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N (I)

Playlist de Demons en Spotify aquí.

Recomiendo escuchar desde Colors hasta Now or Never para este capítulo :)

Diciembre de 2017

«Bajo tales tormentos sucumbió lo poco que había de bueno en . Infames pensamientos convirtiéndose en mis íntimos. Los más sombríos, los más malignos de todos los pensamientos eran acariciados por mi mente. La tristeza de mi humor de costumbre se acrecentó hasta hacerme aborrecer a todas las cosas y a la humanidad entera».

Jimin pasó las yemas de sus dedos sobre las líneas subrayadas con rotulador naranja fosforito. De alguna forma, entendía que aquel párrafo fuese del agrado de Yoongi. A través de las palabras impresas, pudo sentir la disconformidad y martirio que atosigaban al personaje, quien se ahogaba cada vez más en su desdicha y penuria. A veces las canciones de Yoongi le hacían sentir lo mismo.

Cerró el pequeño libro y lo dejó descansando sobre su regazo, con el título de la portada al descubierto.

Narraciones Extraordinarias de Edgar Allan Poe, leyó en su cabeza.

Hizo una mueca disconforme. No era muy fanático de los relatos de terror, pero quedó asombrosamente cautivado por aquel en particular. No por la historia en sí, sino por la sublime capacidad narrativa del autor. Las oraciones parecían fluir y enlazarse mágicamente para crear una atmósfera de la que era casi imposible escapar, aislándote del mundo. Sin embargo, cabía decir que el chico no logró terminar la lectura, pues se le puso la piel de gallina con los sucesos que eran descritos.

Sí; era, irremediablemente, un poco miedica.

Dio un pequeño brinco cuando unas bisagras chirriaron de la nada, resquebrajando el silencio de la habitación.

La puerta del baño se abrió, revelando a un Yoongi desnudo de cintura para arriba. Una toalla negra le cubría la parte inferior, y pequeñas gotitas de agua acariciaban su piel, recorriendo un camino erigido de arriba hacia abajo. Con una toalla negra más pequeña, el rapero se frotaba el pelo.

A Jimin le costó darse cuenta de que se le había secado la boca y decidió que era un buen momento para segregar saliva. La primera vez que intentó tragar, le nació un picor de garganta, y solo consiguió disiparlo con un suave carraspeo.

— ¿Qué haces? —interrogó Yoongi, con ninguna intención en concreto. Miraba directamente al pelirrojo, pero no se descubrió atisbo de molestia más allá de sus pupilas azabaches.

— Solo intentaba distraerme con algo mientras te esperaba, pero hubiese preferido no tocar nada... Podrías leer cosas más alegres —sugirió el menor, apenas entreabriendo los labios para hablar, lo cual hizo que sonase más como un murmullo.

Los ojos del Yoongi se posaron sobre el libro de bolsillo que descansaba en el regazo de Jimin, y lo reconoció apenas divisó los colores ocres de la portada. Supuso que el chico lo habría tomado de uno de los estantes del dormitorio, donde apilaba varios ejemplares de lectura.

Liberó un suspiro divertido.

— La mierda alegre no me inspira —le contestó, tomando ahora asiento en la orilla de la cama mientras terminaba de secarse el cabello.

— ¿Y se supone que los párrafos subrayados son los que te inspiran? —incidió el joven, dejando el libro sobre la mesita de noche una vez que decidió no darle más uso, y gateó sobre las sábanas para acercarse a su chico. Yoongi tuvo que virar un poquito su rostro para poder verle.

— Chico listo. —Miró de soslayo la obra de páginas amarillentas antes de darle una explicación más vasta— Poe es uno de los pocos poetas que me alienta a componer y desahogarme con ayuda de una lápiz y un papel.

— Tiene un estilo desgarrador —opinó Jimin.

— Exacto. —El muchacho se levantó, dejando la toalla pequeña a un lado. Se aseguró de que la otra envuelta en su cadera no cayese y, con su mano libre, recogió el libro para dejarlo en su sitio junto a sus hermanos— Bueno, ¿entonces... qué?¿el mocoso te ha dejado tirado por un par de tetas? —formuló, con una sonrisa ladina.

— No... Ha conocido a una chica —le corrigió. Jimin, con la elegancia de una ninfa, se retiró el pelo de la frente, dejando a la vista sus pequeñas pero adorables cejas rectas—. Por cómo habla de ella, diría que está muy interesado.

— ¿Y eso te molesta? —quiso averiguar Yoongi, con su ceño fruncido, mientras volvía junto a él en la cama.

— Jungkookie sabe lo que hace. Además, de la misma forma que él aceptó y respetó lo nuestro, es justo que yo le apoye ahora en esto.

Jimin y Yoongi llevaban alrededor de dos meses saliendo "oficialmente". Era un término que había que coger con pinzas porque, si bien Yoongi se había comprometido a tener algo más serio con Jimin después de tantos altibajos superados, una de las condiciones que puso fue que mantuviesen su relación oculta del ojo ajeno. El más joven no le puso pegas, ya que creía que Yoongi solo necesitaba tiempo para tomarse las cosas con más naturalidad. Consideraba que, en algunos aspectos, había logrado acostumbrarse. Sin embargo, todavía le costaba reconstruir los celos cuando se trataba de Jungkook.

Jimin procuraba quedarse con los aspectos más positivos; ahora conseguían atenuar las discusiones con más frecuencia, al menos mientras que pasase con Yoongi el tiempo debido.

Se podría decir que su caótica relación había progresado y, por ende, se había logrado casi un equilibrio. O eso creía el inocente e ingenuo Jimin.

— Ya, bueno, pero no me has contestado a la pregunta —resaltó el pelinegro.

Jimin no tuvo más remedio que reír, negando con la cabeza un par de veces.

— No, no estoy molesto, aunque ahora pasa menos tiempo conmigo y eso me hace echarle de menos con más frecuencia. Es lo que tiene gestionar más de una relación. Quieras o no, acaba afectando a terceras personas.

— Los monógamos no tenemos ese problema.

El pelirrojo respondió a eso riendo suavemente por lo bajo mientras ponía los ojos en blanco.

—Que conste que no me estoy quejando. De hecho, lo entiendo. —Cruzó sus piernas y adoptó una posición de indio sobre el colchón, al contrario de Yoongi, que se mantenía sentado en el borde— Ahora es cuando necesita que yo le dé espacio para dedicarle tiempo a ella. Kookie está en la fase bonita, esa en la que empiezas a interesarte por la persona en cuestión, y te aparecen las primeras mariposas en el estómago, y conforme la vas conociendo, sientes la necesidad de verla cada vez más y más...

—¿Estás seguro de que no quiere follársela y ya?

—No —contradijo sin dudar. El labio inferior del menor sobresalió, medio ofendido por su suposición— Si fuese así, me lo habría dicho. Te digo que realmente le gusta, Yoongi.

—Bueno, pues lo que tú digas —aceptó, sin más. Tampoco tenía mucho interés en seguir hablando de las aventuras amorosas de aquel niñato que apenas había visto un par de veces—. Me voy a cambiar —anunció antes de intentar levantarse de la mullida cama.

—¿Tanto te aburro? —se atrevió a preguntar su pareja con una sonrisa socarrona, la cual se veía más legítima de lo debido en él.

—Gracias por darte cuenta, todo un detalle —Yoongi puso los ojos en blanco para aportar un sentido sarcástico a su comentario. Por suerte, Jimin ya era prácticamente inmune a su sentido del humor hiriente—. Aparte de eso, se me están congelando las pelotas.

—¿Quieres que te caliente? —rió Jimin, estirando una de sus manos hacia la toalla que mantenía oculta las partes íntimas del chico para hacer amago de quitársela. Yoongi se quejó como un viejo con dolor de espalda, e incluso hizo una mueca de enfurruñamiento mientras agitaba su mano para apartar la de su chico. En un descuido, el pelirrojo estiró, y al moreno se le escurrió la tela entre los dedos— ¡Oh, Dios mío, perdón!

—¡Jimin, joder! —bramó cuando lo dejó desnudo. A toda prisa, se agachó para tomar la toalla de nuevo y ponérsela delante hecha un embrollo.

—¡Lo siento, pensaba que la tenías bien sujeta!

—¿Y qué esperabas que ocurriera si estirabas, idiota? ¿Qué saltara confetti?

Jimin se tiró sobre la cama muerto de la risa. Pequeñas lagrimitas comenzaron a cubrir los bordes de sus ojos mientras su mano intentaba en vano acallar las carcajadas.

—No tiene gracia.

—¿Por qué te cubres? No hay nada que no haya visto ya —argumentó el menor, todavía costándole respirar por la presión cosquilleante en su estómago.

Yoongi tuvo que reconocer que llevaba toda la razón, pero no se dignó a hacerlo en voz alta. Formó una mueca desdeñosa y apartó la cara para esconder el leve rubor que invadió sus mejillas.

Park Jimin iba a volverle loco algún día.

A pesar de que el mayor era un acérrimo amante del mutismo, comenzó a mosquearse cuando no escuchó la "irritante" voz de su novio por casi un minuto. Emergiendo de él un instinto morboso, redirigió la mirada hacia Jimin, y hacerlo le costó un calor repentino en las orejas.

Jimin estaba recostado, con una pierna flexionada, y apoyado boca arriba sobre sus codos mientras que devoraba cada centímetro del cuerpo de Yoongi con sus ojos almendrados y lascivos. Lucía como un auténtico dios de la lujuria. Tal pensamiento conectó con el deseo de que estuviese tan expuesto como él para poder apreciar su tonificada musculatura. Su peligrosa lengua se paseaba lentamente entre sus labios, que se denominaban como el mayor pecado sobre el planeta Tierra. Jimin hacía aquello frecuentemente, sobre todo cuando se quedaba ensimismado con algo que llamaba su atención. Yoongi quiso beber de ellos y embriagarse como si fuera a catar su whisky favorito.

De casualidad, se dio cuenta de que la mirada de Jimin se había quedado estancada sobre un punto en concreto.

—¿Qué haces?

El universitario pestañeó como si hubiese despertado de un encantamiento y, de pronto, se volvió más recatado. Su primer instinto fue el de pedir disculpas terriblemente avergonzado, pero cambió de opinión en el último segundo. ¿Acaso tenía que sentirse culpable por verse atraído por su pareja? Era estúpido.

La determinación se trazó en su semblante y su mirada se oscureció con la sombra del deseo.

—Iba en serio lo de calentarte —confesó.

Yoongi quedó notablemente impresionado por su sinceridad. Puede que el chico no fuese comúnmente alguien que mostraba su libidinosidad, pero sí que le gustaba el coqueteo, y una vez que entraba en el juego, desaparecía el chico tímido y reservado para dar paso a una persona segura de sí misma y con plena confianza en sus habilidades de seducción.

Una de las comisuras de Yoongi se sacudió, formando una medio sonrisa.

—¿Te has puesto cachondo?

—¿Tú qué crees? —le contestó Jimin, tratando de imitar el sarcasmo con el que solía responder Yoongi cuando algo era evidente a su parecer. Por supuesto, el resultado no fue el mismo. Yoongi se antojaba más cortante y flemático, dando a entender que no debías joderle mucho con un tema; Jimin, por el contrario, era una bomba de tentación, provocación y erotismo.

Yoongi, con el labio inferior atrapado entre sus diminutos dientes, avanzó hacia la cama, pero Jimin alzó una de sus piernas y apoyó el pie a la altura de su esternón. El rapero se detuvo, confuso.

—Primero quítate eso —indicó el pelirrojo, apuntando con su barbilla la toalla. Se le estaba haciendo la boca agua como un cachorro juguetón con ganas de que su amo le lanzase su hueso favorito.

De repente, la toalla le resultó molesta y, con sumo cuidado, la retiró bajo la mirada atenta de Jimin. Él mantuvo su pie en el centro de su pecho, pero, una vez desnudo, comenzó a deslizarlo por la piel lívida del muchacho, su plantilla acariciando las costillas, el estómago, el abdomen, la pelvis...Yoongi lo detuvo, agarrándole del tobillo inesperadamente. Antes de que Jimin pudiese protestar o siquiera reaccionar, el mayor estiró de él y se posicionó justo encima de su cuerpo. Con destreza, una mano se movió a su cintura mientras que la otra se hundía en el colchón, al lado de la cabeza de Jimin.

El más joven sonrió, divertido. Sin embargo, le pareció que debía guardar las formas y fingir indiferencia para hacerlo más interesante. La diminuta sonrisa de Yoongi se borró junto a la suya, como si se hubiesen puesto de acuerdo para hacerlo.

Entonces, Yoongi recargó su peso en las rodillas y dejó las manos libres para poder desabrochar el cinturón de Jimin, quien suspiró involuntariamente. El sonido metálico de la hebilla lo puso a cien, y era inútil ocultarlo cuando era tan evidente lo que quería.

Era un jodido libro abierto.

Sus mejillas cogieron un tono rojizo debido a ello. El rapero se regocijó en la vergüenza que parecía invadir al menor e, impulsado por su instinto sexual, agarró sus muñecas para aguantárselas por encima de la cabeza. Seguidamente, enterró su nariz en el cuello de Jimin, comenzando a dejar pequeños besos que, conforme cumplían un camino ascendiente, se volvían más húmedos.

La respiración de Jimin abandonó la regularidad. Conforme el chico se iba acercando a sus labios, su visión se tornaba más borrosa, le costaba pensar, y, por un momento, llegó a perder la noción del tiempo y el espacio. Los besos de Yoongi eran mágicos. No sabía cómo, pero siempre conseguían meterlo en una burbuja y mejorar su día, porque Yoongi, si estaba a buenas, podía dejar de ser el príncipe de las tinieblas y convertirse en un auténtico príncipe azul.

Estiró de sus cabellos, los cuales portaban el color del carbón. Yoongi gruñó. Jimin le pidió disculpas en un susurro por su arrebato, pero necesitaba saber que no se trataba de ningún sueño; debía asegurarse de que, lo que estaba a punto de suceder, era real como la vida misma. Después de unos cuantos rodeos que desesperaron al pelirrojo, al fin Yoongi alcanzó sus labios. Le besó profundamente, con un toque de ternura y otro de aspereza.

Min Yoongi sabía a chicle de menta, alcohol y marihuana. Después de todos los momentos y besos compartidos, Jimin se había acostumbrado, y ahora, era el sabor que más buscaba en su día a día.

El moreno había conseguido deshacerse de los pantalones de su amante y procedía a apartar el jersey a rayas negras y blancas de su camino. El joven trató de dificultarle la tarea, pero después de intercambiar risitas y pellizquitos cariñosos que Yoongi fingía no disfrutar, el rapero pudo presumir de haber cumplido su objetivo. Jimin cruzó los brazos tras su nuca y, aprovechando la posición, le atrajo hacia él hasta que fue capaz de abrigarse con su calor corporal. Sin poder resistirse, su compañero comenzó a crear un movimiento de caderas lento pero persistente, y, sin duda, surtió efecto en Jimin. Pensar que la fricción no podía ser llevada a cabo en su totalidad por culpa de la fina tela de la que estaba hecha su ropa interior lo frustró, pero quiso resistir. Quería averiguar si era capaz de desquiciar a Yoongi.

Así pues, aumentó el ritmo, provocando un exquisito roce entre sus hombrías. Yoongi gimió roncamente, liberando breves espiraciones como si el oxígeno no le llegase a los pulmones correctamente. Jimin sonrió para sus adentros, orgulloso de su hazaña. No contento con eso, enrolló las piernas en las caderas del mayor e insistió.

—Joder, niño...—masculló el moreno, entre dientes, justo antes de colocar sus dedos en la goma del bóxer con intenciones de bajárselos de un tirón. Sin embargo, Jimin se lo impidió— ¿Qué hac-

—No, bebé, esta noche no seré yo.

Yoongi permaneció mirándole a los ojos, tratando de entender a qué se refería. Tres segundos después, lo captó. Sus labios se fruncieron con inseguridad. Jimin lo notó de inmediato, razón por la que llevó una mano a su mejilla y acarició el pómulo del chico con su pulgar, realizando círculos gentiles y afectuosos.

—¿Qué pasa? ¿No quieres? —le preguntó casi como si fuese una confidencia, a pesar de que no había nadie más que ellos en el apartamento. Sus cejas se encontraron en el punto de referencia que era su ceño, signos de la preocupación que le abarcó— ¿Te hice daño la última vez?

—N-No es eso... —Yoongi carraspeó al notar lo débil que había sonado su voz. Parecía avergonzado, pero se las apañó para recomponerse de inmediato. El espeso flequillo cubrió sus ojos al hacer un ligero movimiento de cuello similar a un tic. Jimin pensó que, cada vez que lo hacía, se veía más y más sexy. Podía quedarse toda una vida tan solo observándole hacer eso hasta que le diese tortícolis— Es que...Joder —maldijo al no encontrar las palabras para expresarse.

—¿Te...Te sigue dando algo de corte? —supuso Jimin en voz alta, pero con cautela.

—No me acostumbro a la sensación del principio, eso es todo —logró decir, sonando algo brusco. El pelirrojo supo que ese tono se debía a que, efectivamente, todavía permanecía interiorizado el decoro en su persona.

—Eh, —le llamó— sabes que yo no voy a obligarte a hacer nada que no quieras. Dímelo si no estás a gusto, ¿de acuerdo?

Jimin creyó que regalarle una tierna sonrisa podría ser útil para reconfortarle, y no se equivocaba.

Sin decir nada, Yoongi se deslizó entre los miembros que le mantenían aprisionado y bajó por el cuerpo del chico. Jimin se quedó con las ganas de preguntar qué pensaba hacer, pero la curiosidad le dejó mudo. Tan solo observó y esperó a que hiciese lo que le viniese en gana.

Cómo de grata fue la sorpresa de Jimin cuando consiguió darse cuenta de que estaba trazando un camino sinuoso con intenciones de alcanzar su zona sur. A esas alturas, no era ningún misterio que los muslos del aspirante a policía eran la perdición de Min Yoongi. Este jamás lo confesó, pero tampoco hacía falta. Jimin estaba al tanto de sus fetiches y, siempre que podía, trataba de satisfacerle a través de ellos.

Dejó un espacio entre sus piernas para que el moreno pudiese acceder fácilmente, y el mayor, sin perder el tiempo, tomó la oportunidad que se le presentó. Comenzó a rociar las ingles con su saliva, evitando a toda costa el más mínimo roce con el punto culminante que podría guiar a su chico al éxtasis antes de tiempo. Yoongi lamía lentamente, con detenimiento y voluptuosidad, saboreando cada lunar que se presentaba en el terreno. La respuesta por parte de Jimin fue inmediata. Sus manos acabaron acariciando los cabellos de Yoongi, premiándole entre susurros.

Poco a poco, la estrategia fue cambiando. Yoongi se decantó por los mordisquitos en la parte interna de los muslos. Para asegurarse de que aquello no era una realidad onírica, reafirmó sus dedos en las caderas del menor, manteniendo inmovilizado su tronco. Jimin gimió, excitado. Apenas comenzaba la diversión, pero ya tenía las expectativas por los cielos. Le dejó a su aire, sin querer presionarle. Yoongi lo estaba haciendo muy bien sin sus indicaciones, y eso, honestamente, le hacía sentirse orgulloso, pues Yoongi estaba aprendiendo a descubrirse a sí mismo y, al mismo tiempo, a conocer un poquito más las preferencias de su pelirrojo favorito.

Pronto comenzaron a surgir las rojeces repartidas por las piernas de Jimin, fruto de las succiones continuas y pasionales. Los suspiros y respiraciones se convirtieron en jadeos y el aire olía a hormonas y sexo. Yoongi, acalorado por la excitación marcada en su hombría, decidió ir más allá. Llevó su mano al miembro de Jimin y lo masajeó lentamente para estimularlo con propiedad. El más joven buscó las sábanas para aferrarse a ellas mientras su labio inferior era atrapado por sus dientes.

Quería más, y lo quería ya.

El muchacho al cargo de endurecerle bajó completamente la piel de su extensión y acercó el glande a su boca, creando una perfecta armonía de colores rosados y rojizos. La lubricación natural no fue más que un añadido de connotaciones eróticas. A pesar de encontrarse algo más perdido de lo que aparentaba, Yoongi supo encaminarse con el paso de los minutos. Además, las respuestas de Jimin a sus actos eran un buen aliciente para esforzarse y mejorar.

El pelirrojo alzó las manos por encima de su cabeza y arqueó su anatomía, sintiendo cómo su espalda crecía y el espacio entre sus omoplatos se ampliaba. Un sonido ronco y gutural se deslizó entre sus labios cuando el moreno pasó la lengua desde el nacimiento de sus testículos hasta la punta de su miembro, y se derritió en deleite cuando la acción fue repetida con más detenimiento. La piel se le puso de gallina. No había día que Yoongi no consiguiese tal efecto en él. Fuera como fuese, siempre se las arreglaba para hacerlo.

—Oh, Dios...—susurró, con sus ojos cerrados.

Yoongi desatendió su tarea principal para enfocarse en las palabras del chico. Apretó ligeramente el falo con sus masculinas manos, ganándose un nuevo jadeo por parte del menor, y sonrió con picardía.

—No utilices mi nombre en vano.

Un nuevo sofoco azotó a Jimin. El mismo le hizo reír entre dientes y, como pudo, agachó la cabeza para mirar a los ojos a Yoongi. Tenía una mirada determinada y cargada de una vehemencia que todavía estaba por liberar.

—¿Te sientes como un dios?

—¿Acaso tú no? —Acarició su labio inferior con su lengua, resultándole al contrario un arma filosa que atentaba contra su integridad— Tú también podrías ser un dios, Jimin.

—¿Y la condición es...? —inquirió el pelirrojo, inmerso en la juguetona conversación.

—Follar conmigo esta noche.

Eso sería lo más próximo que estaría Yoongi de ser romántico, y Jimin lo aceptaba, porque lo quería tal y como era. Hundió los dedos en su cabello oscuro y ejerció una presión leve para indicarle que cumpliría con su condición. Entonces, conforme con el resultado, Yoongi atacó sin piedad. Los sonidos se volvieron todavía más húmedos, más íntimos. Y las acciones más descaradas y poco ortodoxas.

La longitud de Jimin se hundía en la boca de Yoongi, quien ahuecaba las mejillas al llegar a su punto más sensible, para luego succionar una vez más desde abajo. Su recorrido no parecía tener fin, y, de hecho, el joven universitario tuvo que detenerle para no sucumbir al éxtasis.

Fue entonces su turno para preparar a Yoongi.

Los labios de ambos colisionaron entre sí, acto provocado por la pasión que invadió a Jimin. Aprovechó esta misma fuerza para girar a su compañero, obligándolo a tumbarse sobre la mullida cama. El rapero cayó boca arriba, soltando un gratificante suspiro que le hizo cerrar sus párpados momentáneamente. Las delicadas y gloriosas manos del pelirrojo masajearon su cuerpo, desde los hombros hasta las caderas. Se detuvieron ahí mismo, dirigiéndose justo después hacia un punto clave.

Jimin le separó las piernas y no vaciló a la hora de hundir su rostro a la altura del perineo. Si Yoongi deseaba que esa noche delirasen con ser dioses jóvenes, con llenarse la mano con potestad y beber del amargo licor destilado del pecado, así lo harían, y se aseguraría de que jamás se olvidase de ello.

Su lengua asomó tímidamente entre sus labios, suaves y gruesos, y buscó aventurarse cuidadosamente en la entrada de Yoongi. El muchacho, al notar un intruso frío y adherente, entró en tensión involuntariamente. Su ceño se frunció sobre su pálida frente, viéndose en la necesidad de soltar unos cuantos resoplidos más cuando la lengua de su novio se movió en círculos, lenta y explícitamente.

Jimin se dedicó con empeño a lubricar la estrecha entrada, empleando cantidades de saliva consideradas. Más tarde, su lengua sería intercambiada por su dedo índice.

Yoongi se quejó, incómodo, cuando esto sucedió, pues no pudo pasar por alto que las tiernas caricias se habían transformado de repente en algo sólido y penetrante.

—Cómo odio esta parte de mierda.

El más joven se detuvo.

—¿Quieres que pare?

—Joder, no. —Yoongi resopló, apegando la barbilla a su pecho para mirar al chico, y volvió a dejar caer la cabeza contra la almohada— Solo... Hazlo rápido.

—Yoongi, así no vas a disfrutarlo. Necesitas relajarte...Mm, no pienses en nada; deja la mente en blanco —Jimin acercó sus labios a su abdomen y lo colmó de besos tan suaves y considerados como su persona—. Imagina que eres un lienzo, una hoja en blanco —narró con una voz aterciopelada, liviana, mientras sus labios tanteaban la piel cercana al ombligo de Yoongi, calentando al mismo tiempo cada centímetro con su cálido aliento—...Y yo soy el pincel, una pluma bañada en tinta...

Una sonrisa engreída asomó por los labios de Yoongi.

—¿Ahora eres poeta?

—Mejor: esta noche soy un dios. —Jimin le robó la mueca a su compañero de cama, dejándole con un semblante apático— ¿No es eso lo que habías dicho?

Yoongi se dedicó a carraspear, sintiendo que su pene se endurecía. Seguidamente, calló, y Jimin, siendo consciente de que había ganado aquella conversación, continuó con el deber que había dejado a medias. Llevó dos de sus dedos a la boca de Yoongi, acariciando y bordeando con sus yemas los límites de sus junturas antes de filtrarlos entre sus delgadas líneas coloradas.

El pelinegro separó los labios, luchando contra su reticencia innata, para acabar lamiendo los pequeños dedos de Jimin como si estuviese tomando el helado más rico del mundo en un caluroso día de verano en la playa. El más joven reaccionó gimiendo, excitado por lo que presenciaban sus ojos. Yoongi le miraba con ojos ebrios de lujuria y deseos de seducción. No hacía falta que lo intentase demasiado: Jimin ya estaba a sus pies.

Su muñeca se movió hacia adelante y hacia atrás, consiguiendo mayor lubricación cada vez que se introducía y, por ende, se enredaba con la lengua del mayor, produciéndole una sensación de cosquilleo y placer en el vientre bajo.

Sin darse cuenta, se habían sumergido en respiraciones cortas y continuas, jadeos carecientes de fuerza y un sudor que dejaba entrever el afán que tenían ambos por el contacto carnal. Juntaron sus frentes en un mutuo acuerdo silencioso y examinaron la mirada del otro, casi perdiéndose en la lobregura de sus colores, tan similares pero distintos y característicos a la vez.

—Déjame colorearte —pidió Jimin a su chico en un tierno susurro.

Súbitamente y tras unos intensos segundos de puro silencio, Yoongi le agarró de la cintura, abarcando con sus manos gran parte de sus costillas. Fue un acto violento pero jodidamente atractivo. Al joven se le escapó un hipido ahogado y se quedó inmóvil, creyendo que, tal vez, Yoongi querría añadir algo.

—¿Y si me coloreases solo a mí? ¿Y si no quisiese compartir mi pincel favorito con nadie más?

Del interior del pelirrojo emergieron nuevas sensaciones, como, por ejemplo, el renacimiento de un romance jovial y salvaje. Tenía más claro que nunca que estaba perdidamente enamorado de Min Yoongi y que sería capaz de entregarse a él cien días con sus cien noches, a pesar de todas las inseguridades que seguía teniendo el chico cuando estaban a solas.

—Ahora mismo no veo a nadie más aparte de nosotros aquí, en esta cama. ¿Y tú?

Yoongi negó.

Jimin procedió a dejar un beso gentil en sus labios y sonrió.

—No perdamos el tiempo entonces con preocupaciones absurdas. Vivamos nuestro presente sin remordimientos.

Colocó sus manos en el cuello del pelinegro, y, con sumo cuidado, las deslizó hasta enlazarlas tras su nuca, para después acercarle a él y apegarse en un nuevo beso.

Tras reanudar y profundizar en las preliminares, Jimin pudo hacerse un hueco al fin en el interior de Yoongi.

Literalmente.

Creó una unión entre los cuerpos a través de una penetración cuidadosa y realizada con especial cariño una vez que consideró que estaba preparado para ello. Básicamente, cuando su entrada se ensanchó lo suficiente y los dedos ya no bastaban para llenarle.

Yoongi trató de disminuir, incluso de ocultar, las ganas de sollozar, tanto del gozo como del escozor. Pero alcanzó un punto en el que no pudo resistirse a los impulsos. Se aferró a la espalda de Jimin como si no quisiera que una tempestad devastadora los separase, y ocultó su rostro en el hueco entre su cuello y su hombro, mientras su chico se movía con brío, sabiendo lo que hacer y cómo.

Aquella noche, Yoongi dejó de sentirse solo. Ya no sentía que caía como una mísera hoja de otoño arrastrada por el viento. Había hallado un lugar al que aferrarse, la rama de un roble vigoroso y perenne que juraba sostenerle por el fin de los tiempos.

Jimin embistió una vez más.

El delgado cuerpo del mayor se retorció por un latigazo de placer encajado justo al nivel de su espalda baja. Echó la cabeza hacia atrás, gimiendo roncamente y dejando su cuello expuesto. Su amante no tardó en probar su manzana de Adán, arrancándole unos suspiros estancados entre la dulce asfixia y la condenada obnubilación.

No tenía sentido permanecer hermético ante aquella situación. Además, se dio cuenta de que no quería adoptar una actitud de rechazo, más bien todo lo contrario. Sus instintos primitivos se negaban rotundamente a obedecer a su supuesta parte racional. Yoongi dejó su marca en los omoplatos de Jimin, clavando las uñas con fuerza cada vez que ahondaba en la brecha que custodiaban sus muslos.

Sobre ellos había una nube de erotismo que descargaba sus efluvios y que colaboraba cuando la pareja intercambiaba aire y saliva.

Eran el día y la noche fundiéndose en un amanecer, el Sol y la luna protagonizando un eclipse. Juntos formaban un bello paisaje y una armoniosa melodía.

Porque había demasiado amor entre aquellas dos almas incandescentes que quería salir de las sombras y tener una voz. Tal vez las palabras sobraban, pero aun así fueron dichas.

—Te quiero —pronunció Jimin en la oreja de Yoongi una vez que lo tuvo recostado contra su pecho, sudando tras el orgasmo, con los ojos cerrados y la respiración entrecortada, mientras que sus dedos acariciaban sus cabellos negros como la noche misma. De esa forma, le confió una de las mayores verdades del universo.

Las mejillas de Yoongi se encendieron como nunca antes lo hicieron, el corazón comenzó a latirle con fuerza, volviéndose loco en la jaula que formaban sus costillas, y sus ojos permanecieron fijos en una esquina de la habitación, asimilando las palabras que acababa de escuchar.

Yoongi tenía miedo de amar cada día, de enamorarse un poquito más con cada minuto que le dedicaba a Jimin, de sufrir y crear sufrimiento... Pero nada de eso le importó en ese momento. Al fin y al cabo, solo eran ellos dos y nadie más. Era su pequeño secreto. El mundo no tenía por qué saber lo que sucedía tras las paredes de su apartamento. Nunca.

Recuperando el habla y envolviendo la figura de Jimin con sus brazos, apretó su tierna mejilla contra la clavícula del menor, sintiéndose avergonzado por las palabras que se atoraron en la punta de su lengua, pero que fueron expulsadas finalmente.

—Y yo a ti.





















Os juro que me cuesta horrores escribir escenas lemon que me tengan satisfecha al 100%, pero quería subir ya este capítulo porque si no iba a terminar odiándolo de tantas revisiones que le he hecho (y aun así habrá fallos, que lo sé yo) :(

En fin, gracias por vuestra paciencia y por leer. Este será el último flashback que habrá en la historia. A partir de ahora, todo es en tiempo presente.

Byeeee <3

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