17. The Carnaby Street Boys
17. The Carnaby Street Boys.
—¿Me acompañas? Es mi turno de hacer el ensayo.
Estaban ya a un día del gran suceso y Aurora y Madison aprovechaban cada momento en la empresa para estar juntas.
A pesar de sentir que había algo que se le escapaba —o que temía descubrir—, disfrutaba de la amistad que la pelinegra le proclamaba. Era por ello que cada vez que había querido indagar con Steve o Madison sobre la amistad de estos, su subconsciente la hacía recular como una cobarde.
¿Acaso no había aprendido nada después de lo de Nueva York? Ella, estudiante brillante en todo lo que se proponía, se estancaba una y otra vez en sus embrollos mentales, perdiendo la batalla en relación a las confusiones emocionales.
Steve tampoco le había dicho nada, por lo que cabría la posibilidad de que no hubiera nada que contar, ¿verdad?
<<No se había dignado a mencionar a Madison antes, como si fuera algo prohibido>> atacó una parte de su subconsciente.
<<Bueno, tampoco le había contado sobre Edward>> rebatió otra parte.
<<Porque con él seguramente no hubo caricias amistosas>>.
<<¡Basta! Steve sabe que no tengo problemas con su pasado...>>.
—¿Aurora? ¿Dónde estás? —rio la modelo, pasando su mano por delante de la muchacha.
—Aquí estoy —sonrió con culpa al regresar de su debate mental—. Sí, claro —respondió recuperando su alegría y colgando una piedra a sus dudas para que sean arrastradas al abismo de su interior. Madison la tomó del brazo y Aurora se dejó hacer, encantada—. Me divierte ver lo que cada uno hace. Estoy impresionada con todo este talento.
—Me alegro mucho. Y lo que verás detrás de escena es aún más increíble. Te mostraré los secretos de este lado del show.
Riendo, caminaron hasta casi chocar con un hervidero de chicas semidesnudas —y pocos modelos masculinos—, rodeadas de gente que las vestía y desvestía con completa naturalidad. Había también hombres que poco disimulaban sus inspecciones visuales sobre los deleitables cuerpos.
Algunas de las modelos que se preparaban para el ensayo general regresaban con coquetería sus miradas.
—Vaya, esto es una locura —exclamó con asombro Aurora.
Aunque ella había vivido desnuda gran parte de su vida —desconociendo el pudor—, en la actualidad comprendía el concepto y le extrañó que hubiera tanta comodidad entre aquellas mujeres.
Iba a cuestionar sobre ello a la experta en el tema, cuando fue interrumpida por el grito de una mujer.
—¡Madison!
Una de esas altas y delgadas modelos se acercó y saludó a la mujer usando una suave bata.
—Hacía mucho que no te veía. ¿Vienes a desfilar?
—Así es. Por los viejos tiempos. Un favor a Edward.
—¿Sólo a él? —sonrió con sugestión, elevando varias veces sus perfectamente depiladas cejas.
—Sí —cortó rápidamente, mirando de reojo a la rubia.
—Mejor así —rio entre dientes—. Supe que el caliente Steve está también por aquí. Tal vez podría ir a recordar viejos tiempos con él.
—Imagino que si escuchaste que está aquí, también sabrás que no vino solo —intervino Aurora. Mantenía una tensa sonrisa en sus labios.
La modelo, tan alta como Madison, pero casi tan rubia como Aurora, fijó sus ojos color miel en la interrupción.
—Sí, algo oí, pero no debe tener importancia. Steve no dejaría pasar una oportunidad con nosotras. Sabemos lo que le gusta y lo que nos puede hacer. Siempre disfrutamos en el pasado y una sola mujer no sería suficiente para un semental como él. Imagino que tienes una idea, ¿no? Eres muy hermosa y de seguro, en cuanto te vea, serás una más de su lista.
—Él no se acuesta con sus empleadas —protestó Aurora. Steve se lo había asegurado cuando le aclaró su relación con Crystal, y le creía—. Incluso tiene una frase peculiar.
Aun así, sentía su pecho arder. Y a su incomodidad se le sumó la voz de Madison que al parecer reconocía de lo que hablaba Aurora.
—Oh, sí —rio la cantante—. <<Donde se come no se caga>>. La conozco.
—Siempre tan elegante, Madison —bromeó. Regresó su atención a Aurora, que no quitaba la mirada de la amiga de su esposo—. Cariño, no somos sus empleadas. —Tanto la morena como la rubia callaron y la observaron—. Pertenecemos a Chadburn Talent Agency. Por eso tenemos luz verde con ese Adonis creado por los dioses. —La amiga de Steve se tensionó ante lo dicho, temiendo por la reacción de la joven esposa—. Como tú.
—Ahí te equivocas, querida —interrumpió Madison—. Aurora no trabaja para Eddy. O Steve. —La modelo arqueó una ceja regresando su atención a su antigua compañera—. Es la esposa de ese Adonis. Y créeme, que su polla está cerrada bajo cien llaves que sólo ella tiene en poder.
—¡Carajo! —abrió enorme sus ojos, con pánico—. ¡Lo siento! Yo, no creí que... olvida por favor lo que dije. Te aseguro que me mantendré alejada de él. No soy una zorra que se mete entre una pareja.
La joven suspiró y esbozó una temblorosa sonrisa para apaciguar a la mujer que creía que era sincera por su gesto de espanto.
—Está bien. No podemos evitar el pasado de las personas ¿verdad? —Se encogió de hombros—. Era un hombre libre. Tenía todo el derecho de hacer con su vida lo que quería. Con quien quería. Ahora, tiene todo lo que necesita en una sólo lugar.
<<Espero>>.
—¡Gracias! Eres un ángel. Tienes toda la razón. Y realmente, perdóname si soné como una perra en celo. Tienes suerte de haber amarrado semejante dios.
—Muy bien, hemos comprendido. Será mejor que vuelvas, te están esperando.
—Sí, claro Maddy. Fue bueno verte. Y tú, Aurora, eres perfecta para Steve. Una diosa.
La vieron alejarse con más palabras de disculpas.
Madison miró a Aurora, tratando de leer sus expresiones. ¿Realmente estaba bien conociendo que muchas de esas modelos habían pasado por la verga de Steve Sharpe?
—¿No te molesta? —Los dorados ojos la penetraron con curiosa intensidad—. Saber que tuvieron revolcones con tu esposo. De hecho, también con Edward, pero él es un capullo que no le importa cogerse a sus empleadas.
<<Yo siendo una que ambos tuvieron>>.
Su conciencia le gritaba que fuera sincera con la preciosa rubia. Pero se contuvo. Le correspondía a Steve confesar la historia de ellos dos. Cosa que esperaba hiciera pronto.
—Debo reconocer que no es una situación agradable que me entusiasme demasiado. Pero lo acepto porque, como dije, no puedo cambiar el pasado. Prefiero no pensar en ello y concentrarme en el presente. Ese que me pertenece. Que nos pertenece a ambos. Además, sé que la forma en la que se entrega a mí es inigualable.
—Bien dicho, querida —celebró.
A pesar de que una punzada de melancolía brilló brevemente en un pequeñísimo rincón de su mente y corazón. Meneó su cabeza de cabellos negros como la noche. Eso era historia antigua. Su vida era plena. Y agradecía lo que tenía. A quien tenía a su lado, capaz de hacer temblar el suelo a sus pies.
—Además, no es ninguna sorpresa. Me habló que tuvo infinidad de amantes. Prácticamente se jactó de eso.
Las dos rieron, más relajadas.
—El ego que se carga no ha disminuido para nada en todos estos años. ¿Qué tanto te dijo? —Los nervios la atacaron—. ¿Te habló de alguna mujer en particular?
—Sólo mencionó a Gabrielle. Y ella me odia por completo.
Esa era una sorpresa.
—¿Conociste a esa arpía?
—Oh, sí. Creí que podríamos ser amigas. Pero fue cruel con sus palabras. Aunque comprendo que me resienta. Creo que estaba enamorada de él.
No olvidaba sus dichos, y por momentos, estos regresaban para atormentarla.
—Cariño, es mejor que te mantengas alejada de esa bruja. Siempre le advertí a Steve que es una succionadora de almas. —Pensó las palabras para averiguar si su nombre también había sido mencionado. O si tal vez la muchacha sospechaba—. Y... ¿te habló a alguien más?
—No. ¿Por qué? ¿Debería saber de alguien más? —interrogó con sus ojos dorados, analizando la reacción de Madison.
—Bueno, como bien dijiste, tuvo muchas amantes. No creo que haya un nombre puntual.
—Pues, no.
Un ligero y silencioso suspiro de alivio se escurrió de Maddy.
Deseando dejar de lado esa conversación, le propuso a Aurora esperar su turno disfrutando del ensayo en directo, y ella aceptó emocionada.
Llegaron a la gran sala dispuesta para el evento justo cuando un grupo de jóvenes iniciaba su ensayo musical. Los empleados que acomodaban luces, asientos o cualquier otro implemento se detuvieron. Movían sus pies o cabezas al ritmo de la música, tarareando la letra y sonriendo ante el espectáculo.
—Oh, mira, allí están mis chicos favoritos —murmuró la modelo y cantante.
—¿Quiénes son?
—¡¿Cómo quiénes son?! ¿No los conoces? —Negó con la cabeza sonriendo con timidez—. ¡Son The Carnaby Street Boys! —Aurora se encogió de hombros. El nombre no le decía nada más que la famosa calle londinense que había conocido la tarde anterior junto a Steve antes de regresar al penthouse—. ¿Dónde has estado escondida?
—Lo siento —el rubor pobló sus mejillas—. Viví alejada de todo la mayor parte de mi vida.
—Eso es tan extraño querida... —levantó una ceja hacia la rubia. Pero enseguida la tranquilizó sacudiendo su mano—. No importa. Ven. Te los presentaré. Son cuatro chicos fabulosos. Tienen en promedio veinticuatro años, pero tocan en su banda desde hace cinco y son amados en todo el mundo. Además, son increíbles personas. Una familia.
Aurora apreciaba el último minuto de presentación del grupo, que realmente demostraba haber nacido para eso. Sus voces armoniosas, la habilidad sobre sus instrumentos y la manera en que parecían conectarse con la música despertó en la joven el impulso de seguirlos.
Cuando hubieron terminado, las dos mujeres dieron los merecidos aplausos a tan espectacular recital exclusivo.
Eso llamó la atención al grupo y el que parecía ser la voz líder —quien sostenía una guitarra colgada—, gritó a través del micrófono.
—¡Hey Madison!
—Hola Duncan —saludó con la mano al joven que descendía primero del escenario, seguido de sus compañeros. Todos con hermosas sonrisas en sus rostros.
Eran cuatro jóvenes atractivos, delgados, con músculos proporcionados y definidos que se marcaban debajo de sus camisetas algo sudadas y compartiendo algunos tatuajes que tintaban la piel visible; sus cabellos estaban revueltos y húmedos. Y sus caras eran la más clara manifestación de estar haciendo lo que aman.
Se los notaba felices de encontrarse con Madison, a quien uno por uno fueron abrazando.
Enseguida llevaron su atención hacia la figura de Aurora, con una sonrisa traviesa en sus labios.
—¿Y quién es este bombón? —cuestionó con su atractivo acento inglés el más alto del grupo, el baterista, tomando a Aurora de una mano para besar su dorso como un caballero—. Estás para comerte y relamerte.
—Ella es mi nueva amiga, Aurora. Pero está fuera de los límites, muchachos, así que guarden sus encantos.
—Acabas de romperme el corazón Maddy —guiñó su ojo verde a la rubia—. Por cierto, soy Connor.
—Un gusto Connor —esbozó una enorme y maravillosa sonrisa que sólo sirvió para embelesar a su audiencia, dejándolos con la mandíbula caída—. Son increíbles.
—¿Pueden creer que Aurora nunca los había escuchado?
—Eso podría ser un ofensa, pero a una dama tan encantadora como tú se le perdona todo. —Un tercer joven alzó una de sus cejas con una media sonrisa que anticipaba una cacería—. Por cierto, soy Kyle. El más atractivo y talentoso del grupo.
Aurora soltó una carcajada ante el descaro, compartiendo su sonido a campanillas. Su hechizo estaba haciendo estragos en la banda.
—Cierra tu maldita boca, Kyle. Serás el chico bonito, pero yo soy jodidamente el más carismático—. Se adelantó el más bajo, que aun así superaba a Aurora. Su cabello de color azul todo desordenado fascinó a la mutante. Con total descaro, besó a Aurora en ambas mejillas—. Soy Rhys. Y tú eres caliente.
—Cállate Rhys —soltó el guitarrista, de cabellos rubios ceniza—. Discúlpalos. A veces se comportan como niños, pero son inofensivos.
—A no ser que quieras que seamos salvajes —arremetía con nueva picardía el peliazul, subiendo y bajando sus cejas.
—Ignóralo. Por cierto, soy Duncan.
Su acento diferente al de sus compañeros atrajo la curiosidad de la joven.
—Bueno, como dijo Madison, soy Aurora.
Estrechó la mano que el joven le entregaba y su cuerpo reaccionó al tacto, encendiendo su instinto quimérico de sanación. Sostuvo un poco más de tiempo el agarre, fijando sus dorados ojos hechos fuego en los oscuros del cantante, quien sintió en ese firme y a la vez suave apretón una calidez que lo embargó hasta el rincón más recóndito de su ser, calmando sus fantasmas. Y la luz de sus iris lo hipnotizaron completamente.
Cuando la muchacha liberó el saludo, Duncan se sintió de repente extraño, pero en paz.
Carraspeó, recuperando su cordura.
—Y eres americana.
—Mmm, sí. No nací en Estados Unidos, pero mi madre lo era —respondió, como si nada, con su brillo aplacado.
—¿Dónde naciste?
—En Japón. ¿Y tú? No tienes el mismo acento que ellos.
—Soy escocés. Aunque llevo viviendo aquí desde que formamos nuestra banda. Vuelvo a casa una o dos veces al año.
—Y ella ahora vive en América, junto a su esposo.
—Auch, Madison. Ya comprendimos... Aurora prohibida —la susodicha rio una vez más—. Por cierto —habló dirigiendo su atención a su amiga—. ¿Qué haces en Sharpe Media? No me digas que vienes buscando a...
La mujer lo calló de un manotazo en el pecho, haciéndolo reír mientras se sobaba la zona afectada.
—Vengo al ensayo general —los cuatro pares de ojos la observaron con estupor y ella rodó los suyos—. Edward me pidió estar en el aniversario. No se preocupen. Todo estará bien.
—Bueno, sea como sea, nos alegra verte —elevó repetidas veces su cejas Duncan, haciéndola reír.
—¿Y tú? ¿Participarás en el desfile también? —cuestionó Kyle, con voz seductora.
—¡Pero claro! ¿No ves que es una jodida modelo? Las más candente del mundo, debo decir. Estoy seguro de que tus pasarelas terminan en putas llamas. —Arrancó una risa alegre de la rubia, que no podía creer la intrepidez del joven—. Generalmente al ser tan delgadas no tienen tanto atributo. —Madison golpeó la nuca de Rhys—. ¡Auch! Mierda Maddy. No me golpees.
—¿Así que no tengo atributos?
—Eres hermosa, lo sabes nena. Pero grrrrr —dirigió su gruñido hacia Aurora, que cada vez reía más—. Ella es pura dinamita.
—Lo siento Rhys. Pero no soy modelo y nunca he caminado por una pasarela —replicó negando con su cabeza, haciendo bailar sus hebras doradas sin borrar su sonrisa.
—Eso pienso cambiarlo —bromeó Madison, guiñando un ojo y recibiendo un sonrojo de Aurora. Esbozó una sonrisa ladeada—. Mientras tanto, Aurora será mi más ferviente admiradora —le sonrió a su amiga.
—Así es. Pero verlos a ustedes también me ha hecho una admiradora de su música —sonrió al notar cómo henchían sus pechos con orgullo—. Y aunque no los haya escuchado antes de ahora, para mañana les prometo saberme cada letra de cada canción que hayan lanzado.
—¿Estarás mañana aquí, en el evento?
—Connor... —que era el que había hablado—. Ella estará sentada junto al propietario de Sharpe Media.
Esperó con deleite el lento impacto de sus palabras, hasta que los músicos comprendieron lo que les decía entre líneas. Sus ojos abiertos de par en par las hicieron reír a ambas.
—NO.JODAS. Putamente no puede ser —murmuraba Rhys—. ¿El tío Steve realmente se casó?
—Oh, no, no, no... mi ídolo no pudo traicionarme de esa manera —lamentó Kyle, sacudiendo su cabello negro—. Creí que todo era una mentira. Una falacia. Un engaño de los medios. Debió preguntarme antes de hacer una cosa así.
—Vaya con el tío Steve —agregaba Connor con una mano en su barbilla mientras inspeccionaba con más detalle a Aurora, pasando sus ojos verdes de arriba abajo, hasta que asintió con la cabeza, satisfecho—. Lo apruebo. Si deja su soltería por ti, tiene mi apoyo.
La señora Sharpe dejó de reír y siguió el diálogo con asombro.
—¿Tío Steve?
—Perdónanos Aurora. O mejor dicho, señora Sharpe —bromeó Duncan—. Steve Sharpe es el prototipo de hombre que aspiramos ser.
—El puto amo del universo. De todos los universos —añadió Rhys—. No hay nadie como él.
—¿Y por eso le dicen <<tío>>? No me lo imagino disfrutando de esa relación —arqueó una ceja, confusa.
—Lo conoces bien querida —rio Madison—. No los puede ni ver. —Los jóvenes soltaron risas entre dientes. Conocían el efecto que causaban en el billonario carente de paciencia y humor—. Son como cuatro granos en el culo de Steve. Lo siguen como pollitos cada vez que se lo encuentran en alguna fiesta o entrega de premios que organiza su empresa y eso lo saca de quicio.
—Eso suena más a él.
—Entonces, definitivamente, no podemos intentar nada off the record contigo.
—Lo siento muchachos —rio una vez más—. Son encantadores, pero mi Steve es todo lo que amo y necesito.
Sonrió lentamente. No por sus palabras, sino porque a su nariz llegó el perfume que tanto conocía y amaba que la envolviera, haciéndose parte de ella.
—¿Qué ocurre conmigo?
Su profunda voz sorprendió al grupo, a excepción de Aurora, que se volteó estirando más aún sus labios y recibiendo en ellos un demandante beso de su marido, que marcaba territorio, lo que provocó un gracioso y melodioso aaawwwww por parte de su pequeño público. Y algunos comentarios obscenos.
—Me imaginé que mi peor pesadilla podría estar aquí —aferró contra su cuerpo a Aurora, rodeándola posesivamente por la cintura—. Veo cariño que conociste a este grupo de inadaptados.
—¡Vamos tío Steve! Tú malditamente nos amas —cantó Rhys, acercándose con los brazos abiertos dispuesto a abrazar al alto hombre.
—Te acercas un paso más y vivirás un retiro anticipado, porque perderás tus manos —su gélida mirada detuvo el impulso del joven, que hizo un puchero y peinó su cabello hacia atrás imitando a Sharpe, lo que provocó más risas en Aurora—. ¿Y qué es ese color de cabello?
—¿Te gusta? Azul oscuro. Dije que quería el azul de los ojos de tío Steve, pero es tan exclusivo que no lograron imitarlo.
—Pendejo...
—¡Steve! —carcajeó Aurora, junto con los demás, que disfrutaban de las provocaciones de Rhys.
Una nueva voz a los gritos los interrumpió, haciendo girar todas las cabezas al punto de origen. Un hombre vestido en un costoso traje inglés se acercaba con cara de pocos amigos.
Aurora pudo observar de reojo que Madison se tensionaba en su puesto e inconscientemente pareció buscar refugio cerca de Steve.
—¿Qué hacen aquí perdiendo el tiempo? —Antes de seguir reprochando a los jóvenes, que le correspondían con miradas que iban del fastidio al agotamiento, se detuvo ante la imponente figura de Steve Sharpe, ignorando a la pelinegra—. Steve, tanto tiempo. —Su voz era neutra. Sus ojos se posaron enseguida en la hermosa mujer que se mantenía agarrada por el largo y fuerte brazo del billonario, cuya mano era decorada por un par de alianzas—. Entonces es cierto. Te casaste.
—Así es Oscar. Ella es Aurora Sharpe. MI esposa y propietaria de Sharpe Media.
Todos sintieron la frialdad en sus palabras y una amenaza escondida entre ellas. Algo que escapaba a la comprensión de la rubia, que pasaba sus ojos por los rostros de todos.
—Soy Oscar Glenn. Representante de The Carnaby Street Boys. —No avanzó para estrechar su mano. Simplemente movió su cabeza sin despegar su mirada de la figura que tenía delante suyo. Sus ojos se oscurecieron con la sensual visión y el calor inició un ataque en su cuerpo, lo que lo obligó a excusarse en una huida—. Lo siento, debo seguir trabajando —se volteó a los cuatro jóvenes, que se irguieron ante su mirada—. Dejen de perder el tiempo. Deberían practicar más para el evento de mañana. Lo que acabo de ver fue mediocre y así dejarán mal parado a Edward y Chadburn Talent Agency.
—¡No es cierto! —protestó Madison y cuando los ojos de Oscar la focalizaron, reculó nuevamente al lado de Steve, tomando su otro brazo en un gesto automático.
—No hablé contigo.
—No, pero nosotras escuchamos su ensayo y fue impecable —contraatacó Aurora, que su impulso defensivo salió a flote antes de medir sus palabras, para ser la receptora de una furibunda mirada, que no la amedrentó para nada—. Lo siento señor Glenn, pero no coincido con su apreciación. Además, no creo que sea la manera de apoyar a sus representados. Sé que no tengo experiencia en su trabajo, pero sí sé lo importante que son las palabras de aliento para sacar lo mejor de los demás. Y definitivamente, las que usted acaba de usar no son acertadas.
El hombre iba a explotar hacia la atrevida muchacha con ínfulas de heroína, pero los ojos helados del azul de las profundidades marinas de Steve lo detuvo. Nadie se atrevía a enfrentar al Témpano Sharpe, si no quería terminar perdiendo todo. En su lugar, hizo una mueca de desagrado y se marchó, con el cuerpo erguido y los puños tan fuertemente cerrados que sus nudillos estaban blancos.
—Gracias Aurora.
—Eso fue malditamente excitante. Creo que estoy duro.
—¡Rhys!
Gritaron todos, excepto Steve que lo estaba aniquilando lentamente en su mente.
—Lo siento tío Steve. Pero es que fue una jodida paliza verbal la que tu esposa le dio al puto cabrón de Oscar.
—Lo tiene merecido —masculló Madison, recibiendo una mirada compasiva por parte de los hombres, que se le escapaba a Aurora. Algo había allí que desconocía.
La pelinegra se desprendió de la larga extremidad como si este le quemara.
—Madison, ahora que estás aquí... queríamos aprovechar y pedirte un favor. —Duncan buscó el apoyo de sus amigos, que se lo dieron asintiendo con sus cabezas—. Queríamos hablar con Jason. —La cantante arqueó una ceja hacia el rubio—. Nuestro contrato con Chadburn, y por ende con Glenn, terminará en menos de un mes.
—No queremos seguir aquí —añadió Connor.
—Nos explotan como putas máquinas hacedoras de canciones.
—Y nos humillan constantemente. Un talento desbordante como el mío debe trabajar en condiciones adecuadas.
—Sí, sí, Kyle. No te tratan como la estrella que eres.
—A ninguno. Pero no es eso —continuó Connor—. Queremos volver a sentirnos felices, como la familia que deberíamos ser. Nuestro representante debería ser parte de ella y no nuestro enemigo.
—Los entiendo. Ustedes lo saben y los apoyaré en todo. Jason está de viaje —su rostro se contrajo en una mueca inconsciente—. Pero volverá en dos días. Pero sean cuidadosos. Edward puede ser muy resentido si sabe que buscan otro representante.
—¡Gracias Maddy!
Los cuatro la rodearon con abrazos cargados de esperanza.
—Y a ti Aurora.
Se aproximaron a repartir sus correspondientes abrazos a la rubia, cuando la penetrante mirada de su impresionante esposo los detuvo desde su altura superior.
—¡Steve! —sancionó Aurora, riendo y golpeándolo con su palma en su duro pecho.
Este rodó sus ojos y aflojó su prisión sobre el delgado cuerpo.
—¡Por la tía Aurora! —gritaron The Carnaby Street Boys al tiempo que la rodeaban.
—Bien, creo que es suficiente —bufó Steve, capturando a Aurora por la muñeca, estrellándola contra su cuerpo—. Váyanse ya, parva de molestos.
—Oh, no, tío Steve, nos quedaremos a ver el ensayo de nuestra amiga Maddy —arremetió Duncan, con el apoyo silencioso del resto.
—Y de las otras modelos... —gruñó Rhys—. Sé que al final de la tarde obtendré algún número telefónico. ¡Hey! ¡Compitamos por ver quién consigue más!
Risas y ojos en blanco sobraron en el grupo ante el comentario del joven.
—Nos iremos a adecentar y volveremos enseguida.
Entre bromas y carcajadas, el grupo se perdió detrás del escenario enviando besos desde lejos y saludando con las manos.
—Son un grupo de niños inmaduros.
—Me parecen encantadores Steve.
—Eso es porque tú lo eres —la besó, llevando su mano a su nuca, empuñando su cabello en un gesto urgido al presionar con deseo sus labios.
Ella lo abrazó por la cintura, eliminando cualquier espacio entre ellos y al sentir lo que se apretaba contra su vientre, soltó un jadeo que habilitó la voraz lengua del hombre a invadirla.
Madison contemplaba absorta la secuencia, sin poder creer que ese fuera el Steve inalcanzable e imposible de besar que ella conocía. Su mente la traicionó al imaginar el sabor de esos labios que por años habían sido prohibidos para ella o cualquier otra mujer.
Pero enseguida la culpa la despertó de una bofetada, para carraspear.
—Ejem... chicos, tienen audiencia.
—Tienes razón. Aurora, vayámonos al despacho —murmuró contra su cereza hinchada y húmeda.
—¡Steve! —protestaron las mujeres.
—Ella se queda conmigo —reclamó Madison, molesta—. No seas egoísta. Me la prestaste para que me acompañe en mi ensayo. —El rubio resopló frustrado, liberando a su esposa y sintiendo su entrepierna dura y anhelante—. Podrás follarla en cuanto terminemos con mi parte. En tu oficina o donde quieras.
—No se demoren mucho. La quiero conmigo cuanto antes.
—¿Podrían no hablar como si yo no estuviera aquí? ¿O como si fuera un juguete por el que se pelean?
—Lo eres, mi niña —sonrió con lascivia—. Mi juguete sex...
—¡Steve!
Sus mejillas parecían que eran bañadas por lava. Cruzó con enfado sus brazos por debajo de su pecho, alzando sus senos de forma provocativa y obteniendo un gruñido de su esposo.
—Me estás matando mi niña.
—Ve a darte una ducha fría Steve.
Aceptó a regañadientes, pero antes de marcharse, capturó la dulce boca de su esposa y la devoró con desesperación, terminando su beso con una mordida de su labio inferior, estirándolo antes de soltarlo y lamer la carnosa flor.
La dejaría deseando más. Que su cuerpo ardiera por obtener su liberación lo antes posible.
Notó los pezones duros a través de la prenda y el orgullo al verla ruborizada y agitada ardió en su pecho.
—Maldito Sharpe.
—No tardes mucho, cariño.
Se enderezó completamente, arreglando su traje y con una sonrisa de suficiencia y arqueando una ceja, guiñó un ojo y se retiró del estudio con su soberbio paso.
Aurora perdió su mirada en la contemplación del Adonis que se alejaba, disfrutando de la visión de su ancha espalda y culo redondo, duro y firme.
—Se te está cayendo la baba, mi querida.
—¿Qué? —parpadeó varias veces—. Oh, lo siento.
—No lo hagas. Acabas de mostrarme un Steve Sharpe desconocido. Y me han dejado caliente. ¡Uf! —Se abanicaba con una mano—. Nunca había mostrado cualquier tipo de afecto en público.
—Lo sé. Luché, luchamos contra eso desde que nos conocimos. Pero últimamente le resulta más sencillo. A veces, hasta creo que lo hace a propósito y cada vez lo disfruta más.
—Marca territorio.
—¿Eso crees? —La pelinegra asintió—. También lo creo. Pero no me importa. Porque también marco el mío.
—¡Muy bien! Si él es el puto amo del universo, tú eres la puta dueña del amo del universo. Y dime... —Sus cejas perfectamente delineadas subían y bajaban con picardía—. ¿A qué saben sus besos? —Aurora la miró con extrañeza e incredulidad, sintiendo de golpe ese ya familiar revoltijo armarse en la boca de su estómago. Peor que aquel que le provocó la rubia modelo con su declaración—. Digo, porque tengo entendido que él no besaba en los labios —explicó, sabiendo que una vez más, su larga lengua hacía temblar a la inocente niña.
Aurora suspiró, relajada y sonrió de medio lado.
—A veces a bourbon. Otras, a café. Amargo.
Ambas rieron.
—Eso sí me lo imagino. Jajaja... no desborda dulzura —fijó sus celestes orbes en la dorada muchacha, contemplándola con fascinación. Y ternura—. Aunque contigo, parece como si estuviera lleno de algodón de azúcar.
La rubia amplió su sonrisa y sus ojos ambarinos se encendieron con ilusión.
—En realidad, sus besos saben a libertad y felicidad. —Madison abrió sus ojos, perpleja, y enseguida sus labios se ensancharon al máximo—. A un cielo inacabable que estalla en millones de estrellas fugaces, rompiendo cada neurona de mi mente y enloqueciendo cada fibra de mi cuerpo. —Sus iris comenzaron a oscilar emocionados, contagiando a la pelinegra—. Sus besos, saben a infinito amor.
—Eso... —gimoteó—. Ha sido hermoso Aurora. ¿Podría usarlo en una canción? Me has inspirado.
—Yo... —sus mejillas se arrebolaron y la timidez volvió a abordarla—. Gracias. Sólo expresé lo que siento. Y sí, por supuesto, todo tuyo.
—Te pagaré regalías —rieron—. Ese cabrón es un afortunado.
—Yo lo soy.
—¡Señorita Pawlak! —Una mujer con un micrófono y auriculares en su cabeza se acercó a las damas con una sonrisa de disculpas—. Perdone, pero es el turno del desfile. Le toca ahora la pasarela. Usted abrirá y luego repetirá de última con otro atuendo. Al momento del carrusel con todas las modelos, se acomodará para finalizar con su presentación.
—Excelente. Gracias.
—Por favor, sígame.
—Claro. Aurora... —se volteó hacia la joven—. Acomódate para disfrutar del espectáculo.
—Lo haré —sonrió con emoción.
Se sentó en una de las butacas mientras la modelo y la asistente se marchaban, observando cómo Madison asentía con cada indicación de la productora.
***
Edward recibió la abrupta llegada de Glenn a la oficina que Steve le había cedido en su empresa hasta terminar con la gala. Sin esperar invitación alguna, se sirvió una copa de coñac y bebió un corto trago.
—Termínate eso rápido. Estaba por ir a ver a esas apetecibles modelos necesitadas de atención después de desfilar. Siempre es bueno que sientan el apoyo de su empleador.
Oscar ignoró su demanda y en su lugar se acomodó en la butaca frente al escritorio donde se encontraba el castaño.
—Conocí a la esposa de Steve.
—Oh, la hermosa Aurora —paladeó su nombre como si de un dulce se tratara.
—Sí, es realmente hermosa —se relamió el labio húmedo por el licor—. Me gustaría mucho azotar ese culo.
—Coincido en que ese culo está para hacerle muchas cosas. Pero yo la vi primero y no me cagarás el fino trabajo que estoy haciendo para meterme en su cálido coño.
El recién llegado alzó una ceja interrogativa y Edward rio muy ufano.
—Estoy en una misión para jodérmela y de paso, joder a Steve.
Ambos sonrieron con malicia. Eran dos almas podridas que se habían encontrado.
—Espero que compartas los restos con tu humilde servidor. Con la actitud descarada que tiene, debería ser castigada y me ofrezco a ello.
—¿De qué actitud descarada hablas? Si esa muchacha es un dulce bombón. Desborda inocencia y ternura.
—Pues a mí no me lo pareció. La muy perra me saltó a la yugular para defender a esa manga de pendejos inservibles. Aunque quedé caliente y empalmado con su regaño —se removió en su lugar, acomodando su erección, ratificando sus palabras.
El millonario chasqueó la lengua.
—Esa manga de pendejos inservibles son responsables de gran parte de nuestros ingresos. Espero que los cuides como a principitos, porque en pocas semanas tendrán la opción de abandonarme si no están satisfechos. Y en estos momentos, sabes que es un lujo que no puedo darme... cómo andan las cosas en la empresa...
<<O con mis bolsillos>>.
—No te preocupes. Los mantendré atados a ti aunque sea por las malas.
—¿Qué tienes pensado? Sabes que no puedo ampliar sus porcentajes.
—Extorsión. ¿Qué más?
—No me generes mierda. Aún no te perdono que casi mandaras al carajo a la banda. Su imagen de niños buenos es su firma. Me costó muy caro mantener fuera del radar el desastre que hiciste con las drogas que metiste más de un año atrás.
—No parecía importarte.
—Eso fue mientras estaba bajo control —sacudió su mano, desechando el tema—. Volviendo a lo que decías... ¿Cómo lo harías? ¿Con qué los extorsionarías ahora, si, aunque sean algo problemáticos, son cuatro putos ángeles para el mundo?
—Todo depende de la perspectiva con que se mire. Si hubiera una fotografía de nuestro muchacho hasta las manos de coca...
—Eso ya pasó y el pendejo está limpio desde entonces. No gracias a ti.
—Pero eso no quiere decir que no podamos aprovecharlo a nuestro favor.
—¿Tienes una foto de él drogándose?
—No. Pero eso no es problema. Sólo necesitamos hacerle creer que la tenemos. O provocar una recaída.
—No. No quiero esa basura.
—Pues habrá que montar una pantomima. Será sencillo.
—¿Cómo lo harías?
—Puedo aprovechar la fiesta en tu mansión. Embriagarlo y drogarlo. Con un somnífero —aclaró—. Para que se desmaye. Luego de eso, armar la escena. No recordará nada de lo ocurrido, pero no podrá refutar la imagen que tendremos de él. Y tengo la carnada perfecta para ello. —Edward cuestionó con una ceja alzada—. Una de las nuevas modelos. Después del ensayo te indico cuál. Puede que hasta ya te la hayas follado.
—Es lo más probable, dependiendo de qué tan interesada esté en trabajar aquí. —Ambos sonrieron con una mueca morbosa. Recostó su cuerpo sobre el respaldo del mullido asiento para continuar con el plan—. Entiendo a dónde te diriges. Haz lo que tengas que hacer.
—Me gusta cuando me das luz verde.
—La tienes.
Edward se quedó pensativo unos momentos. Su mente iba más allá del artista.
—Extorsión —murmuró para sí mismo—. Y perspectiva. Interesante. Querido Oscar, me acabas de dar una grandiosa idea. Necesitaré de tu ayuda.
—¿Para qué?
—Para armar una escena. Otra diferente, para un jugador diferente.
N/A:
The Carnaby Street Boys (CSB) es una banda ficticia, inventada para esta historia. Me inspiré un poco en bandas reales (Queen, One Direction y especialmente en Mumford & Sons, a quienes disfruto escuchar) y otras ficticias, que he amado leer en esta plataforma (Bad Boys, BG5). Así que gracias indirectas a todos!
Gracias por leer, Mis Demonios!
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