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M (II)

Pasar tiempo con Vika había sido refrescante. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía menos pesado, con una sensación mayor de alivio, como si un globo en su interior se hubiese desinflado, dejando de oprimirle. Cierto era que la angustia no había desaparecido del todo, pero era normal, dado que todavía era demasiado pronto, y lo más sensato era dejar que el tiempo curase las heridas. Vika había conseguido limpiar unas cuantas, o, al menos, hacer más soportable el tenerlas.

Después de pasar toda la tarde juntos, se despidieron al ver que el sol se ponía. Su amiga tenía un par de cosas pendientes por hacer, pero, aun así, le dijo que si necesitaba cualquier cosa, podía llamarla. Jimin asintió con una laxa sonrisa, sabiendo en el fondo que no iba a hacerlo, porque ya la había molestado suficiente por un día.

Tomaron caminos distintos.

El chico descendía por una calle cuando vio a un hombre salir de un local a su izquierda. Se fijó en la bolsa que llevaba en una de sus manos, cargada de comida. Sus ojos se deslizaron entonces hacia el sitio del que había salido, reparando en el letrero de escritura dorada, bordeado con adornos al más puro estilo oriental. Era un restaurante chino.

Jimin se paró de pronto frente a la puerta, preguntándose si tendrían baijiu o algún otro licor lo suficientemente fuerte para actuar como inhibidor de sus deseos más profundos y lóbregos. Le pareció buena idea porque, a pesar de estar cansado, todavía no quería volver a casa. Además, le quedaba un poco de tiempo antes de que su madre le llamase para preguntarle si pensaba ir a cenar. Sin pensárselo mucho más, entró.

Allí dentro hacía mucho más calor que en el exterior, por eso se deshizo de su bufanda y abrió la cremallera de su chaqueta. Tímidamente, se acercó a la barra del restaurante, donde había un par de personas más comiendo y bebiendo. Mientras se acercaba, se dio cuenta de que, en los distintos estantes que había tras el mostrador, había filas enteras de botellas de vidrio que albergaban líquidos de múltiples colores en su interior. Parecía que iba a tener más suerte de la esperada.

No recordaba cuándo fue la última vez que tomó algo fuerte, pero le invadieron unas ganas desbordantes de probar de nuevo el sabor amargo y ardiente del alcohol, embriagarse con la sensación de que le quemaba la garganta, y luego ahogarse entre sus propios delirios. Tomó asiento, y no pasaron ni dos minutos antes de que un hombre se acercase a él para servirle. Con voz queda, Jimin le preguntó si tenían baijiu, a lo que el camarero le respondió afirmativamente. Un incoloro vaso de chupito hizo un ruido seco cuando fue puesto contra la madera enérgicamente, y Jimin se quedó hipnotizado observando cómo el licor era vertido en su interior. Parecía agua. No, era incluso más cristalino y limpio que el agua. Jimin lo tomó con una de sus pequeñas manos y se lo llevó a la punta de la nariz, dejándose llevar por un olor que acuchilló sus conductos.

Lo ansiaba. Quería dejar de pensar, pasar página, ser feliz aunque fuese por cinco minutos. Vika había hecho un gran trabajo distrayéndole, pero ahora se volvía a sentir solo. ¿Tal vez debía llamarla?

No, se respondió de inmediato a sí mismo, está ocupada. Te ha dicho eso para que te sintieras mejor, Jimin, pero no debes hacerlo, no tienes que molestarla.

Asintió con la cabeza en un acto reflejo, olvidándose por un momento que estaba hablando consigo mismo y que nadie le acompañaba. Se relamió los labios y acercó el vasito a estos, echando a continuación la cabeza hacia atrás para que el líquido transparente se infiltrase por su boca, garganta y estómago.

Fue como un chute de alivio directo en su sistema, una mezcla de escozor y regocijo que explotó desde el momento en el que entró en contacto con su lengua. El pelirrojo dejó escapar un suspiro de complacencia, sintiendo en su cavidad bucal una especie de relente generoso, tan refrescante como beber de un oasis en medio de un desierto. El regusto a alcohol le hizo sentirse como nuevo, y le hizo querer más, probar otro sorbo de aquella sustancia. Alzó la mano y le pidió al camarero un chupito más. Y luego cayó otro. Y otro.

La cara le ardía. Sus orejas y mejillas eran las que estaban rojas, pero él sentía su cuerpo entero bajo las llamas. Inclinó la cabeza y apoyó la mejilla contra la madera de la barra, buscando el frío del material barnizado que, a pesar de que no era mucho, era de agradecer. Los ojos se le cerraban poco a poco, sin apenas ser consciente de ello. Sin embargo, cada vez que oía cerca de él un ruido estridente, abría sus párpados repentinamente, para luego bajarlos con lentitud.

No sabía qué hora era. El barullo a su alrededor se transformaba paulatinamente en un pitido muy silencioso, casi inaudible. Las personas se volvieron sombras, y, unos segundos después, ni siquiera era capaz de distinguir qué era cada cosa. Tampoco percibía los movimientos.

El único hecho consciente que permanecía vigente en su mente, era que estaba dentro de un restaurante chino. Este mismo, como si fuese un hilo conductor, provocó que un recuerdo le asaltase súbitamente al tiempo que sus ojos rasgados se rendían finalmente al efecto del baijiu.

Febrero de 2017

La casa de Yoongi ya no era un sitio desconocido nunca más. Bueno, al menos su rellano. Jimin se había acostumbrado a llevar a un Yoongi borracho o drogado hasta las trancas la mayoría de viernes o sábados después de pasar gran parte de la noche en una buena fiesta. El resto de días de la semana, Jimin a duras penas le veía el pelo, y tampoco recibía muchas noticias de él. El pelinegro se encerraba en su pequeño apartamento, o bien esperando a que se le pasase la resaca, o bien trabajando en su música.

Jimin solo había pisado su apartamento en un par de ocasiones muy limitadas. Una de las veces tuvo que entrar porque Yoongi no podía ni ponerse en pie después de varias copas, por lo que no le quedó más remedio que buscar las llaves en los bolsillos del chico y llevarlo hasta el sofá a rastras. La segunda vez fue a la mañana siguiente, cuando quiso saber si el rapero se encontraba bien y este le recibió con un dolor de cabeza junto a un humor de perros. Tan solo le dejó quedarse durante un par de horas, lo justo para que le preparase algo de sopa con fideos y la aspirina hiciese efecto.

Pero, esta vez, Jimin no estaba frente a la puerta de Yoongi por ninguno de los motivos anteriores. No, esta vez, el pelirrojo llevaba una bolsa de comida del restaurante oriental que había de camino y, aprovechando que era domingo, creyó que sería buena idea pasar un rato en compañía. Eso sería lo que diría, pero la verdad era mucho más simple: Jimin echaba de menos a Yoongi.

Sabía que estaba en casa, porque los mensajes le llegaban, e incluso le aparecían como leídos, pero nunca recibía una respuesta. Jimin ni siquiera intentó llamarle, porque, conociéndole, tendría el móvil en silencio o no lo cogería.  Tampoco era algo que le molestase. Es más, así tenía excusa para hacerle una visita.

Reuniendo el valor suficiente para amortiguar los nervios, se mordió el labio inferior y extendió su mano para llamar al timbre. La yema de su dedo índice hundió el deteriorado botoncito. Tras dejar un eco por toda la planta, se hizo el silencio. El universitario esperó impaciente, cambiando el peso de la bolsa de mano, y, de la misma forma, daba puntapiés en el suelo.

Soltó un suspiro fuerte pasados los dos minutos y meditó si sería buena idea tocar una segunda vez. ¿Y si no estaba en casa? A esas horas, sería algo inusual, pero no imposible. Para no quedarse con la duda, infló el pecho y llamó una segunda vez.

Percibió movimiento al otro lado. Un par de cosas que se caían, una silla arrastrándose y, después, pasos. Pasos acompasados pero que se manifestaban con fuerza, como si quisieran perforar el suelo.

Jimin se echó un poco hacia atrás, creyendo que la puerta sería abierta con brusquedad, pero, cuando llegó el momento, no sucedió nada de lo que tenía en mente. Poco a poco apareció una franja oscura ante sus ojos, simulando que la puerta estaba cediendo mágicamente. Se emitió un chirrido suave. Jimin ladeó la cabeza, intentando ver a través de la pequeña abertura qué había más allá, pero, entonces, un pálido rostro bañado con la poca luz amarillenta que ofrecía el pasillo exterior, apareció.

Yoongi tenía unas ojeras que le llegaban al suelo. Sus ojos estaban rojos, indicando la falta de sueño, y sus cejas se fruncieron ante la inesperada visita. No dijo nada. Solo se quedó escudriñándole de arriba abajo, lo cual resultaba más espeluznante. No obstante, Jimin consiguió esbozar una sonrisa y levantar su brazo izquierdo para mostrarle la bolsa blanca con el logo rojo del restaurante.

  — Hola... He pensado que podríamos comer juntos.

El par de obsidianas rasgadas que Yoongi tenía por ojos se clavaron de lleno en la comida. A Jimin le pareció ver cómo sus pupilas se dilataban. 

 — Dame eso —ordenó.

El joven vaciló, mirando al moreno demacrado y, después, la bolsa. Supuso que querría ver qué había comprado.

  — Esto... S-Sí, claro.

 En cuanto le acercó el pedido, la mano de Yoongi se deslizó rauda como la lengua de un camaleón y enganchó las asas, estirando seguidamente para adentrar  la comida al interior de su "cueva".  A Jimin apenas le dio tiempo a reaccionar. Cuando quiso darse cuenta, su mano ya no aguantaba ningún peso.

  — ¿Qué...? ¡Eh, espera!

Antes de que Yoongi pudiese encajar la puerta en el marco, Jimin apoyó su cuerpo contra ella y ejerció fuerza para mantenerla abierta.

  — Largo, estoy trabajando —justificó el rapero secamente.

 — Pero, pensé qué...

  — Jimin. —Su nombre pronunciado una sola vez sobró para que parase de resistirse y le prestase total atención. Sin embargo, sus palmas continuaron contra la madera, alerta por si intentaba cerrarle de nuevo— Que nos liemos de vez en cuando no nos convierte en nada. No te pasees por aquí como si fuese tu puta casa; me desconcentras.

Directo al corazón, como un puñal frío intentando detener sus latidos. Jimin sintió que su aliento se esfumaba con una última espiración. Tal vez un "gracias, pero ahora no tengo tiempo para hablar" habría sido más amable y sutil, pero no era en absoluto el estilo de Yoongi. Sin embargo, Jimin no entendía por qué tenía que tratarlo así, y menos aún cuando había ido a verle con todas sus buenas intenciones. Empezaba a enfurecerle su comportamiento y, aunque al principio fuera capaz de soportarlo, en aquel momento no pudo. Incluso alguien tan tolerante y condescendiente tenía sus límites.

  — ¿Qué pasa contigo? —Yoongi se abstuvo de cerrarle una vez más la puerta en las narices tan solo para quedarse quieto como una estatua y subir lenta y estremecedoramente los ojos hasta el rostro de Jimin. Pudo comprobar que el pelirrojo asumió un tono circunspecto. De la misma forma, le devolvía la mirada— Solo quería hablar un rato contigo, nada más. ¿Por qué tienes que ser tan idiota? —El moreno guardó silencio, sin intenciones de contestar. Jimin bufó, arrepintiéndose al segundo. Se echó el flequillo hacia atrás y se mordió el labio mientras elaboraba una respuesta más afable en su cabeza— Lo siento, puede que tengas razón. No quería molestarte, pero es que... Supuse que no habrías comido nada. 

  — ¿Y en qué te basas para creer eso?

 — Pierdes la noción del tiempo cuando trabajas.

  — Sé cuidarme solo. Y no necesito una jodida niñera que esté al tanto de lo que hago o dejo de hacer.

Resultó gracioso que dijera eso porque, de no ser por Jimin, habría pasado la noche en la calle más de una vez, y este mismo también le había salvado el culo en numerosas ocasiones cuando se buscaba problemas durante sus capítulos de embriaguez. Era demasiado obvio que Yoongi tenía una extraña obsesión por aislarse de todo el mundo, pero, irónicamente, era un ser dependiente, por mucho que él se negase a admitirlo. No sabía estar solo, y tampoco se cuidaba. Se estaba destruyendo a sí mismo casi sin darse cuenta, y eso Jimin lo sabía, por eso, muchas veces, tenía que abrirse paso hasta el chico a la fuerza.

 — ¿No crees que deberías descansar?

  — ¿Y tú no deberías estar con tu novio? —le rebatió con retintín. Su sonrisa, una mueca sarcástica, se la podría haber ahorrado bajo el punto de vista del universitario.

 Jimin tomó aire y suspiró con paciencia. No merecía la pena irritarse, así que, en vez de imitarle, trató de comprenderle. Desde que le explicó que tenía una relación un tanto peculiar con un chico de dieciocho años, el rapero se había vuelto algo más escéptico y distante. No podía culparle. Respetaba totalmente su entereza moral, siempre y cuando Yoongi hiciese lo propio con la suya. 

  Sin embargo, marica y promiscuo fueron los adjetivos que rondaron la cabeza de Yoongi en cuanto descubrió la verdad sobre Jimin. Al menos tuvo la decencia de no soltárselo a la cara.

  — Ya te dije que a él no le importa que pase tiempo contigo... —le recordó el más joven, aunque de forma resumida.

 — Sí, sí, ya, por esa mierda del poli-no-sé-qué —cortó, agitando con indiferencia la mano.

  — Yoongi —A pesar de que la preocupación se reflejaba en el rostro del chico, no dejaba atrás la seriedad—, ¿te encuentras bien? ¿Necesitas hablar...? 

  — No empieces.

La cabeza del moreno bajó de golpe, ocultando una mirada que fue a parar directa al suelo radiante que le ahorraba catarros en las estaciones más frías. Jimin se mordió la lengua, dejando que sus cejas se fruncieran con turbación.

Estaba raro. Algo sucedía.

  — Solo me preocupo por ti.

 — Pues no lo hagas. No necesito que vayas detrás mía como si fueras mi madre.

  — Nadie me obliga; lo hago porque quiero —le recordó Jimin ante su ofensiva. Yoongi no se inmutó, como si la conversación no fuese con él. Se sintió compungido cuando no consiguió despertar en él ningún tipo de emoción ni establecer contacto alguno. Fue un momento triste— Yoongi... Yoongi, por favor, déjame entrar. No hablaremos si no quieres, pero no me digas que me vaya y te deje aquí... Solo quiero acompañarte por un rato, y luego me iré a casa. Te prometo que no molestaré. Por favor...

La incertidumbre se apoderó de su conversación, sobre todo por la parte de Yoongi, que se debatía entre dejarse engatusar por las dulces palabras de Jimin o mantener inflexible su terquedad. Su cuerpo se echó hacia atrás involuntariamente, obedeciendo sus impulsos. Se escondió tras la puerta, dejando un pequeño espacio para el pelirrojo. El corazón de Jimin seguía latiendo con fuerza en el interior de su caja torácica, pero, de alguna forma, sentía que había superado la parte más difícil.

El pequeño apartamento estaba a oscuras. Jimin tenía miedo de andar despreocupadamente y tropezar con algo. Sabía que Yoongi no era precisamente una persona ordenada. De la única habitación que había —que se encontraba nada más entrar y a mano derecha— aparte de la principal, provenía una luz amarillenta, posiblemente de un flexo. Podía imaginar las horas que había pasado el rapero metido ahí dentro, puede que días enteros, obsesionado con hacer pistas perfectas y letras que hiciesen justicia a sus exigencias. Era angustioso pensarlo siquiera, pero, en cierta parte, también admiraba su fuerza de voluntad.

Unos suaves relieves en las sombras demostraron que Jimin no estaba equivocado acerca del estado del apartamento. Sobre la mesa se habían acumulado botes de ramen instantáneo, palillos, servilletas y botellas vacías de cerveza, entre otras cosas. La luz alumbraba también la dejadez que había por el suelo. Varias prendas se encontraban por allí tiradas, pero Jimin intentó no pisarlas.

Los efluvios que desprendía el hogar del moreno no eran precisamente agradables. Los olores eran aún peores, ya que se trataba de una mezcla de alcohol, esencia de especias fuertes y tabaco.

De repente, la luz se hizo, revelando no solo el salón, sino la pila de platos pendientes de lavar en la cocina. Se trataba de una pequeña esquina con frigorífico, cajones, fuegos, fregadero y microondas. Lo esencial y práctico.

Jimin miró a su alrededor, tratando de no escandalizarse. Todo estaba hecho un desastre. No conseguía entender cómo Yoongi podía sentirse a gusto en un entorno tan sucio como aquel, pero no comentó nada al respecto con tal de que no le echase de allí a patadas.

  — ¿Me estás evitando?

Se quedó de pie, con la chaqueta envuelta entre sus brazos. Yoongi, por su parte, había hecho un hueco en la mesa y dejó la bolsa sobre ella mientras se sentaba en el sofá. No se molestó en quitar unos vaqueros que se encontraban justo debajo de él. Rebuscó y sacó la comida oriental para organizarla.

 — ¿Por qué lo dices? —contestó, sin prestarle mucha atención a Jimin.

  — Últimamente no te veo cuando voy al metro...

Yoongi se atrevió a mirarle de reojo por un par de segundos, pero luego se centró en separar los palillos de madera que venían con los fideos.

  — Me voy moviendo de área para no aburrirme.

 — Tampoco me has llamado para que vaya a recogerte de tus fiestas diarias.

 — No he salido apenas. Tengo mucho trabajo. ¿Vas a comer o no?

Sin insistir más, Jimin asintió, haciendo una pequeña mueca de insatisfacción, y se acomodó a su lado. Se repartieron el menú y se sumergieron en un silencio que tan solo rompían los sonidos comunes que surgían al comer. Jimin intentó cumplir con lo prometido, pero no aguantaba más tiempo. Era una tortura estar con Yoongi después de tantos días sin verlo y no poder dirigirle la palabra. O, tal vez, ahora que su estómago estaba servido, no se encontrase tan irascible.

Decidió arriesgarse.

  — ¿Estás componiendo?

Los ojos del universitario estaban enfocados en cómo daba vueltas a los fideos con sus palillos. Fingió que la pregunta era pura curiosidad y no interés.

 — Sí —le respondió Yoongi, con las mejillas a rebosar y tratando de engullir una cantidad mayor de sus bolitas de cerdo agridulce.

  — Y... ¿cómo va?

 — Bien.

Intentar mantener un mínimo contacto con el chico exigía estar constantemente en una montaña rusa. Cuando parecía que progresaban, de pronto, se encontraban retrocediendo tres pasos. Luego, el proceso se repetía. Jimin ni siquiera sabía qué hacia para que Yoongi le tuviese recelo a ratos.

  — ¿No vas a contarme cómo te va en el trabajo?

Yoongi paró de comer. Se dedicó a masticar mientras miraba el techo de su apartamento, pensativo. Cuando tragó, miró a Jimin con una frialdad única. Sin embargo, no fue a propósito. Era como si sus ojos se hubiesen acostumbrado a mantener siempre esa capa de hielo gélida que escondía la calidez que tenía cualquier ser humano en la mirada. Min Yoongi había asimilado que era un asocial, y no se molestaba en disimularlo.

  — ¿Acaso tengo la obligación de hacerlo?

 — No, claro que no, pero... Me gustaría saber cómo te ha ido estos últimos días. No has respondido a mis mensajes y...

El mayor bufó sonoramente y picoteó el fondo de su recipiente de plástico, cortando a Jimin.

  — Creí que habíamos dicho que nada de hablar.

 — Lo sé, pero... —El joven chasqueó la lengua, frustrado, y dejó con suavidad los fideos en la mesa. Giró la cabeza hacia el chico de evidente aspecto insalubre— Solo quiero asegurarme de que todo va bien. Has estado muy raro desde que te hablé de Jungkook.

  — ¿Quién?  

Arrugó la nariz en un gesto arisco y desinteresado.

Jimin suspiró, tratando de ser paciente.

  — No finjas que no sabes quién es, por favor... Sé... Sé que no te hace mucha gracia el tipo de relación que tengo con él, por eso, si prefieres que dejemos de vernos... Quiero decir, tú y yo, lo comprenderé...

Sobre su regazo, las manitas adorables de Jimin se enredaban con nerviosismo. Su mirada recayó en sus dedos, cortos y algo rellenos. Acostumbraba a llevar anillos, pero aquel día fue la excepción. Se sentía algo raro sin ellos, desnudo. Estaba tan obcecado con ver a Yoongi que se le olvidaron por completo en casa después de darse una ducha.

  — ¿Y si yo no quisiera dejar de verte?

Las palabras de Yoongi atravesaron los oídos de Jimin como un susurro atropellado. Sorprendido, y un poco confuso, le miró. Sus labios estaban abiertos, deseando formular algún tipo de pregunta, pero la voz no le salía del cuerpo. 

Tenía sus dudas acerca de si había escuchado correctamente.

 — Tú... ¿Quieres seguir con esto? —se vio en la obligación de preguntar, tragando saliva seguidamente para deshacerse del pequeño nudo en su garganta.

 — ¿Qué es "esto", Jimin? —profirió Yoongi, con sus ojos fijos en la mesa y entrecerrados con aire intimidante— Ya te he dicho miles de veces que lo que tenemos no es serio, y tampoco quiero que lo sea. Puedes hacer lo que te dé la gana con ese niñato, que a mí me va a importar una mierda. 

  Su desprecio no hicieron más que cavar un hoyo de aflicción en el pecho del pelirrojo. Otra vez estaba siendo cruel, desconsiderado y grosero. Puede que se lo mereciera, puede que le hubiese dado motivos para comportarse así. De todas formas, necesitaba averiguar un cosa por encima de todo.

  — Yoongi, sinceramente, ¿tú... sientes algo por mí o se trata solo de desahogarse? 

Se lo había preguntado a sí mismo múltiples veces, temiendo encontrar la respuesta, pero esta vez necesitaba tenerla por seguro. No podía vivir en una inseguridad constante, además de que, de no haber ningún tipo de sentimiento por parte de Yoongi, Jimin preferiría cortar por lo sano. Saber que no le quería como lo hacía él podría acabar perjudicándole, y no quería sufrir.

Se frotó las manos cuidadosamente, tratando de darse consuelo a sí mismo. El rapero estaba tardando demasiado en darle una respuesta y se temía lo peor.

  — Es imposible que tú y yo lleguemos a ser algo más.

Y con eso dicho, Yoongi trató de levantarse para huir de la conversación, pero Jimin no se lo permitió al retenerle por la muñeca con avidez. 

  — Yoongi, por favor, no te he preguntado eso.

 — ¡Déjame! —De un tirón brusco, se liberó, mas no se alejó del menor, que le miraba con aquellos ojos bañados en temor y tristeza— No me mires así, Jimin. —le recriminó, apuntándole con su índice—.  No me vas a convencer, joder. Nosotros jamás podremos ser algo. Es una locura, una puta locura, es... Yo... —Se relamió los labios y se llevó las manos a la cabeza, sacando a relucir su pequeño ataque de nervios— Yo no soy tu puta, no soy como ese tal Jungkook.

Jimin se puso en pie de una, totalmente rebotado por sus duras palabras. Con un ceño fruncido y los puños encerrando un sentimiento hirviendo en rabia, se enfrentó a Yoongi.

  — ¿Eso crees, que busco que seas mi puta? ¿Que busco refugio en ti para huir de mis problemas como haces tú? Pues estás equivocado, muy equivocado, Yoongi. Más de una vez te he explicado cómo me siento, te he dicho lo mucho que me gustas, lo que me preocupas. Haría cualquier cosa por ti, lo sabes bien, porque te lo he demostrado más de una vez, pero tú siempre intentas apartarme. ¿Es que no es suficiente lo que hago para hacerte entender que de verdad me importas? Y Jungkook es un chico con el que mantengo una relación muy seria, así que no vuelvas a insinuar algo tan horrible.  

  — ¡Baja de las putas nubes, imbécil!  —En un arranque de ira, Yoongi agarró a Jimin por los brazos y lo zarandeó con fuerza, como si tratase de hacerle entrar en razón. El muchacho se removió, adolorido— ¡Lo que dices no tiene sentido! Yo no debería gustarte y tú no puedes gustarme a mí. —Antes de darle oportunidad para que le contestase, lo empujó, haciéndole caer en el sofá. Jimin gimió, pero no se quejó. Tan solo se quedó mirándole con los ojos muy abiertos mientras Yoongi se paseaba por el salón con inquietud, refunfuñando y soltando suspiros pesados— No tenía que haber dejado que esto llegase tan lejos... Ni siquiera debí seguirte el juego cuando... Mierda, maldita la hora en la que te conocí.

Descargó su soberbia dando un puñetazo contra la mesa de madera, haciendo que unos cuantos palillos rodasen hasta caer al suelo. Jimin dio un sobresalto en su sitio, todavía sin ser capaz de recomponerse del gran choque que se había llevado con la realidad. Yoongi seguía sin aceptar quién era, y Jimin pagaba por ello.

  — P-Pero... Tú me quieres. Sé que es así...

  — ¡Cállate! —ladró el moreno, masajeándose las sienes. Sentía que iban a explotarle de un momento a otro.

  — ¡Es la verdad! —gritó Jimin en esta ocasión, no dejándose achicar, a pesar de tener el corazón comprimido en un puño— ¡Pero no quieres admitirlo porque tienes miedo de aceptar lo que eres! Yo puedo irme, pero aparecerá otro en tu vida y te recordará quién eres realmente. No puedes huir de ti mismo, no puedes...

De repente, el joven rapero giró sobre sus talones y avanzó hacia Jimin amenazadoramente. Sin medir sus actos, le cogió de la camiseta y le acercó a su rostro para intimidarle.

  — Como no te calles, juro que voy a partirte la puta cara —advirtió, sonando tan agresivo como severo.

Jimin dubitó por un momento, siendo invadido por el pánico, pero tuvo un chute muy inesperado de temeridad y valentía, la suficiente para dejarle las cosas claras al menos.

  — ¡Hazlo, pero eso no cambiará nada! Aunque nunca lo admitas, yo sé que en el fondo sientes lo mismo que yo, de lo contrario, ya te habrías ido hace mucho...

Yoongi arremetió contra la mesa una segunda vez, tirando al suelo todo lo que poblaba la superficie. Continuó pateando cualquier cosa que se encontraba en su camino, sin miramientos y sin importarle si ponía patas arriba toda la casa. Lo único que buscaba era calmar su arrebato de alguna manera, porque las verdades que Jimin había soltado por la boca ardían como mil demonios con lenguas de fuego.

Hacía tiempo que se sentía perdido, solo y miserable. Había pasado una eternidad desde la última vez que saboreó la felicidad, el amor propio, la alegría, la esperanza... Ya no disfrutaba nada, y, en parte, a ello se debían sus bloqueos a la hora de escribir. No había cosa que soportase menos que la falta de inspiración, y desde que conoció a Jimin le ocurría con frecuencia, porque no podía parar de pensar en él. Ocupaba todos y cada uno de los recovecos en su cabeza. Y sentía envidia cuando lo imaginaba con otro. Y los celos conseguían mantenerlo en vela, sacándolo de sus casillas, creando todavía más resentimiento y rencor a la persona que los causaban.

Quería odiar a Park Jimin con toda su alma, hacerle pedazos con sus propias manos... Pero, al mismo tiempo, quería tocarle y besarle como aquel día en Hongdae. Sostener su mano, llevarle a sus sitios preferidos de la ciudad o que él le revelase los suyos. Quería contarle su día a día, sus problemas, sus preocupaciones, sus aficiones, su vida entera. Pasear con él por la calle, tomar café juntos en una cafetería y llevarlo a todos sus conciertos. Follar sin remordimientos, hacer el amor sin la necesidad de emborracharse o ser capaz de prescindir de la ayuda de un canuto improvisado.

Tal vez, y solo tal vez, todo aquello se podría haber hecho realidad si Park Jimin, en lugar de ser un hombre, hubiese sido una mujer.

  — ¿... estás bien?

Yoongi, con los ojos desorbitados, miró a Jimin. El muchacho le observaba con el ceño ligeramente pronunciado, inquieto. Parecía haber estado hablando un buen rato, pero tan solo alcanzó a escuchar las dos últimas palabras. ¿En qué momento se había sumergido tanto en sus pensamientos?

No, no estaba bien. Nada iba bien desde el día que le conoció. Daba igual cuánto intentase evitarle, cuántas veces se negase a sí mismo lo mucho que lo deseaba, y la insistencia del muchacho por acercarse a él no ayudaba en absoluto. Quería protegerle, alejar a ese idiota de su persona, porque se conocía demasiado y sabía que acabaría haciéndole muchísimo daño, más del que ya le había infundido. ¿Por qué siempre volvía? ¿Acaso era un maldito masoquista? Por mucho que lo mirase con sus ojos gatunos cubiertos por una fina capa vidriosa de lágrimas, no hallaba la respuesta. Lo único que conseguía era caer todavía más en los brazos de la tentación, dejarse arrastrar por la negligencia.

¿A quién pretendo engañar?

Su corazón se debilitó y empezó a exigir atención. Anhelaba los besos y las caricias. No quería renunciar a Jimin, no quería que se fuera esa noche. Le necesitaba más que nunca a su lado para recrearse en su compañía. Su cercanía actuaba como un estupefaciente; no era eterna, pero, por unos minutos, te hacía sentir bien.

  — A la mierda —masculló Yoongi, cayendo en la desesperación.

 — ¿Qué quieres d...?

El mayor se tumbó sobre Jimin, yendo directo a sus labios para devorarlos. Con una sola mano le sujetó la cabeza, mientras que con la otra se aferró al respaldo del sofá para no dejar todo el peso de su cuerpo sobre el del joven, aunque tampoco es que fuese demasiado. Más bien era liviano como un saco de huesos.

Jimin se vio sorprendido por su súbito cambio de actitud. Extrañado, intentó apartarlo con gentileza para que Yoongi no se molestase. Sin embargo, sí que se llevó un gruñido por parte del pelinegro, que no comprendió qué hacía. Sus labios habían recobrado algo de color por haberlos frotado con los suyos, y la saliva brevemente compartida les dio un toque húmedo. Su respiración estaba agitada, al igual que los mechones que cubrían parte de su frente, pero lo más llamativo fueron sus ojos. En ellos, entre su azabache impenetrable, se distinguió una llama de lujuria y deseo.

Yoongi realmente quería hacer aquello, pero siempre le costaba una lucha con sus demonios.

  — Yoongi —pronunció Jimin, comedido, y con una mano todavía puesta en su pecho—. Sé consecuente con lo que haces. ¿De verdad quieres continuar con esto?  

  — Necesito más tiempo para pensar.  —Su mirada resplandecía como un par de zapatos nuevos, observándole como si fuese la criatura más bella que jamás hubiese visto. En esos momentos, hacía sentir a Jimin único entre millones de personas. El toque del rapero sobre su mejilla se acentuó, acariciando su pómulo con el pulgar— Demuéstrame que vale la pena arriesgarlo todo, que de verdad tú eres para mí y que yo soy para ti y que eso está bien... Sé también consecuente con tus palabras, Jimin.

Jimin bajó sus defensas inevitablemente. Al fin se mostraba el Yoongi del que se estaba enamorando, ese chico dulce y asustado que iba con su escudo a todas partes. En aquel momento, en ese sofá, el pelirrojo se vio autosuficiente para desarmarlo. Era la oportunidad que estaba esperando para demostrarle que no había necesidad de fingir entre ellos, porque Jimin le querría con sus defectos y sus virtudes, sin excepciones.

  — No hay nada que quiera hacer más en este momento que lo que me pides, te lo juro, Yoongi, pero... ¿Esto no supondrá un problema para ti más adelante?

Tenía miedo de que se arrepintiese como hacía la mayoría de la veces. No quería verse envuelto en falsas promesas. Jimin no podía vivir de ilusiones, necesitaba su palabra y hechos. El moreno guardó silencio, gastando el pasar de los segundos acariciando la nuca de Jimin. Una suave y condescendiente mueca se abrió paso en sus labios. 

  — ¿Y qué más da? Ya estoy metido en un problema, uno muy grande, y se llama Park Jimin.

La pequeña broma hizo sonreír a ambos con languidez. Jimin elevó su mano lentamente y tocó el cabello oscuro de Yoongi, logrando apartar los mechones que tapaban su bonita mirada de niño grande.

  — Tendrás que confiar en mí.

El muchacho de tez pálida apretó los labios, pensativo, pero acabó cediendo con un asentimiento de cabeza forzado.

 — Lo intentaré... Pero no aseguro nada.

  — Amar no es ningún crimen —comenzó a relatarle el pelirrojo, acercando sus labios a su mejilla para besarla con cariño—. Tampoco lo es querer sentirse amado... Todos tenemos derecho a sentir algo, por mínimo que sea. —Dejó otro beso en la mejilla contraria, y continuó por su frente, nariz y, finalmente, labios—. Eres mucho más de lo que ves todos los días en el espejo, Yoongi. No dejes que nadie te diga quién debes ser o te condicione. Solo tú puedes saberlo...

  — Parece que es muy fácil para ti —comentó Yoongi, bufando con una diversión agria.

  — No, no lo es. De hecho, creo que nunca lo será, pero al menos lo intento.

 — ¿Por qué?

El muchacho no lograba comprenderlo. ¿Cómo lo hacía aquel ángel para afrontar el mundo tan rastrero que le esperaba ahí fuera?

  — Porque quiero vivir siendo yo... Porque quiero ser feliz. ¿Ese no es motivo suficiente para ti?

 — No lo sé —admitió, abrumado—. Si te soy sincero, no sé lo que quiero ahora mismo.

  — No tienes por qué saberlo ahora. —Jimin ahuecó sus manos para tomar el rostro de Yoongi, quien había desviado la mirada por temor a lo que pudieran revelar sus pupilas acerca de su temple. Sin embargo, cuando le pidió al rapero que le mirase a los ojos, este no pudo negarse— Te daré tiempo si es lo que necesitas. Pero prométeme una cosa.

  — ¿El qué? —preguntó en voz bajita, cautivado por la delicadeza de sus gestos y su voz.

  — Que esta noche no vas a usarme como vía de escape, y que no habrá arrepentimientos de por medio. Lo que hagamos se llevará a cabo porque ambos lo queremos así. Esta noche, nadie será la puta de nadie. Solo seremos dos personas entregándose mutuamente.

 — ¿Y se quedará entre nosotros?

  — Si es lo que quieres, sí. 

Yoongi accedió y, sellando la promesa con un beso, se desató la pasión.





   







Sip, aquí es cuando hacen oficialmente el ñiqui ñiqui, por si no ha quedado claro, pero no se van a dar más detalles sorry. Más adelante habrá una escena más explícita de estos dos. Adivinad quién será el activo lol hagan sus apuestas.

Y, wow, vamos ya por más de la mitad de la historia. EN QUÉ MOMENTO PASÓ ÑALSJDLFSJLDF. Si no calculo mal, quedan tres capítulos más el epílogo, pero no preocuparse, que todavía quedan muchas cositas por pasar ;)

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