13
—¿Ya puedo hacerlo?— Preguntó gritando ansiosa Annie. El chico negó. —¿Y ahora?— Él volvió a negar. —¿Y qué me dices de ahora, eh?
—¡De acuerdo!
La chica soltó una risita y luego un grito eufórico. Alzó un brazo y gritó aún más fuerte, Damián sonrió levemente; normalmente odiaba esas cosas tan cliché, pero amaba ver feliz a su novia. Aceleró y eso hizo que ella se emocionara más. Le encantaba subir a la motocicleta con él, porque pensaba que era realmente divertido.
—¡Más rápido!— Pidió bajando el brazo y abrazando con fuerza al muchacho, que accedió a la petición. —¡Woo!— Recargó su cabeza en la espalda de él y sonrió de forma traviesa. —¿Te cuento un secreto?— Él asintió. — ¡Te amo!
Eso hizo sonreír a Damián. Ese "Te amo" era totalmente sincero. Annie siempre hablaba con sinceridad.
—¿Qué dices? ¡No te escuché!— Exclamó el chico, para molestar a su novia.
—¡Dije que te amo!
—¡Sigo sin escuchar bien! ¡Repítelo!
—¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!
Su sonrisa se ensanchó. Aceleró y Larsson se aferró más a él. Unos minutos más tarde, estaban en el puerto de Gotham. Bajaron de la motocicleta, y Annie corrió alzando los brazos, respiró profundamente y luego soltó una risita traviesa cuándo sintió los brazos de su chico, rodear su cintura.
—¿Te divertiste?
—Mucho.— El joven posó su cabeza en su hombro y ella acarició las manos de él. —¿Por qué me trajiste hasta acá?
—Porque este lugar es más tranquilo.
—Uhm...es comprensible.
—¿Ah si?
—Si.— Volteó ligeramente su cabeza para verlo. Ambos sonrieron. —Porque normalmente tu casa parece tener fiesta con tanto ruido que hay.
Él soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.
—¿Qué te puedo decir? Yo aporto algo también.
—No me sorprende.— Dijo fijando su vista hacia en frente.
Se quedaron en silencio por un largo rato. Seguían en la misma posición con la vista hacia en frente. Todo parecía ir bien esa noche. No había patrullaje y tampoco una emergencia que atender.
—Hace un momento me decías algo.— Habló el azabache. La chica alzó una ceja.
—¿Qué cosa?
—Creo que decías que amabas...¿podrías repetirlo? No lo dices muy seguido.— Ella se dió la vuelta y colocó sus manos en el pecho de él.
—Uhm...te amo.— Susurró con la cabeza gacha.
—Yo también te amo, Larsson.— La joven levantó la cabeza. —¿Qué? ¿No me crees?
—No es eso...yo...— Soltó un suspiro. —Esto se siente tan extraño.— Murmuró poniendo unos mechones de cabello detrás de sus orejas.
—¿Esto? ¿A qué te refieres?
—Me refiero a...me refiero a tener miedo a que algún día me digas que esto ha acabado o...a que un día te pierda.— Nuevamente agachó la cabeza algo apenada, pero él la tomó del mentón con delicadeza e hizo que se miraran a los ojos. Sus ojos se habían llenado de lágrimas.
—Annie...
—Esto del amor es extraño.— Comentó riendo, mientras miraba hacia un lado, para tratar de ocultar su ligera preocupación.
—Tú fuiste quién me dijo que el amor nos hacía más fuertes, ¿te arrepientes de tus palabras?
—No.— Volvió a verlo y lo tomó de las mejillas para besarlo. —No me arrepiento de eso.— Susurró cuándo se separaron por falta de aire. —¿Podemos venir más seguido aquí?
—Claro.
Annie entrecerró los ojos, se acercó más y luego arrugó el entrecejo. Hizo una mueca.
—No estoy segura de que eso sea Italia, Lana, parece más una bota.— Comentó con sinceridad.
—¡Italia tiene forma de bota, duh!
—Pero...no creo que Italia parezca exactamente una bota, es decir...la pintaste de color café y hasta le pusiste detallitos que una bota tendría.— Le devolvió la hoja a su amiga.
—Pero la profesora dijo que...olvídalo, ya no me importa.— Lana volteó hacia un lado y sonrió. Se puso de pie y tomó la charola con comida. —Me voy.
—¿Por qué?
—Porque tu novio viene por allá.— Señaló con su cabeza a Damián, el cual venía en dirección de ambas chicas. —No me gusta ser el mal tercio, ademas...debo confesarte que me da un poco de miedo.
—Arañas, botargas, abejas, elevadores, aviones, perros, ardillas, mar, Damián...¿algo más que deba agregar a tu lista de miedos?— Comentó de forma divertida Larsson.
—Las motocicletas...hacen un ruido extraño.— Dijo para después desaparecer entre la multitud de estudiantes.
Damián se acercó para darle un beso en la mejilla y luego se sentó frente a ella.
—¿Te he dicho que Reynolds, es extraña?
—¿Cuándo no me has dicho que alguien es extraño?— Exclamó de forma divertida.
—Uhm...tienes razón.— Ambos sonrieron. El teléfono del chico sonó. Lo revisó y notó que tenía un mensaje. —Me tengo que ir.— Informó poniéndose de pie.
—¿Es algo malo?— Preguntó un poco asustada la chica, de igual forma que él, se puso de pie.
—Aún no lo sé...te veo más tarde, ¿te parece en el mismo lugar que ayer?— Ella asintió. Le dió un beso en la mejilla y se fue rápidamente.
Annie hizo una mueca. Vió la hora en su celular, decidió volver al salón pues faltaba poco para que el receso terminara.
Solía preocuparse por él, aunque sabía que estaba perfectamente entrenado para combatir con cualquier criminal.
Por la tarde, ambos habían quedado de verse en el puerto de Gotham. Larsson había llegado temprano para tener un momento a solas. El lugar estaba solitario, cerró los ojos y extendió los brazos para respirar profundamente y sentir la brisa.
Sonrió al pensar en su novio. Siempre había opinado que Damián era un buen chico en el fondo y muy pocas personas podían alcanzar a conocer esa faceta. Se sentía afortunada por ser la mujer que podía controlarlo en sus momentos de ira; también por ser la mujer que podía destrozarlo en cuestión de segundos y al mismo tiempo, que podía reconstruirlo...y también porque él se había abierto con ella. ¡Y claro! Porque ella era la dueña de su corazón; él le había entregado su corazón entero. Y ella había hecho lo mismo.
Ensanchó su sonrisa al recordar la promesa que él solía hacerle cuándo ella estaba en peligro. Sin dudarlo daría su vida por él. Si, tal vez sonaba tonto y demasiado absurdo pensar que dos jóvenes podían estar enamorados, pero...¿qué sabía el resto? Eso no era asunto de nadie.
Abrió los ojos y conservó su sonrisa cuándo sintió la presencia de alguien más. Dió la vuelta pensando que vería a su chico. Esa sonrisa se desvaneció. Había una mujer detrás de ella que no se veía muy contenta.
—Annie Larsson.— Dijo la mujer mirándola con repugnancia. —Pareces una criatura insignificante.
—¿La conozco?— Preguntó confundida.
—Tal vez hayas escuchado de mi.
La chica examinó a la mayor. Una parte de su cerebro le decía que saliera huyendo y que no volteara hacia atrás. Y esa misma parte de su cerebro pensaba que esa mujer le era familiar y que tenía que quedarse para saber quién era.
—No lo creo.— Murmuró volteando a todos lados para así saber hacia dónde correr.
—Mi hijo es muy allegado a ti.
Abrió los ojos ampliamente. «Thalia Al Ghul». Pensó dando un paso hacia atrás.
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