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—Y entonces, Calum volteó a verme...casi hacíamos contacto visual, pero...pero decidí mejor no verlo.— Annie cerró la puerta de su casillero. Volteó a ver a su mejor amiga, Larissa.
—Bueno, por lo menos ya te conoce de vista.
—Por lo menos...pero él no me importa ahora.— Su amiga de cabellos rubios le dió una palmadita en el hombro.
Era mejor ilusionarse con Calum Malik -el chico de tercero, que le parecía el chico más guapo de la escuela a Annie-, que con Damián.
—Y ¿qué tal sí le interesas a Calum? Por lo menos sabes que tienes oportunidad con uno de tus crushes.
—Calum no es precisamente mi crush...o sea, me parece atractivo pero hasta ahí. No quiero nada con él...es divertido hablar contigo sobre él, pero tu sabes quien me interesa realmente.
El timbre de inicio de clases sonó. Las chicas se encaminaron al salón.
Normalmente, Annie se le pasaba la mayor parte del tiempo con Damián, pero él no había podido ir a la escuela por asuntos de esos.
De cualquier forma, Larissa siempre había acompañado a Annie desde que la preparatoria empezó.
—¿Y qué tal sí le gustas a Damián? Pero ya sabes como es él...medio reservado y no te quiere decir ni te lo quiere demostrar.— La de ojos café hizo una mueca. Su amiga trataba de darle esperanzas. —Por ejemplo, tú...cuando estás cerca de él, no demuestras que te gusta. Te portas muy normal.
—Pero es que yo conozco a Dami...simplemente no se fijaría en alguien como yo, me mira como su amiga pero no como algo más.
Ambas llegaron al salón y tomaron asiento en sus respectivos lugares. El maestro aún no llegaba.
—Escucha...es hijo de Bruce Wayne y tiene la oportunidad de estar con quien quiera. Y él te ha elegido...sólo le agradas tú, sólo a ti te habla sin necesidad de hacer una mueca extraña, sólo contigo se ve cómodo.
—Sí tú lo quieres ver así, está bien...pero yo sé, que sólo me estima.
Annie estaba acostada en su cama. Ya era noche. Y a pesar de que había tenido un día complicado, no podía dormir. Se había acostado desde las 9:00 pm, y ya eran las 12:00 pm.
Tomó su teléfono y reviso sus redes sociales. Nada interesante. Nadie de sus amigos estaba en línea para poder escribirse. Sus padres estaban dormidos. Lisa también estaba profundamente dormida.
Soltó un suspiro. Volvió a cerrar los ojos para tratar de dormir. Un sonido de su teléfono, la hizo sonreír. Era un mensaje, y realmente no le importaba de quien fuese, sólo quería hablar con alguien.
Un mensaje de Damián. Sonrió aún más. Le pedía que le abriera el ventanal de su habitación.
Sin pensarlo dos veces, corrió a abrirlo.
—Hola.
—Hola.
Ambos sonrieron. Annie volvió a su cama. Se acostó y su amigo la acompañó. Mantenían la vista fija en el techo.
—En verdad no tienes idea de las ganas que tenía de verte.— Comentó la chica conservando su sonrisa.
—¿En serio?
—No podía dormir.
—Así que ahora me usas.
—Tú sueles hacerlo, ¿por qué yo no?
La peli-negra se giró para ver a su amigo. De alguna manera, se sentía extraña. Sentía que algo realmente increíble iba a suceder.
—Puedes usarme sólo hoy.— Él volteó a verla.
—De acuerdo.
Se miraron por un largo tiempo. Nadie decía nada. Y estaba bien, no eran necesarias las palabras. Estaba bien con sólo verse el uno al otro.
De repente, Annie sintió que el de ojos color esmeralda, se acercaba a ella. Lentamente. Acarició su mejilla con amor. Ella sentía que estaba en una película de romance, en la que el chico estaba a punto de darle su primer beso a una chica.
La peli-negra cerró los ojos. Wayne seguía acercándose a ella, mientras mantenía la vista fija en sus labios. Era mejor confesarse con acciones que con palabras. Era mejor haciendo eso. Larsson no quería abrir los ojos. Pero es que su amigo ya se estaba tardando en besarla.
Y de un momento a otro, tuvo la sensación más increíble y hermosa. El chico ya había unidos sus labios con los de ella. Era un beso lento y dulce.
Se sintió genial para ambos.
Y bueno, la falta de aire, los hizo separarse.
Ninguno dijo nada. Simplemente las palabras no salían. Annie estaba un poco conmocionada. Hace unas horas, hablaba con Larissa sobre que Damián jamás saldría con alguien como ella. Y ahora, se habían besado. ¿Esa era una buena o mala señal?
—Annie...tú...
—No...no hables.— Se puso de pie y él también lo hizo. No entendía muy bien lo que pasaba.
—Yo...
—Silencio...yo...necesito entender.
—Me gustas.
La chica -que le daba la espalda a su amigo- se dió la vuelta para encararlo.
—N-no te creo.
—¿Por qué no?
—¿Has escuchado la frase, "parece demasiado bueno para ser verdad"? Pues eso es lo que está pasando ahora.— La de ojos café tomó su cabello en señal de frustración. Estaba confundida. No lo podía creer. Simplemente, no lo podía creer.
—Annie, escúchame.— La tomó de los hombros.
—No...véte por favor.— Le susurró con un hilo de voz.
—Annie...
—Véte.— Dijo con los ojos cristalizados.
Damián asintió y salió por la ventana.
Tal vez ya la había perdido para siempre. Tal vez ya no iban a ser amigos. Tal vez, ella ya no lo querría ver.
Pero tampoco se iba a dar por vencido. Estaba seguro de que amaba a Annie. Estaba seguro de que Annie simplemente, estaba asustada o confundida. Necesitaban hablar. Eso no iba a quedarse así.
Unos minutos más tarde, Damián llegó a la mansión y fue directo al cuarto de su hermana.
Al entrar, cerró la puerta de un portazo.
—¡Oye!— Se quejó la menor con molestia.
Al ver mal a su hermano, se acercó preocupada.
—¿Sucede algo?— El chico no respondió.
La menor sólo hizo una mueca. Sabía que su hermano no iba a hablar durante un buen rato.
Así que, se sentó en la cama y le hizo una seña al de ojos color esmeralda, para que se sentará a su lado. Así lo hizo el chico.
Se quedaron en completo silencio. Adele sabía cómo atender a su hermano en sus malos momentos, después de todo, a veces solían tener las mismas formas de expresarse. No eran muy diferentes.
Simplemente, lo abrazó, aunque él se resistió, nunca lo soltó.
Adele lo miró, quería saber que le pasaba, pero aún no le quería preguntar porque sabía que no contestaría.
Pasado unos minutos, Damián habló.
—Creo que Annie sólo me ve como un amigo.— Susurró el chico. Su hermana la miró con una ceja alzada.
—¿Como un amigo?
—Si...la besé.
—¡¿La besaste?!— Preguntó muy emocionada la más pequeña. Él asintió. —¡Wow! Eso es genial, pero tú no estás feliz, ¿por qué?
—Porque ella...no sé...ella dijo que no creía que me gustara...me pidió que me fuera.
—Pero...uhm...tal vez ella no está lista. Quiero decir, ella sí te quiere, las veces que los he visto juntos...ella se ve tan feliz de estar cerca de ti.
—Pero no sé que la pasa.
—Tienes que hablar con ella. Sí ella no está segura de tus palabras, convéncela...sí de plano no le interesas, pues...tendrás que entenderla.
—Sólo espero que simplemente esté asustada.
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