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89. El ataque enemigo (Parte I)

89. El ataque enemigo (Parte I).

Era la hora.

Lara y los suyos estaban preparados y alineados, dispuestos para el avance agazapado en dirección al descuidado edificio de cuatro pisos que funcionaba como cueva infernal, cuyas ventanas parecían tapiadas con maderas, como si estuviera abandonado. El día gris y borroso, con la densa neblina envolviéndolos aumentaba la sensación de espectral del lugar.

Mientras ella iría segunda en la primera línea de ataque —que usaría la entrada principal, derribándola con el ariete—, el segundo grupo rodearía la propiedad para evitar huidas.

Cuando su voz iba a murmurar la orden de inicio, la detuvo la llegada inesperada de una pequeña motocicleta de una pizzería. Iba a maldecir, cuando una idea relumbró en ella. Sonrió de manera traviesa y corrió hacia el joven repartidor que se había bajado para tomar las cajas que debía entregar.

*

Los golpes en la puerta hicieron que los hombres dentro de la casa reaccionaran hacia esta. Los que estaban jugando a las cartas apenas cambiaron su atención, esperando que fueran otros los encargados de buscar el ansiado almuerzo. El grupo que se entretenía mirando la televisión peleó por quién sería el que debería levantarse. Después de burlas, protestas e insultos, el más joven de todos arrastró enfurruñado los pies por el pasillo.

Miró por la mirilla, reconociendo el logo de la pizzería en la gorra que se manifestó a través de la lente distorsionada, ocupando su campo visual. Confiado y con desdén, abrió la puerta levemente. Pero esta fue pateada por el repartidor, sorprendiendo al criminal, que chocó su espalda con la pared a un lado.

Sin saber cómo responder, se congeló cuando comprendió que era una mujer de ojos rasgados la que portaba el uniforme engañoso. Detrás de ella, emergió una secuencia perfectamente sincronizada de agentes protegidos para el combate, llevándoselo bruscamente antes de tirarlo al suelo en el exterior y esposarlo.

*

En cuanto Lara vio la estrecha oportunidad que le daba el hombre del otro lado de la puerta, no lo dudó e inició el ataque.

Dejó que sus hombres se hicieran cargo de este y avanzó sacando su arma, al grito que la identificaba como agente federal.

—¡Todos al suelo! ¡FBI!

El caos se desató. Algunos delincuentes saltaron sobre sus armas y prefirieron enfrentar una balacera antes que entregarse, pero el desconcierto los derrotó de inmediato, siendo fulminados o heridos. Los que no llegaron a armarse, intentaron escapar pero fue imposible cuando más agentes bloquearon las restantes salidas.

Los pasos pesados de las botas militares sonaron por toda la propiedad, subiendo por las escaleras, yendo de puerta en puerta y derribando a todo criminal con el que se topaban.

Los gritos, detonaciones y llantos de las víctimas recuperadas alcanzaban varias calles. Pero los pocos habitantes del barrio no eran ajenos a ese tipo de disturbios y se limitaron a mantenerse en sus hogares.

*

Chris había permanecido afuera, en la acera de enfrente, junto a los vehículos federales que habían llegado al momento del operativo. Todos sus músculos ardiendo por una espera que odiaba y empeoraba con cada disparo que aumentaba su incertidumbre. Su mano palpaba ansiosa el arma de su cintura. Un arma adicional en reemplazo a la reglamentaria.

Irguió sus casi dos metros de altura con cierto alivio cuando vio que la batalla parecía ganada. Lara, Robert y William salían acompañados de los agentes que llevaban los arrestos y las chicas rescatadas. Dispuesto a acercarse con su gran sonrisa dibujada en el rostro, una aparición captó su visión periférica.

Sintió que el mundo se movía en cámara lenta cuando una furgoneta negra frenó ruidosamente en la esquina. De esta se bajó un amplio equipo comando vestidos de negro y encapuchados con subfusiles UZI en sus manos. Contempló cómo se dirigían hacia agentes y criminales, sin notar su presencia.

Una terrorífica comprensión lo asaltó cuando los vio avanzar como cazadores sobre sus presas. Toda su adrenalina se agolpó en torrente en su sangre, corriendo como gasolina encendida. Tomó su 9 mm y no dudó en apuntar a los sospechosos al tiempo que advertía a gritos la invasión.

—¡Cuidado! ¡Nos atacan!

El titán corrió hacia los desconocidos que se habían dividido al saberse descubiertos. Lara y los suyos, alertados, se cubrieron cuando los disparos de los primeros enemigos hirieron o acabaron con agentes y apresados de manera indiscriminada. Las muchachas asustadas se tiraron al suelo indemnes, protegidas por sus guardianes. 

Los restantes asaltantes giraron hacia Chris, que parecía un toro embravecido a punto de cornearlos. Dispararon hacia él, que se protegió detrás de una de las camionetas federales, devolviendo la cortesía.

En el centro de la tormenta, nuevos proyectiles mordieron la carne de los enmascarados, sin llegar a ser mortal. La dirección de estos ataques no pertenecía a los que estaban en tierra. Por el contrario, parecían surgir del cielo, dejando blancos caídos, pero vivos. Habiendo perdido el factor sorpresa, los agresores se replegaron sin dejar de escupir balas.

Chris aprovechó la confusión e inició la persecución a pie a través de las callejuelas. Lara, que había esquivado el peligro, emprendió la misma carrera, ordenando a su espalda que apresaran a los caídos mientras se alejaba.

*

Frank, Hannah y los sobrevivientes respiraban agitados a través de los pasamontañas sin parar de correr. Los impactos de balas de sus perseguidores —Chris y Lara—, en las paredes que iban dejando atrás rozaban cada vez más cerca de sus anatomías, forzándolos a detenerse para refugiarse cuando los percibieron a muy corta distancia.

Mientras sus aliados repelían a los dos agentes, Frank observaba hacia arriba.

—Te dije que el apoyo de Webb estaría allí.

—Ahora necesitamos que nos persiga.

—Lo hará. O ya lo está haciendo. Al igual que la estúpida de Yang. Sabía que no podría mantenerse alejada de Webb. Vendrán directo a la trampa. —Hannah sonrió a pesar de que su gesto no fuera visible—. Mantente conectada. Y avísame cuando te encargues de esa zorra. Es hora de dividirnos.

—Buena suerte.

Cross dio las órdenes pertinentes y tras un asentimiento, continuaron con la siguiente fase.

*

Steve se colgó el rifle al hombro e inició la persecución por las azoteas. Miró sobre su hombro, al edificio de al lado y sonrió debajo de la visera de su gorra al ver el grácil cuerpo de su esposa correr y saltar de manera acrobática en la misma línea que él. Su visión desde las alturas les otorgaba ventaja y la aprovecharían para proteger a Chris y Lara.

Comprendieron lo que debían hacer cuando notaron que su amigo y Yang se separaban en direcciones diferentes para seguir las dos facciones enemigas que se escabullían. El exsicario señaló con su mano su destino, confirmando con Aurora a la distancia el suyo. Dieron un cabezazo y se perdieron de vista segundos después.

*

Lara sentía cómo las gotas de sudor se deslizaban bajo la ropa a pesar del frío que condensaba su respiración. Su pecho se movía acelerado en la intempestiva caza que por momentos debía frenar cuando una sucesión de proyectiles le cortaba el paso.

—Mierda. —Activó el comunicador esperando todavía estar en rango—. Robert, estoy en persecución de tres tiradores hacia el norte, por la décima y Collins. Trae refuerzos y manda a otro tanto a Chris. Él se fue por el oeste.

—Entendido.

Escuchar la voz de su amigo la tranquilizó. Con energías renovadas, continuó con su tarea, dispuesta a no soltar sus presas, que volvían a dividirse. 

—¡Alto, o disparo! —gritó al que permaneció como distracción.

El agresor ignoró la orden, enviándole una secuencia de plomo que la obligó a resguardarse. Sin otra opción, se batió en duelo, y en un descuido de fuego cruzado, abatió al delincuente, que cayó sin vida.

Lara salió de su escondite, dispuesta a recuperar el tiempo perdido. Sonrió cuando al doblar una esquina, se encontró con la espalda del segundo criminal. Este se había detenido, sorprendido por el final de un callejón sin salida.

Un nuevo grito de advertencia.

—¡FBI! ¡Baja el arma! No tienes a dónde ir.

El enmascarado se volteó, obedeciendo dócilmente. Deslizó la UZI por el suelo tras patearla y levantó las manos para cruzarlas en la nuca, arrodillándose, listo para rendirse. Todo en una secuencia que a Lara le hacía pensar que su oponente no era desconocedor del procedimiento. Con precaución, la agente avanzó con su pistola en amenaza. Cuando llegó a su objetivo, lo rodeó, enfundando su arma y sacando las esposas para reducirlo.

Acababa de escuchar el click que trababa los aros alrededor de las gruesas muñecas cuando una ráfaga violenta de balas resonó entre las paredes. El cuerpo del fugitivo cayó inerte al suelo y su instinto llevó su mano a recuperar el arma automática en su cintura. Pero no llegó a sacarla cuando delante de ella emergió una sombra apuntándole con su subfusil.

No hubo necesidad de intercambiar palabras. El extremo humeante de la UZI fue claro y Lara abandonó su Glock y caminó a un lado, siguiendo las mudas indicaciones.

—Matarme solo te traerá más problemas —habló fuerte y segura—. Mis refuerzos están por llegar y que asesines a un agente del FBI a sangre fría te pondrá una diana en la frente. Toda la agencia te perseguirá.

El individuo la ignoró y dispuesto a halar el gatillo, cerró su dedo. Pero los disparos no salieron. El repetido chasquido que indicaba que se había trabado fue la oportunidad que tomó Lara para saltar como un animal salvaje hacia la desconocida figura.

Conectó el primer puño en la cara cubierta, haciendo tambalear a su adversario. Al primer golpe, le siguieron tres más antes de que hubiera una reacción mediante una patada al abdomen de la agente, lo que le dio tiempo al criminal a recuperarse y ser el que pasara a atacar.

Un intercambio de puñetazos, patadas y codazos se fueron sucediendo en una violenta danza que no dejaba claros ganadores.

La sangre ocupó la boca de Lara. Su cuerpo dolía en todos lados y el frío del aire quemaba sus pulmones en cada inhalación forzosa. Sin embargo, la fuerza de impacto no era contundente como los de un hombre, por lo que no dudó de que se enfrentaba a una mujer. La altura, las dimensiones, y los gemidos a los que comenzó a prestarle atención confirmaban sus suposiciones. Pero nada de eso era importante si no lograba superarla.

Golpeó con fuerza el pecho, atinándole directamente a un seno, lo que hizo retroceder con un gruñido a la enigmática mujer, que se sujetó la zona afectada.

Con rabia renovada, Hannah se lanzó hacia Lara, que la recibió con una palanca que la volteó en el aire, haciendo que su espalda impactara con brusquedad en el suelo. Aunque no fue una acción definitiva, porque desde abajo, Moore barrió las piernas de su oponente y se enzarzaron en una nueva batalla, rodando por el pavimento. Con sus cuerpos enredados, la agente dominó posicionándose encima, y a punto de vencer, la mano de Hannah palpó de casualidad la Glock caída y sin demora, la tomó y la enterró en el abdomen de Lara, debajo del chaleco blindado, y disparó.

El ardor se irradió de inmediato desde el interior, paralizándola y haciéndola caer a un lado, quedando acostada sobre su espalda. El calor líquido embadurnó sus ropas, esparciéndose debajo de ella, y un agudo dolor electrificó su cerebro, apagando sus sentidos. Pero sabía que antes debía conseguir al menos una mínima victoria. Algo que llevarse consigo a la otra vida. Necesitaba conocer quién era su verduga. En un gesto desesperado, se aferró al pasamontañas y cuando la figura ya borrosa se alejó instintivamente, la tela quedó en su mano, revelando frente a ella una melena rojiza.

Luego, negrura.


Hannah se puso de pie con dificultad, rodeando sus costillas maltratadas con su brazo libre. Miró a Lara, que parecía estar perdiendo la consciencia, pues sus ojos oscuros lucían opacados, y sonrió de manera perversa. Alzó el arma, dispuesta a rematar con un tiro a la mujer.

Pero no llegó a cumplir con su objetivo porque una sombra la derribó, rodando enseguida hasta desaparecer en un pasillo oscuro a un lateral. Enfurecida, desde su posición, Hannah disparó hacia las penumbras. Creyendo haber logrado alejar la amenaza, volvió a pararse.

Su sensación de seguridad se esfumó cuando de la nada emergió la figura negra del fantasma. Su capucha cubría sus facciones y la silueta diluida por la poca visibilidad no permitía determinar si era hombre o mujer, pero supuso que era el informante de Webb.

—Maldito hijo de puta —sonrió de medio lado—. Has cometido un error que te saldrá caro. A mi jefe le hará feliz que te entregue a él.

Apuntó y descargó el cargador, buscando herir e inhabilitar al hombre que habían estado buscando por meses. Mientras disparaba, el miedo fue apoderándose de ella cuando el maldito espectro parecía esquivar cada bala sin un rasguño.

El sonido de vacío la desesperó cuando ya no había más proyectiles. Gritó sin dejar de apretar el gatillo.

—¡Mierda! —aulló.

Lanzó el arma como último recurso cuando la presencia avanzó lentamente por el oscuro callejón.

No esperó a encontrarse con el individuo a la argentina luz del día y tomando el miedo como combustible, salió huyendo, abandonando el cuerpo de Lara Yang.


Aurora dejó que la anónima mujer escapara y corrió apurada hacia Lara. Se arrodilló a su lado, quitándose los guantes para palpar el organismo que parecía sucumbir poco a poco, descubriendo los golpes y la herida de bala. Apoyó sus manos sobre la sangrante zona, dispuesta a entregarle parte de su poder quimérico.

—Lara, tranquila —habló con dulzura, buscando conectar con los ojos apagados—. Estarás bien. Lo prometo. No morirás en este lugar. No hoy.

Desde su subconsciente, Lara escuchó la lejana voz que le hablaba, sin poder ubicarla. Empezó a reaccionar de a poco cuando una calidez se movió como lava suave y lenta por sus venas y un leve resplandor dorado la hizo parpadear hasta enfocar la visión sobre ella.

Al principio no reconoció el rostro cubierto con un delicado antifaz blanco y oculto por una capucha negra. Fueron los iris de oro llameante lo que le reconectaron las neuronas, aunque la comprensión de su recuperación era ajena a ella.

—¿A-Aurora? —Una tierna sonrisa la recibió—. Pero... ¿cómo?

La mágica muchacha iba a responderle cuando su oído desarrollado le anticipó la aproximación de dos personas. Su cuerpo se erizó, agazapándose para un posible ataque en defensa de la amiga de Chris.

Pero los llamados a Lara la relajaron.

—Son de los míos —murmuró la agente, comprendiendo la aprehensión de Aurora—. Será mejor que te vayas. Ya estoy bien.

—Claro que sí —celebró, regalándole otra hermosa sonrisa—. Iré por Chris.

—Hazlo. —Aurora se irguió, dispuesta a esfumarse, pero la mano de Lara, que se había sentado, la detuvo por un momento—. Gracias. No sé cómo lo hiciste, pero me salvaste la vida.

—Mantengámoslo en secreto —guiñó un ojo y se fue, desapareciendo por las alturas al colgarse de los balcones y rejas de las escaleras de emergencias de los edificios.

¡Lara! ¡Lara! ¡Mierda! ¡Responde!

La buscada dama se puso de pie riendo entre dientes ante la llamada a lo lejos de su amigo y compañero Robert. Notó asombrada la falta de dolor en los puntos que fueron blancos de ataque.

—¿Quién eres?

***

Frank escuchaba por el auricular lo que Hannah le reportaba, escondido en un recoveco de una vieja fábrica desalojada en la que se habían metido, dividiendo su concentración en la sigilosa persecución de Chris y en la espera por la presencia del escurridizo informante.

No pude darle el tiro de gracia a la perra de Yang. Pero la he dejado al borde de la muerte.

—¿Qué ocurrió? —preguntó en voz baja.

Apareció el informante para protegerla y tuve que huir.

—Mierda —rezongó, comprendiendo la ausencia del hombre.

Creo... creo que tengo un problema. No sé si llegó a verme antes de desmayarse, pero me quitó el pasamontañas.

—Doble mierda. No podemos arriesgarnos a que alguien más te vea —gruñó sin aliento—. Regresa a la agencia y actúa con normalidad. Debes estar atenta y averiguar a qué hospital la llevarán. Tendrás que terminar el trabajo antes de que despierte y te señale.

Lo sé. Lo haré.

El hombre de Durand maldijo por lo bajo cuando otro disparo hizo eco en el lugar. Chris Webb ya había abatido a dos de sus hombres, quedando él y dos más en la posición de ratas acorraladas. Mas no temía. Alzó la vista hacia los andamios que cruzaban el enorme techo y se topó con los dos soldados adicionales que había dispuesto con anticipación en el campo de batalla que había elegido para ese duelo.

Estos enfocaron sus rostros tapados en su líder, a la espera de la orden de ataque.

Una fila de dientes emergió como los de un depredador por debajo de su máscara. Sentía el olor de la sangre por venir. El del placer de la muerte de un enemigo que había vivido demasiado tiempo. 

Elevó su mano derecha y marcó la seña que daba libertad de acción.

*

Chris agudizó sus sentidos, combatiendo el ruido de su corazón palpitante. La respiración después de haber corrido por demasiadas manzanas ya se había regularizado lo suficiente para acallar su agitación, volviéndose lenta y estancada, para que no entorpeciera el más leve ruido que perturbara el silencio del lugar.

Le olía a trampa. Y ese era un presagio que no ignoraría.

Sabía que le quedaban tres fugitivos de los que habían bajado de la furgoneta y ya había cambiado el cargador, y aunque combatiera contra un par de UZIS, solo necesitaba tres oportunidades para salir victorioso.

Un cambio en el ambiente lo alertó, haciéndolo voltear justo a tiempo para esquivar la nueva línea de balas, tirándose a un lado y desde el suelo, acabó con el criminal, quitándole cualquier oportunidad de hacer blanco en él.

Faltaban dos.

Su movimiento lo había dejado a la vista de los dos francotiradores preparados por Frank. Dos adversarios que desconocía el agente.

El primer asesino apuntó, pero no llegó a dar fuego porque alguien más lo hizo antes sobre él, hiriéndole en el hombro. El impacto lo sacudió y terminó cayendo desde la imponente altura, golpeando con cada barra metálica de los andamios debajo de él. Su cuerpo quedó colgado como una marioneta sin hilos.

Chris abrió sus ojos ante la secuencia, confirmando así la trampa y agradeciendo internamente a Steve, entendiendo que había más personas que los invitados iniciales.

Frank y sus dos compañeros buscaron al responsable que había descubierto a uno de los tiradores escondidos. Cross lo encontró corriendo por entre los pasillos aéreos, pero se contuvo de disparar al no poder asegurar de no matarlo. Lo quería con vida. Lo necesitaba para entregárselo a Ryota Yoshida.

Sin embargo, al parecer uno de los suyos —el segundo francotirador—, olvidó la importante premisa y descargó su plomo hacia la sombra. Un grave error que le permitió a Chris hallarlo y ser él el que protegiera a su amigo.

Los intercambios de balas no se hicieron esperar, cada uno vengando a los suyos.

El alivio llegó para Chris cuando las sirenas sonaron desde afuera. La caballería había arribado.

—¡Están rodeados! Será mejor que se entreguen.

Frank y el único hombre que le quedaba, se reunieron. Se miraron y asintieron, sabiendo que todavía tenían una salida para no ser atrapados. Hacia ella corriendo, sin importarles revelar su presencia.

Huyeron antes de que los agentes restantes entraran por ellos. Pero Chris no dejaría que escaparan. Siguiendo los pasos entre los obstáculos de la vieja fábrica, llegó a la puerta posterior que encontró abierta. Salió, deteniéndose cuando la luz —a pesar de ser gris y nebulosa—, lo encegueció momentáneamente.

Escuchó un disparo que identificó desde la cima de los edificios y miró hacia arriba. Steve le señalaba la dirección de los criminales.

Dispuesto a continuar con su cacería, un movimiento extraño lo hizo girar.

Uno de los hombres vestidos de negro apuntaba a Steve, que mantenía su atención en otro punto. Supuso que hacia el primer delincuente que había escapado.

—¡Cuidado! —advirtió Chris, levantando su arma.

Todo pasó en un segundo. El subfusil escupió sus proyectiles al tiempo que Chris abría fuego.

Frank también gritó, deteniéndose en su carrera al temer que su hombre matara al objeto de obsesión de los Yoshida. Y eso podría desatar una guerra en la mafia.

—¡No te olvides del objetivo! ¡Es el informante!

Steve reaccionó justo a tiempo y el agresor también lo hizo para esquivar a Chris, por lo que nadie salió herido, pero todos quedaron prevenidos y salieron corriendo.

Por encima de los techos, Steve saltaba y giraba en el aire. Desde el suelo, tenía sus perseguidores y detrás de estos, Chris cerraba la línea.

Las largas piernas de Steve no se cansaban. Cada vez se movían más rápido, volando con el viento. Dio un salto que lo elevó cruzando el vacío entre dos edificios cuando oyó un nuevo disparo. Sintió la mordedura en su muslo, perdiendo el impulso antes de alcanzar el suelo de la azotea. Llegó a sujetarse del borde, mirando hacia abajo. Una caída desde ahí no sería mortal, pero dolería.

Vio llegar a uno de los enmascarados. El segundo había quedado enfrentándose a Chris. Así lo atestiguaban los contantes estallidos que escuchaba.

—Carajo —maldijo.

Tomó impulso para saltar y alcanzar el resguardo del otro lado antes de ser baleado nuevamente, apretando sus dientes ante el agudo dolor. No necesitó esforzarse porque una mano poderosa lo alzó y cayó en los perfumados brazos de su esposa.

—Hasta que te encontré —bromeó la muchacha.

—Eso estuvo cerca.

—Pero no acabó, Steve. Escuché que les interesa el informante.

Se movieron hacia el extremo opuesto de la azotea. Aurora notó que su esposo rengueaba, y no pudo evitar sentir que su corazón se angustiaba ante el rastro de sangre que dejaba. En silencio y con cuidado, se asomaron para revisar los alrededores, comprobando que los enemigos no habían llegado hasta allí.

La joven enfocó su atención en un contenedor de basura, calculando mentalmente y hallando una solución que la hizo sonreír con algo de pesar.

—Tenemos que librarte de ellos. Estás en peligro. Si les interesa Chris, es lógico que también busquen acabar con su informante.

—No me atraparán, mi niña. Ni siquiera sabe quién soy. Sino, ya nos hubieran acechado.

Ambos coincidían en ello.

—No, no te atraparán. Porque no lo permitiré.

Lo sujetó con un puño de la ropa y lo atrajo para besarlo. Un beso de amor y de sanación.

Un beso de despedida. Una momentánea.

De un veloz movimiento le quitó la gorra y los hizo girar, dejándolo a él de espaldas al vacío.

—Confía en mí.

Los zafiros brillaron de confusión ante las palabras dichas. La sorpresa fue mayor cuando sintió el empujón que lo hizo volar en caída libre.

Se vio suspendido en el aire antes de sufrir los efectos de la gravedad que lo alejó de los ojos dorados de la mujer que amaba. Los pocos pisos que elevaban al edificio del suelo los recorrió en segundos antes de que su cuerpo cayera sobre la basura del contenedor que lo recibió de manera apestosa y viscosa.

Se quedó allí, desconcertado y solo, observando el cielo cubierto y la imagen desaparecida de su esposa. Su pulso golpeteando en sus oídos y la decepción y el miedo iniciando una carrera por sus venas.

—¿Qué hiciste mi niña? —se quejó, lamentando el abandono.

*

—Lo siento mi amor —susurró al viento, viendo caer al hombre que amaba y que protegería con su vida de ser necesario. Se colocó la gorra debajo de la capucha, bajando la visera.

Con firme resolución, giró sobre sus talones. Sabía que debía provocar al enemigo que buscaba a Steve, por lo que decidió aprovechar la similitud de sus ropas negras y confundirlo. Corrió atravesando la azotea y saltó al edificio del otro lado de la calle.

Su aparición aérea logró el objetivo deseado, pues Frank había comenzado a escalar las escaleras de emergencias, esperando hallar a su presa herida en la cima.

—¿Qué? —No podía creer lo que veía—. ¿No estaba herido? ¡Mierda!

Bajó a los saltos hasta llegar nuevamente al suelo y continuó con la cacería. No se le escaparía.

*

Después de lo que le pareció una eternidad, Steve juntó su dignidad y las fuerzas para salir del contenedor. De un ágil salto, tocó la acera. La herida de bala había sanado, pero la caída no había sido muy amable y sus músculos se lo recriminaron. Pero no era nada para él.

Comprendiendo la gravedad de lo que ocurría, y a pesar de la seguridad con la que se había expresado, temía que su identidad como informante de Chris se viera comprometida. Debían hacer uso de sus planes de contingencia y para eso necesitaba la asistencia de Andrew.

***

Los agentes compañeros de Chris lo alcanzaron cuando acababa de darle mortalmente al misterioso hombre que lo había tenido retenido a balazos, impidiendo que atrapara al último fugitivo o que pudiera ayudar a Steve.

En el camino de regreso al punto de partida de la maratón de ese día, no dejaba de repasar todo lo ocurrido. La repentina llegada de ese escuadrón enmascarado; el repetido intento por acabar con él —como la trampa en la fábrica abandonada lo demostraba—; o el nuevo interés en su informante.

Ese día solo había habido muertos y odiaba eso. No solo porque prefería que los criminales fueran sometidos a un juicio y cumplieran sentencia, sino también porque necesitaba respuestas a todas las interrogantes que se amontonaban.

En cuanto llegaron a la casa donde habían hecho el operativo inicial, el jefe Estrada lo acorraló. Su rostro serio emanaba reproche.

—¿Qué es lo que hacías aquí, Webb?

Chris resopló, agotado física y mentalmente,

—Solo observaba la operación, jefe.

—Sé que fuiste tú el que le pasó el dato a Yang, pero eso no te da derecho a aparecerte cuando sabes que estás suspendido. Así que, no me tocarás más las pelotas y te irás a tu casa. No te moverás de allí hasta nuevo aviso.

—Señor...

—Obedece, joder.

Su enfado se aplacó al ver el estado deplorable en el que se encontraba su agente más brillante. Su ropa estaba sucia y desprolija. Su semblante marcaba el esfuerzo de una larga batalla en la que una vez más, había demostrado ser un hábil guerrero. Lo había desobedecido, algo que no le sorprendía, porque su corazón noble no le permitía mantenerse impasible ante la injusticia a su alrededor. Y eso lo enorgullecía.

Le colocó su mano en el hombro, alzando la vista hacia el alto hombre, para que viera la contundencia en sus ojos.

—Pronto tendremos esto solucionado y retomarás tus deberes. Estamos peleando por ti, muchacho. Ahora ve, descansa y quítate la suciedad de encima.

—Lo haré, señor. Gracias.


N/A:

Espero que la acción no los haya confundido. Las secuencias se sucedieron casi en simultáneo, por lo que traté de ser clara.

El peligro es cada vez mayor, pero recién está empezando.

¿Qué pasará cuando Steve no pueda comunicarse con Andrew?

Espero sus comentarios y estrellitas, que este capítulo me costo muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuucho.

Gracias por leer, Demonios!

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