E (I)
Dos años atrás.
14 de octubre de 2016
Las nubes grisáceas devoraban el cielo de Seúl y, como los días anteriores, habían transformado su tristeza en gotas de agua aquella mañana. Cuando Jimin salió de casa, llovía, y ahora que volvía, continuaba diluviando. Había sido un sin parar desde altas horas de la madrugada, por lo que no era de extrañar que las calles terminasen inundadas.
El pelirrojo aguardó un momento en la estación de metro para sacar su paraguas negro. Ya era casi una rutina, como el tener que entrenar en el interior de las instalaciones de la Universidad de Policia Nacional Coreana desde que los alrededores estaban demasiado embarrados por el temporal tan nefasto.
Jimin se aseguró de colgar adecuadamente el asa de su bolsa de deporte del hombro y se subió la bufanda azul hasta su diminuta nariz. Cuando avanzó, sus pies chapotearon contra un par de charcos, salpicándole algo más que las suelas de sus deportivas, pero no le importó.
Cruzó la calle por el paso de cebra, aligerando la marcha antes de que los conductores se impacientasen y comenzasen a golpear el claxon. Al mirar al frente, sus ojos captaron una silueta que acostumbraba a ver todos los días: el chico pálido y de mirada triste que se había asociado ya un trocito de acera, justo en frente de la entrada del metro, para ofrecer su pequeño espectáculo de rap gratuito.
El muchacho de cabellos azabaches movía sus grandes manos, las cuales contrastaban con sus delgadas piernas, con ligereza para salvar su estéreo, micrófono y demás cosas que escapan del entendimiento de Jimin, pero supuso que serían muy caras y difíciles de reparar en el caso de que se estropeasen. A pesar de que tenía prisa, su rostro era imperturbable, comedido.
Inconscientemente, Jimin se había parado allí en medio, a unos metros del rapero, sintiéndose curioso y atraído por lo que hacía, aunque no era nada del otro mundo. Miró a la izquierda y a la derecha, dándose cuenta de que los peatones estaban demasiado ocupados con sus ajetreadas vidas como para pararse a ayudar al pobre chico u ofrecerle un mísero paraguas. El joven pasaba inadvertido en medio de aquella gran ciudad, como un fantasma, un ente, un ser etéreo. Pero para Jimin, él existía, él era real, y su tierno corazón no podía hacer la vista gorda ante lo que sus ojos estaban presenciando.
El pelirrojo se acercó al chico, aunque este no pareció darse cuenta hasta que dejó de sentir la lluvia sobre su espalda encorvada, mojándole la ropa. Extrañado, miró hacia arriba. Un ángel le sonreía, cubriéndole con un paraguas del mismo color que su oscuro cabello. Le observó durante unos segundos en completo silencio, pero con los labios entreabiertos de la sorpresa. Jimin, quien comenzaba a sentirse avergonzado bajo la mirada concienzuda de aquel chico tan mono, frunció los labios en una pueril sonrisa, remarcando sus ya de por sí pronunciados pómulos.
Entonces, el pelinegro, sin pronunciar palabra, agachó la cabeza y continuó envolviendo su preciado material con una manta antes de ir guardándolo en su mochila. Jimin bajó sus hombros y se mordió el labio inferior para evitar formar un puchero; se sintió decepcionado por no recibir un "gracias", más que nada porque quería escuchar su voz. Es decir, la había escuchado con anterioridad, pero tan solo cuando rapeaba, y cabía aclarar que era un deleite.
Todos los días, desde hacía un mes, Jimin lo veía al salir del metro, y muchas veces, en vez de irse directo a casa, se quedaba allí para mirar junto a otras personas atraídas por el sonido underground. El chico tenía una voz áspera, pero fuerte y convincente. Escupía verdadero ácido con sus palabras al igual que una serpiente, un maldito demonio soltando rimas. Su ímpetu y agresividad quedaban reflejados en cada canción, y eso era algo que calaba a Jimin hasta los huesos. Sus gestos, sus expresiones faciales, sus ataques verbales para hacer una crítica social o quejarse de las injusticias que le rodeaban... Todo invitaba a retroceder, como un perro que te advierte con sus ladridos que te morderá como no te detengas, pero al mismo tiempo te dejaba con ganas de más.
En definitiva, era todo un genio.
Pasaron unos minutos hasta que el chico terminó de empacar. Jimin casi no era consciente del dolor de su brazo al haberse quedado absorto mirando las venas que recorrían las manos del muchacho y el par de anillos que decoraban aleatoriamente sus largos dedos. Parpadeó y miró hacia otro lado cuando se dio cuenta de que aquel comportamiento se podía calificar fácilmente como raro y perturbador.
Unas palabras roncas y casi inaudibles fueron pronunciadas inesperadamente, por lo que el joven pelirrojo pestañeó con despiste y miró hacia abajo. El chico le miraba con aquellos ojos profundos, de mirada severa y forma almendrada. Acababa de decirle algo, estaba seguro, pero no le escuchó por el barullo de la lluvia, desafortunadamente.
— ¿Cómo dices? —preguntó Jimin educadamente, inclinándose un poco hacia adelante para escucharle esta vez.
— Que si podrías mantenerte así un poco más. Voy a fumarme un cigarro —habló el chico, sin dejar de atravesarle con sus pupilas. A la vez que pronunciaba la "petición", sacaba de su chaqueta verde militar un mechero y el cilindro cargado de nicotina.
— Oh... Sí, sí, claro.
Jimin asintió y sujetó el paraguas con la otra mano cuando sintió que la derecha le hormigueaba. Observó en silencio cómo el rapero cubría la punta del cigarro que acababa de llevarse a los labios y prendía la llama. Al instante, un naranja fosforito se manifestó. Sosegadamente, aspiró el humo, y de la misma forma lo soltó por la boca. Tras esto, se alejó el cigarro, sosteniéndolo entre el índice y el corazón.
Continuó dando las siguientes caladas sin más, sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, las piernas separadas y flexionadas, y los brazos descansando en sus rodillas. No parecía interesado en entablar una conversación. De hecho, parecía que todo lo que pasaba a su alrededor le importaba una mierda. Sus ojos estaban fijos en los pies de los transeúntes, pero Jimin dudaba que estuviese reflexionando sobre todo lo que entraba en su campo de visión.
— Mm, ¿sabes? Te veo todos los días aquí... —comenzó a decir el pelirrojo, no queriendo que un incómodo silencio reinase entre ellos.
— Lo sé.
El rostro de Jimin se vio inundado por la sorpresa, pero justo después sus mejillas se encendieron. ¿Eso significaba que se fijaba en su público, las personas que se paraban para verle?
— ¿Lo sabes?
— Ajá. Todos los días vas al metro, ¿no? —Jimin lo confirmó asintiendo con la cabeza—. Pues sí, sé que vienes por aquí. A veces te veo grabar con el móvil.
Deseó que el suelo se abriese de la nada para esconderse en lo más profundo de las entrañas de la Tierra, porque la vergüenza que estaba sintiendo en aquel momento era inhumana. Sintió la necesidad de justificarse, y estuvo a punto de confesarle que grababa su espectáculo para luego, en casa, disfrutarlo tranquilamente por segunda vez. Pero al final no lo hizo, porque al artista no parecía importarle tal hecho.
— Sí, es cierto... —Sonrió temblorosamente en un intento por ocultar sus nervios, y podría decirse que fue una actitud muy lograda— Y... ¿No te parece curioso que nos veamos siempre pero que no sepamos nuestros nombres? Es raro.
El chico levantó la mirada solo por él. Continuaba igual de estoico, y su tono, neutro.
— Siempre digo mi nombre antes de cada actuación: Agust D.
— Ah, ese ya lo sé. Pero no me refiero al nombre artístico, sino al de verdad —le explicó amablemente, con una sonrisa que jamás podía faltar en sus generosos labios.
El rapero pareció meditarlo minuciosamente antes de seguir hablando, pero, finalmente, cedió, cosa que le extrañó incluso a sí mismo. Normalmente, se mostraba reacio con los desconocidos, pero Jimin... Jimin se veía tan distinto que, por primera vez en su vida, experimentó lo que era rendirse a los encantos de alguien.
— Yoongi —pronunció sin más.
— Encantado, Yoongi. Yo soy Jimin.
El menor se inclinó, haciéndole una sutil reverencia al presentarse, cosa que hizo fruncir el ceño a Yoongi. Sin embargo, no tardó en ignorar aquel gesto para perder su mirada de nuevo en las calles de Seúl.
— Prefiero llamarte "chico del paraguas". Suena más romántico, ¿no?
Jimin se fijó en la sonrisa socarrona que se dibujó en los labios de Yoongi, y este colocó una vez más el cigarrillo prácticamente consumido entre sus líneas rosadas.
Paraguas, desconocidos, lluvia.
Y esa sonrisa.
Jimin lo entendió: el pelinegro era de los que utilizaban el sarcasmo como herramienta humorística.
Y tuvo que reírse, porque lo cierto era que tenía toda la razón. Parecía el comienzo cutre de un drama, de esos que sabes que la pareja protagonista va a pasar por momentos empalagosos, así como por celos, y muchas otras tragedias para al final acabar juntos, felices y comiendo perdices.
Su risa llamó la atención del mayor, quien no pudo evitar fijarse en el encanto que guardaba la sonrisa de Jimin. No era una dentadura perfecta, pero le pareció que tenía una esencia de lo más bella, poco común, inocente y dulce.
Jimin se frotó la punta de la nariz con dos toques del nudillo de su índice y suspiró profundamente, todavía con un brillante aspecto.
— Entonces, supongo que tú serías el "chico underground".
Yoongi arrugó la nariz, para nada convencido con aquel mote, y bajó la cabeza solo un segundo para apagar lo poco que quedaba de su cigarrillo contra la acera. Liberó en un último soplo el humo que quedó retenido en su organismo.
— Yoongi está bien.
— De acuerdo —aceptó Jimin, risueño. Después, antes de que se sumieran en otro silencio, tomó las riendas de una nueva conversación—. ¿Llevas mucho tiempo en esto de la música?
Yoongi se encogió de hombros, fingiendo no hacerle mucho caso a la pregunta.
— Eso es muy relativo, pero podría decirse que sí.
— Creo que tienes talento, Yoongi. No eres de Seúl, ¿verdad? Tienes un acento...
— Eres muy curioso, ¿no?
Las encías de Yoongi salieron a relucir al mostrar por segunda vez aquel esbozo socarrón, y el menor intuyó que aquel era su rasgo más carismático y distintivo. Jimin hundió la barbilla en su bufanda, un poco ruborizado. ¿Se había pasado de entrometido?
— Lo siento, no pretendía hacerte sentir incómodo.
— Da igual. —El pelinegro negó con la cabeza secamente y se puso la capucha de la sudadera gris que llevaba bajo su chaqueta. Después, con un esfuerzo algo robótico, se levantó y cogió sus pertenencias— Pero si tantas ganas tienes de saber sobre mí... Vuelve mañana, tal vez me encuentre de humor para responder tus preguntas.
Yoongi sonrió una última vez con mordacidad, mirando a Jimin de arriba abajo en un acto disimulado pero intencionado, y le dio la espalda al chico, perdiéndose con su mochila bajo la lluvia.
No se despidió. De hecho, no articuló palabra alguna.
Y Jimin siempre se quedaría con las ganas de recibir ese "gracias" de Yoongi, el cual, por supuesto, jamás llegó.
Capítulo dedicado a la bebé de _Mimiisme <3
A partir de ahora debéis prestar atención a las fechas, chiquis. Ya sabéis cómo va esto; al principio capítulos cortitos y, poco a poco, se hacen extensos ♡
Tendría que haber subido esto ayer, porque dije que actualizaría el jueves, pero tonta de mí pensando que hoy era jueves y ayer miércoles JAJAJAJJAJJA (no me juzguéis que estoy con la cabeza en una recuperación de literatura vale piedad pls)
Bye, que tengáis una buena semana, I luv u 💕
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro