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12

— De acuerdo, a las tres...una...¡Ay! ¡Mi**da! ¡Duele!— Chilló frustrada Annie cerrando los ojos. Damián soltó una risita.
—No seas grosera, Larsson.
—¡Cállate! ¡Te había dicho que a las tres!— Volvió a soltar un quejido. Abrió los ojos y trató de voltear el rostro para ver la herida. Arrugó el entrecejo cuándo vió que ya estaba curada, dentro de lo que cabía. —Eso dejará una horrible cicatriz.
—Yo no te mandé a que te hicieras la héroe.— Comentó molesto el chico.
—¿Ah? ¿Y qué querías que hiciera?— Exclamó mientras se ponía una playera nueva.
—Te dije que fueras siempre acompañada, ¿y qué fue lo que hiciste? ¡Salir sola!— Le dió la espalda y se cruzó de brazos. —Encima, se te ocurre ir con Michels, sabiendo que está metida en no sé que líos.
—Yo no sé cómo funcionen las cosas en tu cabeza, pero en la mía, nunca se abandona a nadie.— El de ojos color esmeralda se dió la vuelta de forma brusca. Puso ambas manos en la camilla, acorralando a su novia, la cuál se sobresaltó cuando él hizo eso.
—¡Claro! ¡Tú nunca entiendes!
—¡¿Entender qué?!
—¡Que te quiero proteger! ¡Y tú siempre actuando de forma estúpida!— Gritó frustrado. Annie se molestó.
—¡No me hables así!
—¡¿Y entonces cómo...?!
Un carraspeo interrumpió a Damián. Era su hermana que sonreía incómodamente.
—Uhm...¿problemas en el paraíso?— Preguntó tratando de relajar las cosas. El chico rodó los ojos y se alejó de su novia.
—Tu hermano es un estúpido.— Respondió Larsson poniéndose de pie con molestia.
—Dime algo que no sepa.— El azabache la fulminó con la mirada. —Uhm...cómo sea, tengo suficientes problemas en mi relación cómo para venir a resolver los de otra. Papá quiere hablar contigo.— Dijo mirando a su hermano, el cual soltó un suspiro y desapareció de la cueva.
Annie hizo una mueca, a penas habían empezado a salir y ya tenían problemas.
—Él es así.
—¿Ah?
—Mi hermano es así, es listo en muchas cosas, pero es tonto para decir lo que siente.— Le sonrió a la chica.
—Lo sé, lo conozco de años.— Murmuró la de ojos color chocolate con una sonrisa. Pensaba en el porque se había enamorado de él sí no tenían mucho en común, eran tan distintos.
—Ah, ¿y qué te sucedió?
—Ugh, me dispararon.
—¿Por qué? Tu rostro me dice que no eres de la clase de chicas que se mete en problemas.
—Digamos que salvé a una amiga.— Dijo recordando el cómo había pasado todo tan rápido.




—No creo que haya sido buena idea venir hasta acá contigo.— Mencionó Annie mirando a Larissa.
Ambas habían logrado contactarse y quedaron de verse para hablar. Los señores Larsson tenían un día ocupado en el trabajo y Lisa se había quedado en casa con su tía que acababa de llegar a la ciudad.
—¿Perdiste la confianza en mí?
—Uhm, digamos que aún tengo mis dudas.— Ambas se sentaron en la banca del parque. Larissa difícilmente pudo lograr escapar de la nueva casa en la que se estaba quedando junto a su familia y lo primero que quiso hacer fue buscar a su amiga y explicarle todo...y de paso, pedirle ayuda.
—¿Y bien? ¿Me dirás algo o simplemente te quedarás mirando hacia el suelo?
—Siento lo que te tocó pasar...yo no sabía. Mi papá simplemente me dijo que no podía ir a verte y luego, todos empezaron a hacer maletas y salimos huyendo de casa.— Explicó la chica. Miró hacia en frente y soltó un suspiro. —Él se metió en problemas, su trabajo no es el más ejemplar.
—Ya veo.— Murmuró la de ojos color chocolate.
—No me gusta vivir así...escondida...¡diablos! ¿A quién le gustaría vivir así?
Annie puso una mano en su hombro, le sonrió. Su corazón no era tan cruel cómo para abandonar a su mejor amiga en una situación difícil. Sus padres la habían criado así.
—Te apoyaré en lo que pueda.
—Gracias.— Susurró sonriendo. Se puso de pie y miró a todos lados. —Debo irme, no puedo estar fuera mucho tiempo o se darán cuenta de que huí. Tan sólo necesitaba aclarar todo y recuperar a mi amiga.
—Bien, supongo que nos veremos después.— Larissa asintió. Le dió un último abrazo a Annie y le susurró nuevamente un gracias. —Sé paciente, ¿de acuerdo? Pronto todo acabará.
La rubia le ofreció una última sonrisa y dió la media vuelta. Larsson vió que un hombre con un arma había salido detrás de un árbol a punto de disparar a su amiga.
—¡Larissa!— Gritó abrazando nuevamente a la joven para evitar que la bala impactará en ella. Cerró los ojos y sintió el impacto. Dolió cómo nada había dolido antes. Incluso pensó que moriría.
Calló de rodillas y la rubia soltó un chillido, se agachó a la altura de ella y tomó su rostro entre sus manos.
—¡Maldición! ¿Por qué lo hiciste?
—D-duele...
Larissa se puso nerviosa y lo único que pudo hacer, fue tomar el teléfono de su amiga y llamar a la primera persona que le vino a la mente. Damián.
En cuanto el muchacho contestó y escuchó todo lo que había pasado, su corazón dió un vuelco; el miedo se apoderó de él y pensó en lo peor.
La llevó a su casa y ahí decidió atenderla, pues notó que la herida no era tan grave cómo había pensado. En cuanto a Larissa, tuvo que volver a casa para evitar más problemas... lo hizo con la certeza de que su amiga estaba en buenas manos.

—Ya veo porque activó el modo "Idiota", se preocupó...aunque, pienso que fue un completo idiota al traerte acá...¿vió a la Bat-Cave con cara de hospital?— La mayor soltó una risita. Ella también había pensado eso, un hospital era la mejor opción.
Aunque, el chico había dicho que en la mansión estaría más segura. —Hey, ahí viene el idiota.— Exclamó Adele de forma divertida viendo a su hermano.
—Largo mocosa.
—Antes era "hermana" o Adele...Annie, te agradecería mucho sí pudieses controlar a la bestia salvaje.— Comentó la menor para después dejar a la parejita sola.
Ambos se miraban sin decir nada, hasta que Annie corrió a abrazar a su novio, acto que lo sorprendió.
—Siento haberte preocupado.— Murmuró enterrando su rostro en su pecho. El chico soltó un suspiro y acarició el cabello de ella.
—Eres una tonta...pero eres mi tonta.
—Y tú eres un idiota...pero eres mi idiota.— Mencionó viéndolo a los ojos y apartándose del abrazo. Ambos rieron y se dieron un corto beso
—No vuelvas a hacer eso.— Susurró contra sus labios.
—Ni loca...duele demasiado. Me gusta más curar tus heridas que tú cures las mías.— Respondió con un cierto toque de diversión, él sonrió y negó con la cabeza.
—A mí también me gusta más eso.
—Te pediré algo...no quiero que mis padres se enteren de esto, en este momento tienen muchos problemas, cómo para que yo los agregue uno más.
—Annie...
—Por favor.— El chico gruñó y asintió no tan convencido.

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