con la cabeza. No le apetecía intercambiar muchas palabras con los compañeros de slytherin, salvo con Timothy.
El chico se sentó frente a ella y se quedó con la boca a medio abrir, para decir alguna tontería como que el clima estaba frío, cuando Draco Malfoy y Vincent Crabbe entraron dentro sin ningún tipo de permiso ni saludo.
Deneb se sintió aliviada porque Montague no le parecía atractivo ni física ni mentalmente, estando segura de que se pondría a hablar con ella sobre cualquier cosa con tal de sacarle charla. Pero hoy no tenía ganas de escuchar temas banales.
Aunque tampoco tenía ganas de escuchar al idiota de Crabbe; pensó para sí misma.
— Montague, el año próximo queremos entrar en el equipo de quidditch —dijo Draco mirando a su amigo, mientras los dos se sentaban en los asientos del expreso de Hogwarts, justo a tiempo que éste partía de la estación de Hogsmeade hacia Londres.
— ¿Buen día, no? —bufó Deneb alzándole una ceja. Los hermanos intercambiaron miradas entre sí y luego él y su amigo saludaron como correspondía tanto a Graham como a Deneb.
Ella rodó los ojos y se acomodó mejor en el asiento, incrédula de lo maleducado que podía llegar a ser a veces Draco. Pero su compañero de curso sólo hizo una sonrisa de medio lado, como enternecido por la situación entre ambos Malfoy.
— ¿Y en qué puestos? —inquirió Graham, mirándolos a ambos niños.
— Yo quiero ser el buscador, quiero aplastar a Potter en los partidos —dijo Draco con una sonrisa burlona en la cara— Crabbe y otro amigo, Goyle, quieren ser los golpeadores.
— Para aplastar a los Weasleys —agregó el otro chico. Deneb arrugó la nariz, pero no dijo nada, prefirió mirar por la ventana y hacerse la desentendida. No le gustaba que su hermano anduviera por la vida pensando que "aplastar" a una persona era algo para hacer y mucho menos que fuera divertido.
Crabbe y Goyle estaban pasando demasiado tiempo con él.
Aunque sí, los gemelos Weasley eran insoportables y Deneb no se llevaba bien con ellos, pero eso no los convertía en carnada para las burlas. Así como tampoco Harry Potter.
— Podría hablar con Flint y hacer negocios... claro que lo convencería más si le ofrecen algo —dijo Montague. A Draco Malfoy le ardieron las orejas, le gustaba escuchar que podía solucionar sus problemas con un poco de oro, teniendo tantas monedas de esas en el banco.
— No te preocupes por eso, mi padre seguro se pone tan contento de verme en el equipo que nos compra algo a todos —los ojos de Graham se iluminaron por unos segundos. Aclaró su garganta y agregó, con voz socarrona.
— ¿Y yo que obtengo por hablar con Flint? —le lanzó una mirada furtiva a Deneb. Quien no pensaba darle ni la hora y siguió mirando el paisaje pasar con velocidad por la ventana acristalada del tren.
— ¿Lo que dije no es suficiente para ti? —dijo Draco condescendiente— yo también podría ir a hablar con Flint, y de paso hacer que te quiten a ti del equipo.
Montague pareció estar de acuerdo con el trato anterior que habían hecho y se dispuso a recostarse contra el asiento, viéndose en silencio con Draco Malfoy por unos minutos hasta que su amigo Vincent habló, calmando el tenso ambiente. Deneb enrolló su bufanda y la apoyó contra la ventanilla del tren, para luego utilizarla como almohada improvisada, esperanzada de quedarse dormida durante todo el viaje.
Agradeció que Draco no la tratara como un pedazo de carne que podía entregarle a un chico a cambio de un puesto en el equipo de quidditch. Su hermano podía pensar de forma diferente y ser un cretino con ciertas personas, pero nunca con ella.
O eso era lo que parecía. Por el momento.
25 de diciembre de 1991
Su madre le había hecho vestir un vestido azul petróleo de manga larga y cuello alto que sentía que la asfixiaba. Le daba calor, porque era invierno, pero la mansión de los Malfoy estaba más que cálida con la chimenea encendida. Aunque la peor parte era el cinto que llevaba en la cintura y le apretaba en el estómago, siendo que recién terminaban de comer un festín navideño.
La chica quería escaparse a su habitación y mirar al techo o dormir, cualquier cosa estaría mejor y sería más divertido que aguantar todavía más tiempo con los amigos de sus padres y sus hijos. Deseaba que Timothy estuviera aquí con ella, pero este año el señor Nott tenía un viaje importante que hacer y ambos hermanos debieron quedarse en el colegio.
Deneb debía escribirle luego una carta y preguntarle si el regalo le había gustado, también le preguntaría cómo están siendo las vacaciones en Hogwarts, ya que ella nunca se quedaba.
— Para ti —escuchó una voz masculina a su lado. Deneb dejó de soñar despierta y aceptó la copa que le ofrecía Graham. Su madre la miró desde uno de los sofás donde se encontraba hablando con la señora Montague, Crabbe y Parkinson. Estaba deleitada de hablar con ellas, pero sus ojos no se despegaron de su hija hasta que ésta dejó de encorvarse y tuvo una postura recta y refinada.
Montague aprovechó el momento para comenzar a hablarle sobre todas esas cosas que no le interesaban a Malfoy, pero supuso que esta vez no podía hacerse la dormida contra una ventanilla.
— Te ves bonita hoy —comentó el chico. Deneb asintió con la cabeza.
— Gracias Montague.
— Dime Graham, o Gram —sonrió— llevamos compartiendo tres años juntos en el colegio, no nos haría daño un poco menos de formalidad.
— Mi madre dice que siempre es importante mantener la cordialidad —comentó Deneb, queriendo ocultar que en realidad simplemente no tenía ganas de formar lazos con él.
— A Nott lo tratas diferente...
— Prácticamente nos conocemos desde bebés — dijo con rapidez. Tomó un sorbo de lo que fuese que estaba en la copa que cargaba en su mano, e hizo de cuenta que la bebida era rica, cuando de verdad le había parecido desagradable.
— Pero mi madre, Narcisa, sentada a pocos metros de donde me encontraba, me hubiera despellejado si escupía el líquido de vuelta en la copa —se dijo para sí misma. Así que no le quedó otra salida que tragarlo con valentía.
— Te queda bien el cabello castaño —dijo Pansy Parkinson, acercándose con Draco hacia donde estaban los niños mayores— siendo que todos son rubios en tu familia —agregó. Draco se miró los zapatos, entreteniéndose haciendo mover los cordones de ellos.
— No todos, pero si, gracias —contestó Deneb, con poco aprecio.
Se sentía observada, aunque en realidad solo Montague y su madre le prestaban atención. Pero para ella todos estaban concentrados viéndola. Cada movimiento, cada palabra que decía, todo tenía que estar perfecto. Al igual que ella y su estúpida postura.
Si no se ponía derecha era porque su madre la había obligado a estrenar un vestido apretado que le marcaba el pequeño y casi imperceptible busto, sumado al cinto que le afinaba la cintura y no la dejaba respirar con tranquilidad.
Tenía trece años, no quería que el mundo estuviera observando su cuerpo y su figura inexistente, porque no se sentía segura, porque no quería de un día para otro dejar de jugar con su hermano pequeño, no quería tener que estar pensando en chicos y novios y prometidos y esposos...
No quería crecer, todavía.
27 de diciembre de 1991
— No me gustó usar ese vestido azul en la fiesta de navidad —le comentó Deneb a su madre, mientras las dos compartían el té que Dobby había preparado recién en la sala de estar.
— A mí me pareció que te sentaba muy bien. Además Graham no te quitó los ojos de encima.
— Por eso no me gustó —agregó, intentando mantener la calma. Narcisa apretó la mandíbula pero mantuvo la cordura y no dijo nada más al respecto, tomando un sorbo de té con la delicadeza suficiente para que no hiciera ni el más mínimo sonido.
— ¿Qué pasó con mis tías? ¿Qué pasó realmente con tía Bellatrix y tía Andrómeda? —La rubia mujer soltó con dureza la taza sobre el pequeño plato de porcelana que tenía en la mano, haciendo un ruido seco.
— No hablamos de eso, Deneb, ya te he explicado una vez —dijo Narcisa, forcejeando por mantenerse firme y no dejar que las emociones la sobrepasaran.
— Me lo has dicho una vez cuando era chica y nunca más tocaste el tema... —resopló Deneb, enojada. Quería saber más del lado Black de la familia, quería saber por qué ella se parecía más a la gente de la que nunca se hablaba, y menos a la gente que la criaba— me da curiosidad. Tengo más rasgos compartidos con ellas que con Draco o contigo —Su madre suspiró, resignada.
— Andrómeda se casó con un hijo de muggles que nos despreciaba, nos faltó el respeto. Y ella misma se convirtió en un monstruo para con nuestros padres y con nosotras. Tenía ideas locas sobre la vida —arrugó la nariz— un día simplemente dijo que se había comprometido y tu abuelo la echó de la casa, con todo el derecho del mundo. Cómo se le ocurre dejar de lado el acuerdo que se había formado con una familia renombrable en el mundo mágico, para irse con un hijo de muggles que nos odiaba.
— Pero si a ella la hacía feliz... —Narcisa alzó la barbilla y miró hacia una de las paredes, sin dirigirle la vista a su hija.
— No son formas Deneb, ella hizo mal. El respeto ante todo, ya te lo he dicho. —Deneb asintió. Su madre tenía razón en ciertas cosas. No te escapas con un chico del cual te "enamoraste" pero que piensa que tu familia es un asco y son todos locos.
Ella sabía que no podría pasar el resto de su vida con alguien que no quisiera a Draco, o que lo insultara. Porque era su hermano, porque era parte de su vida, y siempre lo sería. Y esa persona que se convertiría en su esposo debía entender que aceptar a Deneb Malfoy implicaba también aceptar a Draco Malfoy y a Narcisa Malfoy. Le perdonaría que no aceptase a su padre, porque era una comida difícil de digerir, hasta para ella misma.
— Y tu tía Bellatrix fue encarcelada en Azkaban, sin pruebas algunas en su contra —su madre volvió a tomar otro sorbo de té— fue acusada de torturar a dos magos durante la guerra. Pero ella nada más necesitaba información que ellos poseían. Así como a ella también le ha tocado vivir torturas, a mi incluso me ha pasado... Pero nadie va preso por esas atrocidades, ¿Cierto? No, solo ella.
— ¿Y no hay forma de sacarla de allí? ¿No se puede pedir otro juicio?
— Demasiadas preguntas Deneb, ¿Qué te sucede? —preguntó indignada. Deneb se encogió de hombros y se apresuró a tomar lo que quedaba de té en su taza. Su madre ya tenía esa cara que conocía muy bien, esa cara de que era momento de callarse y cambiar de tema antes de que explotara.
Eso sí lo había heredado de su madre. Deneb era escandalosa cuando se lo proponía, pero a diferencia de Narcisa, no mantenía la cordura con tanta esbeltez.
A Deneb no le molestaba, claramente, pero su familia no soportaba esa actitud y aunque no sucediera en muchas ocasiones... con el tiempo no solo aumentarían esas situaciones sino que, siempre serían cada vez más explosivas.
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