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Extra -Tres Rosas 🔞

Capítulo sin impacto en la historia, puramente erótico. Así que, pueden obviarlo si no es de su agrado (aunque agradecería que le dieran estrellita antes de pasar de largo).

Extra —Tres Rosas.

Cuando Aurora salió del cuarto de baño vestida solamente con una bata de seda larga, contuvo el aliento ante la escena que iluminaba tenuemente la habitación.

La alcoba era una postal romántica.

Velas en el suelo y en los muebles eran la oscilante iluminación. Pétalos de rosas amarillas parecían haber sido sopladas por una traviesa brisa.

En el centro de la imagen, el mejor espectáculo de todos.

La atlética anatomía de su esposo se erguía con porte majestuoso.

Lo cubría un pantalón negro de vestir.

Y nada más.

Su torso desnudo destilaba erotismo, con cada músculo cincelado como una escultura griega, jugando entre las sombras que las suaves llamas regalaban.

—Steve... —su voz salió baja, para evitar romper algún hechizo—. ¿Qué es todo esto?

—¿No puedo darle a mi esposa una nueva experiencia? —Un brillo perverso destiló de sus oscuros iris—. Esta noche serás adorada como la diosa que eres.

—Eso dices cada noche —replicó, avanzando con felino andar hasta que el cálido y perfumado cuerpo se volvió todo lo que su vista abarcaba—. Y cada día.

Elevó sus manos para apoderarse de los relieves cincelados, pero sus muñecas fueron sujetadas con fuerza. Los ojos de zafiro llamearon amenazantes. El peligro, uno erótico, la recorrió de pies a cabeza, crispando su piel.

—Quiero tocarte —se quejó, haciendo un puchero.

—Paciencia mi niña. Vas a poder tocar todo lo que quieras. Y serás tocada de tantas maneras que tu cuerpo colapsará de placer —ronroneó contra su oído antes de atrapar su lóbulo entre sus dientes y tirar.

Aurora jadeó.

Ya podía sentir la anticipación endurecer sus pezones y humedecer su punto más sensible.

Sin decir nada más, Steve tomó de la cama un trozo rectangular de seda roja y regresó a su lugar.

Imaginar lo que vendría a continuación aceleró el pulso de Aurora, que mordió su labio inferior con lascivia.

Se dejó llevar a la oscuridad, donde sus otros sentidos la tomaron de rehén, alterando su cerebro y descargando cosquilleos eléctricos por todo su cuerpo.

Steve no hacía nada.

Solo parecía rondarla como un animal que se prepara para atacar a su vulnerable botín.

Lo percibía acechándola. Su calor cercano ardía en su propia piel. El aroma masculino y exclusivo la alteraba. Y el latir de ambos corazones eran tambores en sus oídos.

El de ella, corría desbocado en su pecho. Era el temor de la gacela, a la espera del zarpazo inicial.

Steve, por el contrario, mantenía el pulso lento, el del león experto y calculador.

Se le cortó la respiración cuando lo sintió a un aliento de distancia.

Nada.

No se movía.

Quería buscarlo con sus manos. La expectativa la estaba matando. Pero se contuvo.

Su piel se erizó cuando las yemas de su esposo sobrevolaron las líneas de su cara. No la tocaban, y sin embargo, la quemaban como la lava.

De repente, un brazo la rodeó por la cintura, en tanto la mano libre empuñó con brusquedad su cabello, dejando su yugular expuesta para la mordida mortal.

Hincó los dientes en su piel, logrando un quejido erótico que los prendió a los dos. Devoró a besos y lamidas el terreno del delicado cuello. Rastrilló sus dientes por su quijada y avanzó hasta su boca carnosa, eligiendo la muerte de su víctima con un arrebatador beso que le quitó el oxígeno y la elevó a las estrellas.

Se despidió de sus labios con un mordisco, disfrutando del efecto causado en su mujer, que quedaba con las piernas flojas; la boca hinchada y roja; y su respiración errática.

—Joder, Aurora —rozó su boca contra su mejilla, llegando a su oído, desde donde le habló en un grave susurro—. La niña de mis ojos, no tienes idea lo hermosa que luces tan entregada entre mis brazos. Eres cada uno de mis sueños. Los eróticos y los más dulces.

—Steve... —gimoteó.

Otro beso la invadió. Pero ese fue más primitivo todavía. Más demandante, como si estuviera enviando un mensaje a un público inexistente de que era suya.

Y de que él le pertenecía a ella. A sus labios.

Besó su mentón y volvió a hablar. Esa vez, con una carga lujuriosa que la dejó temblando.

—¿Sabes lo que viene ahora?

—¿Haremos el amor?

—No, mi niña. Será mucho más salvaje que eso. —La notó titubeando—. Dilo. Sabes lo que quiero escuchar.

—¿Me... —tragó duro y sus mejillas enrojecieron—, follarás?

—Te follaremos.

No llegó a cuestionarlo cuando un nuevo par de manos, más grandes e igual de ásperas que las de Steve recorrieron con el pulpejo de los dedos la piel electrificada por el sorprendente juego.

—Chris... —susurró, girando la cabeza sobre su hombro, oteando su aroma en el aire. Uno igual de varonil y embriagante que el del rubio, pero con sus propias notas.

El gigante detrás de su espalda depositó un beso sobre la piel desnuda de ese mismo hombro y un segundo beso se posó sobre la respingada nariz, a modo de confirmación.

—Aquí estoy, preciosa —declaró con la voz tan baja y profunda que envió vibraciones a cada fibra de su cuerpo.

Las palmas se llenaron con las tetas de Aurora, presionándola contra su pecho. La gigante erección bajo la tela de un pantalón se aplastó entre ellos. Sentir la descomunal pieza en su espalda le secó la boca, anticipando el placer que le proporcionaría.

Las yemas apretaron sus pezones erectos y la presionó contra él. Tironeaba de sus sensibles piezas sumando a su tortura un sensual juego con sus dientes, que raspaban la suave piel de su cuello.

Refregaba su culo contra la pelvis de Chris, disfrutando de sentir sus gemidos desesperados ante su provocación.

Pero no era el único que le rendía tributo.

Percibió el rostro de Steve a la altura de su vientre por lo que supuso que se había arrodillado frente a ella, usando sus manos para afirmarse a su cadera. Desde esa porción de su cuerpo, una sucesión de lentas succiones la pusieron en un estado de enardecimiento que la hacía removerse en su lugar.

La boca dominante de su esposo recorría su plano abdomen, sacando su lengua para recorrer sus curvas. Llegó a su ombligo, donde se hundió brevemente.

—Steve... —gimió, llevando una mano al cabello rubio, enterrando sus dedos en ellos. Su otro brazo se colgó del cuello del castaño a su espalda, necesitada de sostén. Volvió a gemir, pero con el nombre de su nuevo amante cuando este amasó las tetas con maestría, atacando su hombro a mordiscos—. Chris. Oh, Chris.

Giró su cabeza hacia él, recibiendo un beso profundo que los descolocó a ambos. Un beso de lenguas deseosas que bailaron en armonía, como si hubieran sido compañeras eternas.

Un beso cómplice que estallaba tras milenios de espera.

Steve tomó una de las largas y perfectas piernas y se la colgó al hombro, abriendo a la presa completamente para él.

Su sexo estaba brillante por la humedad de la excitación.

El gruñido contra su clítoris antes de arremeter con su lengua cortó el beso con Chris para liberar un jadeo ansioso. Sus dedos enredados exigieron al hombre a sus pies que comiera a su gusto entre sus piernas.

Así lo hizo. Metió su lengua, la folló con ferocidad, hasta que la reemplazó con dos dedos que se curvaron en busca del punto G. Su experta maniobra la hizo doblar su columna, echando su cabeza hacia atrás, sobre el hombro desnudo de Chris.

Balanceaba su pelvis al compás de la boca de Steve, que se encargaba de aprisionar entre sus dientes la hinchada carne entre los labios vaginales, con su mano sacudiéndose adentro de ella.

La mano que se sostenía del gigante cambió de rumbo. Con curiosidad, descendió por detrás, delineando los relieves abdominales hasta que se topó con el cinto del pantalón. A una mano y con sorprendente habilidad, lo soltó para colarse dentro, descubriendo al monstruo que había despertado.

Se relamió.

Era grande, grueso y nervudo. Eso incitó su apetito.

El contacto con la cálida y suave palma calentó a Chris, que cerró los ojos ante el placer de la masturbación que lo tenía loco con su ritmo cambiante. Sus manos se apretaron más contra los pechos turgentes y su boca regresó a la carnosa cereza que le reclamaba entreabierta.

Los sonidos mojados de Steve y los jadeos de Chris y Aurora los estaban llevando al límite.

Sentía la llegada del primer orgasmo, lo que aceleró su maniobra sobre el pene de Chris y el balanceo de su cadera contra Steve, que estaba como poseso devorando su chorreante coño.

El rubio se afanaba en su tarea sintiendo en la velocidad de los movimientos de su mujer la proximidad de su clímax.

Metió y sacó su lengua, follándola, con sus dedos frotando su clítoris hasta que se tensó contra su boca y derramó sobre él toda su esencia.

No cayó al suelo porque ambos hombres la sostuvieron cuando gritó de júbilo ante el primer estallido en una experiencia totalmente nueva.

Sacó su mano del pantalón de Chris, que parecía que iba a reventar.

—Los quiero adentro —suplicó agonizante Aurora, casi sin aliento—. A los dos. Ahora mismo.

—Lo que mi diosa ordene.

Nuestra diosa —corrigió con voz ronca Chris.

Aurora no los pudo ver, pero entre ellos apareció una sonrisa cómplice que compartía la lujuria.

Steve se puso de pie, dejando caer la pierna debilitada, lamiéndose la cremosidad en su boca. La besó para que se probara y ella respondió lamiéndolo como una loba.

Sin dejar de besarse, oyó como los pantalones caían al suelo.

Steve tomó una de sus manos y se la llevó a su hombro, instándola a sostenerse de él.

—Agárrate de Chris también, mi amor.

Obedeció, pasando su brazo hacia arriba y atrás, tomando de la nuca al castaño, que de inmediato la apretó con sus grandes y poderosas manos.

Estaba desconcertada. Lo iban a hacer de pie, entre pétalos y velas, con los dos imponentes hombres rodeándola por delante y atrás.

Sentía que sus fibras nerviosas colapsarían.

La mano de su esposo guio a su pierna para que se colgara de su cadera y con la lubricación de su orgasmo, la penetró de un seco golpe, dejando sentir toda su enorme carne llenar su cavidad.

Jadeó de placer.

Lentamente, comenzó a moverse en su interior. Atrás suyo, la igualmente impresionante verga de Chris se restregaba entre sus redondas nalgas. El doble contacto la tenía frenética, lo que hizo que impartiera un acelerado ritmo que Steve siguió gustoso.

Su miembro entraba y salía, alzándola al cosmos.

Hasta que salió por completo.

No llegó a protestar, porque en una total sincronización, sintió la punta del pene de Chris explorar su palpitante entrada.

—Preciosa, no tienes idea cuánto soñé con estar adentro tuyo. Vas a sentirme bien adentro. Y te haré disfrutar.

—Sí, Chris. Te necesito llenándome de ti.

Rugió ante su súplica.

Fue introduciéndose, permitiendo que su estrecho coño se adaptara a su tamaño, tan solo un poco más largo y grueso que Steve.

—Joder Aurora, qué rico se siente esto —murmuró contra su lóbulo, lamiéndola—. Estás tan mojada, preciosa.

Steve se afanaba en comer las tetas que siempre lo enloquecían, metiendo su cabeza entre ellas y mamando como un niño, cuando Chris por fin entró por completo e inició su propia danza.

Los tres se movían en perfecta armonía.

Chris y Steve se alternaban, entrando y saliendo de ella, acelerando sus movimientos. Sus cuerpos chocaban, chapoteando con sus fluidos y el roce de pieles sudadas. Los besos iban y venían.

Aurora gritaba cada vez más fuerte, pidiendo, exigiendo que dieran todo de ellos hasta que aulló en un nuevo e increíble orgasmo que compartió con Steve. Este le cedió el turno a Chris, que, ingresó una vez más en el laxo cuerpo de Aurora, que lo recibió tan sensible, que con un par de empellones, cedió antes que él, que poco después la siguió en un largo chorro que la saturó.

Cuando salió de ella, sus rodilla flaquearon, pero dos pares de manos incondicionales y amorosas, la sostuvieron.

—¿Estás bien, mi niña?

Una lánguida sonrisa se estiró en ella. No sabía cómo era estar ebria, pero creí que así estaba. Ebria de gozo.

—Espléndida.

—Bien, porque no hemos terminado —la besó enterrando su lengua en su boca, con su mano en la nuca para atraerla a él.

—Esto solo fue la entrada —acompañó Chris, con un ligero beso sobre su hombro.

—Tenemos toda la noche por delante.

Steve la cargó entre sus brazos y con la mayor delicadeza del mundo, la depositó en el centro de la cama, desnuda, caliente y con restos de cremosidad embarrando sus muslos.

Otra vez regresó la nada.

Y sin embargo, lo era todo.

Los podía sentir admirándola en su desnudez.

Se sintió poderosa.

Y adorada.

El colchón se hundió a ambos lados de ella.

Su cuerpo se agitó, anhelante y excitado, cuando la suavidad de lo que identificó como una rosa se posó en el vértice de su libido. Su respiración se aceleró, expandiendo su tórax a un ritmo vertiginoso.

La aterciopelada textura jugueteó en su sexo y fue ascendiendo en espiral sobre su fibroso cuerpo hasta la conquista de la cima de sus senos. Garabateó sobre los duros pezones y terminó la exploración en los labios.

Una segunda rosa hizo su propia exploración.

Mientras una recorría su largo cuello de cisne descendiendo por su torso, la otra aprendía los recovecos de sus piernas, alcanzando su depilado monte de Venus.

—Tenemos una sorpresa más —indicó Steve.

Iba a preguntar, pero el contacto de una tercera rosa la desconcertó.

Esta hizo su aterrizaje en su boca entreabierta, siguiendo una línea meridiana hasta su húmedo sur.

No la tocaban salvo con las delicadas flores, pero su cuerpo privado de la vista, respondía enroscándose en sí mismo, arqueándose y agitándose, con todas sus hormonas revueltas sacudiéndola, en una danza que la tenía abrumada, con sus sentidos intensificados.

Tan rápido y sutil como llegó, se esfumó y en su lugar, emergió un nuevo par de manos que identificó a la perfección cuando la irguieron, dejándola sobre sus rodillas. Una boca con el roce de una barba corta la saludó con un beso juguetón que lamió primero el contorno de sus labios antes de penetrarla con su lengua.

Bonjour, mon trésor [Hola, mi tesoro]. Esta noche gritarás como nunca antes lo has hecho.

Un escalofrío la recorrió completa.

Con los sentidos agudizados, captó a los tres hombres sitiándola para iniciar un suculento banquete con ella como plato principal.

La tomaban de un lado a besos, para girarla hacia el otro y recibir una nueva tanda de húmedas caricias. Las tres bocas sabían diferentes. Besaban diferente. Alcanzaban lo más profundo de su alma a su manera.

Uno la tocaba  con completa y tierna devoción, como si fuera un sueño.

Otro se aferraba a su piel con traviesa perversión.

Y el tercero, se entregaba en cuerpo y alma, fundiéndose con el amor de su vida con fiereza.

Los tres hombres se rendían a ella, venerando a su modo a su amada deidad.

Respiró de sus hombres, con un pedido en sus labios.

—Quiero verlos. Necesito, verlos.

—Muy bien, mi niña.

La tela desapareció.

Cuando abrió sus párpados, su corazón se hinchó ante la visión de los tres hombres. Estaban arrodillados igual que ella, rodeándola en la cama. Contempló primero a su esposo, que recibió una amorosa caricia en su mejilla afeitada. Su piel bronceada relucía con gotas de sudor y sus ojos eran la viva imagen de la oscuridad nocturna plagada del brillo de millones de estrellas.

Giró hacia al otro lado, descubriendo por primera vez la desnudez de Chris. El gigantón que tenía otro trozo de su corazón estaba igual de sudado. Recorrió sus relieves, sus cicatrices y tinta y bajó por su impresionante abdomen hasta toparse con el miembro semi erecto que le quitó el aliento.

No podía creer que eso había estado en su interior.

Ascendió otra vez a los cielos claros que resplandecían con devoción y orgullo.

El tercero en recibir su atención fue Pierre, en frente de ella. Su torso desnudo de ropa, sólo vestido por sus tatuajes era el más delgado y esbelto de los tres. Igualmente tonificado, pero con menos volumen.

Todavía tenía su pantalón puesto.

Eso era algo que debía ser remediado de inmediato.

—Te quiero desnudo, ya.

—Pues, haz lo que quieras conmigo, mon trésor.

Aurora se puso en cuatro, y gateó provocativamente hacia el francés, que se deslizó hasta el suelo, a los pies de la cama, donde la loba dorada lo persiguió.

Desde el borde del lecho, sus ágiles manos se deshicieron de los estorbos que obstaculizaban su misión, y en un instante, tuvo la tercer polla delante de su boca.

Las piedras ambarinas ardieron ante la visión del miembro izado.

La gula se apoderó de ella y con una larga lamida, recorrió todo el tronco, obteniendo un gruñido gutural nacido de la garganta del joven.

Jugueteó con la punta húmeda antes de engullirla todo lo que pudo.

Merde!

Sus manos buscaron a sus otros esclavos, que obedientes, se dejaron manipular.

Mientras su boca dominaba a uno, sus manos masturbaban los otros penes nuevamente hinchados.

No contenta con saborear a uno, alternó al siguiente.

Chris echó su cabeza atrás cuando fue su turno de ser probado, sin dejar de darle atención a los otros hombres, que se acomodaban para ella. Lo relamió, saboreándose a sí misma en él y los restos de su semen. Un sabor salado y agrio nuevo y excitante para ella.

El tercero fue su esposo, que la sostuvo del mentón cuando entró en su boca. Sus ojos se conectaron en el vaivén oral, disfrutando del juego.

Estaba por explotar, por lo que la apartó de él, sonriendo con sus zafiros al verla protestar con un puchero encantador.

—No seas impaciente, mi niña.

—Ahora, es nuestro turno, Preciosa.

—Te vamos a llenar por todos lados, mon trésor.

Esa sucia promesa la hizo estremecerse.

Chris fue el primero en tomarla entre sus musculosos brazos, repartiendo besos frágiles por todo su rostro hasta acabar en su boca, a la que veneró.

Sus labios suaves y cálidos se unían a los de Aurora en una música perfecta.

La arrastró con él al centro de la cama, quedando él debajo, para sentarla a horcajadas sobre su pelvis, apretando entre ellos el enorme miembro.

No dejaba de besarla, como si temiera perderla. Sus grandes manos necesitaban memorizar su espalda y culo, afirmándose a este último para levantarla. Ella se irguió, con sus manos sobre el duro vientre y se miraron mientras él se introducía con cuidado y ternura en ella, buscando alargar al máximo el momento. Vio cómo se mordía el labio y cerraba los ojos, arqueando su columna.

La alzó otra vez y salió, y en la siguiente entrada, lo hizo con más profundidad, empujando toda su longitud en ella, que aulló de placer ante la embestida.

Chris enloqueció con la imagen de ella, atravesada por él y con sus turgentes pechos bailoteando.

Unas manos la envolvieron desde atrás, atrapando sus senos y la sorpresa de la muchacha prontamente se transformó en un nuevo gozo inexplorado. La barba de Pierre cosquilleó sobre su hombro cuando la besó y mordió.

—Inclínate sobre él —ordenó con ronco acento.

Obedeció, eufórica, entendiendo el futuro que le esperaba.

Besó a Chris y apoyó sus manos a ambos lados de la cabeza del castaño, dejando su trasero en pompa para la nueva invasión.

Chris la liberó momentáneamente, entendiendo un mudo pedido de Pierre, quien enseguida embadurnó sus dedos con sus jugos y los llevó hasta su entrada trasera, donde metió esos mismos dedos, haciéndola gemir.

El gigante volvió a penetrarla, al mismo tiempo que el extranjero aumentaba su exploración anal.

Aurora estaba enloqueciendo.

Pero le faltaba el hombre que amaba.

Como si supiera que los pensamientos de su esposa lo reclamaban, avanzó hacia ella, arrodillándose junto a su cara.

Volvieron a unirse en una mirada oscurecida por la lujuria.

Pierre seguía jugueteando con el anillo entre sus nalgas, metiendo y sacando sus dedos, hasta que lo percibió listo para él.

Sus manos separaron sus glúteos y después de una larga lamida que la hizo jadear y arquearse más, empuñó su verga y comenzó una lenta entrada.

Chris se detuvo para dejarla asimilar a Pierre.

Steve, acarició su espalda, recorriendo con cariño su espina hasta llegar a su cabello y enredar su dedos en sus doradas hebras. La hizo girar hacia él.

—¿Estás lista, mi niña?

Asintió.

Pierre terminó de enterrarse en ella.

Pronto, los hombres más jóvenes se sincronizaron, meciendo a la hechizante criatura adelante y atrás.

Fue el turno de Steve de poseer la boca de cereza de su mujer, que lo recibió gustosa con la boca abierta y la lengua afuera, ansiosa por beberlo.

El ritmo se volvió cada vez más intenso. Los tres se empujaban posesos en Aurora, que movía su cuerpo exigiendo más de ellos.

Lo quería todo.

Pierre espoleaba totalmente ido, aferrando sus manos a los hombros para profundizar más. Chris, se impulsaba hacia arriba, abrazado a la pequeña cintura.

Y Steve follaba la boca pecaminosa de su pervertida mujer.

No dejaban la conexión de sus ojos, hasta que la vio ponerlos en blanco en un inminente orgasmo que la sacudió.

—Joder, mon trésor. Voy a acabarte en el culo —gruñó, imprimiéndole más velocidad a su cuerpo sudado.

La empaló varias veces más hasta que reventó en ella, derramándose y lanzando un grito de triunfo. Siguió laxo un par de estocadas más hasta que salió, dejándole el camino al agente.

Liberado, Chris hizo lo propio. Apretó las nalgas que le fascinaban y se enterró lo máximo que pudo, llenándola, regalándole otro inesperado orgasmo cuando alcanzó el punto que la hizo estallar.

Lo apretó, ordeñándolo cuando unos segundos después, él descargó todo lo que tenía en ella.

Deseó besarla, pero su boca estaba gimoteando su liberación en el miembro de su esposo, debilitada y dejando que fuera él quien impartiera la velocidad.

Chris se quedó debajo de ella, rozando la piel de su espalda y culo, esperando por el tercer orgasmo.

Steve sabía que estaba a nada de detonar.

Aceleró cuando la notó recuperarse del evidente clímax alcanzado.

—¿Lista mi amor?

Asintió y apretó su pelvis contra ella, dejándose ir por completo, con un aullido animal.

Sintió su semen ahogarla antes de que se lo bebiera todo.

Orgulloso, pasó su pulgar por la comisura de su esposa, limpiando un resto resbaladizo.

Aurora se desprendió de la unión con Chris y este se movió para ir al cuarto de baño a limpiarse, de donde Pierre salía en ese momento.

Steve hizo rodar a Aurora, dejándola sobre su espalda, posicionándose sobre ella, entre sus piernas, que lo recibieron anclándose a su cadera.

Ignorando todo a su alrededor, y aprovechando estar ellos dos solos en la amplia cama, acariciaron sus rostros y se unieron en un mundo único y personal que mezclaba su dorado con los zafiros.

Sonrieron y se besaron lentamente.

Con una sutil sonrisa de suficiencia, Steve, nuevamente listo, se adentró una vez más en la mujer de su vida, con lentos y pausados vaivenes. Un baile más íntimo y profundo que llegó a abrumarla por el sentimiento en cada penetración, emocionándola en silenciosas lágrimas de felicidad.

Los movimientos de ambos se convirtieron en una oración suprema. Una peregrinación religiosa que sin demora, los hizo flotar en el espacio, envueltos en constelaciones y viendo la magia de una supernova.

El único con el que había compartido de manera simultánea su mágico elixir.

Se desprendieron con un último beso antes de que Steve se deslizara a un lado dejando un rastro de besos que iba de su seno a su boca, permitiendo de esa manera que Chris y Pierre regresaran. Chris del otro lado, y el más joven a sus pies.

Las rosas volvieran a mimarla, pudiendo comprobar que cada uno tenía un color diferente.

Steve era el dueño del dorado, la primer rosa que le había regalado. Y que repetía en cada oportunidad.

Chris, la acariciaba con una rosa blanca,

Y Pierre, era representado por una negra.

Los etéreos roces la hipnotizaron, sumergiéndola en un estado de somnolencia que la llevó a Morfeo con una sonrisa.

Los pétalos de las rosas de repente fueron desprendiéndose, creando a su alrededor un tupido y aterciopelado mar donde los colores blanco, negro y amarillo se habían transformado en el escarlata puro de la sangre.

Su intenso color los envolvió.

Y los tres hombres cayeron en un profundo sueño, tan calmo y en paz, que parecía mortal.



Steve despertó de golpe, hundido en la penumbra de su habitación. La luz de la luna se colaba por el ventanal, alumbrando el perfil de su mujer, que dormía pacíficamente a su lado, con su mano sobre el duro pecho y con sus piernas anudadas a las de él. 

—Mía —masculló dominante, arrastrando más contra su piel el cuerpo cálido y relajado de su esposa, rodeándola con su brazo de manera posesiva—. Solamente mía.


N/A:

No tenía pensado hacer este extra. Pero en una conversación con mi querida MetalyLetras surgió de manera juguetona un trío entre Pierre, Steve y Aurora... pero como Chris no puede faltar nunca en mi ecuación, le armé a nuestra peque una pequeña orgía, jejeje...

Además, me gustó introducir ciertos simbolismos que más adelante se irán revelando.

Esperaba hacerlo más corto, pero me enganché... qué les puedo decir. Espero que no me haya quedado muy mal. Me resultó medio difícil meter a tres hombres con una mujer, jajaja...

Si son de las que lo leyeron, espero no haber decepcionado y que les haya gustado.

Gracias por leer, Demonios!

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