29. Operación...
29. Operación...
—¡Hola mocosa!
—¡Hola mojigato!
El abrazo entre los hermanos Webb producía una disparidad curiosa en medio del aeropuerto. Él, imponente, atlético, alto y de músculos definidos y firmes, atrapando contra su cuerpo la pequeña y delgada anatomía de su hermana menor. Al tomarla y elevarla la alzaba varios centímetros del suelo, pareciendo una muñeca frágil y delicada.
—Bienvenida a Nueva York —celebró con una sonrisa radiante en cuanto la depositó con suavidad en el suelo. Tomó la maleta de su hermana y la guio hacia la salida.
—¡Gracias! Hacía tiempo que no tenías el placer de mi grata compañía.
—Y la de tu ego... ¿Te cobraron doble pasaje por traerlo contigo? De hecho, no sé si tengo espacio para él en casa —recibió un golpe en su abdomen que no hizo nada en él, pero ambos rieron.
Enseguida rodeó sus hombros con su largo y fuerte brazo, atrayéndola hacia su cuerpo.
—¿Y cómo está mamá?
—Bien. Te mandó una montaña de regalos. Abrigos para que no te resfríes, aunque sabemos que el invierno de Nueva York no se compara al de Montana —rieron sabiendo lo exagerada que podía ser la mujer—. Y algunas de sus especialidades.
—¿Galletas de jengibre y canela? —Ella asintió—. Son las mejores del mundo.
—Chris... —su tono abandonaba la jocosidad—. Mamá me preocupa.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre Em? ¿Sigues creyendo que algo le pasa?
—No lo sé. No suelta prenda. Pero está distraída. Muchas veces la veo con la mirada perdida en la lejanía y en varias oportunidades ha desaparecido de casa, alegando que simplemente está aburrida y que se ha anotado a un grupo de lectura.
—Eso es bueno, ¿no? Que salga y se divierta. Tal vez tiene un nuevo hombre —alzó sus cejas varias veces con picardía.
—Si fuera eso debería estar más alegre y feliz. Pero no es el caso. La veo apagada y más delgada.
—Mierda —masculló, sintiendo que su corazón se apretaba—. Me engaña en cada llamada fingiendo que todo está en orden. Aunque nunca terminé de tragarme sus palabras. Algo en su tono de voz...
—Lo sé —suspiró—. Espero que no sea nada. Sólo melancolía por la vejez. Tal vez un nieto la haría feliz.
—¿Y de dónde sacamos uno de esos? —preguntó burlón—. Yo no pienso embarazar a una desconocida y a ti te prohíbo tener sexo hasta los cuarenta.
—Prohibición invalidada por mensaje entregado de forma tardía, querido hermano —se carcajeó al ver la mueca de espanto del atractivo hombre—. Follo desde el último año de preparatoria, idiota. ¡Y me encanta!
—¡Calla! Que me estás matando.
Le sacó la lengua como una niña pequeña y volvió a reír cuando lo notó realmente pálido.
¡Como si ahora con veintiséis años pudiera aguantar las ganas de un buen polvo!
Podrían provocarse permanentemente, pero se adoraban.
Chris miró de reojo a Emily. Su pequeña hermana era un milagro. Había nacido con algo más de siete meses tras un embarazo complicado. Él sólo tenía cuatro años en ese entonces, pero en su confusa memoria quedaba registrado el temor y la angustia que habían reinado por semanas en su hogar, hasta que la minúscula bebita superó su gran prueba de recibimiento a su nueva existencia en la Tierra tras un tiempo prudencial en una incubadora.
Ella siempre había admirado a su hermano mayor y, aunque a veces su admiración rayaba con algo de envidia por haber sido el hijo disciplinado y con metas firmes y concretas que cumplía de manera sobresaliente, lo amaba con todo su ser. Muchas veces había querido seguir sus pasos entre tanta confusión e indecisión en su vida.
Sin embargo, las mismas palabras del gigante Webb la habían envalentonado para no caer en la derrota ante lo que sentía como una colección de frustraciones y decepciones.
<<—Hermanita, no fuerces algo sólo porque la sociedad o ciertos estándares presionen a que sigas un camino repetido, sin alma y definitivamente, no el adecuado para ti.
Sé que siempre te molesto con ser un parásito y bromear con tu holgazanería, pero tú y yo sabemos que sólo estás hallándote. Eres fuerte, cariñosa, amas a tu familia, amigos, la naturaleza y el ayudar a otros. Eres libre, alegre e insoportablemente positiva. —Ella había reído entre lágrimas, refugiada en el abrazo enorme de su hermano, que la consolaba después de haber sido rechazada en una universidad. Por segunda vez—. Eres inteligente. Que un pedazo de papel no te lo haga dudar. Simplemente, tu vocación no te ha golpeado. Cuando lo haga, serás la mejor en ello>>.
Y así era. No comprendía cómo había tardado tanto en descubrir que ser paramédico era lo que llenaba su esencia. Especialmente cuando su madre había sido enfermera y su padre policía.
Desde que había comenzado a estudiar, había sobresalido y después de mucho esfuerzo —especialmente por su asma que cada tanto la importunaba—, trabajaba en lo que era buena, sintiendo que cada día su corazón se colmaba más de satisfacción.
Sólo faltaba hacer que latiera de manera rítmica junto al de un buen hombre.
Y allí estaban nuevamente sus frustraciones y acumulación de fracasos amorosos.
Tenía un novio, pero que, a pesar de entretenerse con él, no creí o veía un verdadero futuro a su lado. Aunque se divertía al molestar a su hermano por sus elecciones.
—¿En qué piensas Em?
La profunda voz de su hermano la devolvió a la realidad. Parpadeó varias veces, ubicándose casi con sorpresa en el vehículo del hombre. Iban camino a su casa y ni se había dado cuenta.
—Nada en particular —se encogió de hombros. Una gran sonrisa decoró su rostro cuando Chris giró dos segundos para contemplarla—. ¿Y? ¿Ya tienes novia o qué?
Chris chasqueó la lengua.
—Corta el rollo. No quiero hablar de eso.
—Ohhh, ya veo. Una chica ronda pero no se da cuenta de tus sentimientos.
—Calla.
—Si no te aprecia ni ve en ti lo increíble que eres, entonces no te merece.
—Lo mismo digo.
—¿A qué te refieres?
—¿Sigues con el idiota de la hamburguesería?
—Bueno... —Chris alzó una ceja—. Sí. Él me trata bien, así que no es lo mismo.
—Se aprovecha de ti. Eres mucho más. Mereces mucho más.
—¿Lo dices porque es empleado en un local de comida rápida? No te creía tan superficial —fingió sentirse ofendida.
—Sabes que me importa una mierda a qué se dedique, siempre y cuando sea un buen hombre y te trate como corresponde y no como su cajero automático.
—Al menos, tengo alguien que me menea con regularidad —rio cuando Chris volteó hacia ella con los ojos desorbitados—. ¡Hey! Ojos en la carretera. Qué par que somos, ¿no?
Él, recuperado de su impresión, estiró las comisuras de un lado de su boca, aceptando que estaban perdidos en cuestión del amor.
Emily encendió el estéreo del coche y comenzó a cantar y a reír el resto del trayecto.
***
—¿Qué lees?
Había visto a Emily muy concentrada recostada en el sofá, sosteniendo algo entre sus manos. La vio de reojo sin desatender la preparación del almuerzo. Después de ello, tenían pensado pasear por la Gran Manzana hasta la noche y cenar afuera.
—Nada. Sólo pasaba las páginas de la revista que tienes sobre la mesa.
El cocinero se detuvo en su faena culinaria y aunque su hermana no lo veía a la cara, se sintió palidecer.
—¿Revista?
—Sí, esta que muestra famosos y millonarios. No sabía que fuera de tu interés.
A pesar de la música que ambientaba suavemente el lugar, Chris escuchaba el pasar de las páginas.
—¡Wow! ¡Mierda! Creí que este tipo de personas sólo existían en Hollywood o en mis más candentes sueños.
—¿De qué hablas?
Para qué preguntaba, si estaba seguro cuál sería la respuesta.
—Tengo en mis manos mi siguiente fantasía húmeda.
—Aghhh... demasiada información gráfica. No quiero a mi hermana en mi mente con sucias escenas.
—Lo siento, lo siento. Yo tampoco quiero eso. Pero ¡joder! Este tipo es un dios. Steve Sharpe —saboreó su nombre con gula—. Envidio a su esposa. Aunque es otra diosa. ¡Por Dios! Que sus hijos serán pura perfección con esos genes.
Chris cerró sus párpados con fuerza. Lo último que quería imaginar era a Aurora en la tarea reproductora. Saberla madre sería su última tortura.
Aunque reconocía que efectivamente, sus genes darían con un bebé perfecto.
—¿Los has visto alguna vez?
—Soy un agente federal y ellos son billonarios. ¿Dónde crees que combinaríamos? ¿Mientras hacemos las compras en el supermercado?
—Tienes razón. Pero sería fantástico verlos personalmente... mmmm.
—¿Qué?
Chris había percibido el sonido salir de la garganta de su hermana. Significaba que algo pasaba por su mente.
—Steve Sharpe... —repitió en voz baja—. Su nombre me suena.
—Bueno, es el dueño de una de las cadenas de telecomunicaciones más importante del mundo.
—No tengo ni idea de eso. Es otra cosa. Estoy tratando de ubicarlo... pero se me está escapando.
La siguiente canción en sonar por la radio la hizo saltar en su lugar con un grito de regocijo ante su descubrimiento.
—¡Ya lo tengo! ¡Madison Pawlak!
—¿Quién es esa?
—Esta es su canción. La que canta es ella.
—Ahhh, cierto. —Claro que ahora la recodaba. Siempre que iba a Montana su hermana ponía sus canciones—. ¿Y?
—Ella y Steve Sharpe se conocen. —Eso lo detuvo nuevamente por unos segundos, prestando atención a lo que Emily detallaba—. En el pasado, se rumoreaba que eran más que sólo amigos.
—¿Novios?
—Más como amantes. Pero nunca se confirmó nada, aunque se los solía ver juntos cuando él iba a Londres o ella venía a Nueva York.
Localizó el nombre de Madison en su archivo mental al recordar la noche en el penthouse de los Sharpe. Una incómoda conversación con el amigo inglés que en ese momento le revolvió el estómago al pensar en si Aurora estaría al tanto la relación entre los hombres y la cantante.
—¿Londres? ¿Ella vive en Londres?
—Ahí radica desde que inició su carrera de modelo.
—Creí que era cantante.
—Eso era antes. Luego se convirtió en una increíble solista. Joder. También hubieran sido una pareja increíble.
En ese momento Chris deseó que lo hubieran sido. Que siguieran siéndolo y de esa manera Aurora podría ser conocedora de sus sentimientos y hasta posiblemente, en una realidad alterna, ser el matrimonio Webb.
Sin embargo, la gran boca de su hermana sólo lo atormentaría más.
—Noooooo... me gusta más este matrimonio. Ella parece un ángel y él con su aura de chico posesivo y duro sería dominado por su ternura.
<<Si supieras lo acertada que estás hermanita>>.
Perdido en sus pensamientos, se sobresaltó cuando el volumen del estéreo aumentó.
—¿Pero qué mierda?
—¡Amo esta canción! —gritó su hermana, y enseguida comenzó a mover sus caderas y cabeza al ritmo de la música. Su voz medianamente afinada reproducía la letra que llenaba el ambiente—. Maddy es grandiosa. Ya espero su nuevo disco.
—Es buena —aceptó Chris, mientras llegaba a la sala y disminuía la intensidad, evitando así tener que gritar para hacerse escuchar. Y no recibir quejas de sus vecinos. Especialmente de la señora Reznik.
Los orbes igual de celestes de su hermano le reprocharon su accionar sacándole la lengua, a lo que él correspondió enseñando su dedo medio.
—¿Buena? Es la mejor. Sus letras son la perfecta transcripción de lo que siento en cada momento.
—Es lo que dices siempre.
—Porque siempre ha sido así. Ahora, deja de ser un viejo aburrido y dame más volumen.
—No estamos en Montana, donde el siguiente vecino de mamá está a cientos de metros. Aquí me meterás en problemas.
—¡Qué amargado!
—Madura de una vez. Tienes ya veintiséis años.
—¡Nunca! Y tú no deberías comportarte como un anciano a tus treinta años —elevó una vez más la música y se subió al sofá donde ignoró a su hermano mayor, concentrándose en bailar como si estuviera en un escenario.
—Mocosa... —masculló y se dirigió a la cocina a terminar el almuerzo.
No pudo llegar a destino porque el timbre de su puerta, algo perdido por la música, lo desvió. Con la confusión plasmada en su rostro, se dirigió a descubrir quién lo importunaba en el único viernes libre que se había pedido en años.
Al abrir la puerta se sorprendió al ver a su compañera.
—¡Lara! ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en el buró?
—Hola Chris —la mujer se introdujo en la propiedad sin esperar, o necesitar, una invitación—. Sé que tenías el día libre, pero esto es importante... —frunció el ceño—. ¿Desde cuándo escuchas a Madison a todo volumen?
<<Vaya, al parecer, todos conocen a Madison Pawlak>>.
—Desde nunca. Es Emily. Ven pasa.
—¡Cierto! Me había olvidado que vendría de visita.
La muchacha de rasgos orientales siguió a su amigo hasta la sala de estar, donde Emily seguía bailando y cantando usando el control remoto del televisor como micrófono.
Lara arqueó una ceja divertida ante la visión que tenía.
La menuda joven se movía en unos pantalones vaqueros ajustados y un sweater amplio que caía por uno de sus hombros. Sacudía su larga melena igual de castaña clara que su hermano mayor.
Chris se encaminó hasta el reproductor de música y lo silenció, cosechando una protesta en forma de catarata de insultos y groserías por parte de la menor de los Webb, hasta que esta se percató de la invitada de pie en el umbral de la sala.
—Vaya espectáculo. Me alegro tanto haber tenido entrada en primera fila para esto. Incluyendo la imaginación en tu sucio vocabulario.
—¡Lara! —De un salto, se bajó del sofá y se dirigió a la recién llegada, estrechándola en un fuerte abrazo—. ¡Qué alegría verte! —saludó, con la respiración agitada.
—¿Estás bien Em? —preguntaron Chris y Lara al mismo tiempo.
Sintiendo todavía la falta de aire, soltó a la agente y caminó hasta su bolso, de donde sacó su inhalador y lo apretó para liberar un soplo que aspiró ante la atenta mirada de su hermano mayor, a lo que ella negó, restándole importancia.
—Sí, claro. Ya saben... asma. Pero dime... ¿Cómo estás? ¿Y Victoria?
—Estamos muy bien. Tú te ves hermosa.
—Será que estás quedando ciega, compañera —molestó Chris al acercarse a las dos y recibiendo un golpe de un minúsculo puño sobre su hombro—. ¿Eso se supone que debe doler Em?
—Debería, pero eres una maldita roca andante —sacudió su mano sin poder disimular un gesto de dolor—. O toda una jodida montaña. No es justo que me duela a mí.
—No es justo que seas un grano en mi culo —prosiguió con la broma cuando vio a su hermana restablecida—. Y aquí estamos.
—Idiota.
—Holgazana.
—Ya no puedes usar ese insulto en mí. Ahora soy una eficiente paramédica.
—¡Es cierto! —exclamó Lara—. Chris nos contó sobre ello. Felicitaciones.
—Gracias.
—Tu hermano necesitó babero cuando nos contó lo orgulloso que estaba de ti.
—¿En serio? —Sus ojos se volvieron vidriosos y se dirigieron a Chris, que se encogía de hombros mientras retomaba el camino a la cocina y era seguido por ambas mujeres, donde se afirmó frente a la cocina para finalizar sus preparaciones, dando la espalda a su amiga y hermana—. ¿No estarás inventando eso?
—Jamás —sonrió, cerrando sus rasgados ojos—. Eres su pequeña hermana. Es normal que se preocupe por ti y se enorgullezca con tus logros.
—Lo sé —y como una niña, corrió a capturar la enorme figura de su hermano con un abrazo desde atrás, rodeando su duro y firme abdomen conformado por definidos cuadrados—. Te amo mojigato.
—Yo también mocosa —acarició con ternura las manos que se entrelazaban delante de él usando su mano libre, en tanto la otra removía el contenido de su cacerola—. Ahora, almorcemos. ¿Lara, te quedas?
—Sólo porque tus preparaciones son de estrellas Michelin.
El hombre rio entre dientes, sin poder evitar sonrojarse. Agradecía que no se le notara, porque sería otro motivo de burla.
—Aún no me has dicho por qué necesitabas venir hasta aquí. El lunes podríamos haber hablado en el trabajo.
—¡Oh, cierto!
Su semblante se endureció y meneó su cabeza con preocupación. Se había olvidado el motivo que la había llevado hasta allí. Apoyó su bolso sobre la isla de la cocina y sacó una carpeta de expediente, como la que resguardaban la información de sus casos. Chris, liberado de su hermana, se había dado vuelta. Arrugó su entrecejo al ver lo que sostenía en sus manos.
—¿Qué traes ahí?
—Hay algo raro y no quería comentártelo en la agencia.
—¿Qué quieres decir? —Apagó el fuego de la hornalla y sacó del horno la carne asada para dar toda su atención a Lara. Emily, como si comprendiera dónde estaba la concentración de su hermano, tomó el relevo para servir la comida—. ¿Qué es lo raro y en dónde?
Lara suspiró. Llevaba días sospechando de ciertos movimientos extraños y antes de volverse loca, decidió compartirlo con su compañero y más fiel amigo.
—Creo que están desapareciendo algunas chicas rescatadas.
—¿De qué hablas?
—Ven Chris, siéntate.
Él la obedeció y se ubicó en un taburete a su lado.
Ignoraron los platos que Emily depositó frente a ellos. Pero no dijo nada más. Notaba la tensión en el ambiente, y en silencio se ubicó del otro lado de la isla y comenzó a comer sin quitar la vista a los agentes.
—Tengo aquí el informe de cada grupo que salvamos. Desde que tenemos ayuda extra —arqueó una de sus elegantes cejas negras. Chris evitó mirarla, incómodo, y posó sus ojos en el documento que ahora sostenía en sus manos—. Las víctimas eran o iban a ser esclavas sexuales de diferentes grupos de criminales que basaban su operación en la trata de blancas. —Chris asintió para que supiera que la escuchaba—. Aquellas que hemos podido reubicar con sus familias, siguen a salvo. Lo he comprobado.
—¿Pero?
Sabía que lo había.
—Las que no tenían a dónde volver están desapareciendo otra vez.
—Eso lo temíamos desde siempre.
—El tema es que creo que están siendo recapturadas desde el mismo sistema que debería protegerlas.
—¿De qué hablas?
—Lee con atención. —Así lo hacía—. Apenas fueron liberadas, no se supo nada más de ellas. Hice un seguimiento de las organizaciones que deberían estar recibiéndolas en sus instalaciones y no tienen registros de haber siquiera llegado allí. Ni siquiera estaban al tanto de que irían.
Guardaron silencio por unos minutos.
Chris estaba procesando la información. Eso era lo que había temido. Lo que había hablado con Aurora y luego con Steve. Que las indefensas jóvenes cayeran otra vez ante la desesperación de no poder sobrevivir. El temor a morir de hambre, frío y atacadas en las calles solía ser motivo para que esas mismas muchachas aceptaran una vida de mierda en manos de proxenetas o desalmados hijos de puta que se aprovechaban de su vulnerabilidad, volviéndose sus dueños.
Pero estaba captando algo más en lo que decía su compañera. Aquellas rescatadas no pasaba un día en la calle que ya se daban por vencidas. ¿O había algo más detrás de ello?
—¿Dices que entre que la agencia las libera y el refugio al que deberían arribar alguien las rapta nuevamente?
—Eso creo.
—Es muy grave lo que estás insinuando.
—Lo comprendo. Por eso me estuve volviendo loca esta última semana. No sabía si estaba viendo cosas que no existían o si realmente hay algo allí.
—Y de ser así, que tengas razón...
—Uno de los nuestros es un sucio traidor.
—Y calculo que ya tienes una teoría.
—Sí.
Ambos se miraron comprendiendo la magnitud de lo que los podría envolver y sintieron la pesadez de lo que se les vendría encima.
—Phil Harrison —murmuraron al unísono.
—Tiene que ser él —reafirmó Lara—. Desde que comenzamos con esto dos meses atrás, con el caso de Yoshida, todo se ha vuelto una mierda. Ese pedazo de hijo de puta siempre está metido en cada paso que damos. Él es el que nos busca dividir, está al tanto de todo y el que tiene el poder de manejar la evidencia y ocultar la información. Además, ¡mierda! ¡Lleva en su muñeca el sueldo de un año! Todo él grita corrupto.
—Todavía no podemos estar seguros si sólo él está metido en eso —la imagen de la agente Hannah Moore se cruzó por su mente, pero con sólo sospechas por un comportamiento errático no podía comprometer a otro agente en una acusación tan importante—. Tendremos que tener cuidado y no confiar en nadie.
Lara asintió. El hombre frente a ella era el único por el que pondría las manos en el fuego de ser necesario.
—Estoy segura de que hasta ahora no deben haberse dado cuenta de que he metido mi nariz en esto.
—Debemos asegurarnos de que siga así. Por lo pronto, dejaremos de lado estas averiguaciones y buscaremos alguien por fuera que nos ayude.
—¿Alguien por fuera? —elevó una ceja cuestionándolo—. ¿Cómo por ejemplo la persona que ha estado pasándote información de nuestros rescates? —Chris hizo una mueca con su boca, torciéndola. Su mano se coló inconscientemente hasta su nuca, refregándola, como hacía siempre que necesitaba disminuir su tensión—. He confiado en ti. Necesito que tú lo hagas en mí. ¿Quién es la persona que nos ha estado ayudando?
—No puedo decirte su nombre. Pero es alguien muy interesado en evitar que la inmundicia siga aprovechándose de mujeres y niñas. De cualquier criatura vulnerable.
—¿Confías en él?
—Completamente. Y con mi vida.
—Vaya. Estoy sorprendida. ¿Es un viejo colega del ejército?
—No. Pero podría haber sido el mejor soldado.
Dejaba que Lara creyera que era un solo hombre, cuando en realidad era una mujer, asistida por el amor de su vida. Pero, aunque una parte de él le recriminaba no confesar toda la verdad, su sentido común le reconocía que estaba protegiendo a su amiga Yang. Era mejor que no supiera todo lo que lo rodeaba desde que un par de ojos dorados habían capturado su corazón.
Sin embargo, al cruzar sus miradas, supo que ella no le había creído del todo.
Era evidente, cuando la agente sabía que en el medio también había una mujer misteriosa que él había evitado mencionar adrede.
La pelinegra negó con la cabeza y suspiró. Comprendía que, por el momento, era todo lo que obtendría de su compañero.
—¿Puedo hacer algo para ayudar?
Ambos dirigieron su atención a la castaña que había quedado relegada y que en ese momento les recordaba que su comida todavía los esperaba. En un mudo acuerdo, dejaron de lado el archivo y se aplicaron a la tarea de comer su ya frío almuerzo.
—Gracias Em, pero no hay nada que puedas hacer. Es peligroso. Además, estarás aquí sólo el fin de semana y se supones que es para disfrutar de la ciudad.
—Lo siento Em —añadió Lara—. Si hubiera recordado que estabas aquí, habría hablado con tu hermano después de tu partida. Lo último que quiero es inmiscuirte y arruinar su tiempo de hermanos.
—Oh, por favor, Lara —sacudió su mano, desechando lo que decía—. Lo que hacen es importante y cambia la vida de otros. Ojalá pudiera darles una mano. No quiero ni imaginar lo que deben sufrir esas chicas en poder de esos hijos de puta. Sé que encontrarán a los responsables y los castigarán como corresponde.
—En estos momentos, desearía tener a mano el número de contacto del justiciero que estuvimos persiguiendo los últimos años.
—¿Justiciero? —abrió grande sus ojos—. ¿Es atractivo?
—Olvídense del justiciero —atajó Chris. No necesitaba que Lara siguiera hurgando—. Lo resolveremos nosotros, siguiendo los pasos de la ley. Sólo tendremos algo de asistencia.
—Uuffff... sé que lo dices con convicción, compañero, pero esta vez no es como nuestra conversación meses atrás. A quien estemos cazando, obviamente lo protegen personas con poder. La ley no nos garantizará justicia.
—Lara... —el tono de advertencia hizo callar a la joven, que se encogió de hombros mientras metía un bocado en su boca—. Dejémoslo ahí.
—Justiciero... —susurró Emily—. Podría ser un hombre sexy, fuerte, masculino y poderoso. No me importaría ser rescatada por él —sus ojos se abrieron con un intenso brillo de emoción—. ¡Un Steve Sharpe! Ñami ñami —lamió sus labios—. Que vive la vida al mejor estilo del playboy Bruce Wayne y el misterioso Batman.
Lara rio estrepitosamente, ahogándose por un instante con su comida. Recibió apresuradamente un vaso de agua por parte de Emily, que también reía.
—Carajo... —maldijo por lo bajo Chris—. No quiero escuchar nada más. Comamos por favor.
—A Sharpe me lo comería completito completito —dijo Emily entre dientes, esbozando una enorme sonrisa que Lara correspondió en consentimiento.
—Pues ponte en la línea... y más ahora que ciertos rumores lo comprometieron con Madison, a pesar de estar recientemente casado. A lo mejor, pronto vuelve a estar en el mercado para ustedes las hetero.
—¿De qué mierda hablas? —Los ojos color cielo del hombre se abrieron al máximo—. ¿Qué rumores?
Una sospecha se asomó. ¿Sería eso lo que había visto en Aurora tras su semblante entristecido? Y lo recientemente conversado con su hermana sobre la cantante cobró sentido.
—Eso... ¿qué rumores? —repitió su hermana.
—Pues hace un par de días leí de casualidad un chisme que decía que vieron a Steve en cercanía muy "íntima" con Madison. Ambos en un club exclusivo en Londres, y sin la señora Sharpe —mientras hablaba rebuscaba en sus bolsillos su celular, tratando de localizar la noticia pertinente, con una curiosa Emily que se había posicionado a su lado.
—Eso no significa nada, Lara. No deberías creer en todo lo que ves en las redes —aleccionó, aunque por dentro se moría por saber qué tanta verdad había detrás de ello.
Una parte estaba furiosa si descubría que Steve había engañado a Aurora con la que sabía había sido su amante en el pasado, hiriéndola de una forma que no merecía aquel ángel. Y una minúscula —tal vez no tan minúscula—, parte, aquella necia y egoísta, se imaginó junto a la dorada hechicera en una repentina oportunidad.
¿Debería llamar para saber cómo estaban? Tendría que hacerlo al móvil del rubio. Fingiría un saludo amistoso y trataría de...
<<¡No! ¡Cállate! No puedes caer tan bajo>>, se recriminó.
—¡Qué raro!
—¿Qué cosa? —Salió de su monólogo interno—. ¿Qué es lo raro?
—La noticia desapareció.
—¿Eso que significa? —cuestionó Emily.
—Posiblemente que era falsa, o que el hombre trató de ocultar su mierda. Con tanto poder en los medios no sería extraño.
—¡Espera! —señaló otra vez la paramédico—. Ahí hay varias noticias más. Y son recientes, aunque con información contradictoria. —Ambas mujeres leían en silencio, desplazando velozmente sus ojos por la pantalla del aparato—. Vaya...
—¿Qué? —Chris no podía ocultar su ansiedad.
—Me inclino a pensar que fue información inventada, pero sí mencionan que llegaron por separado a una fiesta. Y lo peor, él lo hizo con la cantante... pero después de eso, todo lo que aparece los muestra asquerosamente enamorados —teorizó la agente—. Si hasta dicen que Madison y Aurora se han hecho amigas.
—Mira que hermosa se la ve a la rubia. No sabía que era modelo.
—¿Modelo? —Chris cada vez estaba más perdido—. ¿De qué hablas?
—Estuvo en el desfile, junto a Madison y el matrimonio tuvo una escena romántica de película —Emily suspiró, aleteando sus pestañas y con una sonrisa boba en sus labios—. Mira —le compartió el celular de Lara a su hermano.
Chris no esperaba ver la imagen que se le ofrecía. En ella, Steve estaba de pie, tomando de la mano a una hermosa Aurora enmascarada vestida de novia, que lo contemplaba —ambos lo hacían en realidad—, completamente embelesada desde el extremo de la pasarela.
—Creo que se me fue el apetito —protestó el hombre, alejando su plato de él y devolviendo el dispositivo a su dueña, que rio al tiempo que lo guardaba.
Su mano atrapó la cerveza que había estado bebiendo anteriormente.
Su hermana, que había vuelto a su puesto, parecía tener planes para seguir incordiándolo.
—Lara, amiga, tengo otro tema de suma importancia que hablar contigo.
Emily la contemplaba fijamente, con un brillo travieso en sus ojos.
—Soy toda oídos —respondió, creyendo adivinar las intenciones de la castaña.
—Debemos discutir la inexistente vida sexual de mi hermano y darle solución prontamente.
La cerveza voló esparcida desde la boca del aludido, que inmediatamente tomó una servilleta para limpiar el desastre que había producido.
—De mi vida sexual me encargo yo, muchas gracias.
—Está claro que no estás haciendo un buen trabajo. Estoy segura que estás a nada de volverte virgen —antes de que un reclamo en voz gruesa saliera de Chris, su hermana lo acalló con la mano en alto—. Estoy hablando con Lara. Por favor, no interrumpas.
La sorpresa fue tal que se mantuvo estático, con los ojos casi salidos de sus cuencas.
—Ahora Lara... necesitamos un plan de acción.
—Créeme... lo he intentado. Creí que tendría algo de acción con una agente. —Chris giró tan rápido su cabeza hacia la asiática que se vio a sí mismo como si estuviera en la película del Exorcista—. Aunque, en ese caso, me alegro de que no haya caído en las garras de esa perra.
—¿Qué tendrá Chris que atrae a ese tipo de mujeres?
Lara negó en desconocimiento, elevando sus hombros.
—Aunque debo decir que he notado ciertos cambios en su comportamiento.
Chris se irguió en su puesto y contempló en silencio a su compañera, tratando de dilucidar el significado de sus palabras. Su hermana daría voz a su pregunta.
—¿Qué quieres decir?
—Ha sonreído más en estas últimas semanas que en los pasados años.
Ambas mujeres lo buscaron con la mirada. Chris se enderezó aún más y sintió sus mejillas arder, lo que no le daba dudas de que estarían pintadas de un intenso rojo.
—¿Algo que alegar en tu defensa?
—Nada en lo absoluto. Son imaginaciones de Lara.
—El día de su cumpleaños confesó que ya no pensaba en Clare.
—¡Aleluya! —Emily elevó las manos como si diera una plegaria y Chris le lanzó la servilleta que había usado momentos antes, recibiéndola entre risas.
—Deberían estar felices por eso. Me dieron la lata por más de un año con que me arrastraba como alma en pena.
—¡Y lo estamos! —cantaron al mismo tiempo.
—Pero hay veces que sonríes solo ante tu ordenador y esta semana estuviste ocupado en una tarea personal —indicaba Lara, usando sus dedos como comillas—. Una que te tiene particularmente entusiasmado.
—Sólo estoy haciendo un favor a unos amigos.
—¿Amigos? ¿O amiga?
—¿Saben qué? —Se puso de pie, arrastrando el taburete hacia atrás y tomando su plato—. Terminamos. Lara, gracias por venir. A partir del lunes comenzaremos nuestra investigación paralela. Nuestra operación: Ángeles perdidos. —Yang asintió conforme—. Ahora, mi hermana y yo iremos a recorrer la ciudad.
—Muy bien. Comprendo cuando mi presencia no es bien recibida —respondía, imitando el gesto de su amigo sin quitar la sonrisa de su cara—. Pero no quita que no tenga razón en todo lo expuesto —siguió a Chris hasta dejar su plato en la cocina e inició su retirada—. Esta agente federal se irá. Pero Emily... —la muchacha la observó—. Te mantendré al tanto en relación a nuestra propia operación: desvirgue 2.0 de Chris Webb.
Emily no pudo contener su carcajada mientras Chris lanzaba un trapo de cocina a su amiga, quien desapareció por la puerta antes de recibir el ataque.
N/A:
La trama se complica.
Y tenemos otro nombre mencionado en la primera parte de esta saga. Emily Webb.
¿Qué les pareció la relación entre hermanos? ¿Ustedes tienen? ¿Qué tipo de relación llevan?
Ya saben que hacer para que esta historia crezca... comenten y voten!
Gracias por leer, mis Demonios!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro