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24

—¡Eres un idiota!— Lo empujó con la poca fuerza que tenía y logró hacerlo retroceder unos pasos. Se revolvió el cabello con frustración. —¡No tenías que hacer eso!
—Annie...— Se acercó a su amada, al ver que tenía los ojos cristalizados.
—¡No me toques! ¡Aléjate de mi!— Le dió la espalda, agarró sus pertenencias y empezó a caminar hacia su casa.
—¡Annie!
—¡Dije que no!— Gritó dándose la vuelta. —Búscame cuando estés de buen humor.
Siguió con su camino y Damian decidió no seguirla, porque sabía perfectamente que ella era difícil cuando se encontraba molesta. Cuando recién habían empezado su amistad, él solía pensar que Annie nunca se enojaba y que sólo era una chica hecha de dulce e inocencia; pero un día, descubrió que ella tenía un límite. Durante un trabajo en parejas, ambos habían tenido sus diferencias sobre el tema que debían exponer. Entonces, el chico de ojos color esmeralda le gritó y le dijo que al final de cuentas, no la necesitaba para nada, porque sólo estaba siendo un "estorbo". La reacción de la joven, fue inesperada, tomó su mochila y le dijo hasta de lo que se iba a morir. Sin embargo, se sintieron mal por las palabras que habían usado y terminaron dándose una disculpa un poco peculiar. Acordaron olvidar el asunto y no decir 'perdón', para no "perder la dignidad".

Annie llegó a su casa y tiró la mochila en el sofá. Jessica estaba en la cocina, se acercó a ella, pues la notó molesta.
—¿Está todo bien?
—Eso creo.— Respondió en un suspiro.
—¿Quieres contarme?
—No es importante... —Susurró con una sonrisa de lado. —Sólo quiero descansar y ya.
—Bien, como desees.— Besó su frente y la dejó irse.
Subió a su habitación y se dió una ducha. Al salir comenzó a hacer sus deberes y luego, se puso a ensayar los diálogos de la obra. Realmente, se sentía frustrada por lo que había pasado; definitivamente, la obra implicaría un gran problema con la relación que tenía. Sin embargo, le estaba gustando hacer algo distinto a lo de siempre, y no lo iba a dejar. Hablaría claro con Damian y le explicaría que entre ella y Calum jamás pasaría algo, y sí él no lo entendía, tal vez tomaría medidas más drásticas.
Soltó un suspiro y se dejó caer en la cama. Ya había oscurecido, lo que significaba que debía descansar. Cerró los ojos por unos segundos, puesto que, un toque a su ventana la hizo detener su intento por dormir. Se levantó con algo de ilusión, porque la única persona que tocaba su ventana por la noche, era Damian.
—¿Qué haces aquí?— Preguntó tratando de sonar indiferente. No quería que al chico le resultara fácil, conseguir su perdón; claro, sí es que intentaba disculparse con ella.
—Seré directo, Larsson.— Dijo acercándose a ella, demasiado cerca para su gusto.
—B-bien.— Sintió que su cuerpo temblaba como gelatina por la cercanía del joven. Debía admitirlo. Ella podía perder la cordura, porque él la tenía a sus pies, aunque le costase aceptarlo. Cuando estaba cerca de él, quería mostrarse fuerte, sin embargo, él tenía el poder de hacerla sentir nerviosa.
—No pude controlarme.— Dijo sincero, mientras acariciaba su mejilla y ella cerraba los ojos al sentir ese tacto. —Odio que alguien trate de alejarte de mi lado... eres lo único bueno que he tenido en mi vida... por favor no me dejes.
¿Él le había suplicado? ¿Eso era un sueño o era la bella realidad? Él no era así... ¿tanto lo había hecho cambiar? Sonrió levemente. Ambos estaban enamorados. Definitivamente, uno volvió loco al otro y era difícil admitirlo, pero era la realidad.
—Está bien... te perdono, sólo... quiero aclarar algo... sí lo vuelves a hacer, será más difícil poder arreglar las cosas... ¿de acuerdo?— Él asintió y la abrazó con fuerza, ella correspondió pues sabía que el azabache lo necesitaba. Él no había recibido amor por mucho tiempo y eso era lo que él necesitaba. Ser amado.
—Te traje un regalo.— Informó el azabache, haciendo sorprender a la joven.
—Siento que siempre me llenas de regalos, Dami, ya te dije que no es necesario.— Exclamó con una ceja alzada.
Porque si, él siempre le daba regalos. Un hermoso collar -y era un secreto para ella, que ese collar tuviese un rastreador-, los aretes de esmeralda, un vestido del diseñador más caro de la ciudad -que usó en una gala-, una pulsera decorada con piedras preciosas y un sin fin de cosas más.
—¿Lo ves? Soy un buen partido y tú aún no lo has querido entender.— Alardeó rodando los ojos. Annie golpeó su hombro de forma amistosa y soltó una risita.
—Sonará extraño... e incluso estúpido, pero... creo que lo que me atrajó de ti, fue tu personalidad.— El chico alzó una ceja.
—¿Ah si?
—Ya sabes... eres una masa andante de ego y eso me gusta.— Explicó rodeando su cuello con ambas manos.
—Lo tomaré cómo un halago, Larsson.
—¿Y bien? Estoy esperando mi regalo.— Comentó con diversión.
—Eres una aprovechada, Larsson.
—¿Aprovechada? ¿Yo?— Fingió estar indignada y luego rió.
—Está bien... espera un segundo.— Ordenó alejándose de ella. Tomó algo del piso y eso hizo que la chica frunciera el ceño. —Vi que te emocionaste cuando lo viste... así que... lo traje para ti.
—¡Oh! ¡Mira esa hermosa bola de pelos!— Chilló arrebatándole al pequeño minino, que se veía algo asustado.
—Silencio... gritas mucho, tus padres vendrán y tendremos problemas.
—¿Problemas?— Cuestionó alzando a su nueva mascota. —Es fácil... diré que Robin me quiso secuestrar.
—Por supuesto que te creerán.— Dijo con sarcasmo. —Como sí Robin se fijara en cualquiera.
—¿Disculpa? Yo no soy una cualquiera... — Dejó los mimos hacia el pequeño gatito y miró a su novio con una sonrisa divertida. —Soy el interés romántico de Damian Wayne y el de Robin.
—Si, ajá, lo que tú digas, tonta.— Murmuró besando su frente.
—Aún no sé porque te fijaste en mi... cuando puedes tener a alguien mejor.— Mencionó la de ojos color chocolate.
—Yo tampoco sé porque me fijé en ti, cuando puedo tener a alguien mejor.— Respondió de forma juguetona.
—¡Hey! Se supone que debías responder con algo romántico... ¡grosero!— Se llevó al pequeño gato hacia dentro, con Damian siguiéndole el paso.
—Dije que no gritaras...
—Mis papás no están... tuvieron que salir a una cena de negocios o algo así, y Lisa está dormida al igual que una piedra.— Explicó dejando a "la bola de pelos" en el suelo, para que conociera una parte de su nuevo hogar.
—Bien...— Se acercó a ella y la abrazó, mientras recargaba su cabeza en el hombro de ella. —Ni siquiera yo sé porque me fijé en ti... ¿estás segura de no ser una hechicera?
—¡Idiota!— Se dió la vuelta y golpeó su cabeza. —Mi encanto no forma parte de un hechizo.
Ambos rieron y luego se fundieron en un dulce beso.








—¡Larissa!
—¡Annie!
Ambas chicas corrieron y se abrazaron con fuerza, pues tenían tiempo sin verse.
—¿Tienes idea de lo mucho que extrañé a mi mejor amiga?— Cuestionó la peli-negra con una sonrisa de felicidad en el rostro.
—Yo también de extrañé... hay muchas cosas que debemos hablar para ponernos al corriente.
—Tienes razón, pero antes... ¿cómo va todo? ¿Ya se solucionaron las cosas?— Empezaron a caminar en dirección al aula de Matemáticas.
—Aún hay uno que otro problema... las cosas con papá no son muy agradables, pero no quiero hablar de eso... — Respondió con algo de nostalgia, pero rápidamente cambió esa expresión por una sonrisa traviesa. —¿Qué tal va todo con Damian? ¿Eh?— Preguntó codeándola con diversión.
—Bien... uno que otro problema, pero muy pequeños... todo va... genial.— Sonrió tan solo pensar en su novio.
—Me encontré a Lana, dijo que serás la protagonista de su obra.
—Así es... es algo agotador, pero divertido.
Se sentaron una al lado de la otra y dejaron sus mochilas en el suelo.
—¿Y Damian? ¿No vendrá hoy?
—Tiene un resfriado, no vendrá.— Contestó, encubriéndolo.
Annie sabía perfectamente que su novio, estaba en una misión posiblemente complicada y peligrosa, con su familia. Pero según sus palabras, regresaría en una sola pieza, porque era demasiado perfecto para fallar en una estúpida misión.
—Uhm... ese chico tiene muy bajas las defensas, se enferma muy seguido.
—Uh... este... s-si.— Titubeó un poco y tragó saliva. Mentirosa. Se decía a sí misma, sin embargo, ese era secreto de su novio y ella jamás lo delataría por más tortura que le hicieran. Sí en algo era buena, era en guardar secretos. — Como sea, no hablemos de las defensas de mi novio y mejor dime... ¿qué haremos para celebrar tu regreso?
—Tengo muchas ideas.
Y así siguieron hablando sobre las cosas que habían pasado mientras Larissa estaba ausente. Todo transcurría con tranquilidad, el ensayo se tuvo que mover para otro día, por un pequeño percance. A la salida, Annie se despidió de su amiga y empezó a caminar en dirección a su casa, pero un auto se detuvo y de el, bajó un hombre.
—Annie, tenemos que hablar.
—Maldición.— Murmuró para sí misma, al escuchar esa voz que empezaba a sonar irritante para ella.

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