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—¡Demonios Damián! ¿A caso piensas que soy médico? O ¿crees que tengo un super poder que hará que te pueda curar de forma milagrosa? ¿por qué estás tan lastimado?— Preguntó la pelinegra mientras daba vueltas por todo su cuarto desesperada. Entró al baño para buscar el botiquín de primeros auxilios pero recordó que no estaba en el baño de su cuarto, sino en el de sus padres. Maldijo en voz baja. —Espera aquí, ya vuelvo.
—Como sí pudiera moverme mucho.—Susurró el de ojos verdes.

Annie fue al cuarto de sus padres a buscar el botiquín. Por suerte sus padres no estaban en casa, habían salido a cenar por su aniversario, pero había alguien que podía ser un problema. Lisa Larsson. La pequeña hermana traviesa de nueve años de Annie. La joven tomó el botiquín y salió dando un suspiro. Lissa no estaba ahí ni por otro lado de la casa de los Larsson.

—¡Annie! ¡La pequeña diablilla está aquí!— La hermana mayor de los Larsson salió corriendo al cuarto en donde se encontraba su mejor amigo.
—¡Lisa...!—
—¿Qué hace él aquí otra vez?
—Él...no te importa, sal de aquí Lissa, por favor.
—Annie.— Sentenció la menor como sí fuese más grande que su hermana. — Sé que Robin es tu amigo, pero no debe estar aquí.
—¿Por qué no? Él es mi amigo y...
—Porque no ha pagado la cuota...aún no veo los dulces.— Le susurró Lisa a su hermana.
—Sólo sal de aquí, hablaré contigo después.—Refunfuñando salió la menor, dejando a solas a Robin y a su hermana.
—Ella si que es una diablilla.— La de ojos café soltó una risa y se sentó a un lado de su amigo para empezar a curar sus heridas.
—Sólo déjame recordarte que mi casa no es un hospital y yo no soy una enfermera.
—Lo sé, pero era el lugar más cerca.— El chico hizo una mueca cuando sintió el alcohol caer en la cortada que tenía.
—Siempre pones la misma excusa.
—Puedes dejarme morir sí es lo que quieres.
—No te hagas el dramático.— La chica sonrió y pasó el algodon por la herida que el chico tenía en el rostro.
—Bien...si te sirve de consuelo, mi hermana me regañó.
—¿Te regañó?— Cuestionó Larsson tratando de aguantar la risa.
—Dijo que últimamente tardo en mi patrullaje.
—Bien, pues deberías llegar antes a tu casa, para que no te regañen.
—Eso no me molesta...sé perfectamente que Adele trata de cuidarme.
—Listo.— Exclamó Annie una vez que terminó de curar las heridas de Wayne. —No lo volveré a decir...no soy tu enfermera personal.— El héroe sonrió con arrogancia, mientras la chica guardaba todo en el botiquín.
—Eso dijiste hace dos días.
—Pues no lo diré de nuevo.
—Me quedo claro.— Ambos jóvenes sonrieron. Era hora de despedirse. El chico debía regresar a casa.
—Te veo en la escuela.
—Si.
Damián salió por la ventana.
Annie soltó un largo suspiro. Desde que lo vio en la escuela, le pareció muy atractivo. Desde que llevaban un año de amigos se dio cuenta que le gustaba. Desde hace seis meses supo que ya se había enamorado.
—¿Qué me hiciste?
La puerta de la recámara se abrió dejando ver unos mechones ondulados. Annie volteó y sonrió. Su hermana entró con la pijama color rosa puesta.
—¿Ya se fue?
—Si.
—No trajo los dulces.— La pequeña hizo un puchero que provocó la risa de su hermana mayor.

Una noche Lisa descubrió que en el cuarto de Annie estaba el compañero de Batman. Ambos jóvenes estaban teniendo una conversación muy alegre. La pequeña al ver al mismísimo Robin soltó un grito, que alertó a sus padres. Larsson mayor escondió a su amigo y para cuando llegaron sus padres la menor no paraba de parlotear con que había visto a un héroe. Sus padres no le creían y Annie decía que acababa de ver una película. Como chantaje, la pequeña dijo que Robin debía traerle dulces las veces que fuera a visitar a su hermana, de lo contrario sí lo descubría rondando por su casa le diría a sus padres y esa ocasión sí le crearían.
—Annie, ¿cómo lo conociste?
—¿A Robin?— La pequeña asintió. —Él...él me salvó una ocasión.
—¿Y desde ahí son amigos?
—Algo así.
—¿Conoces su verdadera identidad?— La de ojos cafés se sorprendió por la pregunta.
—E-eso no es de tu incumbencia.
—Claro que lo es.
—Pues sí la supiera no te diría.
—¿Por qué no?— Lisa que estaba sentada en la cama de su hermana, se levantó y cruzó los brazos. Era señal de que iba empezar un berrinche. — Tu sabes quien es.
—No, no lo sé...anda, vete a dormir o le diré a mamá que estuviste comiendo palomitas y otras golosinas toda la tarde.— La menor hizo un puchero.
—Pero tu me diste permiso.
—Yo no te di permiso, tu no me obedeciste.— Su hermana gruñó y salió de la habitación "molesta".










Annie iba caminando en dirección a su casa después de un día largo de escuela. Había hablado con la hermana de Damián. Se preguntaba por que la menor de los Wayne mencionó lo de que la amistad que tenía con Damián ya había llegado a otro nivel. Eso sonaba un poco extraño. Y a pesar de que ya habían pasado algunos días desde esa charla aún tenía algo de curiosidad.
Decidió no darle mucha importancia puesto que Damián ya le había mencionado muchas veces que su hermana era un poco enfadosa sí se lo proponía.
Pasado unos minutos llegó a su casa. Estaba sola. Sus padres estaban trabajando y Lisa en casa de una amiga.
—Bien...supongo que veré la televisión.— Dejó la mochila en su lugar, fue a quitarse el uniforme y a ponerse ropa más cómoda. Por último se sentó en el sofá de la sala y prendió la televisión.
Estaba muy concentrada en la serie de terror que veía. Su teléfono sonó, indicando que tenía un mensaje. Gruñó porque la serie era tan buena que no quería perderse ni un solo segundo de ella, pero sí era su madre y no contestaba, estaría en serios problemas.
Miró el teléfono. Era un mensaje de Damián. No tuvo ni la oportunidad de poner la contraseña del celular para poder contestar, cuando le llamaron.
—¿Enserio? Estaba haciendo algo muy importante...
—Ver "El mundo oculto de Sabrina" no es hacer algo importante Larsson.— Ella sabía que cuando la llamaba Larsson era porque estaba molesto con algo o la iba a empezar a regañar.
—De acuerdo papá...¿qué necesitas?
—¿Por qué supones que necesito algo?
—¿Cuál es el motivo de tu llamada entonces?— El chico gruño. ¿Cómo es que lo conocía tan bien?
—Bien...me gustaría que...— No sabía como pedirlo. ¿Y sí ella lo tomaba como una cita y lo bateaba? Y no es que esté acostumbrado a que una mujer lo rechace puesto que es Damián Wayne. Pero Annie no era como el resto. Ella era especial.

—¿Te gustaría que...?
Del otro lado, Adele apoyaba a su hermano haciéndole señas. La pequeña Wayne revoloteaba su cabello en señal de frustración. Movía las manos de forma extraña. ¿Qué quería decir?
—¡Basta! No te entiendo.— Exclamó el chico mirando mal a su hermana, la cual suspiro desesperada.
—¿De qué hablas?— ¡Ups! La bolita de odio había olvidado que aún estaba hablando con Larsson.
—No, no era a ti, yo...¿quieres venir conmigo a una fiesta que organizará mi padre en la mansión?
—Dami, sabes que...
—Por favor.— No era muy normal que él dijera 'por favor'. —Esas fiestas me aburren demasiado. Eres mi mejor amiga y contigo me divierto.
Adele levantó los pulgares. ¡Por fin había dicho algo medio bien!
—Bien, iré contigo...¿cuándo es?
—Mañana, a las ocho paso a recogerte ¿bien?
—Bien.
Finalizaron la llamada. El chico sonaba contento cuando ella aceptó. Al menos así lo veía Annie. Pero por otro lado, le desánimo un poco que le dijera 'mejor amiga'. No era un título malo, pero en cierta parte dolía recordar que sólo podían ser amigos.

En la mansión Wayne...
—¿Qué te dijo? ¡Dime!
—Dijo que irá conmigo.
La menor soltó un grito de fangirl y saltó emocionada.
—¡Conseguiste una no cita con ella! Es un progreso.
—¿No cita? No le veo el progreso.
—Así empezamos Conner y yo, verás que...
La puerta de la habitación se abrió y un Richard muy emocionado entró.
—¡Dami invitó a una chica a la mansión!
—¡Grayson! ¡¿qué haces aquí?!— Gritó alterado el menor de los chicos. Al parecer había estado escuchando toda la plática. Dick no prestó atención a la molestia de su hermano, en lugar de eso, se puso a saltar y gritar junto a la menor de los Wayne
—¡Dami tiene una no cita!— Cantaban ambos muy emocionados. La bolita de odio sólo se limitó a rodar los ojos y a decir:
—Odio esta familia.
Salió de su cuarto dejando a "los chiflados" festejar.

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