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Prólogo

https://youtu.be/5YXVMCHG-Nk


The blower's daughter


~

Y así es, justo como dijiste que sería.

La vida es fácil para mí,

La mayor parte del tiempo.


Y así es, la historia más corta.

Sin amor, sin gloria.

Sin un héroe en su cielo.

~











15 de julio de 1978


Lucius Malfoy se encontraba en la sala de estar, caminando de un lado a otro un poco inquieto. Su padre, Abraxas, meditaba tranquilo sentado sobre uno de los sofás y se servía un gran trago de whisky, para luego pasarle la botella a Cygnus Black, quién pretendía hacer lo mismo que él.

Mientras tanto, los hermanos Rodolphus y Rabastan Lestrange intentaban calmar a Lucius lo más que fuera posible.

— Mantén el porte, Lucius —habló por fin Abraxas, escupiendo con cierto aire de superioridad sus palabras— tu esposa deberá sufrir si quieres que nuestro apellido no se pierda.

— Solo quiero saber qué sucede allí dentro —señaló hacia las escaleras. La primera puerta arriba daba hacia su cuarto matrimonial. Su suegra, Druella Rosier, salía cada tanto de allí para buscar alguna que otra cosa que fuera necesaria, pero más que nada... más toallas.

Los dedos de Lucius bajaron al mismo instante que Bellatrix azotaba la puerta del dormitorio e iba como un torbellino hacia donde el resto de sus familiares esperaban.

— ¿Qué sucede? —volvió a hablar Lucius impaciente— ¿Ya nació?

— ¡Ja! —ella soltó una sonora carcajada en forma de respuesta y caminó hacia la botella de whisky que reposaba en una pequeña mesa al lado de su padre— si me quedo unos minutos más allí dentro, sin nada de alcohol en mi sangre, creo que en vez de nacer alguien morirán varias mujeres y un sucio elfo doméstico —destapó la botella y sin que nadie la cuestionara se la llevó hacia su boca, para tomarse un largo sorbo. Hizo una mueca con su cara, debía arderle la garganta.

— ¿Cuánto más crees que falte? —preguntó Lucius. Otro grito desgarrador provino de la habitación y sus ojos no dudaron ni un segundo en dirigirse hacia ahí.

— Nunca parí a un desgraciado —dijo Bellatrix caminando hacia su esposo— no sabría contestar tu pregunta —le propinó un fuerte beso en los labios a Rodolphus y continuó rumbo hacia el dormitorio otra vez, aunque se tomó su debido tiempo para llegar hasta allí. Lucius decidió que era hora de saciar su ansiedad y por lo tanto repitió la misma escena que su cuñada había hecho con el whisky.

— Dicen que es más doloroso si es varón —habló Rabastan apoyando de lado su cuerpo contra la pared, sin mucha preocupación— quizás está yendo por el buen camino.

— Pero tarda más si es mujer —agregó Abraxas.

— Ni lo digas —Cygnus arrugó la nariz en señal de repugnancia— que maldición ha caído sobre mi familia.

Cygnus tenía solo una nieta mujer y tres hijas; Bellatrix, Andrómeda y Narcisa. Pero para él y para el resto de la familia, solo había tenido dos. Andrómeda ya no existía para ninguno de ellos desde el mismísimo instante en que decidió casarse con un hijo de muggles. En las familias de magos de sangre pura eso es tomado como una traición y no hay vuelta atrás de aquel delito, por más arrepentimiento que uno tenga.

— Hoy veremos si la maldición continúa —contestó Abraxas— tengo fe en que mi muchacho hizo un varón.

— ¿Cuánto lleva adentro ya? —preguntó Lucius todavía sintiéndose presionado por todo lo que aquello significaba. Traer un niño al mundo era un ritual casi sagrado tanto para los Black como para los Malfoy. Si nacía mujer, prácticamente eras despreciado entre todos ellos, por el simple hecho de no poder haber engendrado a un varón que siguiera con el linaje del apellido.

Pero Lucius sabía que sería un hombre muy afortunado si en el primer intento obtenía lo que deseaba. No se daría por vencido hasta conseguirlo. Quizás uno o dos intentos más bastarían.

Y sino... padecería ser el marginado como lo había sufrido su suegro, Cygnus, que allí sentado bebía alcohol para olvidar sus penas.


— Amo Malfoy —una voz aguda chilló desde el primer peldaño de la escalera. Dobby. El elfo doméstico de la casa— su esposa lo llama.

Lucius dio un tropezón cuando su zapato se enredó en el borde de la alfombra y siguió al elfo hasta la habitación. Le sudaban las palmas de la mano y su corazón latía más rápido que de costumbre. Abrió la gran puerta de roble.

El pesado y húmedo aire chocó contra su cara. Hacía calor dentro y el olor a sangre y sudor estaba impregnado por todo el ambiente. Su madre se encontraba en el baño lavando todo lo que, al parecer, se había manchado y quizás hasta arruinado de por vida. Lucius por un segundo frunció el ceño al pensar que aquellas sábanas podrían haber sido las de seda, bordadas con hilos de oro, que había comprado en Dinamarca para el día de su noche de nupcias. Sin embargo, recordó que su esposa también las apreciaba y que sabía lo mucho que habían costado, así que dudaba que ella tuviera intenciones de parir sobre algo tan delicado.

Bellatrix se asomaba por uno de los ventanales de la mansión y Druella estaba sentada en la cama al lado de Narcisa, su esposa, quien yacía con cansancio sobre el mullido colchón. Entre sus brazos había un bebé recién nacido.

Lucius se acercó cautelosamente hasta la cama y Narcisa le ofreció una pequeña pero sincera sonrisa.

— Es una niña —dijo ella con voz calma— la he nombrado Deneb Druella.

Deneb —susurró Lucius acariciando la mano de su hija— la estrella más brillante de la constelación de Cygnus. Me gusta.

A Narcisa le parecía bonito aquel nombre. Quizás porque así su hija heredaría algo de su madre y de su padre. Pero más que nada le parecía hermoso porque a Lucius le gustaba, y sabía lo doloroso que era para él estos momentos y los siguientes, en donde tendría que bajar a avisarle a los demás que no había sido un varón, sino una mujer.

Y tal vez, sin saberlo y sin sospechar que aquello podría suceder, Lucius y Narcisa habían comenzado a trazar el destino que le tocaba a su hija dándole aquel nombre;

Una luz en medio de la oscuridad.


Deneb.




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