𝑰𝑿
30 de octubre de 1992
Desde los sillones de la sala común de slytherin, Deneb fulminó con la mirada a su hermano, quien estaba a pocos metros de ella reluciendo su nueva escoba y su nuevo uniforme de quidditch. Marcus Flint, el capitán del equipo, le dio otro sacudón cariñoso a Draco, al tiempo que le decía que "no podía creer que todos tuvieran escobas último modelo".
— Niños malcriados si los hay —murmuró Deneb para sí misma.
Su padre le había comprado una escoba nueva a su hermano para practicar quidditch y tratar de entrar en el equipo. Pero después de la pelea entre ella y Lucius, le pareció que apremiar a Draco era una buena muestra de cómo su hija debía de comportarse con sus mayores.
Por lo tanto un día vino la familia de Flint a la mansión, y entre copas y entremeses, acordaron que Draco entraría en el equipo de quidditch a cambio de escobas nuevas para los otros seis jugadores. Y no cualquier escoba, sino la Nimbus 2001, lo más reciente en el mercado.
Deneb no era deportista, no le interesaba el quidditch salvo por mirar algunos partidos por cordialidad hacia sus compañeros y hacia su casa –slytherin- pero nada más. Aunque le hubiese gustado que alguna vez sus padres le preguntasen si le interesaba tener una escoba, jugar quidditch o lo que fuera, porque nunca le apremiaban ninguna actividad que no fuera estudiar para el colegio o que tuviese que ver con temas de elite.
Porque clases de danza, de piano y de etiqueta no faltaron en su niñez. Pero ninguna de esas le interesaba.
— Snape ya nos ha dado el permiso para que practiquemos —dijo Pucey entrando a la sala común con un papel en la mano. Se lo entregó a Flint, quien lo leyó con una sonrisa maliciosa en la cara.
— Excelente —dijo entonces— no solo utilizaremos las escobas nuevas sino que estropearemos la práctica de los de gryffindor —los siete chicos rieron, aunque en voz baja. Deneb frunció el ceño. Su hermano se creía superior por estar rodeado de niños mayores y de haber entrado al equipo gracias a su padre y su bóveda en Gringotts.
Es cierto que a Deneb nunca le había faltado nada, pero jamás se le hubiera pasado por la cabeza dar coimas para conseguir algo, mucho menos hubiera creído que fuera posible que sus padres hicieran un acuerdo para ella. Al menos no uno beneficioso.
Le hubiese gustado que alguna vez la tratasen como su hija y no como una reliquia que venderían al mejor postor.
7 de noviembre de 1992
Deneb bajó las gradas del estadio de quidditch y se dirigió hacia donde estaba el equipo de slytherin. Por suerte el alboroto de gente estaba detrás de Potter y del profesor Lockhart, quien trató de arreglarle un hueso roto al chico haciéndolo desaparecer por completo.
Los siete alumnos, que vestían túnicas verdes y traían escobas en su mano, estaban ya fuera de los vestidores y se habían agrupado cerca del estadio sobre los terrenos. Deneb se acercó más a ellos, pero pudo escuchar lo que estaban hablando desde varios metros a lo lejos.
No estaban muy calmos. Y no esperaba menos luego de haber perdido.
— ¡Tenías la snitch encima de tu cabeza y ni te diste cuenta! —Gritó Flint, dirigiéndose a Draco Malfoy— ¿¡Cómo pudiste dejar escapar eso!?
— Oye, fue su primer partido —dijo Miles Bletchey tratando de calmar las aguas al ver que los alumnos del equipo de gryffindor pasaban cerca de ellos y seguramente habían escuchado la pelea.
— Lo sé, y perdimos contra gryffindor —bufó el capitán de slytherin— pruébame que valió la pena meterte dentro del equipo o me arrepentiré de la decisión.
— Ingrato, te he dado una escoba nueva —dijo Draco. Deneb se había acercado hacia ellos, lo cual no le causó mucha gracia a su hermano menor.
— La devolveré si es necesario, Malfoy.
— De acuerdo, de acuerdo —Montague se interpuso entre ambos chicos al ver que ya no estaban solos— necesita más práctica, eso es todo. Andando —dijo empujando despacio a Marcus Flint, para que comenzara a caminar. Le lanzó una mirada furtiva a Deneb y prosiguió a irse junto a Montague. Detrás de él lo siguieron los otros cuatro jugadores. Draco se quedó estático, con el ceño fruncido.
— ¿Y tú qué quieres? —le preguntó a su hermana, con tono furioso.
— Ver cómo estabas, cómo te había ido —se cruzó de brazos— pero al parecer uno ya ni se puede preocupar por ti —Draco chasqueó con la lengua y le dio la espalda a Deneb, caminando hacia el castillo— ¿Te parecen que son formas? —dijo ella siguiéndolo por detrás.
— Estoy enojado, déjame en paz.
— ¿Y qué tengo que ver yo?
— Debo avisarle a padre de esto —habló— no pueden permitir que se jueguen partidos de este estilo. San Potter dando un show —Deneb lo interrumpió.
— Se merecen haber perdido Draco, jugaron sucio. Todos ustedes —el rubio giró su cabeza para mirar a su hermana con reprobación— no te atrevas a mandarle una carta con semejante estupidez si además no piensas contar ambos lados de la historia.
— ¡No es una estupidez! —Gritó furioso— Potter casi me mata, cómo se le ocurre venir a toda velocidad hacia mi...
— Estaba tratando de atrapar la snitch. Y si tanto miedo te da ¿Para qué quieres ser el buscador? ¡Todo el partido he visto como jugaron! He visto como les enviaban bludgers a los golpeadores y al guardián, he visto como tiraban a las cazadoras de sus escobas. ¿Quién te piensas que soy?
— Son cosas del juego. Si tú no entiendes de quidditch no hables.
— No seré la mejor conocedora del tema pero sé que nada de eso fue legal.
— Tus sermones no van a hacerme cambiar de parecer —dijo frenándose en seco. El chico apretó con fuerza el mango de la escoba que estaba cargando y miró a su hermana— Yo sé lo que pasó. Y alguien debería tomar cartas en el asunto.
— El abuelo Cygnus ha fallecido hace dos días, Draco. Ten un poco más de respeto y no molestes a nuestros padres con tonterías como un partido de quidditch escolar, que hay problemas mayores en esta vida. ¿No te parece?
— ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás así conmigo?
— ¿Así cómo?
— No lo sé, siempre retándome, diciéndome que hacer, que todo está mal, te peleas con nuestros padres. Nunca nada te viene bien Deneb...
Apretó los dientes y se mordió el interior de la boca para contener las ganas de contestarle a su hermano. Porque tenía razón, todo eso era verdad. Y no se estaba comportando como una hermana con él. Estaba intentando hacerle ver que ciertas cosas no eran cómo él creía que fuesen, pero quizás esas no eran formas de hacérselo saber.
— He cambiado, supongo.
10 de noviembre de 1992
Deneb salió del baño de la habitación de chicas de cuarto año. Matilda, Venus y Amanda se encontraban en una de las camas murmurando entre sí y lanzando risitas idiotas. Cuando Deneb se sentó en la suya, dispuesta a ya acostarse a dormir, sus tres compañeras no la iban a dejar, pues tenían otro plan en mente.
— Den —dijo Matilda. La joven levantó sus ojos hacia ella, esperando a que continuara lo que quería decir.
— Queremos saber si... —habló Venus. Pero no terminó la frase, hizo una pausa para juguetear con su cabello moreno y reírse junto a Amanda.
— Si sabes si Draco es el supuesto heredero de slytherin —volvió a hablar Matilda.
— ¿Qué? —Deneb arrugó la nariz— No sean tontas. ¿Quién ha dicho eso?
— Le escuchamos decir a Pansy Parkinson esta tarde —comentó Amanda— y pues yo creo que tiene razón, digo, ustedes vienen de una familia muy importante... —Deneb la interrumpió.
— Así es Sanders, nuestro apellido tiene un linaje muy antiguo y se conecta con muchas otras familias importantes también —Amanda la interrumpió.
— Lo sabemos, no tienes por qué refregárnoslo en la cara —murmuró disgustada. Deneb la miró, simplemente la miró. Sabía que Amanda no tenía un trasfondo tan antiguo en la casa de las serpientes, pero por algo estaba allí y pensaba de forma similar a sus compañeros.
Lo que más le molestaba era que no la hubiese dejado terminar de hablar. Porque a Deneb no le interesaba el estatus de su sangre ni recordárselo a los demás, en eso difería con su hermano, y Amanda Sanders no se había percatado de eso durante cuatro años, al parecer.
— No estaba refregándote nada en la cara —continuó Deneb, esta vez desarmando su cama para meterse dentro luego— si no me hubieses interrumpido sabrías que iba a decir que no estamos conectados con Salazar Slytherin. Por lo cual Draco no es su heredero.
— Pero Slytherin murió hace tantos años que... —dijo Venus— tú no sabes si de verdad o no están conectados con él.
— Tienes razón, pero ¿Sabes que sí sé? —Contestó Deneb, indignada— que todas estas cosas horrendas que están sucediendo en el colegio no son causa de mi hermano. Así que no esparzan chismerío sobre él.
Las tres chicas se miraron entre sí, para luego correr las cortinas del dosel de la cama. Deneb las escuchó murmurar y reírse entre ellas pero no le dio importancia. Se metió dentro de su cama y al igual que ellas, cerró las cortinas para quedar en absoluta soledad y oscuridad.
Deneb sabía que su hermano podía ser engreído, egoísta y un tanto frustrante hablar con él. Pero eran cosas hormonales según decía su padre. Porque antes no era así con ella, y pronto se le pasaría.
Pero de lo que sí estaba segura era que su hermano no era un monstruo, y no podía estar provocando todas esas cosas horribles que estaban sucediendo este año. Menos sabiendo que cuando escuchó a escondidas a sus padres aquella tarde del quince de julio, ambos habían prometido que nada malo pasaría con sus hijos... y aunque nadie podía enterarse de esa parte, Deneb debía defender a su hermano de que se corriera la voz por el colegio, diciendo que él era un monstruo.
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