Capítulo 17
Yur me hace de sentarme, creo que puede ver lo pálida que me encuentro en estos momentos como para comunicarme las palabras de Kike.
— Angie, parece que estás temblando un poco. No temas, Kike no te guarda rencor, simplemente me ha dicho que respeta tu decisión. Me ha dicho que te desea mucha suerte en tu elección y desea que todo te vaya bien. Pero, está dolido por la manera que tuviste al no haber hablado con él y salir huyendo como si te hubiera hecho algo malo. También me ha dicho que te recordará llevándote en su corazón.
— Kike lleva razón, debí haber hablado con él antes de tomar una decesión tan drástica. Como el tiempo no se puede volver a echar atrás, lamento mucho haberle causado daño. Aunque, me quedo tranquila de haberme enterado de que no me guarda rencor. Bueno, yo también pienso en él y lo llevo en mi corazón.
— De verdad amiga, no me explico cómo pudiste ... —Espero durante unos minutos impaciente por querer saber en la manera que se ha referido Kike sobre mí.
— Quería decirte que fuiste ingenua en tu decisión, querías alejarte de un muchacho tan amable y gentil como lo es Kike. Añadiendo lo mucho que te amaba. Hacéis tan buena pareja.
— Lo sé, pero te prometo que no tuve elección, solo quería que Kike fuera alguien en la vida y por lo que me cuentas todo le va muy bien. Acepto que me equivoqué, aunque soy muy feliz de haber tenido noticias sobre él.
— Debo de marcharme amiga, espero poder visitarte en otro momento y contarte que muy pronto mi hijo estará a mi lado. Ese es mi sueño.
— Rezaré para que tu sueño de tener a tu hijo a tu lado se cumpla. Yo fui testigo de cómo sufriste en carnes propias el sacrificio y humillación para que nada le falte a tu hijo.
— Gracias por todo Angie, cuídate mucho.
Me despido de mi amiga en vernos en otro momento porque, a decir verdad, me ha hecho mucha ilusión poder encontrarme con ella después de tantos años.
Al marcharse Yur voy hacia el salón donde se encuentran los niños aprendiendo su lección. Me quedo parada viendo uno a uno de los niños como hacen sus tareas notando dentro de mi pecho una sensación embriagadora de haber podido ser útil para ayudarles para que sean jóvenes con un futuro prometedor.
Teresa, al verme es la primera que viene a mi corriendo para enseñarme lo que ha aprendido en la lección. A continuación, les doy permiso para que vayan al patio a jugar antes de la hora de la cena.
Mientras los niños juegan yo hablo con Sor Lucía y Sor Juana sobre la buena dicha de haber reunido el dinero suficiente para poder hacer un orfanato nuevo y con mejores instalaciones.
Precisamente en ese momento me llaman comunicándome de tener una visita. Me quedo algo sorprendida por recibir otra visita, aunque la curiosidad me supera y salgo caminando dando grandes zancadas hasta llegar a la capilla donde veo la silueta de mi tía parada mirando los santos.
Al escucharme se voltea mirándome de arriba abajo con su semblante serio.
Respiro hondo antes de comenzar a hablar con ella. Pienso que, aunque hayan pasado los años, debemos de entablar una conversación sobre el pasado. Por lo que sin andarme sin rodeos comienzo a cuestionarle cual es el motivo por el que se encuentra aquí. Y no me creo que venga a comprar dulces.
— Gracias por venir tía, ahora mismo mando para que traigan sus dulces.
— No te molestes, ya los compré. He venido para verte, porque aún no me creo que estés vestida con un hábito. Creo que no estas totalmente curada Angie, y te has refugiado en un convento porque es lo que se parece a la clínica. Me pregunto, ¿Qué haces en un lugar como éste?
— Este lugar es la casa del Dios, donde he encontrado paz, amor y armonía. Además, me siento útil por hacer caridad hacia personas que no tienen recursos o necesitan que alguien les extienda la mano dándoles cariño. Algo que no cuesta y tan escaso está en nosotros mismos.
— Todo eso está muy bien Angie. Pero, sigo diciendo que no es un lugar apropiado para una enferma mental como lo has sido tú.
— ¿Así es como me ve? ¿Una pobre demente que no sabe si es de día o de noche? Según usted, debo de permanecer encerrada con medicamentos y si no haces lo que te dicen los médicos te ponen sedantes para atarte a una cama y así es como vivi los días en la clínica. Por supuesto, mientras yo sufría dentro de la clínica a usted no le importaba demasiado, tal parece que me da la sensación de que hubiera querido que no saliera de la clínica nunca.
— Yo solo quiero lo mejor para ti. Y lo primero es que te cures. No pienses cosas que no son.
— Simplemente digo lo que pienso. Como también le aconsejo que, a pesar de los años, no me conoce. No termina de confiar en mí, en la única persona que la ha defendido de su marido. El cual se la pasa engañándola. Estoy segura de que lleva una segunda vida. — El semblante de mi tía cambia por completo. Tanto como para observarme con rencor.
— Retira ahora mismo lo que acabas de decir. Javier es un buen hombre y padre y jamás me ha sido infiel. Él trabaja duro para que nada nos falte. Sigues siendo una mentirosa.
— Si miento, averígüe por ti misma. Contrate un detective y vea por sus propios ojos como es de ejemplar su marido. Y entonces, sabrá si miento o no. — Le doy la espalda a mi tía apretando con fuerza la cruz de madera contra la palma de mano. Es tanta la ceguera que tiene por su marido que no ve más allá llegando a culparme por el temor de perder a su querido Javier.
Mi tía se marcha dejándome dicho que volverá para desmentir todo lo que le he dicho.
Me quedo callada pensando porque nunca mi tía me ha pedido disculpas por sus acciones.
La voz de Teresa y Juanito llamándome para que vaya a jugar con ellos hace que deje de pensar en mi pasado para ir a jugar con ellos hasta la hora de la cena.
Mientras los niños duermen, yo he sido llamada por la madre superiora. Al parecer mi tía le ha comentado sobre mi enfermedad mental. Por supuesto, niego de que esté enferma. La madre superiora me observa en silencio, como si estuviera buscando las palabras acertadas me habla directamente sin rodeos.
— Gabriela, hace tiempo mi hermano me puso al corriente sobre lo que te ocurría respecto a tu tía. Pero nunca se me mencionó que tuvieras un trastorno mental.
— No voy a negar que tuve un momento en que no sabía ni quien era debido a un trauma que llevo abordando desde pequeña por querer saber que fue exactamente lo que sucedió aquella noche en la que mi madre mató a mi padre. Nadie me ha dicho que fue lo que sucedió con mi madre. Realmente no sé si está viva o muerta. Mi padre me enteré de que estaba muerto cuando tenía doce años. Imagínese lo que pasó por mi mente cuando me enteré de la verdad cuando durante muchos años me estuvieron mintiendo, ellos eran adultos, yo era una niña que debía vivir en una casa que no era la mía sin saber qué fue lo que sucedió con mis padres. Me decían que se habían ido al extranjero porque allí trabajaban mis padres y no podían llevarme a mí. Mientras que yo me sentía en un entorno que no era el mío, debía de ser obediente. Por supuesto, al enterarme de todo, me revele, caí en shock y todo porque mi tía trata de ocultarme la verdad. Ahora le pregunto madre. ¿Cree que estoy enferma?
Inmediatamente, la madre superiora me responde que no estoy enferma. Una persona que esté mal no sería capaz de hacer todo lo que yo hago diariamente.
Su comentario me deja más tranquila, incluso su confianza en mí me hace de cuestionarme de que mi tía pudiera estar ocultando información sobre mi madre.
He estado viviendo en la sombra de la duda, obediente por los demás ajena a lo que sucede pero siendo juzgada en ocasiones sin motivos. Cada una de mis acciones han sido mal interpretadas por unos ojos borrosos y unos oídos sordos incapaz de asumir lo que sucede.
Mi tía sabe donde puedo encontrar a mi madre. Ya han pasado más de diez años y creo que ya va siendo hora que descubra la verdad.
Después de darle vueltas, aprovecho que tengo que salir a la calle para llamar a mi tía y quedar con ella en un lugar discreto.
Ella acude a la cita, había pasado cerca de una semana desde que hablé con ella, por lo que me transmite su mirada presiento de que algo le pueda estar ocurriendo.
Mi tía toma asiento al lado mío, sus ojos miran al piso, no habla, solo juega con el asa de su bolso nerviosa.
Respiro hondo antes de comenzar hablando.
— Tía, te noto algo inquieta. ¿Te ocurre algo que quieras contarme? — Saca un pañuelo de su bolso, se limpia su rostro para comenzar a contarme lo que le sucede.
— ¿Cómo supiste de que Javier me era infiel?
— Hace años. Exactamente cuando cumplí los trece años. Recuerdo que estaba fumando en un parque cerca de un hotel cuando lo vi desde lejos salir con una mujer algo más joven que él. No sabía si había visto bien o no. Por lo que me acerqué hasta su auto y ahí fue donde lo vi besándose con aquella mujer.
Toqué la ventanilla y le reclamé por lo que estaba haciendo.
Tuvimos una pelea y Javier me dijo que iba a lamentar si tú supieras la verdad.
Por supuesto, intenté contarte lo sucedido.
— Nunca te creí. Aquella noche me golpeaste fuerte y tuve que acabar en el hospital. Javier me animó para que te denunciara, debido a que eras menor de edad y te habías quedado en shock, el abogado me propuso internarte en una clínica para enfermos mentales.
Javier se puso en contacto con el psicólogo que te ha llevado tu caso.
— Javier quiso quitarme de en medio a como diera lugar. Se aprovechó de que yo tenía problemas por culpa de lo que sucedió aquella maldita noche donde murió mi padre. Y ahora quiero preguntarte. ¿Qué pasó con mi madre? — Mi tía abre los ojos al máximo asombrada.
— ¿Para qué quieres saberlo? — No entiendo porque ella balbucea.
— Creo que ya soy adulta y necesito saber qué fue lo que sucedió con mi madre. Durante años he querido saber de ella y nadie me ha sabido explicar donde está, si está viva o no estoy segura de que sabes algo, te pido que me digas todo lo que sepas.
— Angie, si te oculté la verdad fue por tu bien. Aquella noche en la que tu madre mató a mi hermano, también murió ella. Se suicidó. — Mi madre está muerta. El impacto es fortuito en mi pecho fulminante siento como si un meteorito hubiera estallado dentro.
Sin duda alguna no podía creer en lo que me está confesando mi tía. Mis pulsaciones comienzan a elevarse, el aire apenas me llega a los pulmones, creo que me está dando un ataque de ansiedad. Mi tía, angustiada pide ayuda a unas personas que pasean por al lado nuestro. Inmediatamente llaman a una ambulancia y soy asistida por los médicos.
Un par de horas después salgo del hospital ya más aliviada, pero perturbada con lo que me acababa de enterar debido a que en mi mente había demasiadas preguntas como, por ejemplo; ¿Por qué mi madre mató a mi padre?
En ese momento necesitaba saber todo de una vez por todas, me daba igual si debía de volver al hospital. Me pongo enfrente de mi tía clavando mis ojos en ella de manera desafiante, no iba a rogarle, pero si a exigirle que me diga de una vez por todas que fue lo que sucedió para que mi madre cometiera esa atrocidad.
Ella, agarra bocanadas de aire varias veces antes de comenzar a hablar.
— Angie, pienso que no deberías saber la verdad. Puesto que tus padres ya murieron y tú podrías tener una recaída.
— Gracias por preocuparse por mi estado de salud, pero en estos momentos quiero que me diga que fue lo que ocurrió y porque mi madre mató a mi padre, creo que tuvo que haber habido algo para que mi madre cometiera ese delito.
— De acuerdo te lo contaré. Pues llevo años guardando este secreto que me remueve las entrañas cada vez que voy al cementerio a ver la tumba de mi hermano. Tú madre padecía de trastorno obsesivo compulsivo. Desde que tu naciste tú madre comenzó a hacer cosas raras. Primero, te rechazó. No quería ni amamantarte. Te culpó de todo. Mi hermano tuvo que hacerse cargo mientras buscaba un médico y alguna solución para su enfermedad. Con el paso del tiempo, tu madre fue obsesionándose más contigo, de tal punto que decía que mi hermano pasaba más tiempo contigo que con ella llegando a estipular que abusaba de ti. Aquella noche, tu madre fue a mi casa pidiéndome que le ayudáramos porque estaba viendo como mi hermano estaba abusando de ti. Por supuesto no le creímos, pero en su mente se creó esa idea y por ello mató a mi hermano. Según dejó escrito en una carta, era para protegerte. Los médicos te hicieron exámenes y se demostró que no tenías signos de abusos. Al parecer fue la misma enfermedad quien llevó a tu madre a quitarse la vida.
Me quedo muda, impactada por haber descubierto lo que sucedió y en parte comprendo porque mi madre me trataba tan mal. Todo es lógico ahora, ella tenía una enfermedad que la obligaba actuar de esa forma. Dejo caer lágrimas de arrepentimiento por haber juzgado a mi madre llegando a odiarla en algunos momentos de mi vida.
El no saber la verdad nos lleva a opinar por lo que vemos sin preguntar cuál es el motivo por lo que esa persona actúa de esa forma. Para todo hay una explicación, y un porqué. Y ahora lo entiendo todo, a pesar de su enfermedad, ella trató de protegerme sin pensar en las consecuencias. De que al morir ella también me dejó sola, tan sola como para tener que crecer antes de tiempo dejando atrás mi infancia y verme en situaciones que nunca busqué, pero si las encontré. Siempre estuve a falta de cariño, de alguien que me aliente y me regañe, de una familia.
— Perdóname Angie, pero si no te lo conté fue porque tenía miedo de que tú también acabes como tú madre.
— El miedo no fue el causante de tu silencio. Fue la promesa que le hiciste a mi padre de cuidar de mí, pero ahora, tu conciencia te ha gritado que me busques y recapacites por tus acciones. Unas acciones que no me merecía, pero que ahora, al encontrarte sola me has buscado. Lo siento tía, pero soy egoísta y no pienso perdonar todo el daño que me han hecho. Espero que todo le vaya bien en la vida y sepa escoger el camino correcto como yo lo he hecho.
No puede añadir más. Necesitaba alejarme cuanto antes de mi tía, aquella mujer que representó para mí una figura materna. Alguien de mi sangre y la que me protegería de cualquier problema enseñándome lo correcto. Sin duda, me equivoqué. Ella se dejó guiar por las palabras maliciosas sobre mí de su marido e hija llegando arrojarme a la calle como si para ella fuera la peor persona. Rezo a Dios para que nada le pase, pero él será el encargado de juzgarla mientras que yo no puedo disculparla por lo que me hizo.
Estaba triste, desconsolada por haberme enterado de que soy huérfana de padre y madre. De no haber tenido una vida normal como cualquier niño de mi edad. Miro a los niños como juegan y en parte me siento identificada con ellos. No puedo sujetar mis gotas de amargura, aunque me las limpie mi corazón se vuelve a encoger y de nuevo se manifiestan haciéndome entender de lo desdichada que soy.
Me pongo a dibujar con los niños y al finalizar comienzo a jugar con ellos. Estar rodeada de ellos contagiándome su inocencia y su risa hace que todo lo gris se vuelva blanco. Recibo sus abrazos y sus besos con mucho amor, ellos son ángeles inocentes que estan solos en el mundo. Diariamente les muestro mi amor, hago todo lo posible para que no lloren y comprendan que, aunque crezcan nunca estarán solos. Hacemos lo posible para que estudien y así puedan escalar la montaña de tantas dificultades que les esperará cuando emprendan su camino en solitario.
En la mañana, después de terminar de ayudar a los niños con sus tareas, la madre superiora me manda a llamar. Frunzo mi entrecejo pensando para qué me ha llamado.
Al entrar en su despacho, me encuentro con Carolina. Alzo mis cejas pensando que ya había pasado un mes desde que hablemos por última vez.
—Gabriela, disculpe por mi tardanza, pero me estaba en el extranjero porque mi nieto se ha graduado y quería estar a su lado.
— No se preocupe, no pasa nada entiendo que usted es una mujer con familia y responsabilidades.
— El motivo de mi visita es para ofrecerte ayuda. Varios colegas míos han visto tu cuadro y todos están de acuerdo de que tienes mucho talento Gabriela. Pero, necesitas ayuda para sacar ese potencial que ocultas y yo estoy dispuesta a ayudarte pagándote los estudios en una de las mejores universidades de Italia a cambio de que tú realices los cuadros para mi galería. Quiero convertirte en una artista famosa porque veo en ti un diamante en bruto Gabriela. — Me quedo callada sin saber que responder a la señora. Miro en dirección a la madre superiora la cual está pensativa. Al encontrarnos nuestras miradas le ruego que me ayude, pues en estos momentos estoy indecisa. Más bien, no quiero abandonar el convento, aunque volver a estudiar y hacer algo que me gusta no es tan mala idea. Ese siempre ha sido mi sueño.
— Yo...lo lamento señora Isana, pero no puedo aceptar su oferta. Aunque no niego que es tentadora debido a que es precisamente lo que siempre he soñado, en estos momentos no deseo dejar la vida que llevo.
— ¿Estás segura Gabriela? Mira que te estoy dando una gran oportunidad que jamás tendrás en tu vida. Mírate muchacha, eres joven, talentosa y con sueños por descubrir. No tengo nada en contra de las religiosas, pero no te veo en un lugar como este cuando a fuera tienes mucho que ofrecer y también puedes seguir ayudando a las demás personas. Da igual si llevas hábito o no, porque nuestras acciones salen de aquí dentro, de nuestro corazón.
— Gabriela, la señora Isana lleva razón. Llevas años en este convento, viniste huyendo de la desdicha y te has convertido en toda una joven noble, la cual necesita que te muestren que el mundo no es como queremos describirlo si antes no haber vivido esos momentos que nos ofrece la vida. Gabriela, eres una muchacha de buen corazón, y estoy segura de que fuera de estas cuatro paredes seguirás siendo la misma. Aquí te hemos formado, te hemos inculcado el saber perdonar, las palabras que nos dejó escritas nuestro señor. Pero tú eres joven, tienes un don y ganas de superarte en la vida. No dejes escapar esta oportunidad, te lo ruego Gabriela. Ve con la señora Isana y demuéstrate a ti misma que todo lo que has soñado puedes conseguirlo con esfuerzo y con ese don que Dios te ha bendecido estoy segura de que lo conseguirás. Aquí siempre tendrás las puertas abiertas. Ve Gabriela, haz aquello por lo que siempre has soñado. — Sor Magdalena me sujeta con firmeza mis manos dejando caer varias gotas haciendo que me dé ganas de llorar. Para mí no es fácil abandonar de nuevo el convento. Un lugar donde vine a parar cuando no tenía nada y aquí encontré todo.
La mira expresiva de la madre superiora me anima lo suficiente como para querer aceptar la proposición que me acaba de dar Carolina.
Aunque despedirse de las personas que quieres no es fácil, y en especial de Teresa, esta niña que tanto quiero y espero que algún día tenga una familia que la quiera como se merezca hace que mi pobre corazón se encoja y en mis ojos deje caer una lluvia de dolor al tener que abandonar el convento.
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