Elegido
Este relato pertenece al #demoniochallenge propuesto por @degelallard y @Nadabrovitchka para crear drabbles durante el confinamiento por el COVID-19.
Su bienamado, su predilecto, el único a quien el gran Padre Todopoderoso confiaría una misión de tal calado. El peso que Samael soportaría sobre sus hombros habría de hundir a cualquier otro ángel, pero él no era como los demás. Y el Padre lo sabía.
La decisión fue tan obvia como dolorosa: a ningún otro se le podía encomendar el gobierno del infierno. Era necesario que el mejor y más puro de entre todas las criaturas celestiales descendiese a las ardientes regiones donde se confinaría a las almas de los malvados, adúlteros, ladrones y asesinos, para infundir en el mundo un terror de tal calibre que los vivos temiesen desviarse del buen camino.
Samael debía ser odiado, para que la humanidad amase a Dios.
El ángel escuchó aquellas palabras en silencio, la rodilla hincada en tierra, el corazón sumiso. Sabía que la orden era una muestra de la confianza que el Padre Todopoderoso tenía en él, pero en su interior la recibía como una sentencia, un castigo por quién sabe qué ofensa extraña y misteriosa. Todas las cohortes celestiales, reunidas en asamblea, contuvieron el aliento cuando se supo quién era el designado para encargarse de custodiar las puertas del recién creado infierno.
Samael asintió, incapaz de negarse a la petición de su Padre, y dejó atrás las puertas del Cielo, volando en picado hacia la que había de ser su nueva morada, desde la que actuaría como el opositor de Dios por toda la eternidad. Tentaría a los vivos; torturaría a los muertos. Y, cuanto más estricto y meticuloso fuese en el cumplimiento de su tarea, más almas se condenarían; pero, por cada alma condenada, muchas más sentirían temor de Dios y se refugiarían en su misericordia. Samael se sumergiría en la iniquidad, en la inmundicia, en el horror del erebo, por amor a su Padre, que le había encargado la tarea más importante de todas, la más difícil, aquella por la que jamás recibiría honor ni gloria.
Y Samael lo acató, y fue odiado, y la humanidad amó a Dios.
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