Capítulo 5
En todo el día, pude salir de mi habitación, porque así me lo había impuesto Javier expresando a mi tía su malestar hacia mí.
Desde mi habitación, podía escuchar como discutían, en parte, mi tía me daba la razón durante un pequeño breve de tiempo. Acto seguido, se podía escuchar como Javier le reprochaba a mi tía el haberme traído de vuelta a casa y no haberme dejado en manos de la justicia, lo cuales según él son los que se deberían de haberse ocupado de mí.
Escuchar todo aquello me afecta demasiado, llegando a pensar que soy una carga.
Pienso que solo tengo dieciséis años, no tengo hogar, ni padres y en estos momentos me estoy enterando que la única persona cercana a mí, le molesto.
¿Qué debo hacer? ¿A dónde voy si no tengo absolutamente nada?
Echo mi cabeza hacia atrás pensando en mi vida en general. Así estoy hasta que cae la noche y me quedo dormida.
Por ello, nada más despertarme, salgo de casa para comprar el periódico para ver algunos anuncios de trabajo.
Paro en un pequeño kiosko, compro el periódico, tomo asiento en un banco para empezar a leer los anuncios pero para mí mala fortuna no hay ninguno que se adapta a mis capacidades.
En ese momento, aparece el padre Agustín. Toma asiento a mi lado y hablamos durante un rato contándole lo que me sucede.
El párroco me propone de ir a un pequeño albergue para repartir comida a las personas que no tienen recursos suficientes o están viviendo en la calle.
Encantada acepto.
Llegamos al albergue, en la calle hay demasiada gente haciendo fila para poder entrar y comer un plato de comida caliente. Junto con más voluntarios comenzamos a preparar todo para ofrecerlo a las personas.
Durante horas ayudo a los demás voluntarios, incluso como con ellos, permitiéndome conocer a más personas que también tienen algún problema en sus hogares o vidas personales.
Casi al atardecer, el padre Agustín me propone de ir a visitar unos ancianos.
Le digo que sí.
En un rato nos encontramos en un asilo de ancianos, donde el padre Agustín dará una pequeña charla. Yo tomo asiento en una silla escuchando el sermón y hablando con las demás personas cuando escucho que alguien me nombra.
Me volteo mirando a Sonia sujetando una bandeja de comida.
Hablamos durante un rato, Sonia me cuenta que viene a visitar a su abuelo, continuamos charlando hasta que el padre Agustín se despide de nosotras.
Sonia me invita a su casa, en un principio no quiero aceptar, pero ella sigue insistiendo hasta que al final me convence y la acompaño hasta su casa.
Como suponía, la casa de Sonia es de lujo. Es espaciosa, con grandes ventanales y al pasar a su habitación, me quedo alucinando de lo grande que es, sin faltarle ningún detalle.
— Qué bonita es tú habitación. — Digo en voz alta mirando para todos lados.
— Bueno, tampoco es gran cosa. Ven, siéntate aquí, quiero enseñarte una cosa por mí ordenador. — Tomo asiento junto a Sonia comenzando a jugar en su ordenador.
El tiempo se me pasa volando, pregunto por la hora y al percatarme que es tarde, le pido el favor de que me deje llamar a mi tía para avisar de que llegaré tarde.
— Pero, Angie, ¿Tú no tienes teléfono? — De pronto siento vergüenza, y en voz baja le respondo que no.
— Oh. ¿Pero como puedes vivir sin teléfono? Uf, yo no podría estar sin chatear y subir fotos a las redes sociales.
— Bueno, a decir verdad es que yo no tengo dinero para comprarme un teléfono. — Miro al suelo mientras le cuento mi historia a Sonia la cual me observa atentamente.
— Vaya, entiendo porque lo que estás pasando. Yo también estoy así por el divorcio de mis padres. En cierto modo, paso mucho tiempo sola, ellos tratan de comprarme todo tipo de cosas que apenas utilizo. En cierto modo, yo no quiero tener tantas cosas que apenas utilizo, como la ropa de marca, o zapatos. Los quiero a ellos, y me gustaría que volviéramos a ser la familia que fuimos. Déjame regalarte este teléfono que ya no utilizo, aún funciona.
— Pero...Sonia yo no puedo aceptarlo. Si estoy ahorrando para comprarme uno. — titubeo negando por su atención.
— Te lo regalo Angie. Acéptalo, además así podremos estar en contacto. — Me ruborizo mirando el teléfono, asombrada le agradezco el detalle, apenada le digo que no tengo nada para ofrecerle.
— No te preocupes, para eso estamos las amigas para ayudarnos. Y ahora que tienes teléfono le vamos a mandar un mensaje al grupo para que tomen nota de tú número y podamos estar en contacto. Ves, ya todos los del grupo tienen tú número. — En cierto modo mi gratitud hacia Sonia es muy grande.
Me quedo quieta sin saber qué decirle. Salvo agradecer el detalle de haberla conocido y sea tan buena conmigo.
A continuación, nos ponemos hacer algunos ejercicios, le ayudo a Sonia en los que tiene dudas y de pronto ella ve algunos dibujos en mi cuaderno. Los mira elogiando me por lo bien que dibujo. Yo trato de quitarle importancia, pero ella sigue mirando los dibujos expresando cuanto le gusta.
— Angie, veo que dibujas muy bien. ¿Querías hacerme un dibujo? Siempre he querido tener un retrato mío.
— Por supuesto, encantada te lo haré. — Después de tener nuestro momento de felicidad y armonía, me marcho de casa de Sonia.
Al subir al bus, pienso en lo a gusto que me siento en el grupo y lo buenas personas que son.
En ese momento leo un mensaje de Aarón.
✓ Qué bien de que ya tengas teléfono. Te quiero preguntar si quieres venir mañana a verme en un entrenamiento de natación.
✓ Claro que sí.
✓ Me hace muy feliz, te mando la dirección y la hora, siento no poder recogerte.
✓ Tranquilo no pasa nada, iré encantada.
Seguimos chateando hasta que llego a la parada donde debo bajarme.
Lo primero que hago es esconder el teléfono, tal y como están las cosas no quiero crear más conflictos dado que el ambiente está algo cargado.
Entro y todos están reunidos en el salón, sin decir nada subo arriba a mi habitación donde guardo mi mochila y me cambio de ropa y comienzo ha escribir en mi diario, todo lo que me sucede, como me siento... para entregárselo el miércoles a Nati. Estoy deseando de volver a verla para contarle cómo me va todo aunque ya se lo cuento a través del diario.
Nada más despertarme, Cala me dice que baje porque mi tía quiere hablar conmigo.
Al cruzar por su lado veo como se mofa de mí. La escaneo con la mirada percatándome de que algo oculta.
En la cocina se encuentra Javier y mi tía.
Mi tía es la que habla todo el tiempo regañandome, mientras que su marido permanece callado observándome con una mirada de odio.
— ¿Dónde estuviste ayer Angie y no mientas? — ¿Mentir? Mi propia tía no me cree.
— Estuve con el padre Agustín todo el día y por la tarde con una amiga. — Me quedo calla viendo la reacción de mi tía. Al parecer sigue sin querer creerme.
Precisamente, en ese momento Cala llega con mi teléfono en la mano, para no variar pone a sus padres en mi contra haciendo que quede por una ladrona.
— Mira mamá lo que he encontrado en su habitación. — Cala le muestra el teléfono a su madre. Mientras yo me quedo pasmada viendo cómo mi tía mira el teléfono comenzando a gritarme.
— ¿A quién se lo has robado Angie? — Niego con mi cabeza mirándola al borde de las lágrimas, por acusarme de algo que no he hecho.
— ¿Porqué has tenido que mirar en mis cosas? ¿Quién te crees que eres Cala?
— ¡Basta ya niña! Esta es mi casa, y mi hija puede registrar tus cosas. Sólo te voy a decir algo Angie, si no vas a cambiar, vete ahora mismo de mi casa.
— Yo no he robado nada. De hecho ahora mismo llamaré a mi amiga para que lo confirme que fue ella quién me lo dio. — Inmediatamente llamo a Sonia, nada más responderme le hago la pregunta a lo que ella contesta que sí me lo regaló.
Pero al parecer, no fue suficiente con la palabra de Sonia. Seguían dirigiéndose a mí como aquella chica rebelde que se la dedicaba a delinquir. No creen en mi palabra, no ven en mí que he cambiado y que atrás quedó esa mierda de vida que llevaba.
Tanto mi tía como su marido no dejan de meterse conmigo, Cala saca sus teorías haciendo que quede por lo que no soy. Javier me va golpear, pero es mi tía quién lo detiene.
Él se va molesto y Cala lo sigue no si antes hacerme saber con su mirada y esa risa de malvada lo feliz que se encuentra cuando me veo entre la espada y la pared por su culpa.
Trato de hablar con mi tía pidiéndole o más bien, rogándole con mis ojos que crea en mi palabra. Pero ella, solo mira para otro lado sin querer creerme.
Salgo a la calle caminando sin rumbo. Mis lágrimas ruedan por mis mejillas del dolor que me causa todo esto.
A veces, pienso que lo mejor hubiera sido quedarme para siempre en la clínica, al menos allí tengo a Nati y varios amigos más, los cuales ya nos consideramos como una familia.
Mi teléfono suena, se trata de Aarón, respondo limpiando mís lágrimas, pero mi voz entrecortada le avisa de que algo malo me sucede. Preocupado, Aarón me pide de ir a su entrenamiento, para después hablar.
Hago lo que me dice, pues en estos momentos tengo ganas de que alguien me escuche y me abrece aliviando un poco mi corazón chiquito.
Llego al lugar que me indicó Aarón, hay algo de gente, tomo asiento en la grada y veo a su entrenador y varios compañeros preparados en el borde de la piscina listos para lanzarse de cabeza al agua al escuchar el ruido de un silbato.
Desde la grada veo a mi amigo muy serio y concentrado. Me levanto alzando mi brazo para que sepa que he venido apoyarlo.
A continuación, la carrera de natación comienza, Aarón nada como un delfín, es rápido y lleva ventaja sobre sus compañeros. Aplaudo y grito animándole porque mi amigo ha terminado el primero.
Me siento feliz por él, y mientras Aarón se cambia yo lo espero sentada en la grada donde ya apenas queda gente.
Siento unas manos tapar mis ojos. El olor a su perfume hace que lo reconozca de inmediato. Me da un beso en mi mejilla agradeciendo de que haya venido.
Pregunto por lo demás, y me dice que no les ha avisado porque ha quedado en vernos después.
— ¿Estás solo?— Pregunto observando a los demás participantes con su familia y Aarón está sentado a mi lado en silencio con su mirada más clara y sus labios forman una fina línea, me da la impresión de que le ocurre algo.
— Mis padres están demasiado ocupados como para venir a ver a su hijo de entrenar.
— Aarón, no estás solo, quizás ellos...—En cierto modo quería animarle, pero tampoco sabía qué decir.
— Mi padres trabajan duro para que nada me falte. Mi padre es empresario de una constructora y mi madre es cirujana.
Los dos ganan mucho dinero porque trabajan y deben de estar más tiempo fuera de casa que dentro. Mi madre la veo poco y mi padre se la pasa viajando y negociando. Según él, así es la vida del empresario.
Pero me colman de caprichos y me dejan al cuidado de una extraña porque ellos no tienen tiempo para mí.
Y aquí estoy, solo, viendo cómo los demás compañeros, vienen acompañados de sus padres y yo debo de venir solo. Por eso te agradezco mucho de que hayas venido Angie. — Siento una punzada de pena por Aarón.
Lo miro con tristeza porque no importa nuestra posición social, al fin de cuentas quién no se siente incomprendido y caminando en la sombra del distanciamiento de un cariño que intentas encontrar y no llegas alcanzarlo porque los problemas se van haciendo mayores y las puertas que dan hacia ese amor, comienzan a cerrarse.
— Ven, te invito a comer antes de reunirnos con los demás. — Acepto encantada porque me gusta mucho la compañía de Aarón. Después de todo, es un chico tan solitario como yo.
Caminamos los dos en dirección a la calle en busca de su moto. Antes de subir, veo como un grupo de chicas se acercan hasta nosotros. Inmediatamente las reconozco, se tratan de las amigas de Cala.
Ruedo mis ojos al tener que presenciar como hacen todo lo que pueden por atraer la atención de Aarón.
Miro como Aarón trata de quitárselas de encima de buenas formas, pero ella siguen pesadas insistiendo en querer que las acompañe a un lugar.
Yo estoy en un segundo plano sin decir nada, pero al ver como mi amigo me busca con la mirada pidiendo auxilio, no dudo en abrirme paso entre las tres chicas, las cuales me observan con asco.
Con chulería me pongo el casco y me subo a la moto donde ya está mi amigo preparado para irnos.
— Cuando quieras nos vamos. — Digo bajándome la visera del casco.
Aarón arranca la moto y comienza a conducir hasta un pequeño bar donde ponen buena comida.
Antes de bajarme de la moto, Aarón me da un ligero, pero afectuoso beso en mi mejilla.
— Oye, ¿Porqué tantos besos? — Protesto frunciendo mi ceño.
— Soy así de besucón. — Nos reímos mirándonos fijamente uno al otro.
La comida está buenísima, y la compañía de Aarón me hace de sentirme vulnerable con su manera de tratarme tan amistosa haciéndome confesiones de sus problemas.
Yo me limito a escucharle, le doy algún que otro consejo pensando en que no hay tanta diferencia entre su vida y la mía. Al igual que él, me siento caminando en mitad de un desierto lleno de dunas con nombre de problemas, afrontando tormentas inesperadas vistas desde otros ojos para ser juzgada por acciones incomprendidas tratando de evitar ahogarme con las arenas movedizas por el miedo al rechazo.
Le miro fijamente sonriéndole al mismo tiempo que entrelazo mis dedos con los suyos mientras caminamos hacia el parque.
No decimos nada, pues cada uno carga sobre sus hombros una historia, dentro de su corazón está el resultado de nuestras acciones.
Aarón y yo llegamos los primeros. Esperamos sentados en el césped hasta que vengan los demás.
Seguimos hablando de nuestros sueños hasta que somos interrumpidos por mi prima y sus amigas.
Me quedo de piedra al ver a mi prima parada delante mío vestida con una minifalda, unas botas altas marrones y una blusa que se ciñe perfectamente a su delgada figura.
Con altanería comienza hablando dirigiéndose Aarón haciendo que él solo tenga ojos para ella.
Permanezco sentada un rato más escuchando como Cala y sus amigas hablan de sus tonterías.
Con disimulo me levanto, me despido de mi amigo con la mano, pero soy sorprendida por Kike rodeándome por mí cintura y elevando mis pies del suelo.
Reímos y bromeamos siendo observada por unos ojos castaños fulminantes.
Aarón se une a nosotros, han venido todos y sin importarnos de la presencia del grupo de mi prima nos vamos hacia otro lugar más lejos para hablar de nuestras cosas mientras bebemos resfrescos y comemos snack.
Al caer la tarde, me despido de mis amigos, comienzo a caminar cuando es Maika y Sonia quién me hacen de parar porque quieren hablar conmigo.
— Espera Angie, queremos hablar contigo, ya sabes cosas de chicas.
— Decirme. — En ese instante siento una gota de sudor frío recorrer mi espalda.
— Sonia me ha contado que has tenido problemas en tú casa por el teléfono. Nos gustaría saber qué ha sucedido. — Mierda. Me muerdo el labio inferior tragando saliva nerviosa. Nunca antes he tenido amigas, y mucho menos que se preocupen de mí como lo hacen ellas.
Indecisa, me cuestiono si debo o no contarles la verdad.
Respiro hondo, cierro mis ojos y comienzo a decirles lo que ha sucedido esta mañana con mi tía.
— Pero...no termino de entender, ¿Porqué tu tía de acusa de ladrona?
— Es...porque yo lo he sido. Diríamos que después de la muerte de mi padre me revelé con todos, llené mi corazón de odio y rencor y quería castigarme a mí misma a través de acciones que me invitaban otros hacer y yo las hacía. Robaba, fumaba hierba, tomaba alcohol...hasta que acabé en manos de la justicia.
No puedo seguir hablando, mis sollozos me lo impiden al recordar cómo fui anteriormente y como ahora esos errores me están persiguiendo.
— Angie, no temas. Todos tenemos problemas, yo también tuve una época donde me volví otra persona porque no aceptaba que mis padres se divorcien y tener que verlos con diferentes personas.
Traté de hablar con ellos, pero nadie escucha a una niña de diez años.
Mi madre se quedó con mi custodia y me padre se fue a vivir con su pareja y sus hijos al extranjero.
Mi madre volvió a casarse cuando yo apenas me acostumbraba a no estar con mi padre.
Aquel hombre no me cayó bien desde el principio. Diríamos que me la pasaba todo el tiempo vigilando y metiendo mal a mi madre la cual, harta de mi comportamiento me mandó con mi padre.
Estuve en el extranjero viviendo por una larga temporada, y a decir verdad, fue la peor experiencia de mi vida.
Volví a mi casa con mi madre, pero a decir verdad, ella está más pendiente de sus mellizos y su marido y ya no me presta tanta atención como antes.
He tenido que aprender a vivir de otra manera, acostumbrarme a mi nueva forma de vida, a los costantes reproches de mi madre, y a su falta de atención.
Sonia mira al horizonte con la mirada perdida dejando caer gotas por su rostro. Maika y yo la abrazamos diciéndole que todo está bien.
Conforme, pero aún triste Sonia nos sugiere dar un paseo y acompañarme hasta mi casa.
Les agradezco el detalle, nos volvemos abrazar quedando en vernos en el instituto.
Por supuesto, debía de prepararme para enfrentarme de nuevo a las envidias de mi prima.
Tomo un vaso de leche, al voltear me está detrás mío mirándome furiosa.
— ¿Quién te crees eres Angie?
— Tú prima, ¿no? — Respondo enojada y al mismo tiempo burlando me de ella. No quiero que me vea débil, no le tengo miedo, y mucho menos voy a permitir de que me humille cada vez que ella quiera.
— Escúchame estúpida loca. Porque eso es lo que eres una desquiciada que ha salido de una clínica de locos. Aléjate del grupo, y de Aarón porque lo vas a lamentar. — Cala me tiene sujeta por mí cabello. Me la quito de encima pegándole una patada.
— Métete en tu vida Cala, déjame en paz, y respeta mi vida.
— No te confíes Angie, yo soy mucho mejor que tú en el instituto. Y no me importa comenzar un rumor sobre ti.
— ¿Serás capaz?
— Ponme a prueba. — Escucho la puerta cerrarse. Es Javier. Le lanzó una mirada asesina a mi prima antes de ir hasta mi habitación.
Allí, llamo al señor Brun, siento que me va dar un ataque de ansiedad, y por mí cabeza comienzan a manifestarse muchas ideas malas y, en estos momentos lo que menos deseo es cometer cualquier locura.
Al parecer, el señor Brun no está en estos momentos en la ciudad, me pide de vernos en dos días.
¿Dos días? No creo que pueda soportar tanta carga injusta sobre mis hombros.
Me pongo mi chaqueta y salgo de casa notando como si el aire no llegase mis pulmones.
Camino con mis piernas temblorosas, agarrándome a la pared de lo débil que me encuentro.
Miro a mi alrededor, esperando un milagro.
Porque yo estoy al borde de que me dé cualquier cosa.
— Angie, ¿Te encuentras bien? — La voz del padre Agustín me hace creer que en verdad los milagros si existen.
El padre Agustín me lleva hasta su pequeña casa.
Allí, trata de auxiliarme, y cuando consigo recuperarme un poco decidido abrir mi corazón contándole al padre Agustín mi historia.
Él me escucha con atención, no me interumpe hasta que acabo y me da un afectuoso abrazo.
Cuánta falta me hace un abrazo de alguien que me vea por quién soy y me hable con paciencia y amabilidad.
Sollozo en el hombro del padre Agustín, diciéndome lo fuerte que debo de ser.
Un rato después, ya más calmada, me pongo a rezar con el padre Agustín.
Él me aconseja cual es el camino correcto y cómo debo de actuar ante tanta maldad.
Escucho sus palabras con atención, unas palabras que me llenan de esperanza y me hacen de limpiar mi corazón teñido de negro, para devolverle su color.
Esa noche me quedo en casa del padre Agustín.
Estaba tan cansada que sin darme cuenta me quedé dormida.
A la mañana siguiente, el padre Agustín me acompaña hasta mi casa para hablar con mi tía y yo poder coger mi mochila para ir al instituto.
Me doy una ducha, escucho como el padre Agustín habla con mi tía, mientras yo me visto pienso si ella creerá en mí a través de las palabras del padre Agustín.
Me despido de mi tía y del padre Agustín para irme al instituto donde toda la paz que pensé haber recibido se convertirá de nuevo un una manta de humo negro donde la visibilidad será reducida y las palabras serán cuchillos de hojas afiladas clavándose en distintas zonas de mi cuerpo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro