29
Todos permanecían en silencio, mirándose de forma incómoda y con ganas de terminar de comer, para salir huyendo del lugar. Annie aún tenía curiosidad de saber más acerca de sus... ¿hermanos? Era curioso, no imaginó que Slade tuviese más hijos y saber que no era la única hija, la hacía sentir más calmada. Se preguntaba sí ellos si habían vivido con él, quienes podían ser sus madres y como era la relación que llevaban. Aunque físicamente, ella no se parecía a ninguno de sus hermanos, ni siquiera se parecía a Slade; probablemente había heredado más cosas de parte de su madre.
Soltó un suspiro y miró a la chica de cabellos blancos que estaba frente a ella. Le sonrió amablemente y como respuesta obtuvo una mueca. Bueno, no podía imaginarse una relación de hermanos con esos chicos, eran extraños, no sabía sí podía confiar en ellos, porque podían ser igual al padre que compartían.
—Me alegra que hayan venido — Comentó el mayor después de un largo silencio. —. Annie, sé que probablemente te sientas confundida y...
—No sabía que tenías más hijos — Dijo mirándolo. —. Es reconfortante saber que...
—Me gusta la casa — Exclamó Rose interrumpiendo a la peli-negra. —. Supe que fuiste la inspiración, para comprarla, Annie.
—Eso dicen — Murmuró incómoda, pues la forma en que había hablado "su hermana", no había sonado tan amigable.
—Tal parece que eres la favorita...
—Iré a descansar a mi habitación — Se puso de pie y fue a su habitación.
Definitivamente sabía que no le agradaba a esa chica, porque se estaba portando muy degradable con ella y eso no le gustaba.
Cerró la puerta con seguro y se tiro en la cama. Miró hacia el techo y se puso a pensar. El ambiente en esa casa no era para nada bonito, pero era el único lugar en el que nadie le reprochaba ser hija de un asesino. Quería hablar con alguien y pedir un consejo. Quería hablar con la única persona a la que le contaba la mayoría de sus secretos.
Tomó el teléfono y tecleó el número. Rápidamente bloqueó el aparato y se dió un golpe mental, por considerar la idea de llamarle a Damian. No lo podía hacer, estaba molesta con él y permanecería así, hasta que él realmente aceptara su error.
—¡Bien! ¡Todos a sus lugares! — Ordenó Lara.
Larissa había acompañado a su amiga, al ensayo de la obra, estaba sentada junto a Lana, presenciando lo que los demás hacían. A su parecer, la química que había entre Annie y Damian era inigualable, parecía sacada de una película de romance.
—Quiero que repasemos esa escena — Annie hizo una mueca al escuchar el comentario de su amiga.
—Yo...
—Sé que es difícil, pero... es la más importante — Le dió una palmadita amistosa en el hombro y se sentó en su lugar correspondiente.
La de ojos color chocolate suspiró y subió al escenario. Observó por unos instantes a Damian y se tragó las ganas de correr a abrazarlo y pedirle ayuda con lo que estaba viviendo.
—¡Acción! — Gritó de forma divertida. —. Se siente bien decir eso...
Ambos jóvenes se miraron directo a los ojos y empezaron a hablar.
Uff, el momento había llegado. Después de decir: "eres lo único que mi corazón anhela y desea", llegaba el momento del beso... pero... Annie insistía con no hacer eso, hasta el día de la presentación. Pero Damian, estaba dispuesto a arreglar las cosas con ella... de una forma... un tanto peculiar.
Al término de la frase, acarició su mejilla y se acercó lentamente a ella...
—Oh no puede ser... lo hará, lo hará — Murmuró Lana mordiéndose las uñas.
Larsson no pudo evitar cerrar los ojos. Olvidó el enojo y frustración y dejó que la besara. Colocó ambas manos en su nuca y él bajó las suyas, a su cintura.
—Y lo hizo — Susurró Larissa con una sonrisa de felicidad.
Un beso lento y dulce. Que los hizo olvidar sus malos momentos e incluso, se sintió como una disculpa por parte de ambos... sin embargo, Annie fue la primera en reaccionar. Se alejó asustada y lo vió con los ojos ampliamente abiertos.
—¡No! ¡Todo iba bien! — Chillaron sus amigas, que disfrutaban de la hermosa y adorable escena de amor.
—No puedo... n-no puedo, l-lo s-siento — Dijo con los ojos cristalizados. Eso rompió el corazón del chico Wayne. —. Necesito i-ir al baño — Informó ocultando su rostro, a la vez que corría fuera del lugar, siendo seguida por sus amigas y ex novio.
Mientras corría al baño, chocó con alguien... el dolor de cabeza de Damian.
—Annie, ¿estás bien? ¿Ocurre algo? — Le preguntó Calum, con preocupación.
—E-estoy bien — Respondió ya más calmada. —.Tú no deberías estar aquí — Le dijo con el ceño fruncido, pues según el horario escolar, las clases ya habían finalizado.
—Bueno, tengo entrenamiento con el equipo de americano — Explicó tomando su mano. —. Sí necesitas algo, puedes...
—No necesita nada de ti — Exclamó Damian con molestia, llegando al lado de Annie.
—¿Otra vez tú?
—Si, otra vez yo... deberías acostumbrarte — Se cruzó de brazos y lo miró con enojo. —. Tenemos que hablar — Dijo siendo más amable, al mismo tiempo que tomaba la mano de la chica y la alejaba de Calum.
La llevó a rastras, hasta el cuarto de mantenimiento y ya dentro, cerró la puerta con seguro, para evitar que alguien entrara y los interrumpiera o que Annie intentase escapar.
—¿Qué es lo que quieres? — Preguntó fastidiada la chica, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—No quiero que esto siga así — Respondió tomando la misma postura que la chica de la cual estaba enamorado.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? ¿Ah? — Se acercó a él y lo vió con molestia. —. Fuiste tú, quién desconfió de mi, de lo que teníamos.
El chico relajó su expresión y decidió preguntarle algo que rondaba por su cabeza, desde la primera vez que había golpeado a Calum.
—Respóndeme algo... — Dijo con un tono más suave. —. ¿Tú... me tienes miedo? ¿Yo te asusto?
Annie miró hacia otro lado y tragó saliva. Sintió sus ojos humedecerse, soltó un suspiro y decidió ser sincera con él.
—C-cuando te enojas... t-tú eres... diferente... — Dijo en casi un murmuro, que rompió el corazón del chico. —. D-debo irme...
Dió la media vuelta y quitó el seguro de la puerta. Dudó sí abrir o no, nuevamente se encontraba en un dilema. Una parte de ella quería correr a abrazarlo y decirle lo mucho que lo necesitaba y amaba; pero por otra parte... sabía que eso no era correcto, ella no era débil.
Abrió la puerta y salió.
Llegó a casa de Slade y se encerró en la habitación. Hasta la noche salió y sólo, porque su padre insistía en que debía hacerlo. Estaban en la sala, mirando las llamas de la chimenea.
—Otra vez estás triste y supongo que es por culpa del pequeño demonio irritante — Comentó el mayor mirándola con el ceño fruncido.
—Hubieron... complicaciones.
—Annie, ¿cuándo dejarás de pensar en él? ¿Ah? ¿Estarás siempre atenta a lo que le pase? ¡¿Nunca superarás que lo que tuvieron fue un estúpido y pasajero romance de adolescentes?! — Con su última pregunta, usó un tono más fuerte y molesto, que logró asustarla. —. No debería importarte sí te cambia por alguien más... incluso no debería importarte sí sigue con vida después de una de sus...
—¡Cállate! — Chilló levantándose del sillón.
—Debería darte igual lo que le pase, a él no le importo herirte.
—¡Dije que te callaras! — Volvió a gritar.
—Él te lastimó, usó palabras que te hirieron, se porto como un completo idiota... ¡y tú sigues enamorada de él! ¡Esperando a que vuelva a tu lado y tengan su final feliz como en los cuentos de hadas!
—Te lo pido, cállate — Susurró cubriendo sus oídos con ambas manos, mientras caía de rodillas al suelo, hecha un mar de lágrimas.
—¡Deja de portarte como una niña!
—Por favor, cállate — Volvió a pedir totalmente destrozada, porque todas esas palabras la estaban hiriendo, porque sabía que Scott era un padre más cariñoso y que jamás le hablaría así.
—¡Eres una niña débil, que sólo sabe llorar y no puede hacer nada para defenderse! ¡¿Cuándo dejarás de pensar en él?!
—¡NUNCA! — Lo miró desde el suelo y con el ceño fruncido, dijo algo que lo hizo enfurecer aún más. —. Nunca, porque es el único que a pesar de todo no me abandonaría, porque lo amo y porque él me conoce perfectamente, cosa que tú no tienes — Se levantó y se limpió las lágrimas con la manga de su blusa. —. Y si, soy una niña débil... yo no soy como Rose, yo no soy como tú, yo no sé defenderme y no tengo las manos manchadas de sangre. Lamento decepcionarte, Wilson.
Le dió la espalda y fue a encerrarse en su habitación.
Slade gruñó y miró a Lincoln, que había escuchado la discusión.
—Me voy a deshacer de ese niño... ya me di cuenta que me causa problemas.
—¿Qué es lo que haremos, señor?
—Planear su muerte.
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