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3 de junio de 1995
Aquella mañana luego de salir de la clase de pociones, compartida con los alumnos de gryffindor, Deneb no esperaba nada fuera de lo usual.
Pero ahora tenía un romance secreto con Fred Weasley. Y ese era un detalle no menor.
Por eso cuando salió de la clase de pociones detrás de sus compañeros de slytherin, y caminó con paso lento para no estar cerca de Timothy Nott o de Amanda Sanders... lo que menos esperaba fuera que Fred Weasley la empujase dentro de aquel pasadizo en las mazmorras que poco tiempo atrás le había enseñado que existía.
— Nadie nos vio, te lo aseguro —se apresuró a decir él antes que Deneb abriese la boca para quejarse.
— ¿Buen día, no? —frunció el ceño, pero con una sonrisa ladeada que no podía ocultar cuando el pelirrojo hacía alguna de esas locuras.
— No, no todavía —le susurró.
Fred Weasley acortó la distancia entre ambos y la tomó de la nuca para atraer su cara hacia la suya. Ambos se miraron a los labios, deseosos. Deneb terminó de achicar la brecha y le besó, soltando un breve suspiro, haciendo que su respiración chocase contra la piel de Fred.
El pelirrojo aprisionó el cuerpo de ella contra la pared y el suyo, para así aumentar la pasión de aquel beso por unos segundos más. Ella le tomó de la camisa para tirar hacia sí, y con la otra mano decidió juguetear con el revoltoso cabello de Fred.
Duraron pocos segundos así, porque si no perderían la cabeza el uno por el otro, pero fue el tiempo suficiente para saciar sus ganas de estar juntos por lo que restaba del día.
— Ahora sí, buen día —susurró él separándose, con una pequeña sonrisa.
— ¿Podemos vernos por la noche? —preguntó Deneb, todavía con la respiración algo agitada por el beso de recién.
— A sus órdenes, reina de slytherin —ella rodó los ojos pero de todas formas no pudo ocultar una breve y genuina risa— te espero aquí cuando termines tu ronda de prefectos.
— De acuerdo —asintió con la cabeza.
Fred Weasley entonces prosiguió a besarle una vez más, de forma fugaz. Se despidió con una de sus bellas sonrisas y Deneb se quedó unos segundos apoyada sobre la pared de piedra, mordiéndose el labio y pensando que todo seguía siendo tan irreal que no quería despertarse de aquel sueño jamás.
Y aquella escena se repetiría casi a diario y más seguido de lo que hubiese querido para no levantar sospechas... pero ya no le importaba.
Lo único que Deneb pensaba una y otra vez era lo mucho que le gustaba Fred Weasley y cómo le alegraba sus días tan solo con un breve beso secreto entre los dos; en los pasadizos, en las aulas vacías, en la torre de astronomía, en el bosque prohibido, en el armario de escobas, en el baño abandonado del primer piso, debajo de las gradas del campo de quidditch, en la lechucería...
Cualquier lugar les valía para estar juntos.
22 de junio de 1995
— Así que ahora sabes diferenciarnos Malfoy... —George Weasley se acercó hacia Deneb luego del almuerzo, tomándola por sorpresa a la salida del gran comedor.
— ¿Qué? —dijo ella confundida. Weasley se acomodó la mochila sobre uno de sus hombros y tomó la correa con una de sus manos.
— ¿Qué pretendes con mi hermano? —Preguntó. Deneb miró con nerviosismo a su alrededor, rogando que ninguno de los alumnos de ravenclaw que pasaban por allí hubiesen escuchado.
— ¿De qué hablas Weasley? —se hizo la desentendida y comenzó a caminar hacia los terrenos. Tenía hora libre y no se quedaría dentro del castillo hablando con George.
— No soy idiota Malfoy —caminó detrás de ella— Sé que se escapa a la noche y no dudo en que sea para verte —hizo una pausa mientras ambos atravesaban el corredor con varios alumnos. Continuó hablando cuando ya nadie estuvo cerca— Veo cómo te mira, veo cómo lo miras. Esas "tutorías".
— Las tutorías fueron para estudiar, no sé a qué viene —la interrumpió.
— Me dijo que se ve con una chica. Le compra golosinas —Deneb aminoró la marcha hasta quedarse quieta. George se colocó a su lado, pero ninguno se dirigió la mirada, los dos fijaron la vista en la distancia— no soy idiota. Sé que eres tú.
— ¿Y por qué no le preguntas mejor a tu hermanito quién es la chica y ya? —Deneb giró su cabeza y lo miró con el ceño fruncido. George apretó la mandíbula y se le notó la tensión en una vena del cuello— En vez de venir a decir cosas sobre mí que no son.
— Ya le pregunté.
Los dos se miraron, enojados.
Deneb no pensaba seguir con su jueguito. Quizás si hablaba y Fred no le había dicho nada, ella se descubriría sola. En cambio si seguía caminando fuera del castillo y lo dejaba al pelirrojo hablando solo, funcionaría mejor. Pero era algo imposible, porque al igual que Fred, su hermano era testarudo y no se iría sin conseguir su cometido.
— Si estoy hablando contigo ahora es porque ya lo tengo confirmado, Malfoy —susurró George acercándose hacia ella otra vez, retomando su rápido caminar.
— Entonces sabrás que no puedes decir nada, o ambos estaremos muertos.
— No diré nada, eso no estuvo nunca en discusión. Tampoco vine a reprocharte algo ni a sacar ventaja de ti. Sólo... —George se puso delante de Deneb, frenándole el paso. La chica quiso esquivarlo pero no se lo permitió. Deneb se cruzó de brazos, esperando a que la charla terminase de una vez por todas. No quería que los demás la vieran junto con otro Weasley más— sólo quiero saber qué pretendes con Fred... no quiero estar equivocándome contigo Malfoy.
— Lo que yo quiera con Fred es asunto nuestro y no tuyo —chistó ella.
— No es así. Porque a la primera que le suceda algo a mi hermano por tu culpa, el que te matará seré yo.
Deneb miró hacia el suelo. Él tenía razón. La relación entre ambos era peligrosa tanto para ella como para él, e inclusive para sus hermanos. Porque si Deneb sabía algo, era que sus padres podían ser capaces de hacer muchas cosas malas contra quienes no les caían bien.
— Es que hemos empezado con el pie izquierdo —Dijo con voz quieta— Tú, Fred, yo.
— Y no me interesa apoyar el pie derecho.
— No le veo lo malo... no me conoces —ella se encogió de hombros. Su relación con el hermano del chico que estaba enfrente había comenzado de esta manera, quizás debía darle más tiempo a George para que se acostumbrara a la idea, o para que se diera cuenta de que ella no era ni mala persona ni como su familia.
— No pueden estar juntos ustedes. Los tres lo sabemos —espetó el pelirrojo— y tampoco quiero ser tu amigo conociendo cómo será el final entre tú y Fred. No hay futuro.
— Está bien... —Deneb asintió con la cabeza— Fue mi error, George. Yo me equivoqué contigo. Creí que eras diferente.
24 de junio de 1995
Deneb abrió la puerta de la torre de astronomía y la cerró tras de sí, poniendo un hechizo de confusión. Pues no quería que nadie entrase. Mejor prevenir que lamentar. Su nuevo lema que ponía en práctica a diario.
Fred Weasley se acercó hasta ella y la abrazó por la espalda, pasando sus cálidas manos por la cintura de Deneb. Le posó un suave beso en la mejilla, lo cual hizo que ella se sonrojara.
— Sabía que vendrías —susurró él.
— Digamos que no hay muchas oportunidades para encontrarnos... —se giró para verlo de frente— no me lo perdería.
Fred sonrió y, aun tomándola por la cintura, apretó su cuerpo más al suyo para luego besarla en los labios. Deneb lo tomó por ambas mejillas y se dedicó a saborear lo prohibido.
Hoy sería la final del torneo de Los tres magos y habían venido las familias de los campeones participantes. El hermano mayor de Fred y su madre estaban acompañando a Harry Potter toda la tarde junto a su hermana y hermano menor. George estaría encubriendo a Fred por si algo sucediera.
O al menos eso le había dicho el pelirrojo que tenía enfrente.
Ambos se tomaron de la mano y caminaron hasta la barandilla de la torre, viendo en silencio el horizonte, como de a poco el sol se ocultaba a lo lejos, próximamente dándole paso a la luna y las estrellas que tanto le fascinaban a Deneb.
— Den —murmuró Fred, haciéndola girar la cabeza para verlo— sé que es una locura lo que diré, pero nos encantan las locuras ¿Verdad?
— Ve al grano —se rió.
— He pensado que, quizás podríamos vernos en las vacaciones... —el pelirrojo hizo una pausa para pensar dos veces las palabras correctas que decir a continuación. Deneb sabía que cualquier cosa que dijese después de aquello, debía rechazarlo. No era algo que pudiese estar en discusión— puedes decirles a tus padres alguna mentira y venir a mi casa. No será molestia. Algunos días aunque sea...
— Fred —la chica suspiró, y volvió a mirar hacia el ocaso— no puedo. Es muy arriesgado. Además, ¿Quién me encubriría?
— Pues, no sé. ¿Nott? —Deneb agachó la cabeza y negó, rotundamente. Timothy había dejado de ser su amigo en definitiva, parecía no haber marcha atrás. No haría nada por ella y mucho menos, muchísimo menos, ayudarla con Fred Weasley— ¿Bulstrode?
— Matilda no tiene idea de que nos vemos a escondidas.
— Ya sé pero le dices una excusa.
— ¿Cómo qué? Sería raro y —Fred la interrumpió.
— Espera, ¿Y Nott sabe de lo nuestro? —Deneb lo miró, con los ojos algo lagrimosos. El chico supo interpretar su mirada. A ambos se les formó un nudo en la garganta. Fred comprendió, o eso quiso creer, que su amistad se había terminado por algún problema relacionado con él. Y Deneb entendió, en ese mismo instante, que ya no tenía a nadie en quien confiar más que en el chico que tenía a su lado sosteniéndole la mano.
— Se dio cuenta él solo —susurró ella— es más listo de lo que puedes pensar.
— O quizás nosotros no somos del todo precavidos —dijo Fred— mi hermano también lo descifró sin que yo le dijera algo. Mi mejor amiga sospecha.
— ¿Por qué quieres que vaya a tu casa?
— Quiero pasar más tiempo contigo, quiero verte —continuó— serán dos largos meses sin ti... ¿Podré escribirte?
— No lo sé —frunció el ceño— podría ser riesgoso eso también. Si alguien se entera en mi casa... —Fred asintió con la cabeza, pero con cierta tristeza.
— ¿Prometes no olvidarte de mí durante las vacaciones?
— Claro que no, tonto. ¿Por qué me olvidaría? Me gustas —la chica hizo una pequeña pausa al caer en lo que acaba de decir. Era la primera vez que le había dicho a una persona que le gustaba, que le gustaba de verdad— voy a contar los días para el año que viene —Fred se mordió el labio. Se acercó de nuevo hacia Deneb, tomándola por ambas mejillas.
— Tú también me gustas Den. Me gustas mucho —El pelirrojo sonrió, profundizando sus ojos en los azules de la joven. Deneb se sonrojó pero no se apartó, de hecho, terminó de acortar la distancia entre ambos para besarse otra vez.
Cuando Miles Bletchey le había dicho que gustaba de ella, había sentido cosas nuevas, emoción, diversión, jovialidad. Pero luego cayó en la cuenta de que todo era por experimentar algo nuevo, y no porque realmente se sintiera enamorada de él. Por eso esta vez era distinto.
Ahora tenía miedo y alegría al mismo tiempo. Se sentía feliz de que alguien pudiera quererla de aquella manera, pero era desdichada porque no quería perderlo. Porque sabía que no era una relación fácil para ninguno de los dos.
No quería salir lastimada ni tampoco lastimarlo.
Después de todo, Fred Weasley era el primer hombre que la hacía sentir viva.
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