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Capítulo 14

Media hora después, me encuentro en la casa de Kike, donde en mitad del jardín Kike y su padre están discutiendo. Camino directa hacia Kike, donde mis ojos se quedan fijos en la maleta que hay a su lado. 
No quiero intervenir en la discusión, pero tampoco quiero que Kike haga una locura.

— Aquí la tienes. Ahí tienes a esa chica que te tiene tan cambiado. Una pobre diabla que no tiene donde caerse muerta pero si quiere ser tú novia por interés. — Emanuel grita señalándome.

— Eso es mentira. Yo seré pobre, pero no intento aprovecharme de Kike. Lo quiero. — Ahora soy yo la que grita haciéndole entender a ese hombre que no debe de juzgarme sin conocerme antes.

— Vaya. Ahora va resultar de que en verdad no te lleva ningún tipo de interés económico para querer a mi hijo. Pues sabes qué. Ahí lo tienes. Él quiere irse de casa, pues llévatelo, que aprenda y vea qué clase de mujer eres. Estoy seguro, de que tú misma te vas a deshacer de él porque no te da lo que quieres.

— ¿Cómo puede llegar a pensar eso de mí? Yo soy pobre, pero no una interesada. El único interés que me lleva a querer a Kike, es su manera de ser, por eso lo amo. Y si él se encuentra sin nada, yo haré lo posible para ofrecerle todo.  — Emanuel  empieza a reírse a carcajadas dejándome por patética.

Kike me agarra por mi brazo y enfadado me lleva hasta la salida, donde sin soltar su maleta nos montamos en el bus dirección a mi apartamento.

En mi apartamento, Kike toma asiento en el sofá, apoyando sus codos en sus rodillas comienza a revolver su cabello maldiciendo. No me gusta verlo en ese estado. Medio herido, medio enfadado.
Me pongo de cuclillas pidiéndole que me explique qué es lo que le ha sucedido.
Kike empieza a contarme que ya no puede más. Su padre es demasiado autoritario y no acepta nuestra relación.
Me quedo sin palabras, aunque sabía que Emanuel nunca iba aceptar nuestra relación, tenía la esperanza de que al menos me conociera y cambiara de opinión.
Por lo que me cuenta Kike, Javier ha tenido mucho que ver con sus comentarios. De hecho, su padre y Javier se llevan muy bien.
No me cabe la menor duda, de que en todo esto haya tenido que ver Javier.

— Kike, tranquilízate. Ahora estás molesto con tu padre, pero verás como todo se va solucionar. Deja que pase unos días, y todo va ser como antes.

— Es que no quiero Angie. Ya estoy harto de que mi padre me maneje como un muñeco. Para él, todo lo hago mal. Trato de entenderle, le obedezco a todo lo que me dice, y aún así, sigue diciendo que no soy maduro. Qué está relación es un capricho y que tú... — Abrazo a Kike viéndolo como calla entre lágrimas lo que tanto le duele.

— Kike mi amor. Yo no quiero tu dinero. Te quiero a tí, te amo con todo mi corazón, soy consciente de que no tengo mucho que ofrecer, salvo mi amor por tí. Haciéndome la promesa de que seré fuerte por los dos, y si el destino nos llegara a separar, que sea por nosotros.

— Angie, te amo por como eres. Sé desde un principio que no tienes lujos. Pero yo no busco un tesoro. Necesito algo que no se compra. Tú, me has demostrado que me amas, jamás me has pedido nada, has sufrido demasiado, has cambiado y luchas por sobrevivir dentro de tus posibilidades. ¿Qué tiene de malo de que te ayude?
Mi madre me enseñó que una persona no es del todo rica si su corazón está lleno de rencor. Qué debemos compartir lo que tenemos porque habrá un lugar donde ahí todos somos iguales.
No entendía exactamente las palabras de mi madre, hasta que falleció.
Hay fue, cuando me di cuenta a lo que se refería mi madre. Ella siempre obtuvo todo, vivía envuelta en lujos, pero al morir, nada se llevó.
Por eso, sigo su ejemplo. Ella compartía y ayudaba a gente que no tenía, me enseñaba a dar lismona a la gente, mi ropa la regalaba a niños que no tenían, y siempre trató de educarme con humildad. Todo lo contrario a mi padre.
Se piensa que porque él conozca a mujeres que se aprovechan de él, como el caso de su última mujer que le ha sacado una buena suma de dinero. Yo también soy tan idiota como él.

— Kike, mi amor. Te prometo que vamos a salir adelante. ¿Cómo? No lo sé. Pero saldremos juntos adelante.

Nos abrazamos fuerte en silencio. Sólo se pide escuchar nuestras respiraciones, y en silencio ruego a Dios que todo esto salga bien.

Al día siguiente, Kike tuvo que irse a estudiar y yo a trabajar.
Quedamos en vernos en la tarde, ya que él me ha dicho que intentará buscar trabajo.
Por un lado estoy muy contenta de tener a mi lado a Kike. Pero jamás hubiera querido que fuera de esta manera.

Los días van pasando y Kike se ve más agobiado.
No encuentra trabajo, y yo soy la que compra la comida. A mi no me importa, yo quiero que él estudie, y él no quiere ser un mantenido.
Eso nos lleva a que tengamos que discutir. Aunque después, todo queda perdonado, entiendo perfectamente, que no es una situación que hemos buscado, si no que nos hemos visto obligados a caer.
Hacemos lo posible por seguir adelante, aunque soy consciente de que Kike está haciendo un gran esfuerzo por adaptarse a esta vida de pobreza.

Después de salir del trabajo, Kike me propone de juntarnos con el grupo.
Le respondo que sí, aunque después de lo que pasó la última vez, no estoy muy segura de que las cosas vayan a ser como antes.

Llegamos al parque, donde todos están sentados en el césped. Por supuesto, también está Cala.
La situación es algo embarazosa, prefiero quedarme en un segundo plano y animar a Kike para que pase una tarde divertida con sus amigos.

— Angie, no te vayas. Quédate. — Kike me mira con detenimiento algo apenado, pero le hago saber que al estar mi prima no quiero tener más problemas. Por eso, le ánimo a que se quede con los chicos mientras yo decido dar un paseo.

Una hora después, llego a mi departamento, Yur me invita a entrar a su casa. Hablamos referente a mi relación con Kike.

— Angie, amiga. No tienes que estar tan preocupada, confía en que todo va salir bien. Tú novio te quiere, está haciendo lo que puede por sobrellevar está situación junto a ti. No te agobies, verás como poco a poco todo se va solucionar.

— No sé que decirte. A veces, cuando miro a Kike y lo veo tan pensativo, tan callado, sé que está haciendo un gran esfuerzo por adaptarse. ¿Qué hago Yur?

— Lo bueno de esta historia, es que os amáis Angie. Vuestro amor es más fuerte que cual obstáculo que os ponga la vida. Sois unos adolescentes que recién comienzan a saber lo que es la vida. El problema, es que a base de golpes es como uno aprende una lección. Cuando te sientes derrotado o sin saber que camino es el más conveniente para continuar tus ojos se nublan y tú inseguridad te lleva a cometer errores.
Mi consejo, es que no hagas algo anticipadamente, de lo que después llegues arrepentirte.

— Verdaderamente, me siento algo confundida. Por un lado quiero que Kike haga las paces con su padre, y que todo sea como antes. Pero por otro lado, no quiero que eso ocurra, egoísta soy de quererlo tanto y no querer dejarlo ir de mi lado.

— Angie, debes de ser más pesimista y verás como todo se va solucionar.

— Eso espero. — Suelto desgana mirando a un punto fijo.

Sin embargo, con el paso de los días, las cosas entre nosotros estaban tomando otra dirección.
Kike pasaba demasiado tiempo con el grupo, según me contaba, le estaban ayudando económicamente.
Aquel gesto estaba bien por parte de sus amigos, aún así, conseguía que yo me sintiera cada vez más alejada de él, o al menos esa era la sensación que me daba al pasar algo más de tiempo con el grupo y llegar a casa tarde.
Por ello, discutíamos, y aunque Kike se calla  lo que en verdad siente, yo ya empezaba a percatarme de que mi mundo no era el suyo.

— Kike, debemos hablar. — Tomo asiento enfrente de él queriendo hacerle ver qué se está equivocando con su actitud.

— Dime. ¿Qué quieres decirme? — Él, se pone cómodo en el sofá subiendo su talón a su rodilla.

— Kike, me da la sensación de que las cosas ya no están funcionando como antes. Incluso, te noto como asfixiado. Te pido Kike que hables con tu padre y os reconcilieis.

— Angie, siento mucho si te he causado esa sensación. Admito que no es sencillo para mí haber vivido con lujos y verme sin nada. Pero no lo hago por terquedad, ni por retar a mi padre. Si estoy aquí, sujetando tu mano, es porque lo deseo. Y si las cosas no funcionan entre nosotros, es porque ya no nos queremos. Yo te amo Angie. Y estoy feliz mientras los dos estemos bien.

Sus palabras son sinceras y su besos me han convencido de que en verdad me quiere.
Me tumbo a su lado, abrazada, cerrando mis ojos al mismo tiempo que rezo pidiendo en mis plegarias a Dios que  deje a mi lado a este maravilloso chico que tanto bien me hace.

Al parecer, el pequeño arco iris que se había encargado de devolverme la dicha y felicidad, comenzaba a desaparecer.
Kike pasaba tiempo con el grupo, aunque yo de vez en cuando me unía a ellos, era más que claro que ya no me tenían esa amistad que me brindaron al principio.

Mientras los chicos juegan al billar, Maika se acerca a mí ofreciéndome una cerveza.

— Gracias, pero no bebo. — Le digo sin apenas mirarla.

— Angie, ¿no me digas que estás embarazada?

— No lo estoy. — Hablo entre dientes molesta. ¿Cómo voy a estarlo si aún no he hecho el amor con Kike?

— De acuerdo, no es necesario que te pongas así. Sólo quería hablar contigo.

— Tú dirás. — En ese momento aparecen por la puerta cuatros chicos con pintas de malotes los cuales se ponen a jugar al lado de los chicos en otro billar.

— Ven, vayamos a jugar nosotras. — Me propone Maika.

Me levanto desganada, junto con Maika voy hacia el billar para empezar una partida.
Los cinco empezamos a jugar, todo va perfecto hasta que sin querer le doy a con la barra a uno de los chicos. Inmediatamente, me disculpo, el chaval algo más mayor que nosotros me mira con diversión. Paso de él y continuo jugando.
Al parecer, el chico tiene ganas de broncas y con su palo poniéndolo muy cerca de mi trasero comienza a reírse.
Kike, al ver las intenciones del chico comienza a reclamarle y para no variar se forma una pelea.
Por supuesto, el que sale perdiendo es Kike.
Ese idiota le ha golpeado varias veces y aunque queremos llevarlo al hospital él se niega.

Sin hacerle caso, llámamos a un taxi para irnos  hacia un hospital para que revisen a Kike, le han dado una buena paliza.

Mientras atienden a Kike, Maika, Aarón y yo esperamos fuera en la sala de urgencias para recibir alguna noticia sobre Kike.
Me siento angustiada, la idea de que le vaya a pasar algo a Kike me destroza por dentro. Incluso me siento culpable por lo sucedido.

— Angie, no lo tomes a mal lo que te voy a decir. Pero desde que conozco a Kike nunca lo he visto comportarse como lo ha hecho hoy. — Comienza hablando Aarón poniéndose a mi lado.

— Me estaba defendiendo, soy su novia. Es normal que alguien que se ha metido conmigo, él lo ponga en su lugar. — Fulmino a Aarón con la mirada intentando controlarme para no abofetearlo.

— Angie, Aarón quiere decirte que la pelea de esta tarde ha sido el detonante para dejarnos claro como el comportamiento de Kike a ido cambiando. No te culpamos, pero entiende que Kike a pasado de tener todo a no tener nada. Incluso le hemos tenido que prestar dinero. ¿Sabes la humillación que eso supone para él? — Quiero responderle a Maika, pero guardo silencio al recordar las veces que visto a Kike contar el dinero o tirar su teléfono al suelo por no tener saldo.

— Angie, entiende que Kike y tú aunque os queráis vuestra relación no va llegar muy lejos. Tarde o temprano terminareis separados. Mírate tú, y mira el entorno donde vive Kike.
No seas egoísta Angie y pídele que hable con su padre para que vuelva a su casa. — Tenía muchas ganas de responder Aarón, pero lo que me estaba diciendo era justamente lo que yo había pensado tantas veces.

Por ello, al día siguiente cuando los doctores me dijeron de que Kike estaba bien, aprovecho para ir hablar con su padre.

Primero fui a su casa, según me dicen los empleados no se encuentra en casa, me dan la dirección de su oficina y sin dudarlo me dirijo hacia allí.

Una vez que paso a la oficina del padre de Kike más sufrimientos se iba formando en mi corazón debido a la decisión que he tomado.

— Buenos días. ¿A qué debo su visita? — Emanuel deja lo que está haciendo para fijar su vista hablándome con desagrado.

— Buenos días señor. Disculpe que me presente así sin avisar. Pero quería hablar con usted. — Emanuel esboza una sonrisa jugando con sus dedos echando su espalda hacia atrás colocándose más cómodo en su sillón.

— Señor Emanuel, antes de nada quiero decirle que si estoy aquí es por Kike, pero él no sabe nada.

— Ve al grano Angie.

— De acuerdo. Si estoy aquí es por Kike, porque lo amo y lo que más deseo es su felicidad y por ello, me atrevo a decirle que vaya a ver a su hijo al hospital y hable con él reconsiderando que se ha equivocado. Kike le necesita.

— Me hace gracia la manera en la que has venido a suplicar que perdone a mi hijo. Para que lo sepas, yo a mi hijo lo quiero tanto como para olvidar este acto de rebeldía. El único problema eres tú. Kike dice quererte y se ha marchado de mi lado por tu culpa.

— Entiendo. Y por eso me alejaré de Kike, si usted me promete que va cambiar su actitud y le va dedicar más tiempo, dejará a un lado sus vicios y se centrará en hablar con su hijo, pasando más tiempo con el. Kike busca una figura paterna, no permita que esté solo, que se sienta en la mesa delante de un plato frío siempre solo y haciendo oídos sordos a los que intenta decirle. Deberá prestarle un poco de atención y así conseguirá unir sus lazos, por favor, no ponga más distancia entre usted y su hijo. — Dejo caer algunas lágrimas por mí rostro al pensar que voy a separarme para siempre de Kike.

— Angie, ¿Qué quieres a cambio?

— La felicidad de Kike.

— Me refiero para tí. — Al parecer mis palabras le han tocado su corazón y ahora me habla con más calma.

— Nada. Yo no quiero nada para mí.  Yo cumpliré con mi promesa y desapareceré de la vida de Kike.

— ¿Porqué lo haces si dices que lo amas?

— Porque yo soy una pobre diabla, la cual no tiene padres y vivo cómo puedo. Estoy acostumbrada a no tener nada, apañármelas como puedo. Tan solo, pido que me quieran,  que alguien acepte mi amor y vea en mí la persona que soy, no la que quieren hacer creer a base de mentiras. Todos cometemos errores, y al parecer yo sigo haciendo más pesada mi cruz.

— Lo siento Angie. Pero entiende que Kike y tú ahora sois unos adolescentes, y estoy seguro que vais acabar por aburrirse uno del otro.

— Eso no se sabe mientras la llama del amor siga encendida. Yo sé que Kike me ama como yo a él. Por eso es por lo que me estoy sacrificando, para que vuelva a tener todo aquello que siempre ha tenido. Kike es buena persona, estoy segura que estudiará y obtendrá un buen trabajo. Pero a mi lado, será un desgraciado. Y eso, no lo quiero para él. No sé lo merece. — Ya no puedo soportarlo más y acabo llorando tapando mi rostro.

— Angie...— Emanuel me ofrece agua y me hace de prometer que hará todo lo posible por cumplir con su promesa. Ser mejor padre.

Me despido de Emanuel y me marcho hacia mi apartamento.
Su padre a ido a buscarlo al hospital, mientras tanto yo empaco mis pocas pertenencias, le escribo una carta de despedida, pero al final decido romperla en mil trozos cómo está en este momento mi corazón.
Me despido de Yur, ella me pide que me quede en su casa, incluso me da algo de dinero.
Nos abrazamos rotas de dolor y me marcho hacia la calle donde de nuevo el cielo se ha puesto gris.

Camino sin rumbo cargando un pequeño bolso con algunas pertenencias y en mi pecho noto quebrarse lentamente llegando a mi alma por tener que verme obligada a despedirme nuevamente de la persona que quiero.
Kike se ha portado tan bien conmigo, que no tengo suficientes palabras de agradecimiento, pero ¿Qué podía ofrecerle yo? ¿Qué futuro nos esperaba si seguíamos juntos?
Al menos con su padre va poder tener todo y estoy segura que algún día volverá a enamorarse.

Yo no quiero hacerlo. No quiero olvidarme de los momentos tan maravillosos que me ha hecho pasar Kike. Ha sido paciente, tierno, comprensible, todo un caballero.
Y aquí estoy, de rodillas rezando al señor para que me dé fuerzas, para que se apiade de mi y me muestre el camino correcto para seguir adelante sin caerme nuevamente.

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