18. Dueña de la pasarela
18. Dueña de la pasarela.
Estaba cautivada siguiendo la desordenada, pero a la vez coordinada danza de los empleados, que llevaban la creación de lo que en veinticuatro horas más mostrarían al mundo. Su entretenimiento se vio interrumpido cuando el torbellino de testosterona musical conocido como The Carnaby Street Boys la rodeó en los asientos, entre bromas y risas.
—¿Te diviertes Señora Sharpe?
—Aurora —corrigió riendo al notar la mueca socarrona de Duncan—. Y sí, nunca vi tanto despliegue. Suelo recorrer los estudios, pero esto va más allá de un programa.
—Con el tiempo te acostumbras. Aunque cada uno tiene algo especial.
—Lo disfrutan.
—Preferimos los conciertos —respondió Connor—. Interactuar con nuestras fanáticas. Son las mejores.
—La energía que desbordan es nuestro puto alimento —añadió Rhys—. No tiene comparación.
—Deberías venir alguna vez a uno de nuestros recitales —coqueteó Kyle.
—Cuenten con ello.
El escenario quedó a oscuras y los cinco quedaron en silencio, expectantes. La pasarela pasó a iluminarse como un bosque encantado y la coreografía sincronizada de modelos enmascaradas iniciaron su elegante presentación, siendo lideradas por la imponente Madison Pawlak.
—¿Máscaras?
—Oh, sí. Es la consigna. Ya sabes, siendo Halloween... —explicó Connor—. Todos usaremos algún tipo de máscara.
—Y en la fiesta en la mansión Chadburn continuaremos con el juego.
—Un juego de misterio. —Los jóvenes afirmaron con sonrisas en sus rostros e iris resplandecientes de picardía—. Me parece una idea encantadora.
—Ahí regresa Maddy. Joder, no hay como ella hermanos.
—Siempre luce fantástica.
—Es hermosa —añadió Aurora, admirando el caminar hipnótico y empoderado—. Muy hermosa —susurró.
Madison repetía presencia, cerrando el desfile vistiendo un hermoso vestido de novia de una de las diseñadoras de la agencia de Edward. Al llegar al final de la pasarela, guiñó un ojo a sus amigos, los cuales la ovacionaron. Y tras posar unos segundos frente a cámaras imaginarias, regresó al punto de inicio.
A continuación, el escenario tomó protagonismo y la misma Madison empuñaba un micrófono. Tocaba el turno final del evento con una canción de la pelinegra.
—Es maravillosa —suspiró la rubia, fascinada—. Simplemente perfecta.
—Y eso que su carrera como solista es reciente. Tiene unos dos o tres años. Había estado más centrada en ser modelo.
—El talento le es natural. Nosotros hemos grabado algunas canciones con ella y han sido un jodido éxito.
—Pero la industria de la moda es una maldita perra.
—¿Por qué lo dices Rhys?
—Porque ya no es tan joven. —Aurora abrió sus ojos enormes en sorpresa. Madison no superaba los treinta años y lucía fantástica—. Sí, como lo oyes. Tenía unos veintiocho años en ese entonces y aunque es una celebridad, siempre buscan rostros más jóvenes.
—Habrás visto que todas las que desfilaron parecen tener veinte años. —Sí, lo había notado, a pesar de que llevaban máscaras—. Aun así, eso no la amedrentó. Tomó a la puta industria de los pelos y les mostró el dedo medio a todos. Ahora vuelven a suplicar porque la increíble Madison Pawlak sea la cara de sus marcas.
Escucharon lo que quedaba de la canción. Los muchachos acompañaban la melodía con sus voces armónicas, haciendo un conjunto maravilloso.
—¡Gracias a mis fans! —bromeó Maddy, una vez finalizada la presentación. Caminó por la pasarela hasta donde estaba el grupo y se detuvo frente a ellos—. Aurora querida, sube.
—¿Para qué? —rio, negando con la cabeza.
—Linda, te dije que haría de ti una modelo, al menos por una vez.
—¡Claro que no!
—¡¡Sí!! —animó la banda de chicos—. Tienes que hacerlo. Vas a dominar esa perra pasarela.
—¡Hazla tuya! ¡Sé la dueña de la pasarela!
Entre risas y gritos de ánimo, Duncan y Connor guiaron de la mano a Aurora hasta las pequeñas escaleras que la ascendían a la pasarela, donde la esperaba Madison con una enorme sonrisa. Los siguientes minutos volaron ajenos a lo que ocurría a su alrededor, mientras Maddy y Aurora desfilaban como las únicas modelos del lugar que todavía estaban arriba, siendo aplaudidas por las masculinas voces de Connor, Rhys, Kyle y Duncan, que no podía quitar sus ojos negros del vaivén de las caderas de la dorada muchacha.
—¡Eso es, rubia! ¡Enciende el lugar!
—¡Eres candente! ¡Un jodido incendio!
Cuando consideraron que ya habían interrumpido demasiado la labor de los operarios, Madison arrastró tras el escenario a la señora Sharpe, riendo hasta casi llorar.
—Eso fue divertido.
—Lo fue. Hacía mucho que no disfrutaba un momento así —la exmodelo sonrió de medio lado y luego suspiró—. Este ambiente es bastante cruel y lleno de envidia.
—Los chicos me comentaron algo. Imagino que es la parte decepcionante de hacer lo que amas.
—En realidad, mi objetivo siempre fue la música. Es lo que llena mi alma. El modelaje fue el impulso que necesitaba para llegar aquí. Pero tú, querida, tienes todo para convertirte en una de las mejores modelos del mundo. Todas las marcas adorarían tenerte.
Torció su boca en una mueca.
—Con esta vez fue suficiente. No quiero que me vean como a un pedazo de carne.
Bastante había sufrido en su pasado.
Abrió grande sus ojos al darse cuenta que podría haber insultado indirectamente a Madison.
—Oh, lo siento. No quise ofenderte...
—Te entiendo... muchos ven a las modelos como objetos superficiales, huecas y como...
—No es por eso que lo digo —la interrumpió—. No juzgaría a alguien por su trabajo, ni pienso que las modelos sean de esa forma... es sólo que... siempre me han visto de esa manera. Un cuerpo para saciar sus deseos. Y no lo quiero más.
—Oh, niña... ¿de qué hablas?
Fue su turno de tener sus ojos celestes a punto de salírseles por el impacto de esas palabras, y lo que su loca imaginación creaba.
—Olvídalo. No es lo que crees.
¿Quién pensaría en una mutante con poderes de sanación y habilidades sobrehumanas raptada por un sádico mafioso japonés traficante de mujeres?
—El punto es que caminar por aquí, con todos los ojos puestos en mí, no me genera inhibición. —Había vivido con su desnudez con la naturalidad de una Eva antes de morder la manzana—. Pero sí me incomoda ser un espectáculo para ellos. Quiero decir que ser bonita te vuelve punto de atención de muchos indeseados que te persiguen... seguro sabes de lo que hablo. Nada del otro mundo.
—Entiendo. Uf menos mal, porque ya estaba imaginando cosas raras, cariño. —Aurora negaba con un intento de sonrisa, esperando convencer a Madison de olvidar el tema. Esta bufó resignada antes de proseguir—. Mira, debes aceptar que eres preciosa. Una diosa sublime que deslumbra por su belleza. Todos fantasearán contigo. Hombres y mujeres estés arriba o no de una pasarela. Es normal. No por eso, nos volvemos un objeto sexual o un trozo de bistec para devorar. Además, nosotras hacemos lo mismo. —Aurora arqueó una de sus rubias cejas—. Si ellos nos miran y fantasean todo lo que nos quieren hacer, en mi mente, las perversiones son peores —sonrió de forma malévola—. No me dirás que no disfrutas el trasero redondo y firme de tu esposo.
—Pues... sí. Espera... ¿tú ves el trasero de Steve?
—Veo el trasero de todos los hombres. ¡Por favor! Tenemos ojos para deleitarnos con las maravillas de la naturaleza. Ver a hombres o mujeres con lujuria es nuestro derecho. No tenemos poder sobre los pensamientos ajenos. Mientras no pasen a la acción, a una indeseada me refiero, no hay problema. Somos seres de sangre caliente e impulsos primitivos. Ni ellos ni nosotras somos santos.
—Yo no miro a otros con deseo —se defendió.
—¿No tienes fantasías con otros hombres? Vamos... —La tomó de la muñeca y la regresó a espiar desde atrás del escenario hacia la audiencia conformada por el grupo de jóvenes que bromeaba entre ellos, sentados todavía en las sillas frente a la pasarela—. No me dirás que esos cuatro no están para embadurnarlos con chocolate y lamerlos como caramelos.
—¡No! —Los dorados ojos se abrieron al máximo—. Nadie me interesa más que Steve —susurró con delicadeza. Su rostro estaba vestido de rojo.
—Eso ya lo sé. No lo engañarás sólo por notar el cuerpo bronceado, tonificado, perfecto y apetecible de un modelo de ropa interior. Pero no podemos negar lo innegable. Si está para comérselo, una imagina el festín.
—Creo que estás loca. —<<Y no me gusta saber que fantaseas con Steve>>—. Tú... ¿tienes fantasías con Steve? —preguntó con voz trémula.
—Oh, ¡mierda! —Se cubrió la boca al saber que otra vez, su lengua había soltado demasiado—. No, claro que no. Es mi amigo. Pero está claro que es el hombre más atractivo que existe.
<<Genial Madison. Eres brillante. ¿Por qué no le dices que su esposo te dio las mejores sacudidas salvajes de tu vida? ¿Y que todavía te acelera el pulso con su cercanía?
Mierda... ¿Acabo de confesarme eso? No, no, no... no puede estar pasándome eso. No siento nada por él. Sólo amistad...
Mejor aún, díselo también a Jason. Seguro que le hará feliz. Como para no volver a discutir>>.
—A lo que iba, antes de irme por las ramas, es que debes aprovechar el poder que te da cada una de tus virtudes. Sea la inteligencia, la astucia, la generosidad, la belleza, la seguridad, la espontaneidad... lo que sea. Todas te ayudan a convertirte en la mejor versión de ti y lo demuestras ante los demás. Lúcete y apodérate del mundo. ¿Y qué si te desean? Que eso no te limite. No les des el poder de encadenarte. Por el contrario, aliméntate de ello y empodérate.
—Lo dices como si fuera tan sencillo.
—No. Lo digo porque no lo es. Lo sé muy bien porque tuve una vida luchando por eso. Me he sentido como ese trozo de carne, hasta que dije basta y empecé a aceptarme, amarme y transformar todo lo que me lanzaban en una fortaleza.
Aurora quedó en silencio, meditando sobre lo dicho por la mujer que parecía estar volviéndose una guía femenina para ella. Una amiga. Lo que tanto necesitaba.
—Pero ven —la interrumpió. La llevó con confianza entre pasillos, pasando por las modelos desnudas que recuperaban sus prendas después del ensayo—. Ayúdame a quitarme este vestido.
La cuestión sobre el pudor volvió a ella y aprovechó el momento para saciar su curiosidad antes interrumpida.
—A ninguna parece molestarle estar desnudas delante de otros. ¿Eso es parte de aceptar que sus cuerpos son una herramienta más de trabajo?
—Algo por el estilo. Son gajes del oficio. Estamos acostumbradas. Cuando estás en un desfile, necesitas cambiarte rápido y en cualquier lugar. Tienes a tantas personas alrededor asegurándose de no perder un segundo de tiempo, que olvidas la timidez. Además, los diseñadores arreglan y modifican sus trabajos en cualquier momento. Somos pocas las que podemos contar con un lugar privado.
Se detuvieron de golpe al encontrarse entre medio de las figuras femeninas el cuerpo distinguido de Edward. Parecía estar inspeccionando todo. O a todas. Sin embargo, las mujeres no se apartaban. Por el contrario. Algunas le sonreían y le hacían ojitos sugerentes, a los que el castaño respondía con una sonrisa provocativa. Especialmente a una joven de cabellos negros y piel blanca, que le resultó a Aurora muy parecida a su acompañante.
Chadburn disfrutaba de la vista, hasta que sus ojos color chocolate chocaron con Madison y Aurora, capturando su atención, haciendo que se encaminara hacia ellas.
—Vaya, vaya... me perdí el ensayo general.
—Pero no la oportunidad de pasearte entre las modelos —atacó con sorna Maddy.
—Bueno, son mis representadas. Necesitan saber que siempre pueden contar conmigo —dirigió su atención a la dorada joven—. Una muy agradable sorpresa verte aquí, Aurora.
—Sólo estaba acompañando a Madison a cambiarse —sonrió—. Tienes un enorme talento en tus manos, Edward.
—Oh, no tienes idea primor, qué tan grande es —hizo bailar sus cejas oscuras, arrancándole una risa con mejillas rojas a Aurora—. Es tan grande, que a veces, unas lindas manos extras son de mucha ayuda.
—Sólo tú puedes hacer que todo suene sucio —reprochó la otra, meneando con gracia su cabeza—. Vamos Aurora. Ya quiero cambiarme.
—Puedo asistirte yo para arrancarte ese vestido, Maddy —ronroneó, acercándose a ella.
La mujer enseguida mudó de semblante, endureciéndose. Su frialdad chocó con el hombre que supo que había traspasado una línea y reculó un paso, carraspeando. El momento se tornó pesado e incómodo.
Empeoró cuando Glenn emergió con su rostro agrio.
—¿Dónde mierda están esos pendejos?
La seguridad de Madison pareció escurrirse como agua ante la presencia del representante.
—Si hablas de Duncan y los demás, estaban terminando con el ensayo general —excusó Aurora, con el ceño fruncido. Miró a la modelo a su lado—. Maddy, ¿vamos?
La aludida pestañeó varias veces antes de comprender las palabras de Aurora y con lentitud, asintió, abandonando a ambos hombres para ir a su camerino.
—Gracias —susurró con temblor.
—De nada. Ese hombre no me agrada ni un poco.
—No tienes idea —se detuvo un momento y miró por encima de su hombro, viendo que ellos ya no estaban—. Oscar es de lo peor. Debes tener cuidado.
Avanzaron unos pasos más hasta encerrarse en un pequeño cubículo con perchas donde descansaban prendas de todos los colores, un tocador blanco con un espejo cuadrado extremadamente iluminado con bombillas alrededor. Sobre la superficie había todo tipo de objetos como maquillajes, planchas y secadores de pelo y frascos; botellas de agua y un bol de frutas. También una silla y un pequeño sillón a un lado.
Uno de los pequeños frascos atrajo la atención de Aurora, que en un impulso tomó el recipiente, reconociendo la fragancia.
<<Chance de Chanel>>.
El mismo que había visto en el cuarto de baño de la habitación que había ocupado a su llegada a la mansión de Los Hamptons.
¿Por qué no le gustaba imaginar el motivo por el que ese perfume había estado allí?
Madison exhaló con fuerza, dándose cuenta que había estado conteniendo el aire desde su segundo encuentro con Oscar, e ignorando la seriedad con la que Aurora contemplaba su fragancia favorita, de la que había sido su representante por años.
—Aurora, cariño... ¿puedes ayudarme a quitarme esto? —hablaba con voz pausada y cansina.
—Por supuesto —parpadeó varias veces, abandonando sus maquinaciones para girarse hacia Madison. Posó sus manos en la fila de delicados botones en la espalda, comenzando a soltarlos para liberar el cuerpo de la mujer, que notó estremeciéndose, lo que de inmediato la preocupó—. Madison, ¿te encuentras bien?
—Sí, claro, ¿por qué lo preguntas linda? —amagó una sonrisa cuando, una vez colgado el vestido, se sentó en la silla frente al espejo, contemplando su propia imagen en ropa interior.
Tomó el perfume que antes había sostenido Aurora y se lo aplicó vaporizándolo delante de ella, hasta sentir las suaves gotas caer sobre su piel desnuda.
Aurora percibió el leve temblor en la mano de la mujer.
—Noté que algo te perturbó cuando ese hombre se acercó a nosotras en ambas ocasiones. ¿Acaso te ha hecho algo?
Los ojos celestes buscaron los dorados a través del reflejo.
—Oh, cariño. No te preocupes —se puso de pie, en busca de sus prendas y lentamente se cubrió con ellas antes de regresar a su asiento, dejándose caer en él.
—Debió haber sido grave.
—¿De dónde sacas eso?
—Reconozco el temor. Y la manera en la que te aferraste antes a Steve y te protegiste con él... —Una mueca se lució durante una milésima de segundo en el dulce rostro de la rubia—. Confías en él.
—¡Claro que sí! Oh, pero no pienses cosas que no son...
—¿Cosas como qué?
—Es sólo que... —se mordió el interior de su mejilla, logrando así contener palabras que no le correspondía soltar—. Él es un gran amigo y me ayudó en una situación algo... complicada.
—¿Con ese hombre?
Madison asintió, quitando el contacto visual con la muchacha, lo que no pasó inadvertido para ella. Apartando las diferentes ideas e imágenes que se agolpaban en su confundida mente, decidió darle a su flamante amiga el apoyo que creía necesitar. Se acuclilló a su lado, elevando su cabeza, y apoyó su mano sobre la rodilla de la mujer
—Madison, si te ha hecho algo o tienes miedo, puedes contar conmigo.
—Gracias cariño. —Palmeó el dorso de la mano que la consolaba sobre su pierna—. Pero eso está en el pasado —sonrió de medio lado. Al menos, eso era lo que esperaba. Se puso de pie, cambiando los ánimos del ambiente—. ¡Dejemos el melodrama de lado! —Una nueva sonrisa resplandeciente su posó en sus labios—. Creo que tú deberías probarte este vestido.
—¿El que tú usaste? —Acarició la hermosa tela colgada—. Yo no voy a desfilar. Te dije que esto fue algo de una única vez.
—Si lo hicieras, este tendría que ser tu vestuario. Una hermosa novia luciéndose frente al mundo. Frente a su esposo.
—¿Por qué no tú?
—Creo que estoy muy lejos de eso —suspiró, recordando su última conversación, discusión, con Jason—. ¡Vamos! Será divertido. Ya viste que lo tuyo es la pasarela. ¡Por Dios! Parecías profesional. Y pondrías en práctica ese empoderamiento del que hablamos.
Aurora rio, resignada.
—Bueno, con probármelo no perdemos nada. No significa que acepte tu locura.
—Ya veremos.
***
Aurora y Madison regresaron al despacho de Steve hablando en voz baja. Cuando el hombre despegó sus ojos de azul profundo de la pantalla del ordenador para recibir con una ceja arqueada al dúo, ambas mujeres callaron.
La pelinegra entonces tomó la palabra y se adelantó con confianza hasta el escritorio del dios olímpico que ponía de rodillas a medio mundo. Especialmente a las mujeres.
—Steve, querido, sé que te dije que te la daría para que la follaras como un salvaje en tu despacho. —La rubia en cuestión se tapó la boca con su mano, riéndose con los ojos abiertos de par en par y las mejillas encendidas—. Pero quisiera robártela el resto de la tarde para disfrutar una salida de chicas. Ya sabes, para afianzar nuestra nueva amistad. ¿Qué dices linda?
Una enorme sonrisa se curvó en los labios de Aurora.
—Me encantaría —mordió su labio ante una idea que acababa de asaltarla—. ¿Podríamos incluir a Denali? Creo que es una gran mujer.
—Por supuesto.
Steve se incorporó para ubicarse entre las damas.
—Si tú quieres, cariño... —vio cómo se iluminó su mirada—. Mi niña, ¿por qué no vas saliendo para invitar a Denali?
Su esposa entornó sus párpados con suspicacia.
—Se lo puedo decir cuando salgamos Maddy y yo.
—Tengo que hablar con Madison un momento.
El semblante de Aurora cambió y un destello que Steve no terminó de comprender empañó sus ojos dorados. ¿Acaso había visto tristeza, temor o desconfianza? Antes de definirlo, la tenue voz de la joven lo interrumpió.
—Sí claro —sonrió de medio lado, sin convicción. Tomó su bolso junto con su abrigo y con un golpe de su mano sobre su muslo, llamó a su cachorro—. Aprovecharé que no está lloviendo para que Hunter tome aire. Nos vemos afuera Madison.
Sin dirigirle otra mirada y con el rostro apagado, le dio la espalda a su marido y salió del despacho, azotando la puerta.
Una Madison confundida enfrentó a su amigo.
—¿Qué mierda te pasa Steve? ¿De qué quieres hablar?
—Aurora no sabe nada de nuestro pasado.
—Me di cuenta. ¿Por qué no le dijiste de nosotros?
—No ando señalando mis revolcones por ahí.
—Auch. Eso dolió. En estos momentos, pareces un cabrón.
—Siempre lo soy. Salvo con ella.
—Pues ahora mismo no lo parece. Y tus palabras no han sido agradables para mí, como si hubiera sido una más del montón.
La ofensa dolía de verdad.
—Sabes lo que eras. Y eres Madison. Tú nunca fuiste una cualquiera.
Sonrió, emocionada. Antes que nada, eran y siempre serían amigos. Si Aurora lo permitía.
—Sí le dijiste de tu historial. Y también mencionó que le confesaste tu pasado con Gabrielle.
—Eso fue por una situación particular.
—Sí, recuerdo tu metedura de pata. Me llamaste asustado porque temías que tu niña te odiara —se burló.
—No me interesan tus chistes. Lo que deseo es que no te deslengües. —Su voz había perdido la calidez sin la presencia de su esposa, convirtiéndose en una gélida y afilada amenaza, acompañada por sus acerados ojos azules oscuros—. Ayer dijiste demasiado. —Ella arrugó su entrecejo, perdida—. ¿Por qué tuviste que insinuar un trío conmigo?
—Perdón, no medí mis palabras. Fueron los viejos recuerdos los que me hicieron tropezar —hizo una mueca, torciendo su boca—. No quiero amargarte la fiesta, pero creo que sospecha algo. O por lo menos, se está haciendo la película que no es.
—¿De qué carajos hablas?
—¿No notaste la manera en que nos miró? Y no es la primera vez. Ayer, cuando me conoció no creo que haya tenido una buena impresión de mí cuando entró al despacho y nos vio tan juntos. —Steve recordaba esa escena y coincidía. Desde ese momento se había dicho que debía contarle todo a Aurora. No comprendía por qué no lo había hecho todavía—. Además...
—¿Además?
—Lo siento... pero es que no lo pude evitar.
—¿Qué cosa? —Su mandíbula se tensó.
— Hablamos de hombres sexis y tú saliste a colación. —Mierda, lo estaba empeorando. Lo podía notar por los notorios músculos maxilares—. Peor fue cuando Oscar apareció, me asusté y te usé de escudo. —Steve asintió. También se había percatado de ello—. Aurora lo notó y...
—¿Qué mierda le dijiste? —mantenía un tono bajo, y aun así parecía rugir.
—Nada... sólo que te tenía confianza. Tienes que dejarle en claro que no hay nada entre nosotros. Que nunca fuimos nada más que amigos.
—Pero eso no es verdad. Tú y yo hemos follado por años.
<<¡Y qué folladas!>>.
Su mente la traicionaba con la presencia de Steve sobre ella, envolviéndola con su magnetismo, calor y aroma.
<<Tranquiliza tus hormonas Madison. Será un dios, pero no es Jason. Tú amas al inglés. Aunque recordar no es traicionar, ¿verdad?>>.
Sacudió sus ideas afuera.
—¿Piensas confesarle eso a tu esposa? ¿Teniéndome al lado de ustedes como un recordatorio?
—No tenemos secretos.
—Pues no lo parece. ¿Estás seguro de hacerlo? No es como el caso de Gabrielle, que nunca fue nada más que un coño. Uno viejo y demasiado usado, pero un coño al fin.
—No te preocupes por eso. Sé que no dejará de apreciarte.
—¿No crees que se sentirá humillada? Especialmente porque no le contaste de nosotros. Ni siquiera de nuestra amistad.
—Deberé decirle. Todo porque se ha encariñado contigo. Sólo... no abras tu enorme boca. Seré yo quien le cuente. Verás que te aceptará completamente.
—Pues hazlo rápido, porque mientras, creo que la paranoia está comenzando a hacer estragos en tu bella esposa. Tampoco quiero perder a la única mujer que parece sincera con sus afectos, y posiblemente, la primera a la que podría llamar amiga.
—Ella no parece. Es sincera. Es completamente honesta con sus sentimientos y serán amigas. Ya lo verás. En Aurora encontrarás a alguien dispuesta a todo por ti.
Los ojos celestes se cristalizaron y una puntada de remordimiento rasgó sus entrañas. Se estaba sintiendo como la zorra traicionera que rompe matrimonios.
—Pero no andaré señalándole a cada una con la que me acosté... especialmente porque mañana en el evento habrá más de una que me cogí en el pasado entre las representadas de Edward.
—Con respecto a eso... Aurora está al tanto. —Steve aguardó a que se explicara—. Salió a colación cuando tuvimos un encuentro algo incómodo con uno de tus ligues entre las modelos. —A pesar de que el rostro del hombre se mantuvo pétreo, notó el temor en sus orbes—. Tranquilo. Lo tomó con altura. Reconoce que tienes un pasado.
Steve cerró brevemente sus ojos y tomó unos segundos para enfriar su mente. Al abrirlos, estaba más relajado.
—Por ahora, compórtate y haz que mi niña se divierta —sacó su tarjeta de crédito de color negra—. Enséñale a consentirse en algo más que no sean libros.
—¡Hecho! —arrancó el plástico de su mano. Sonrió, alejando sus culpas y asumiendo su rol de compañera de compras—. Y aunque a tu servidora los ceros le sobran en su cuenta, no desperdiciaré la oportunidad de gastar a tu nombre.
—No esperaba menos de ti.
***
—Muy bien mis hermosas víctimas... ¿listas para una tarde de compras, spa y risas?
Aurora y Denali voltearon hacia una eufórica Madison.
—Yo... —comenzó la hermosa india—. No creo que sea correcto que me vaya cuando hay tanto por hacer.
—¿Acaso en Sharpe Media te explotan, querida? Has estado trabajando todo el día sin parar.
—¿Qué? Oh, no, no... amo mi trabajo y me tratan muy bien, pero...
—No hay peros... mereces una pausa. No hay dudas de que lo amas —guiñó un ojo con insinuación, sonrojando a la morena—. Y que te tratan muy bien aquí.
—Denali, por favor, ven con nosotras —se sumó Aurora—. Me encantaría contar contigo.
Con una gran sonrisa que anticipó su respuesta, asintió, capturando su impermeable y bolso.
—Muy bien, seño... Aurora. Disfrutaré de una tarde de chicas.
—¡Genial! Mi maquiavélico plan para corromperlas comienza a funcionar —fingió una risa maliciosa que arrancó otras alegres en sus acompañantes.
Avanzando hacia el elevador, la rubia no pudo evitar cuestionar a Madison.
—¿Se puede saber qué es lo que Steve tenía que decirte? —Su rostro no podía ocultar cierto recelo.
—Sólo que... —sacó la tarjeta negra y la sacudió arriba de su cabeza, sonrojando a la mujer de ascendencia india—. Reventáramos la Black con cualquier capricho. ¡Para las tres!
Un largo y silencioso suspiro se deslizó por los carnosos y rosados labios de Aurora.
Madison lo captó de reojo mientras las mujeres ascendían al elevador y el remordimiento volvió a adueñarse de ella.
<<Maldito Steve. Más te vale no arruinar esto o te cortaré las pelotas>>.
***
El pequeño grupo conformado por las tres mujeres, el cachorro y el oscuro guardaespaldas que se sumó por orden de su jefe, cruzó los pasillos del imperio de Sharpe Media, hacia su próxima salida.
Su escapada no era ajena a la mujer que observaba con envidia. Tan embebida en su propio veneno, que se no se percató de la sombra detrás de ella.
—Crystal, Crystal... tienes que aprender a ocultar tus emociones. Destilas odio por cada poro.
—Cállate Edward —espetó, sin siquiera dirigirle una mirada. Lo sintió sobre su espalda, acariciando su cuello con su aliento—. ¿Ahora te acuerdas de mí? —Jadeó—. ¿Por qué no te vas a follar a quien sea que te haya dado lo tuyo dos noches atrás?
—¿Celosa lindura?
—Vete a la mierda, Edward —giró hacia él, encontrando sus iris marrones.
—No me hagas escenitas, que me aburren y me ponen de mal humor. Y créeme, no quieres verme de mal humor. —Sus ojos se oscurecieron, haciendo estremecer a Crystal ante un Chadburn desconocido y atemorizante. Enseguida cambió el semblante, regresando al jovial y seductor hombre tras su sonrisa encantadora—. Pero si te hace sentir mejor, lo que dije fue sólo una mentira. Estuve en mi mansión, planeando nuestros movimientos.
Lo contempló con sus párpados entrecerrados, tratando de descubrir la mentira.
Pero en el maestro del engaño, esa sería una tarea imposible.
—Y eso justamente es lo que venía a compartirte. Mi idea para separar a nuestros dos tórtolos.
—¿Ah sí? —posó sus manos sobre el duro torso—. Entonces, puedes usar ese acento inglés para desembuchar.
—No aquí.
—¿En tu casa, esta noche? —ronroneó, pasando una larga uña por el pecho vestido por una camisa gris.
—No. En la noche tengo planeado llevar a cabo la primera parte de mi trampa. Vamos a mi despacho ahora mismo.
No pudo contener su frustración y soltó un bufido.
N/A:
¿Qué será lo que tenga planeado Edward?
¿Steve le dirá pronto la verdad a Aurora? Esperemos que sí.
Espero les esté gustando... no se olviden de comentar y dejar su brillante estrellita.
Gracias por leer, Mis Demonios!
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