Este relato pertenece al #demoniochallenge propuesto por @degelallard y @Nadabrovitchka para crear drabbles durante el confinamiento por el COVID-19.

Aparece ante mí cada noche, gobernando mis horas hasta el amanecer, esa mujer de cabello oscuro y sonrisa indiferente; esa mujer cuyos ojos, profundos como la obsidiana, brillantes como las brasas, horadan mi alma sin esfuerzo.

Esa mujer se sienta en mi regazo cuando me incorporo para tocarla, enrosca sus piernas en torno a mi cintura y jadea en mi oído con la voz grave y pausada de una criatura venida de otro mundo. Sus brazos rodean mi cuello, su boca se funde con la mía, se ofrece a mí en un instante y desaparece hasta el siguiente sueño, dejándome deseosa y confundida.

Ha venido a mí ataviada con las sedas exóticas de una bailarina oriental; cubierta por una armadura ensangrentada como una diosa de la guerra; alada, cual ángel redentor, y, finalmente, desnuda tras una tenue neblina azulada que le otorga un carácter aún más irreal.

Pero no es una fantasía, no lo es. Cualquiera podrá pensar que estoy loca, pero he sentido sus labios sobre los míos, sus pechos palpitantes, su aroma a sándalo y sus dientes en mi cuello. Me quedo inmóvil cuando ella se manifiesta, incapaz de huir o defenderme, expuesta a sus caprichos, a sus deliciosas torturas que me hacen sentir como una marioneta en sus manos de largas uñas puntiagudas. Noche tras noche, gimo, lloro y suplico bajo el peso de su cuerpo, suspirando por un poco más del placer y el dolor que ella sabe infligirme. Arqueo mi cadera contra ella, con los ojos abiertos y la boca seca, sumisa y rendida ante la visión de mi captora, cuya melena nocturna perfuma el aire a nuestro alrededor.

Una vez, solo una, conseguí reunir las fuerzas para preguntarle, con un hilo de voz tan tenue que solo sonaba en mi cabeza:

- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?

La respuesta se derramó en mis oídos como cera caliente sobre mi piel, cubriéndome de deleite y miedo a la vez.

- Soy tu dueña, soy todo lo que deseas... Y tú eres mi alimento. Estás destinada a recibirme hasta que no te queden fuerzas. Tomaré todo de ti, devoraré tu alma y solo quedará esta carcasa terrenal a la que llamas "cuerpo".

Es un súcubo. Un súcubo que da forma a mis sueños, que domina mis días y mis noches aterrorizándome y enamorándome, impidiéndome pensar en otra cosa que no sean sus besos ardientes, sus dedos expertos, su calor y su exigencia. Ansío y temo el momento de cerrar los ojos y verla de nuevo, divina en su apariencia, demoníaca en su propósito, jugando con mis anhelos y fantasías, despojándome de mi espíritu.

Pero deja que duerma, ahora. Debo cerrar los ojos y esperarla, entregarme a sus juegos y consumirme en su llama helada, como cada noche, hasta el amanecer.