Había sido advertida. Joder, vaya que sus mentores le advirtieron de lo mal que le iría por intentarlo y, aún así, allí estaba ella.

Luana, de 23 años, era una estudiante de arquitectura que, tras leer un par de cosas en internet, decidió entrar en el mundo de la magia apenas hacía un mes. Tiempo durante el cuál, según sus propias y vanidosas palabras, había leído tres libros y medio, plantado un poco de romero en su jardín y comprado tres velas blancas. Le molestaba muchísimo ese mote de "baby witch" que las brujas mayores le habían colocado, pues ella se sentía muy preparada para ese mundo.

Ella había nacido para ser bruja.
... o éso pensaba hasta hacía un par de minutos atrás, cuando nada se había ido por la borda.

Ella no creía en éso, por lo que no se protegió debidamente antes de comenzar a usar una ouija, un error terrible ahora que lo pensaba mejor.
Un par de preguntas al aire, en aquella habitación oscura y tan solo iluminada por un par de velas indicando los cuatro puntos cardinales, acompañadas por un círculo de sal fina "baja en sodio", que le robó a su mamá.

Al principio no obtuvo respuesta, pero su suerte cambió con la tercera pregunta. Le siguió otra pregunta, otra, otra y otra más, hasta que decidió terminar todo y ordenó al ente allí que se fuera.

Ordenarle. A él.

Su piel se erizó por completo cuando los ojos del demonio, de cuerpo fornido y piel tan oscura como el mismísimo carbón, se posaron sobre ella.
Aún en silencio, ese ser era tan magno e imponente que ya no se atrevía a formular palabra alguna, tan sólo se hallaba allí... temblando y pensando en cada uno de los miles de errores que cometió, no sólo en la acción de "jugar" con la ouija, sino de entrometerse en ése mundo.

Baal, por su parte, mostró una sonrisa que dejó relucir sus blancos dientes.

─ Es una gran ironía ésta situación. ─ Habló el demonio de la astucia, gran Duque del Infierno, que comandaba 66 legiones bajo su mano.

¿Quién lo diría? Una humana torpe y engreída, sin un gramo de inteligencia, le había abierto las puertas al mundo terrenal. En una situación normal la premiaría con secretos, información o riquezas, quizás algún deseo, pero su insensato accionar no le daban ganas de otra cosa que algo más... divertido.

Al menos para él.

Fueron movimientos rápidos.
Su espíritu oscuro se movió frente al cuerpo de la chica y entró en ella, teniendo que dar poca batalla para poder manejar su anatomía. Eran las ventajas de los idiotas... habían nacido para ser controlados por alguien.

Las velas se apagaron, el círculo de sal se desdibujó.
Las penumbras atacaron no sólo ese cuarto sino la casa entera.

Luana ya no existía. Ahora solo existía su cuerpo sonriente que miraba al techo mientras planeaba sus próximas acciones en ése mundo.