E (III)
26 de noviembre de 2016
Jimin jamás se sintió abrumado ante el gentío. A decir verdad, se consideraba una persona con una alta capacidad para socializar e integrarse en cualquier tipo de ambientes. Por esto mismo, supo disfrutar del concierto aquel sábado en un pequeño local de Hongdae, donde se celebraba el evento underground al que le había invitado Yoongi hacía una semana.
Cierto pelinegro había captado su atención durante las dos horas de espectáculo. Verlo en las calles era genial, pero, hasta ese momento, Jimin desconocía lo asombroso que podía llegar a ser Yoongi sobre un escenario. Cuando subía, parecía que no había nadie más, porque él solo llenaba la sala entera con su carisma y entusiasmo. Sabía interactuar con el público, hacerles gritar tan fuerte que Jimin estaba seguro que les oían hasta en Corea del Norte, y eso con solo alzar una mano y decir un par de palabras roncas difundidas con ayuda del micrófono.
Jimin se tomó un par de cervezas mientras se deleitaba tanto visual como musicalmente. Juraba que Yoongi había cruzado miradas con él en más de un par de ocasiones, momentos en los que el pelirrojo aprovechaba para dedicarle una sonrisa de ánimo o levantar una mano cargada con el vaso de alcohol, fundiéndose con los de la multitud. Y, aun así, el rapero lograba identificarlo.
Yoongi era muy bueno disimulando. Sabía controlar perfectamente su lenguaje corporal, siendo neutro la mayoría de las veces para que la gente no pudiese hacerse una mínima idea de lo que pensaba de ellos. Era complejo, se regía por un mecanismo que no cualquiera podía comprender. Algunos de sus amigos asimilaban que era su forma de ser y, simplemente, lo toleraban; otros tiraban la toalla y lo tachaban de borde y engreído. El caso era que nadie conocía plenamente a Min Yoongi, un enigma por resolver, un juego que a pocos les caía en gracia.
A Park Jimin le gustaba lanzarse a la piscina; arriesgar, aspirar a más, ser ambicioso. Pero, sobre todo, era de carácter persistente. Mientras que no hubiese una clara muestra de desinterés por parte de Yoongi, él intentaría acercarse a él. En ese momento, no se le pasaron por la cabeza las múltiples y desafortunadas consecuencias que implicaba meterse en la vida de Yoongi, pero para cuando se diese cuenta, ya sería demasiado tarde.
Por pura casualidad, Jimin acabó estableciendo una conversación con algunas personas del público, con las cuales estuvo simpatizando hasta el final del concierto. Fueron una gran distracción mientras esperaba a que Yoongi se cambiase entre bastidores. Por lo que había podido averiguar, la noche continuaba con un DJ que estaría animando la fiesta de los jóvenes hasta bien entrada la madrugada, pero los participantes del espectáculo principal ya habían cumplido y, por lo tanto, eran libres de unirse al siguiente acontecimiento o irse a casa.
Yoongi, quien había estado llevando una bandana bajo una gorra negra y una ropa holgada que se adhería a su cuerpo a causa del sudor, salió totalmente cambiado, luciendo ahora una camiseta negra con un logo de un grupo de música, una camisa de cuadros encima de esta y una chaqueta vaquera, junto a unos tejanos rotos por la rodilla y unas Supras desgastadas que en su día fueron blancas.
Su acompañante le recibió con entusiasmo, siendo un halago lo primero que soltó.
— ¡Has estado increíble, Yoongi!
— Ya, gracias —respondió sin más, algo cansado. Se tanteó los bolsillos internos de la chaqueta vaquera mientras sus ojos barrían el lugar nerviosamente, inspeccionando a los individuos allí presentes con una seña desconforme en el rostro—. Aquí hay demasiado ruido, ¿no te parece? Salgamos. Necesito fumar.
Jimin comenzaba a comprender el vicio del mayor. La nicotina conseguía relajar la ansiedad que le daban ciertas situaciones sociales y le ayudaba a afrontar su realidad, aunque, tal vez, para esto último, experimentase con otro tipo de sustancias. Prefirió no pensar en ello, ya que no se sentía para nada cómodo haciéndolo.
El joven universitario echó a andar tras el moreno, estirándose de las mangas para resguardar sus dedos del frío que les amenazaba desde el exterior. Pudo escuchar una queja por parte del rapero cuando la noche les dio la bienvenida a ambos gélidamente. Se estaba mejor dentro, pero Jimin no dijo nada y se dispuso a esperar a que Yoongi se terminase su cigarro para volver.
No fueron los únicos que decidieron tomar el aire; más personas se encontraban rondando el edificio, trayéndose distintos asuntos entre manos, pero eso ya no les incumbía. Se alejaron del barullo, hallando un poco de paz y tranquilidad en un banco que se encontraba a varios metros del local. Allí estaban solos y podrían mantener una conversación sin necesidad de estar dando gritos o de sacrificar su capacidad auditiva.
Jimin guardó las manos en los bolsillos de su abrigo en cuanto se sentó. Sintió el mármol demasiado frío bajo sus muslos, atravesando el tejido de su pantalones. Sin embargo, no dijo nada, al contrario de Yoongi, quien no tardó ni dos segundos en quejarse.
— Joder, qué puto frío.
Arrugó la nariz y torció la boca, haciendo un gesto de desagrado, y sacó al fin su paquete de cigarros con el mechero blanco que le acompañaba siempre a todos los lados. Jimin se pregunto qué significaban las iniciales que estaban escritas con permanente en el lateral de plástico, pero dudó acerca de indagar. ¿Y si le molestaba? ¿Y si era algo personal? No le gustaría parecer un cotilla.
Yoongi no pasó por alto la mirada del muchacho. Siguiéndola, se dio cuenta de que miraba su mechero, por lo que asumió que él también quería un cigarro. En vez de cerrar la caja, estiró el brazo hacia el pelirrojo, animándole a que cogiese uno con un simple ademán de barbilla. Jimin levantó la cejas, sorprendido por su oferta, y, seguidamente, negó con la cabeza.
— ¡Oh, no, no! Yo no fumo, pero muchas gracias.
— ¿Y por qué me mirabas así entonces? —quiso saber, con el cigarro entre los dientes, listo para prenderlo. Una vez que lo hizo, Yoongi aspiró y tomó el papelillo enrollado entre su índice y corazón. Liberó rápidamente el humo con un soplo para poder hablarle a su acompañante— ¿Demasiada mala influencia para ti, niño? —Aquella mofa fue acompañada de una sonrisa ladeada mientras que el cigarro se aproximaba de nuevo a sus tentadores labios.
El menor no sabía si atender a sus largos dedos, sujetando aquel cilindro tóxico, o si, por el contrario, merecía más atención su mueca burlona. No sabía qué narices le pasaba, pero tenía clarísimo que, cuando estaba con Yoongi, había algo que le hacía sentir distinto.
— Para nada. —Jimin le mostró su fila de dientes, siendo amable con su explicación—Tengo amigos que fuman. Solo me preguntaba qué significan las iniciales de tu mechero —acabó por confesar, sacando una mano para señalar dicho objeto.
Inmediatamente, Yoongi se puso serio y miró al frente para consumir su cigarro en silencio. Jimin entendió entonces que habría sido mejor quedarse callado. Se mordisqueó el labio, arrepentido, con el deseo de volver unos segundos atrás para rectificar y ahorrarse aquel momento incómodo. Pensándolo bien, jamás le había costado tanto mantener una conversación con alguien. Se podría decir que era la primera vez que se sentía tan inseguro con cada palabra que pronunciaba, pues tenía el incesante temor de tocar un tema que pudiese provocar que Yoongi se cerrase en banda.
— Esto es una mierda —masculló el rapero, tirando al suelo el cigarro con asco y pisando con fuerza para apagarlo. La colilla quedó marcada por la suela de sus zapatillas.
Jimin no comprendió qué le pasaba de repente, pero quedó expectante, queriendo saber qué haría a continuación. Yoongi ignoró completamente al pelirrojo que estaba sentado a su lado y, tras sacar de su chaqueta una bolsita de plástico enrollada, comenzó a liarse un porro.
El menor arrugó la nariz inconscientemente. ¿Aquello era cannabis...?
— Bueno... Entonces, ¿te ha gustado el concierto y eso? —El moreno carraspeó, centrado en juntar correctamente los extremos del fino papel para que su contenido no se desbordarse. Su lengua se paseaba por una de sus comisuras, como si aquel acto le ayudase a cumplir con su cometido.
El joven salió de su ensimismamiento parpadeando, y terminó por dar un asentimiento de cabeza.
— Sí... Ha sido brutal —comentó con una pequeña sonrisa sincera—. Puedes decir lo que quieras, pero lo que haces es increíble, Yoongi. El público te adora.
— Sólo les doy un buen espectáculo —se limitó a contestar, encogiéndose de hombros y todavía enzarzado con su cigarro improvisado. Después repitió el proceso que había efectuado con anterioridad: lo colocó en sus labios y lo encendió— Cobro por ello.
No supo si Yoongi pretendía ser modesto o es que no era consciente de lo que conseguía provocar en los demás. Tenía pasión, y se notaba que se desvivía por lo que hacía. Cada mísero minuto sobre el escenario parecía darle un año más de vida, como si hubiese nacido para estar bajo los focos, y, sin lugar a dudas, aquella noche se había coronado.
A Jimin se le pusieron los pelos de punta cuando el público coreó las canciones, alzando sus manos frenéticamente; cuando vociferaban en respuesta al "¿Estáis listos?"de Yoongi, o cuando pedían a gritos una ronda más. Todavía le pitaban los oídos por la música hip hop que había estado arropándole las últimas horas en un espacio cerrado.
— ¡Vamos, no finjas que no significa nada para ti! —Rió, empujando suavemente a Yoongi con el codo— Lo has disfrutado, porque realmente te gusta y sirves para ello. No hace falta que seas modesto.
— ¿Quién ha dicho que lo esté siendo? —Su cara viró lo justo para mirar a Jimin de reojo. Acto seguido, subió una pierna al banco, apoyando su zapatilla en el borde, al mismo tiempo que dejaba su codo reposando en su rodilla. Dio una calada antes de rascarse la sien con uno de sus dedos, llevando cuidado de no acercarse demasiado el cigarro a la cara. El pestilente olor estaba embriagando a Jimin, quien luchaba por no poner mala cara. La marihuana le daba dolor de cabeza— Soy consciente de que soy bueno rapeando, ¿y qué más da eso? El dinero sigue siendo un buen aliciente para subirme a un escenario.
— Pero yo... Yo pensé que querías dedicarte a esto por vocación —comentó Jimin, confuso.
— No pareces entenderlo, pelirrojo. —Yoongi le miró, expulsando suavemente el humo por sus labios— Te estoy diciendo que hago esto porque me saco una pasta mientras que me divierto un rato. No es tan difícil de comprender.
Jimin se sintió tontísimo. No, era más correcto decir que Yoongi le hacía sentirse de esa manera, pero pensó que el único culpable era él mismo.
— Sí... Perdona.
Había grillos aquella noche, y no era de extrañar, puesto que tenían un pequeño descampado no muy lejos de su posición. Jimin y Yoongi guardaron silencio durante casi cinco minutos para escuchar el concierto que las patitas de sierra estaban brindando. A pesar de lo que pudiera parecer, no se trataba de una atmósfera incómoda. De hecho, era bastante agradable. Jimin llegó a tal punto de relajación que comenzó a pensar en sus cosas, olvidando por un instante que estaba haciendo compañía al rapero. Yoongi se mantenía en una quietud insólita. Era la parsimonia hecha persona, y por eso Jimin no se esperaba que fuera él quien se hiciese con el turno de palabra.
— ¿Te ha comido la lengua el gato o qué?
El joven pestañeó y situó su vista en el pelinegro cuando aquel soltó su comentario burlesco. Luego, resopló con desenfado e hizo un puchero.
— Cuando hablo parece que te irrito, y ahora que me quedo callado tampoco te gusta. ¿Qué se supone que debería hacer?
— No lo sé. Baila un poco a la pata coja, que lo mismo me entretiene más.
Jimin entrecerró los ojos y, manteniendo los labios sellados, curvó hacia arriba una de las junturas que formaban su boca. Apostaba a que Yoongi conseguía amedrentar a la mayoría de la gente con su actitud borde, pero se propuso que con él no surtiría el mismo efecto.
— Vaya gustos más raros tienes, chico underground.
No esperaba una respuesta agradable y, sin embargo, podía decirse que, en parte, la obtuvo. Yoongi se mostró impasible los primeros segundos, pero su máscara se desmoronó y se vio obligado a bajar la cabeza para que Jimin no pudiese ver la sonrisa que había conseguido arrancarle. Cuando alzó nuevamente el rostro, se rascó con la uña del pulgar la piel que formaban sus ojeras, aspirando bruscamente por la nariz un segundo después.
— Ni te lo imaginas —murmuró para sí mismo, introduciendo el cigarro improvisado entre sus dientes. Jimin apretó los labios para evitar sonreír como un tonto. Yoongi no era tan malo, pero había que encontrar la manera adecuada de comunicarse con él. Un par de minutos más volaron entre ellos antes de que el chico de Daegu optara por sacar un nuevo e inesperado tema de conversación— Se llamaba Kyojin. Mi ex. —Para ahorrarse confusiones, sacó su mechero y se lo mostró a Jimin, con la cara donde se encontraban las iniciales hacia arriba para que se viesen— Me compró esto en una tienda de conveniencia tras cumplir el mes. Éramos unos cutres haciéndonos regalos.
Jimin intentó no mostrarse muy sorprendido por el hecho de que le estuviese contando algo de su pasado.
— Bueno, al menos es práctico. Y el detalle es lo que cuenta.
— Sí, eso le dije yo cuando le regalé el vibrador.
Cruzaron miradas, girando la cabeza al mismo tiempo. Tres segundos después, los jóvenes estaban desternillados de risa. La carcajada de Jimin era mucho más meliflua y sonora, por ello se tapó la boca y trató de no pasarse de escandaloso; la de Yoongi, sin embargo, era más ronca y apagada, pero aun así se podía apreciar algo dulce en él cuando reía con sinceridad. El momento les sirvió para descargar tensiones y, de alguna forma, entrar en un ambiente más cálido.
— ¿Qué fue lo que pasó después? —preguntó el pelirrojo, deslizando su dedo desde el lagrimal hasta el final de la línea que tallaba la forma de sus ojos para quitarse las últimas lágrimas.
Yoongi se quedó mirando a la nada y pisó lo que quedaba de su porro, que prácticamente era el filtro que actuaba de boquilla. Seguidamente, se sacudió las manos y los pantalones.
— Nada. Un día se fue. No teníamos en mente seguir el mismo camino.
No parecía muy afectado, aunque eso no significaba nada. Jimin desconocía cuánto tiempo había pasado desde que rompieron, pero lo más seguro era que Yoongi hubiese aprendido a ocultar sus sentimientos cuando hablaba del tema, si es que lo hacía alguna vez.
— Ella... ¿Te hizo daño, Yoongi?
No tuvo prisas en contestar. Desde su sitio, el menor podía apreciar la lengua del rapero presionando el interior de sus mejillas, en una especie de gesto cargado de inquietud.
— ¿Qué coño importa? Hace más de un año de eso. Y ni se te ocurra decir que lo sientes o alguna jodida mierda de esas, que no te lo he contado para que sientas pena por mí.
— No iba a hacerlo. Pero está bien si no quieres hablar de ello. Comprendo que no es agradable.
Los ojos de Yoongi estaban algo rojos y llorosos, una clara evidencia del consumo de marihuana. Su mirada gatuna ahora resultaba más intimidante y, de hecho, consiguió poner los pelos de punta a Jimin.
— ¿Te... Te encuentras bien? —cuestionó, preocupado, al ver que el mayor se había quedado prácticamente paralizado mientras le observaba.
— No estoy seguro —admitió, moviendo únicamente los labios y escaseando las emociones en su demacrado semblante. Yoongi estaba bastante delgado, pero esa característica podía pasar desapercibida gracias a la ropa un par de tallas más grande si no fuese por la leve prominencia de sus pómulos, la cual no había surgido por naturaleza.
— ¿Necesitas que te acompañe a casa? ¿Debería llamar a alguien?
Jimin comenzó a mirar a su alrededor, como si así fuese más fácil y rápido encontrar una solución. Yoongi aprisionó su muñeca repentinamente para llamar su atención. Tenía los dedos fríos, y por ello la piel del pelirrojo se erizó bajo el tacto. El más joven abrió la boca, atónito. Aquel acto no hizo más que preocuparle, por eso mismo se deslizó sobre el banco, acercándose al rapero hasta dejar una distancia muy reducida entre sus cuerpos.
— ¿Qué ocurre? ¿Quieres vomitar?
— No, no es nada de eso.
— ¿Entonces? Estás muy pálido. ¿Tienes frío? ¿Quieres que volvamos adentro y...?
— Quiero que te calles y me dejes intentar una cosa.
Jimin frunció el ceño, sin saber qué pretendía, pero aun así le obedeció y cerró la boca. Justo cuando el mundo parecía haberse congelado, Yoongi se acercó lentamente al rostro del chico, con un brillo abriéndose paso en sus oscuras pupilas, tintineando. Lo hizo con mucha precaución, con inseguridad y miedo. Su agarre comenzó a debilitarse por un tembleque que se hizo con el control de sus dedos, cosa que llamó poderosamente la atención de Jimin. A continuación, le escuchó tragar saliva con aire compungido, aunque ignoraba el motivo. Cuando quiso darse cuenta, sus narices estaban rozándose, y su aliento estaba acariciando sus carnosos labios.
— ¿Y-Yoongi...?
Sus corazones latían con fuerza, presas fáciles de los nervios, la excitación y la irracionalidad. Jimin se rindió ante el desconcierto y dejó de pensar mientras que Yoongi se centraba en lo que le pedían sus instintos. Llevaba toda la noche pensando en él, en sus ojos siempre llenos de brío y cordialidad; en su sonrisa, capaz de hacerte ver un mundo rosado y no tan demacrado, aunque fuese un efecto efímero; en sus labios voluptuosos que no paraban de clamar su atención en silencio, pidiendo ser probados. Yoongi sentía que iba a enloquecer si no hacía algo al respecto, porque ya no podía seguir ignorando el dulce nudo que se formaba en su estómago cada vez que Jimin estaba cerca. Necesitaba saber, descubrir, lo que su naturaleza le suplicaba con tanto ahínco.
Finalmente, algo que parecía tan inalcanzable y utópico, sucedió. Las distancias entre los chicos terminaron, haciendo que sus labios se encontrasen tímidamente. Se trataba de una simple presión que poco a poco fue tomando auge. Yoongi no se atrevía a ahondar, pero Jimin, percibiendo su inseguridad, le invitaba dulcemente a ir más allá. Aunque el moreno se mostraba reticente, se acabó deshaciendo bajo la mano que Jimin posó en una de sus mejillas. Era tan pequeña y suave... Yoongi consiguió calmarse un poco, y, progresivamente, fue destensando cada uno de los músculos que formaban su cuerpo, dejándose llevar por una impetuosa ola de emociones.
Jimin se deleitó con el tacto. Su piel era tersa y aterida. Debía reconocer que tenía miedo de que Yoongi le rechazase, pero se sintió inmensamente bien cuando le recibió de buena gana. Sabía a marihuana y menta. Sí, una mezcolanza que jamás olvidaría, y con la cual simpatizaría más tarde. Yoongi entreabrió sus labios, absteniéndose un par de segundos solo para inspirar y volver a colocar su boca sobre la de Jimin, atrapando su labio superior. El joven universitario buscó su lengua y ejerció presión con su rostro, de modo que su nariz estaba contra la mejilla del rapero. Se fusionaron con desesperación, mas no dejaba de ser una escena donde la curiosidad y la inocencia batallaban en la atmósfera.
La mano de Yoongi, compuesta de dedos largos y anillos, había viajado hasta uno de los muslos de Jimin, y lo apretaba como si quisiese fijarse al igual que un clavo en un poste. Le gustaba la fibrosidad y firmeza que la carne poseía. También sintió algo de envidia. Por mucho que se matase en el gimnasio y probase todas las dietas habidas y por haber, él jamás tendría ni la mitad de toda esa masa muscular en sus endebles piernas. La mayor parte del tiempo, Min Yoongi pensaba que la genética no se había portado muy bien con él.
Dejando esos pensamientos aparte, cabía mencionar que el pavor reinaba sobre la excitación. Pavor de que le estuviese gustando. Pavor de sentirse bien. Pavor de que, haciendo algo que, en teoría, estaba mal, estuviese sintiéndose más auténtico que nunca.
¿Por qué con él sí y con Kyojin no?, se preguntó, frustrado y atónito. ¿Por qué él me hace sentir lo que cualquier otra mujer no consigue?
Quiso llorar de la impotencia, pero el embriagador beso y la esencia de Jimin no se lo permitieron; lo tenían demasiado cautivado.
— Joder, ¿estás viendo eso...?
Un par de voces juzgaban entre murmullos a unos metros de ellos. Yoongi se puso alerta en menos de un segundo y abrió los ojos, virando tenuemente hacia su izquierda. Dos chicos que iban de camino al local se habían parado, llamados por la escena que interpretaban ambos jóvenes, y los estaban mirando desde la distancia. Reían y susurraban sin quitarles el ojo de encima.
La rabia que hervía desde la boca de su estómago deshizo aquel empalagoso nudo de mariposas y caldeó el temperamento de Yoongi. No supo cómo sentirse al respecto, pero estaba seguro de que no quería volver a pasar por una situación tan vergonzosa y extraña como lo estaba siendo aquella. Apretó sus puños, conteniéndose. No quería ser un mono de circo, un bicho raro, alguien a quien apuntar con el dedo. Min Yoongi no estaba acostumbrado a las burlas, tampoco las toleraba. Por eso, de repente, sintió asco de sí mismo. Sintió asco de lo que estaba haciendo. Y, sobre todo, sintió asco de Jimin, que era quien le había instigado a ridiculizarse.
Con todas sus fuerzas, empujó al chico, haciéndole caer del banco. A Jimin no le dio tiempo a reaccionar y, cuando su espalda chocó dolorosamente contra el suelo, jadeó confuso y asustado.
Los espectadores estallaron en carcajadas y señalaron al pelirrojo, pareciéndoles de lo más divertida la actual coyuntura. Yoongi, con las orejas enrojecidas de rubor y cólera, se levantó embravecido y apuntó a Jimin con un dedo amenazadoramente.
— No vuelvas a acercarte a mí, puto marica.
Lo dijo lo suficientemente alto para que aquellos dos le escucharan. Una horda de abucheos y aplausos se manifestó por parte de aquellos individuos para alimentar la tosca actitud de Yoongi. Este infló el pecho y se pasó el dedo por la nariz, arrugándola mientras miraba de arriba abajo al que había sido su acompañante, con aire desdeñoso.
Los ojos de Jimin brillaron bajo las luces anaranjadas de las farolas, a punto de liberar las lágrimas a borbotones. El rapero miró con disimulo a su alrededor, asegurándose de que no había nadie más observándoles y se giró cabizbajo, rascándose la nuca con incomodidad, para después guardar las manos en su chaqueta. Balanceándose desgarbadamente, avanzó, encontrándose cada vez más lejos, hasta que Jimin ya no pudo distinguirlo porque se convirtió en un punto difuso en la noche.
El joven no se había movido del suelo. La caída le ocasionó raspaduras en las palmas de las manos. Todo había pasado demasiado rápido y su cerebro se había bloqueado. Necesitó unos minutos para recuperarse y darse cuenta de lo sucedido. Cuando lo comprendió, no pudo aguantar más la presión en su ceño y se echó a llorar.
Yoongi acababa de humillarle, cuando las intenciones de aquel beso fueron propulsadas por él mismo.
Yoongi acababa de dejarle como una abominación delante de otros solo porque se avergonzaba del momento que estaba compartiendo junto a él.
Yoongi se la había jugado, desesperado por escapar del ojo crítico y de los prejuicios.
— ¿P-Por... q-qué...?
Hipó y tembló. Su vista estaba cegada por las lágrimas.
Yoongi era un cobarde, y no solo había dejado heridas en sus manos, sino también en su corazón.
Le dedico uno de los capítulos más dolorosos a lade2_ , que sé que adora sufrir ❤
Nos vemos el siglo que viene, queridxs :)
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