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27

Annie mantenía la vista hacia en frente. Soltó un suspiro e hizo una mueca cuando vió que alguien estaba sentado a su lado. No quiso prestarle atención, así que siguió tratando de despejar su mente de lo que había ocurrido.
¿Cómo empezar?
Oh, si, su padre la había llamado "hija de un asesino" durante una discusión con Jessica. Eso realmente le había dolido, el hombre en quien más confiaba y que pensaba nunca iba a herir su corazón, lo había hecho. Y aunque su madre intentó consolarla, diciendo que él había tenido un mal día, no hubo mejoras. Después, sus padres le dijeron que irían a un viaje de negocios, que era muy importante en su carrera. Y la dejaron a ella junto a Lisa, al cuidado de una de las tías más crueles que tenía. Era la tia favorita de Lisa, pero no la de Annie; porque ella siempre supo la verdad y siempre se le echó en cara y cuando por fin, Annie lo descubrió, entendió el porque su tía la detestaba.
Ah... y había terminado con Damian, que en momentos así, la apoyaría; pero no quería hablar con él, no lo haría. Lo había visto en la escuela, pues su castigo había terminado y siempre huía de él.
—¿Y el pequeño demonio irritante? ¿Dónde está?
—No lo sé y no me importa — Respondió con indiferencia.
—Ya veo... has venido sola — La chica lo volteó a ver con una ceja alzada.
—¿Qué haces aquí?
—Compré una casa cerca del puerto, ¿lo recuerdas? Vengo aquí a despejar mi mente — Respondió Slade, causando una pequeña risa en ella. —. ¿Qué?
—Bueno... es que sonaste como a un anciano — Explicó arrugando la nariz con una sonrisa divertida.
—Ya dimos un paso... te hice reír.
—Si, como sea — Volvió su vista hacia en frente y puso una cara seria.
—Es tarde y hace frío, vayamos a la casa...
—Está bien — Contestó ella con seguridad, lo cual confundió al mayor, pues había cedido muy rápido. —. Uhm... dijiste que esa casa era mi hogar — Empezó a hablar, mirándolo a los ojos.
—Así es... creí que no lo aceptarías.
—Bueno... tengo mis razones y no te las voy a decir.
—Bien, vayamos.
Se levantaron de la banca en que estaban y entraron a la casa. Slade ordenó que prepararan la cena. Se sentaron en el comedor, se veían fijamente sin saber exactamente que decir. Annie había aceptado ir con él, porque al final de todo, él dijo que era su padre; ya no tenía nada que perder, su padre había desconfiado de ella, así como también lo hizo Damian. Y Slade sabía que algo muy fuerte había pasado para que ella fuese a su lado. Pero ninguno sabía sí eso sería para siempre.
—¿Y bien? ¿Quieres decirme qué pasó?
—Crees conocer a alguien, pero en realidad no lo haces... ¿te ha pasado? — Le cuestionó, envolviendo con un tenedor la pasta que estaba en su plato.
—Digamos que si... tu madre, por ejemplo... se fue, porque temía de mi, cuando dijo que no lo hacia.
—No hablemos de ella, ¿está bien? No quiero juzgarla o idolatrarla, sin haberla conocido — Exclamó dejando el tenedor encima del plato.
—Como quieras...
Siguieron con la cena en silencio.
—Dime, Slade... — Cruzó ambas manos encima de la mesa y lo vió entrecerrando los ojos. —. Sí confío en ti, ¿no me traicionarás?
—¿A qué viene todo esto? — Le preguntó con una ceja alzada a la vez que tomaba la misma postura de ella.
—Responde... ¿intentarás ser un buen padre? ¿Te mantendrás alejado de los que quiero? ¿Puedo confiar en ti? — Cuestionó tomando un tono más amable y con un pequeño toque de ilusión.
Ilusión. Las personas en las que había confiado y creía también confiaban en ella, la habían traicionado; sólo le quedaba él... después de todo Slade era su papá, probablemente había una conexión especial entre ellos, una más fuerte que la que había entre ella y Scott, porque Scott no era su padre y aunque nunca se lo hubiese echado en cara, sabía que en el fondo él podía sentir eso.
—Puedes confiar en mi, seré un buen padre... y nunca te abandonaré — Prometió tomando su mano.
—Está bien — Alejó su mano de la de él y se levantó de la silla.
Le enseñó su habitación, para que descansara.
—Vaya — Murmuró viendo su alrededor. Las paredes pintadas de blanco y con franjas color rosa, la cama del mismo color que las franjas. Había un armario y dentro, ropa de su talla. Alzó una ceja al ver todo eso, ¿en verdad Slade se había tomado tantas molestias con ella? Tal vez estaba siendo muy ilusa al pensar que él sí la quería, pero no había nada que perder.
—¿Te gusta?
—De hecho, me sorprende — Murmuró mirando todo a su alrededor con suma atención. Era una bonita habitación, por lo cual había quedado embobada.
—¿Por qué te sorprende?
—Porque hiciste esto, como sí fueses mi papá.
—Es porque soy tu papá.
—Si, bueno... yo sola me entendí — Se sentó en el borde de la cama y lo miró con una sonrisa. —. Te estás ganando puntos, Slade, bien hecho — Comentó de forma divertida.
—Te dije que era buena idea conocernos — También le sonrió. —. Pero, hay algo malo con tu rostro...
—¡Hey! Pues tú no eres el hombre más apuesto del mundo, eh.
—No — Dijo entre una pequeña risa. —. Lo que quiero decir es que... te ves triste.
La sonrisa de la menor se esfumó. Carraspeó y miró hacia otro lado. Su pecho dolía al recordar esa situación y sentía que sus ojos se cristalizaban; Damian era el primer chico del que se enamoraba y simplemente le costaba creer que él le hubiese hablado de esa manera.
Al ver que Annie no tenía ganas de hablar, decidió darse la media vuelta para dejarla sola, pero su voz la detuvo:
—La verdad es que... tenías razón — Dijo en medio de un susurro. —. Él iba a romper mi corazón...
—¿Qué fue lo que te hizo? — Preguntó con el ceño fruncido.
—Dijo cosas... — Miró hacia abajo e intentó detener las lagrimas. —... q-que dolieron.
—Ya veo — Se acercó a ella y sentó a su lado. —. Te lo advertí...
—Lo sé, lo sé... ¡lo sé! — Chilló frustrada, a la vez que se levantaba de golpe y tiraba de sus cabellos. Tomó una gran bocanada de aire y habló ya más calmada. —. P-pero... n-no logro comprender...
—¿No logras comprender o no lo quieres comprender?
—¿Ah?
—Escucha, Annie... — Caminó hacia ella y tomó sus hombros. —... ese chico quería lastimarte, ¿y qué fue lo que hizo? Hacer que te enamoraras de él y luego planeaba dejarte, porque así es él...
—No es cierto — Dijo mirándolo a los ojos.
—¿No? Bueno, entonces, ¿qué harás? ¿Volver corriendo a sus brazos?
—Por supuesto que no, no soy tonta.
—Y sé que no lo eres... debes entender que él no ha cambiado nada y jamás lo hará — Tomó su mentón y suavizó su tono de voz. —. Cariño, tú no eres como él... él no es bueno y en cambio tú... eres la persona más dulce que cualquiera haya podido ver.
—Suficiente... — Se alejó de él y se limpió las pocas lágrimas que le habían salido. —. No quiero hablar de él.
—Debes aprender a confiar en mi, Annie... ese chico no cambiará ni por ti, ni por nadie. No te acerques a él, te lo pido...
—No lo haré... creo que... — Frunció los labios y soltó un suspiro. —. Creo que confiaré en ti.

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