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E p í l o g o

N/A: Para este capítulo recomiendo Consequences de Camila Cabello y If you de BigBang.

5 años más tarde...

— Oye, tío, gracias por cubrirme el turno.

Jimin estaba acomodando la camisa blanca de su uniforme reglamentario por dentro de la cintura de sus pantalones oscuros. Al escuchar las palabras del que era tanto su compañero de piso como de trabajo, sonrió amablemente.

— No te preocupes, Nam; no es molestia. Tú procura descansar, ¿de acuerdo?

El pobre Namjoon asintió a duras penas desde el sofá, con la manta morada cubriéndole hasta el cuello, y con un pañuelo en la mano que consiguió acercar a su nariz cuando estornudó repentinamente. Se había constipado hacía tres días e iba de mal en peor. Sin embargo, podía decir que se sentía un poco mejor gracias a los cuidados y atenciones de Jimin.

— Eres demasiado bueno —le dijo, con su pequeña nariz congestionada. Se acercó el pañuelo arrugado una vez más y se sonó fuerte. Después, lo envolvió cuidadosamente y escondió sus manos bajo la manta— Hoy intentaré hacer yo la comida para que así no tengas que molestarte tú cuando llegues de trabajar.

El menor, quien ahora había cambiado su distintivo pelirrojo por su color natural de pelo, miró la mesa frente a su compañero, llena de kleenex hechos una bola de mocos pegajosos, y cuencos vacíos, donde Jimin había preparado sopas calentitas. Después, dirigió su mirada al castaño y le dedicó un suave y benevolente ademán.

— No hace falta. Puedo comprar comida tailandesa cuando vuelva a casa.

— ¿De verdad que no quieres que me encargue yo?

El recuerdo de Namjoon preparando unos espaguetis y obteniendo como resultado una sartén quemada pero un menú crudo acudió a su mente. Aquel muchacho era una persona espléndida, de corazón cálido y gentil, pero eso no quitaba que fuese un cocinero pésimo.

Para Jimin no era ningún problema, porque a él le gustaba hacer la comida para ambos. Además, nadie era perfecto, y tampoco había necesidad de serlo. Ser humano consistía, precisamente, en tener defectos y virtudes, y eso era precioso a los ojos del moreno.

— No, de verdad. Tú quédate ahí y duerme un poco, ¡pero no te olvides de tomarte el jarabe! —le advirtió, señalándole con el índice, dado que no era la primera vez que se le pasaba por alto.

Namjoon apretó los labios, avergonzado, y acabó asintiendo con la cabeza obedientemente.

— Me pondré la alarma en el móvil para acordarme.

Un tiempo despejado esperaba a Jimin en el exterior, y los primerizos rayos de sol ya se habían situado en lo alto para saludarle. Su piel agradeció la luminosidad y el afecto de la caricia brindada, absorbiendo de buena gana la voluptuosidad que descargaba el ambiente sobre ella. El chico se vio obligado a cerrar los ojos al notar que la luz se filtraba por su retina, pero lo solucionó fácilmente alzando una mano para proteger su rostro.

Tomó, como casi todas las mañanas, el metro para ir hasta la comisaría. Por lo que había entendido, Namjoon tenía patrulla aquel día, así que debía ir al punto de encuentro con el compañero de este para empezar la ronda. Sin embargo, llegó muy temprano y, dado que tenía cerca una cafetería, no le pareció mala idea ir a tomarse algo para matar el tiempo.

Sus gustos se habían moldeado con el paso de los años. Había cambiado; era más maduro, menos indeciso y, ante todo, mucho más sincero consigo mismo. Aprendió que, en esta vida, no se podía perder el tiempo entre lágrimas y lamentos. Había que levantarse y actuar antes de que fuera demasiado tarde. Y, ¿por qué no? También ser un poco egoísta.

Aunque le seguía gustando el batido de chocolate, le acabó cogiendo el gusto al café americano, sin azúcares o cualquier otro añadido. El dulce era agradable, pero lo amargo también tenía un sabor propio y perfectamente valorable. Así pues, no tuvo problema al tomar su taza de café recién servida, la cual disfrutó mientras revisaba las notificaciones que aparecían en la parte superior de la pantalla de su móvil.

«...ha vuelto después de forjar una exitosa carrera en América. El rapero, natal de Daegu, consiguió hacerse con un público en 2021, cuando lanzó su primer mixtape, y más tarde consiguió posicionarse en la lista de la Billboard con su álbum, The Last, donde nos abre la puerta a una parte más íntima de su vida. Agust D contó sus experiencias lidiando con la depresión y el consumo de sustancias tóxicas, así como las luchas internas que tuvo hasta aceptar su homosexualidad y conseguir un nombre más allá del underground...»

A esas alturas, los ojos de Jimin no eran capaces de apartarse de la televisión que tenía a unos metros, justo a su izquierda. Mientras que la presentadora informaba desde su amplia mesa, un titular rezaba "Agust D cierra su gira en Seúl" bajo una serie de fotografías y MV's reconocidos del muchacho. Jimin había escuchado un par de canciones, y todavía recordaba lo sorprendido que se quedó cuando reconoció la voz de Yoongi. Su música había mejorado muchísimo, sobre todo porque ahora las letras tenían un enfoque distinto.

Algo más auténtico y menos doloroso.

Uno de los vídeos más emblemáticos, llamado Give it to me, apareció a pantalla completa. Al moreno se le escapó una pequeña sonrisa, pero de inmediato miró al frente mientras le daba un sorbito a la taza.

El rubio le queda bien, pensó.

«... Ahora, tras un gran éxito de ventas, vuelve para presentar su último trabajo, So Far Away, en la gira mundial que finalizará en Seúl los días 23 y 24 de noviembre. Este proyecto, tan personal como el anterior que lo lanzó a la fama, viene con un mensaje muy especial, ha dicho el rapero, ya que trata de transmitir el amor por uno mismo y velar por la salud mental de los artistas en la industria del entretenimiento, denunciando con sus letras el abuso que sufren durante su período pre-debut...»

Jimin dejó su taza vacía sobre la mesa y se preparó para salir de la cafetería. Ya había recargado las pilas y estaba listo para tener una larga mañana vigilando las calles de Yongsan.

Cruzó un paso de cebra y llegó hasta una calle que le trajo muchos recuerdos. Justo allí delante estaba la entrada al metro, la misma que solía coger cuando iba a la universidad. Hizo memoria con un aire nostálgico, y su corazón fue detrás, latiendo con la vehemencia de la añoranza hacia aquellos tiempos. No es que ahora fuese infeliz. De hecho, estaba bastante contento con sus logros y con su vida en general. Pero se había dado cuenta de que ya no era un niño, y tampoco un adolescente. Estaba en la etapa de joven adulto, de camino a los treinta, y eso implicaba dejar atrás ciertas comodidades para sustituirlas por responsabilidades.

Miró al otro lado de la calle, a ese punto en concreto donde un chico de mirada triste solía montar su equipo para rapear en público. De pronto, no se encontraba en el presente, sino siete años atrás, cuando conoció a Yoongi en un lluvioso día de octubre. Aquel chico de pobre ambición era invisible para el mundo, pero nunca lo fue para él. Tuvo fe desde el principio en que lo lograría, fue el primero que creyó ciegamente en él, incluso antes que el propio Yoongi. Y, orgullosamente, descubrió que no se había equivocado en absoluto.

Una figura parándose precisamente en aquel lugar le hizo fruncir el ceño. Era alguien vestido de negro, con un abrigo largo y unas deportivas. Jimin apenas podía verle la cara debido a lo que llevaba puesto: una gorra con un par de anillas en la visera, un cubrebocas y una bufanda.

Tuvo un fuerte presentimiento que le oprimió el pecho sin misericordia, como si quisiera advertirle de un peligro demasiado atractivo para su persona, pero no fue capaz de contener su instinto y echó a andar en dirección al chico.

Tal vez eran imaginaciones suyas, tal vez estaba delirando, o tal vez se tratase de otra persona. Pero todo apuntaba a que era él. Tenía que serlo.

Sus pies se detuvieron a un par de metros al sentirse súbitamente atacado por un cosquilleo que nació en la boca de su estómago. Puede que no fuese tan buena idea como había pensado unos segundos atrás. Yoongi ya no sería el de antes, y, seguramente, no querría que nadie le molestase. Además, parecía muy sumido en sus pensamientos.

¿Estará recordando lo que vivimos aquí? ¿Es posible que esté pensando en mí?

Jimin se sintió estúpidamente presuntuoso. Aquella calle no tenía por qué recordarle únicamente al día en que se conocieron, ya que allí fue donde Yoongi consiguió la mayor parte de su público. Los edificios y la acera que estaban pisando en ese instante habían sido testigos de sus inicios, de lo que tuvo que vivir durante meses antes de ser mundialmente conocido. Vieron nacer y crecer a Agust D, a su proyecto, y ahora, aquel pequeño espacio había sido sustituido por estadios.

¿Cómo no iba a sentir Yoongi nostalgia por aquel rinconcito después de cinco años en el extranjero?

Jimin se dio media vuelta, decidido a irse. Y lo habría hecho si no fuera porque una voz ronca que no había escuchado en mucho tiempo le detuvo.

— ¿Jimin?

El susodicho no alcanzó a girar sus talones del todo, por lo que permaneció inmóvil, con su perfil expuesto. Tenía miedo de mirarle a la cara. No se sentía con el valor suficiente como para volver a conectar sus ojos con los de él y descubrir que nada había cambiado, que sentimientos que daba por muertos seguían ahí, coexistiendo en alguna parte junto al Jimin vulnerable de su pasado. No estaba preparado para un encuentro como ese y, aun así, reunió el coraje que necesitaba para enfrentarle.

Yoongi aguardaba con una expresión de calma genuina. El moreno, por el contrario, no se sentía tan tranquilo como para bajar la guardia. El rapero pellizcó el cubrebocas negro que estaba utilizando y estiró hacia abajo, liberando su nariz y labios.

— ... Te queda bien ese color de pelo —fueron las primeras palabras que le dirigió; desconcertantes e inesperadas.

— Ah... Gracias, supongo —contestó Jimin. Su ceño se frunció inevitablemente, dejando ver que le resultó peculiar el inicio de la conversación. Luego, pensó en añadir algo más—. A ti te queda bien el rubio.

— Sí, bueno, pero jode las raíces que no veas.

El más joven rió entre dientes, cubriéndose de inmediato la boca por lo surrealista que era la situación.

— ¿En serio vamos a tener una charla sobre tintes?

— Lo siento, solo intentaba romper el hielo —dijo Yoongi, sin variar de semblante—. Prefiero saltarme la típica parte de "Oh, cuánto tiempo sin verte".

— Entiendo. Ser clásico nunca ha sido tu estilo, la verdad.

— Sí.

Era extraño. Lo era pensar que hubo un momento en sus vidas en el que compartieron besos, miedos y minutos, y ahora apenas se reconocían. No era referente a una cuestión de físico, sino de crecimiento personal. Era evidente que cada uno había cambiado su forma de ser, y no precisamente para mal. Ellos lo sabían, eran conscientes de que todo era distinto, y que lo único que compartían y tenían en común en aquel momento era el recuerdo de lo que fueron.

Jimin se miró los zapatos en un intento de escabullirse del silencio incómodo. Ojalá hubiese sido tan fácil como pestañear y desaparecer, pero la vida, que tenía fama de enrevesada, decidió ponerle un obstáculo después de siete años de éxito relativamente fácil.

— Entonces... ¿Todo bien?

El moreno alzó la cabeza, con una inocente expresión de desconcierto, pero no se demoró en asentir.

— Sí, sí... Iba a... Bueno, conseguí graduarme y pasé las oposiciones, así que ahora ejerzo como agente de policía local.

Por primera vez, los ojos de Yoongi se ensancharon, mostrando asombro. Jimin creyó que diría algo al respecto, pero los labios del chico pálido no se entreabrieron, más bien justo lo contrario; los apretó mientras su cabeza se movía vagamente de arriba abajo.

— Así que lo has conseguido... Me alegro por ti.

— Gracias —le respondió, con sinceridad. Antes de que pudiese surgir otro silencio incómodo, continúo hablando, sabiendo que el rapero no añadiría nada más—. Y, por lo que he visto, a ti también te ha ido muy bien.

Yoongi volvió a asentir, pero esta vez con una vergonzosa mueca en las comisuras de sus labios, como si estuviese dispuesto a presumir de una sonrisa pero no se atreviese a sacarla a la luz. El gesto fue imitado por Jimin.

— Sí... Han pasado muchas cosas desde que decidí irme de Corea.

— Estaba claro que necesitabas un cambio de aires —aportó el joven—. Me alegra ver que ahora te encuentras mejor.

Una expresión curiosa surcó las cejas de Yoongi, apenas visibles por la visera de su gorra. Tanteó sus labios con la lengua, humedeciéndolos con tanta elegancia y letalidad como haría una serpiente.

— ¿Has escuchado algunas de mis canciones?

Por supuesto que lo había hecho, pero no lo admitiría en voz alta, al menos no lo confesaría delante de Yoongi. Sin embargo, Jimin debía admitir que se sintió tentado de decir la verdad. Parecía que su ex lo estaba esperando, con un resguardo de esperanza reflejado en su mirada, y, por un segundo, se sintió débil ante él. Pero no recayó. El dulce e inocente muchacho que una vez sintió pena por el chico maltratado por la vida ya no era el mismo, y aquel era el momento idóneo para demostrarlo.

— No —mintió. Percibió los labios de Yoongi tensarse, dolido. Para no verse afectado por tal imagen, encontró cauto desviar la mirada a su izquierda—, pero he escuchado las noticias. Has entrado en la Billboard, ¿cierto?

— Sí. Sí, así es. Y es, de hecho, una de las cosas de las que más me enorgullezco, porque... Porque es raro, ¿sabes? —El rubio soltó una risita áspera, muy típica de él cuando quería reír pero no lo veía apropiado— Me sigue pareciendo que estoy atrapado en un sueño.

— Yo sabía que podías llegar lejos —Las palabras se escaparon de la boca de Jimin, siendo demasiado tarde cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir y, sobre todo, cómo lo hizo. Sonó nostálgico, pero se notaba que, en cierta forma, estaba orgulloso de Yoongi. Era consciente de que ya era demasiado tarde para retractarse, así que terminó por confesar lo que pensaba—. Siempre he dicho que tenías talento y carácter para salir adelante.

— Lo sé —contestó el rapero, relajado y sin quitarle el ojo de encima—. Siempre estuviste ahí.

Seguía haciendo sol, y aun así, Jimin sintió un escalofrío desde la nuca hasta la espalda baja como si hubiesen colado un cubito de hielo por dentro de su camisa. Todo lo atribuía a Yoongi, a su mirada pigmentada con apetito y avidez, a sus indirectas que se clavaban, una tras otra, en la conciencia del joven agente hasta agujerear la coraza que tanto le había costado forjar a base de sangre, sudor y lágrimas.

— Creo que debería...

— ¿Leíste mi carta? —le interrumpió, dando un paso al frente, pero frenándose justo después a sí mismo por si le resultaba un acercamiento violento.

— ¿Qué?

La pregunta pilló al otro chico tan desprevenido que la duda brotó espontáneamente de sus labios, mientras que sus cortas pestañas aleteaban con premura, fruto de la confusión.

— Que si leíste mi carta —repitió Yoongi, sin pereza alguna. Luego se tanteó la nuca con aire tímido y agachó el rostro—. Tal vez me equivocara, pero juraría que la envié a la dirección correcta... —Hablaba prácticamente para sí mismo, reflexionando entre susurros acerca del tema.

Sabía de sobra cuál era la carta de la que le hablaba, y la respuesta era sí; la leyó. Lo hizo una y otra vez hasta que estalló en lágrimas. Recordó lo fuerte que latió su corazón con cada palabra que leía escrita con tinta, lo mucho que le costó asimilar que, definitivamente, se estaban diciendo adiós, que Yoongi se iría y que, probablemente, no volvería a saber nada de él. Sufrió y, al mismo tiempo, se alegró al ver que estaba dispuesto a seguir su propio camino. Lloró porque la pesadilla había terminado, porque sus demonios se silenciaron de golpe y porque, ante todo, empezaba a ser feliz dedicándose tiempo a sí mismo.

Echó de menos a Yoongi, pero le alivió saber que le iba bien y que había conseguido convertirse en una persona mejor, tal y como prometió.

Su cabeza insistía en que le mintiese una vez más. Sin embargo, Jimin, inclinándose ligeramente por lo que le pedía el corazón, eligió terminar con todo, pero con la verdad por delante.

— La leí, Yoongi. —El nombrado dejó caer sus orbes sobre el chico como si acabase de confesarle un secreto de Estado, y aguardó a que dijera algo más; una opinión, un leve comentario, algún tipo de queja, o, aunque fuera, un monosílabo. Desgraciadamente, Jimin no añadió absolutamente nada.

El muchacho de cabello teñido sonrió desazonado.

— No me has perdonado, ¿verdad?

— Yo no tengo nada que perdonar. Tú eras el que tenía que perdonarse a sí mismo. —Jimin removió sus manos dentro de los bolsillos de la chaqueta, encontrándolos reconfortantes. Sorprendentemente, ya no estaba nervioso. En algún punto de la conversación había conseguido formar una estabilidad que le profesaba el sosiego necesario para hablar con moderación— Querías aparentar que todo te importaba una mierda, pero yo sabía que, en el fondo, buscabas la aprobación de otros, cuando solo necesitabas la tuya propia —Se encogió de hombros y le dedicó al chico una pequeña pero genuina sonrisa—. Lo bueno es que lograste darte cuenta a tiempo.

Las mejillas de Min se enrojecieron y sus ojos gatunos vagaron por toda la calle intentando huir de un hecho innegable, y era que le había gustado ver a Jimin sonreír de tal manera. Le agradó todavía más que fuese tan honesto y directo con él.

— Ya, a propósito... Siento mucho lo que pasó —dijo tras llevarse un puño a los labios y toser—. Sé que ya te dije todo lo necesario en aquella carta, pero quiero disculparme en persona ahora que tengo la oportunidad, por lo tanto... Eso, siento mucho que tuvieras que pagar por algo que era problema mío.

— Yo decidí meterme en el fango aun sabiendo que podía ahogarme —contrarrestó el joven con una voz dulce, algo que no fue explícitamente intencionado, pero que le surgía de modo innato cada vez que trataba de ser pausado en su discurso—. Sabía que quererte tendría consecuencias y tomé el riesgo. Deja de cargar con toda la culpa, Yoongi, porque, al fin y al cabo, fue de los dos.

— Supongo que no estábamos listos para mantener una relación...—opinó el mayor, después de pensarlo concienzudamente por unos segundos. Tomó una respiración honda y torció el gesto— No era el momento.

— Tal vez, pero aprendimos mucho de ella.

No hizo falta añadir nada más cuando se dio lugar a un acuerdo tácito entre ambos jóvenes mediante un cruce de miradas. Yoongi se mordisqueó los labios y balanceó perezosamente su cuerpo, comenzando a sentirse incómodo por el silencio establecido de manera tan súbita y, a continuación, decidió arriesgarse preguntando algo que había deseado soltar desde que Jimin apareció delante de sus narices como caído del cielo.

— Oye, a ti te... ¿Te gustaría ir a tomar algo? —se aclaró la garganta, cambiando el peso de pierna, y arrugó la nariz —la cual estaba enrojecida a causa del frío—, dando a entender que le había supuesto un esfuerzo sobrehumano dar el paso de formular tal pregunta, pero que realmente tenía interés en conocer la respuesta del moreno.

Jimin no pudo hacer otra cosa que no fuera esbozar una sonrisa compungida. Esperaba que aquel momento llegase desde que iniciaron la conversación, y tenía muy clara cuál sería su respuesta, de la misma manera en la que no vaciló ni un segundo, ni siquiera por pena.

— No creo que sea buena idea, Yoongi. Además, tengo que trabajar.

Yoongi no insistió. Abrió la boca tenuamente, con los ojos sujetos a los de Jimin, pero con un aire totalmente relajado, puede que solo un poco dolido.

Tal y como había especulado el rapero en su carta un tiempo atrás, sus caminos se habían encontrado de nuevo, pero solo para darles la oportunidad de pronunciar un último adiós antes de seguir senderos con direcciones opuestas.

— Entiendo. Entonces... Que te vaya bien, Jimin.

— Igualmente, Yoongi. Suerte en tu gira.

Esta vez fue Jimin el que dejó atrás a Yoongi sin dar las gracias, y el mayor se conformó con observar su espalda hasta perderlo de vista entre la multitud.

El viento soplaba con suavidad aquella mañana en Seúl, y la llama que mantenía con vida los demonios de ambos jóvenes finalmente se apagó.

FIN

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