Capítulo 4
Durante todo el día había estado dando vueltas si quería ir o no a la fiesta.
Estaba demasiado indecisa, jamás había acudido a una fiesta y cuando lo hice apenas había cumplido los 13 años. Donde fui acompañada por Jon, un chaval drogadicto que me gustaba tanto que me hacía la mayor para atraer su atención.
Bebía cerveza sorprendiéndole, pretendía que se fijara en mí. Nunca lo conseguí, y en estos momentos me alegro por ello.
Seguidamente tras esa fiesta, Jon me invitó a más, donde la gente bebía alcohol y se drogaba.
Por supuesto, yo no sería menos. Hacía todo lo que veía para impresionar a Jon, sin percatarme que tan solo tenía 13 años.
Recuerdo cuando me drogué por primera vez, fue una locura, pero me encantaba el efecto. No pensaba en nada, actuaba irresponsable, me reía de todos y conseguía acercarme a Jon.
El cual me veía como a su hermana pequeña.
A decir verdad, nunca he mantenido sexo con ningún hombre a pesar de ver innumerables veces parejas haciéndolo en el coche, en el baño de la discoteca...
Recuerdo cuando vino mi primera desilusión por amor.
Me encontraba en la casa del friser, como le apodaban los amigos. Estamos fumando hierba y bebiendo cerveza cuando vi entrar a Jon con una chica de su misma edad.
Se unieron a nosotros a fumar y pasados unos minutos fui testigo de cómo se besaba con esa chica.
Estaba demasiado drogada como para no dejar de reírme, pero cuando los vi como se encerraron en una habitación y escuché sus gemidos salí corriendo de la casa del friser para llorar.
No entendía que era el amor, y mucho menos por qué me dolía mi pecho y lloraba por un hombre mayor que yo que nunca me tocó. Me respetó y cuidó de mí hasta que me llevaron a al manicomio donde perdí el contacto con él.
En estos momentos, no recuerdo ni su rostro. Sólo recuerdo que fui una estúpida de tratar hacer cosas de mayores cuando en verdad era una niña que se la pasaba más tiempo en la calle que en casa.
Recordando el psiquiátrico, pruebo a llamar a Nati. Según me contó Brun, ella ya estaba de nuevo en la habitación.
Pruebo a llamarla esperando con ansias que me pasen la llamada.
Y después de permanecer unos minutos en espera, al fin puedo escuchar la apagada voz de Nati.
— Hola, Nati, dime cómo te encuentras. — Su voz se puede escuchar bajita y melancólica. Me entristece el corazón de no poder estar a su lado para darle ánimos.
— Angie — Se escucha de sollozar y al mismo tiempo finje estar feliz de poder escucharme. — Pensé que no volverías a llamarme. — Respondo desde lo más profundo de mi corazón que jamás la olvidaré.
Nati es más que una paciente demente. Ella es una adolescente que ha nacido en un hogar donde nadie supo respetarla y su madre no la creía cuando ella sufría los abusos de su padrastro. Incluso la llegó embarazar y fue cuando le arrebataron a su hijo cuando ella entró en la locura volviendo a tener que vivir en el mismo techo del causante de todas sus desgracias. Fue un intento de asesinato lo que la llevó a encerrarla.
A ojos de los demás, fue una mala acción el querer quitarle la vida al miserable que se ha encargado de hundirla. Para ella, fue un acto de defensa personal porque no le iba a permitir que la tocase más.
Desde el primer día que la conocí, tuve una especie de conexión con ella. Pues al igual que yo, nos hemos visto obligadas hacer hechos impropios por tapar de alguna manera nuestro dolor quemándose nuestra rabia en el fuego interno de nuestro corazón teñido de negro.
Ambas nos dimos un abrazo llorando derrotadas e incomprendidas por aquellas personas que deberían amarnos y no castigarnos.
En parte somos adolescentes, inocentes por no saber nada y deber de aprender antes de lo malo que de lo bueno. Caminos llenos de espinas en mitad de la oscuridad donde te encuentras desamparada y sin saber qué hacer.
Ambas nos ayudemos el tiempo que estuvimos encerradas.
El cariño que nos teníamos hizo en las peores caídas nuestras manos se unieran y con ese simple gesto nos daba la suficiente valentía para seguir luchando contra nuestra mente y nuestro estado de lucidez.
Le cuento cómo me han estado yendo las cosas desde que llegué a casa de mi tía. También le hablo sobre mis estudios sin olvidarme de mencionar al grupo. Ella se alegra mucho por mí, yo lloro aunque no quiero, porque lo que más deseo es que salga pronto de ese lugar para estar juntas y hacer que nuestros sueños se hagan realidad.
Termino de hablar con Nati y me dispongo a cambiarme de ropa para irme a la fiesta.
No sé exactamente qué ponerme, de hecho, es que no sé arreglarme. Nadie me ha enseñado a maquillarme, ni a peinar mi cabello, todo lo he debido aprender por mí misma y en estos momentos me siento tan idiota de no saber ni maquillarme.
Me pongo un pantalón ancho color beige y un top negro con una chaqueta de cuero roja. No sé si voy bien o no. Pero me gusta me atuendo.
Antes de salir, Cala me corta el paso y como siempre comienza a meterse conmigo sobre dónde voy, que pinta llevo y como no, riéndose como si ella es superior a mí.
Ya comienza un poco agotarme, por ello le respondo con la intención de que me deje en paz.
— ¿Pero dónde vas vestida de payasa, a un circo? — Se mofa de mí.
— Voy donde me da la gana, con quién me da la gana, ¿y sabes qué? Deje de meterte en vida y preocúpate de la tuya, porque tanto hablas de mí, tú no eres mejor que yo. Me llamas alcohólica, tú también tomas, me dices androjosa por vestir de la parroquia, pero al menos no lo he robado ni voy mendigando dinero como tú haces con tus padres niña caprichosa estúpida. Quítate de la cabeza que era mejor que yo, porque no lo eres. — Le doy un leve golpe con el hombro para abrirme paso y poder salir a la calle respirando aire puro.
Comienzo a caminar dirección a la parada del bus cuando escucho que alguien toca el claxon de la moto. Me volteo y es Aarón.
Sin querer sonrío admirando embobada como se quita su casco y se coloca su pelo revoltoso rubio.
— Hola Aarón, gracias por venir a buscarme. — Me paro a escasos metros de él contemplando su belleza.
— ¿Qué tal Angie? He deducido que no sabes dónde vive Kike y me tomado el atrevimiento de venir a buscarte. Ven, sube y vayamos a comprar algo para la fiesta. — Por unos segundos me quedo paralizada, no sé qué hacer, pues llevo muy poco dinero encima. Desvío mis ojos hacia el suelo notando mis mejillas quemarme hasta que unos dedos rozan mi mentón y al alzar mis ojos me encuentro con una mirada clara como el mar mirándome con ternura.
— Angie, no te preocupes si no puedes comprar nada, yo me encargo de todo. No sientas vergüenza, entiendo que ser adolescente no es fácil, yo también me peleo con mis padres porque no me entienden.
— Muchas gracias Aarón. Pero yo no tengo padres, vivo con mi tía y a decir verdad, no me gusta ser una carga para ella. Me gustaría trabajar para obtener mi propio dinero. Creo que soy incapaz de exigirle más a mi tía de lo que me ofrece.
— Lo siento mucho por tus padres. Debe ser difícil, pero escucha, no te vengas abajo. Estoy seguro que a pesar de lo complicado que nos resulta las cosas, podrás salir adelante. — Aarón me guiña un ojo mostrándome una sonrisa encantadora.
Me pongo el casco y al subir a la moto, el olor a su perfume me hace de recordar a mi padre cuando jugaba conmigo y me subía en su espalada. Siempre me gustaba su olor, y su manera de larzarme al aire y cogerme rápidamente diciéndome lo mucho que me quería.
Una pequeña lágrima se asoma al poder recordar momentos que he vivido con mi padre, cuando ya creí que jamás sería capaz de recordar una pequeña parte de mi vida cuando era feliz.
Llegamos a una tienda de comestibles, Aarón compra algo de bebida y comida para picotear. Intento darle el poco dinero que llevo encima pero el se niega, incluso me compra una flor en forma de rosa de tela.
Ha sido una gesto muy amable por su parte, y aunque sea de tela me gusta la rosa. La guardo en mi pequeña mochila antes de volver a subir a la moto.
Al llegar a la casa de Kike me quedo con la boca abierta incluso hago un mohín al recordar las palabras de mi prima cuando me avisó de que eran gente rica.
Y es cierto. La casa de Kike es demasiado grande, adornada con muebles modernos y todo tipo de tecnología. También cuenta con un hermoso jardín y una gran piscina en la parte trasera donde nos encontramos el grupo disfrutando de la fiesta comiendo pizza, algo de bocadillos y bebiendo cerveza.
El ambiente es relajado y me gusta mucho hablar con Maika.
Ella es muy extrovertida, no tiene pelos en la lengua y me hace mucha gracia cuando se mete con Kike.
Para mí que se gustan.
De pronto, Kike cambia la música, y grita de meternos todos en la piscina.
De nuevo el miedo vuelve a mí, no sé nadar y tampoco tengo bañador.
Miro a Maika negando con mi cabeza, ella preocupada me pregunta que me ocurre.
— No tengo bañador y tampoco sé nadar. Mejor me quedo fuera por si necesitáis algo.
— ¡Venga ya Angie! ¿Cómo te vas a quedar fuera? Me niego. Sabes, yo también me voy a meter en ropa interior, ven, dame tu mano y vayamos a jugar en el agua.
Maika se quita la ropa sin ningún tipo de vergüenza, yo dudo si seguir quitando mis prendas o no. Pues no me gustaría mostrar los pequeños cortes que hay en mi cuerpo cuando he intentado llamar la atención a través de mi piel.
Fue una noche de Navidad, me encontraba sentada en la cama de la habitación escuchando como los enfermeros cantaban villancicos.
Estaba sola, llorando echa un ovillo pensando en mí papá. Cerraba los ojos y solo sentía dolor, un ácido y amargo fuego transpasar lentamente mi piel. Con mi vista nublada debido a las lágrimas busqué un objeto cortante.
Encontré un pequeño trozo de cristal que se había roto del espejo días antes.
Lo agarré y comencé hacerme pequeños cortes, cada corte era más doloroso, pero, era la forma de expresar de alguna manera mi sufrimiento y la falta de cariño que tanto carecía.
Los enfermeros me curaron inmediatamente, y como ya esperaba me ataron a la cama sedándome para así dormir y no sentir nada. Esa era su manera de callarnos, pero no nos estaban ayudando. Porque la mente es un arma poderosa, sea para bueno o para malo.
— Angie, venga no dudes más y métete en la piscina el agua está muy bien. — Maika me extiende su manos y con su ayuda bajo por la escalera donde el agua oculta de algún modo mis cicatrices.
En esos momentos dejé de pensar, solo quería divertirme. Maika jugaba conmigo en el agua hasta que aparecen los chicos.
Empezamos a jugar con una pelota y después sin saber cómo, acabo subida en los hombros de Kike jugando a las peleas con Maika la cual está subida en los hombros de Aarón.
Al caer al agua, trago algo de agua. Comienzo a toser y con la ayuda de Kike salgo fuera de la piscina.
Maika y Aarón se sientan preocupados a mi lado. Sonia y Martín están embelesados con sus teléfonos que no se han enterado de nada.
— Lo siento mucho chicos. Pero es que no sé nadar. — Bebo agua que me ha ofrecido Aarón.
— Mujer, haberlo dicho antes. Pero si aquí tenemos al delfín Konar. Y yo que soy todo un experto en dar clases a bellas damas como tú. — Me río por las ocurrencias de Kike.
Describir como me siento en estos momentos no sabría cómo hacerlo.
Estamos sentados en círculo hablando y contando alguna anécdota nuestra.
Yo prefiero escuchar a los demás. No me siento preparada para confesarles mi secreto. Pienso, que incluso reaccionarían mal.
Pregunto por la hora, es muy tarde y debo regresar a casa.
Kike me dice que me quede y Maika también. En general todos me dicen que me quede pero no he avisado a mi tía. La llamo, pero es con mi tío con quién hablo.
— Javier, soy Angie, llamo para avisarles de que me voy a quedar a dormir en casa de unos amigos. No sé preocupen por mí.
— ¿Acaso tengo que preocuparme por tí? Haz lo que quieras. Por mí, como si no quieres volver. En fin, ya se lo diré a tú tía. — La llamada se termina y me quedo quieta pensando en lo grosero que es mi tío conmigo.
Pasamos al salón, donde vemos una película. Sin darme cuenta acabo durmiendo en el sofá.
Nada más abrir mis ojos me encuentro con el bello rostro de Aarón durmiendo.
Sus mechones de pelo le caen por su frente, y con su brazo extendido cruza por cintura.
Noto inmediatamente una sensación afable flecharme. Esbozo una sonrisa sin dejar de mirar Aarón. En verdad es todo un caballero y buena persona.
Como puedo, me voy levantando para ir al baño donde me encuentro con Maika.
Ella me sonríe diciéndome buenos días. Con mi rostro contraído algo sorprendida por su manera de mirarme le pregunto cuál es el motivo por el que me mira de ese modo.
— Anda, no me digas que Aarón no es guapo. Te he visto como lo mirabas antes, y ha decir verdad, Aarón trae a más de una loca. No sé si será por su manera de ser tan respetuoso o porque está buenísimo.
— Oh, yo... Disculpa, sí...Aarón es muy hermoso como Kike y Martín. Y vosotras sois muy guapas también. No era mi intención mirar de eso modo Aarón, yo... Yo solo quiero ser su amiga. Pero...
— Angie, cuéntame qué es lo que te preocupa. — Maika me lleva hacia el jardín, donde sentadas con un café en la mano le expreso mi malestar.
— Creo que te habrás dado cuenta que yo no estoy a vuestra altura. Digo, que yo soy huérfana y vivo con mi tía y como no quiero causarle más problemas con su esposo, no le pido dinero ni nada. Me conformo con lo que tengo tratando de salir adelante con mis propios medios. Me pregunto cómo me habéis aceptado en el grupo.
— ¿Eres tonta Angie? ¿Qué pasa, que por qué no seas una pija con dinero debemos de mirarte por encima del hombro o humillarte? Ese no es nuestro estilo. Sabes, quiero quedar a solas contigo y explicarte cómo se formó el grupo. Porque aunque nos veas con ropas de marca y niños que tenemos más que podemos, cada uno de nosotros nos invade un problema.
No todo es el dinero Angie, también está la educación y la manera de ayudarnos unos a otros.
— Gracias por todo Maika. Ahora sí me disculpas debo de marcharme, no quiero preocupar a mi tía.
— De acuerdo. Déjame acompañarte, así le podrás decir a tú tía que has estado conmigo.
Maika y yo salimos de la casa de Kike dejándoles una nota de que me marchado.
Maika me acompaña a mi casa con su moto.
Al llegar, le agradezco el detalle a Maika quedando en que se pasará a recogerme mañana para pasar la tarde juntas.
Asiento con mi cabeza y me despido de ella pasando a la casa de mi tía contenta por cómo me están yendo las cosas.
El arco iris que pensé que se había comenzado a formar a mi alrededor, desaparece, para aparecer una nube gris nada más cruzar por la puerta y me encuentro en la cocina a mi tía mirándome muy seria.
— Buenos días tía. — Comienzo hablando mirando su rostro cada vez más serio.
— ¿Qué horas son estas de venir? — Mi tía empieza a cuestionarme casi sin dejarme de hablar. — ¿Dónde has estado? No me digas que has vuelto a las andadas de juntarte con esa clase de gente.
— Tía escúcheme por favor. Sí, he estado de fiesta con unos amigos, de hecho me ha traído mi amiga a casa, incluso llamé y hablé con el tío avisándole. — Me calla de golpe siguiendo mirándome como que no se cree nada de lo que le estoy diciendo. Para ella sigo siendo aquella niña que comenzó con doce años a meterse en líos juntándome con gente mayor tratando de imitar lo que ellos hacían haciéndoles caso en lo que me decían.
— ¿No me crees tía? — Pregunto al borde de las lágrimas. Ella es mi única familia, ella siempre se ha portado bien conmigo, ¿Porqué no puede aceptar de que haya cambiado?
— Cala me ha dicho que no tienes amigos, incluso no te quieres juntar con su grupo, me ha dicho que andas por el instituto sola.
— Eso fue al principio. Pero ahora conozco gente y son mis amigos, son buenas personas no ando en malas compañías. Debes de creerme tía, he cambiado.
— No sé Angie. No sé, espero que no vuelvas a caer en lo mismo, porque esta es la última oportunidad que te doy. No lo olvides.
Sigo sin entender a mi tía, y el porqué duda de mí de esa manera.
Para encontrar la respuesta busco a mi prima en su habitación donde está chateando con su teléfono. Se lo arranco de las manos, la fulmino con la mirada haciéndole entender de qué no me da miedo.
— ¿Por qué mientes Cala? ¿Qué demonios te he hecho yo para que trates de desprestigiar me delante de todos? Dime, que motivo te lleva a tener que mentir sobre mí, cuando tú haces cosas peores que yo.
— Mira estúpida. Yo no miento para que te enteres, porque a mí no me la das, vas de niña buena cuando ese papel no te pega, las dos sabemos que no has cambiado en absoluto, sigues siendo la misma drogadicta loca de antes. — Inmediatamente siento una rabia fluir por mís venas.
No puedo soportarlo más y acabo dándole un empujón tirándola al suelo.
En ese momento somos interrumpidas por mi tío, el cual al ver a su hija tirada en el suelo comienza a insultarme agarrándome del brazo para meterme en mi habitación gritándome de que no salga hasta que él me lo diga.
La rabia me impide pensar con claridad, golpeo la puerta, le doy patadas a todo rabiosa por toda esta situación.
Vencida, caigo al suelo. Miro por la ventana el cielo azul cerrando los ojos para intentar ver el rostro de mi padre.
No veo nada, no lo recuerdo, lloro amargamente por sentirme tan sola, incomprendida y a falta de cariño.
Algo que no sé lo que es, y por más que me empeño en querer descubrirlo, más lejos me encuentro.
Tan solo me queda soportar todo lo que venga con las pocas fuerzas que dispongo. Aunque se me cruzan muchas ideas por mí cabeza, huir no es la solución. Llorar mucho menos, solo me sirve para desahogarme, pero no soluciono nada.
Y si voy a estar sola viviendo con gente que no me cree, deberé aceptarlo, pero voy a ser más inteligente para así demostrarme a mí misma que puedo cambiar, que mi fe me está guiando por un nuevo camino y no pienso dejarlo, quiero avanzar y así me lo voy a demostrar a mi misma para que otros vean quién soy.
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