Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

100. Promesa de Papel

100. Promesa de Papel.

Los impactos repetidos en la puerto no lo importunaron de su lugar. Sentado en el suelo, con las piernas extendidas hacia adelante y la cabeza vencida sobre su pecho, solamente se limitaba a escucharlos a lo lejos. Sus grandes y pastosas manos enrojecidas reposaban sobre sus muslos con las palmas hacia arriba, igual de derrotadas que su alma.

Los estaba esperando desde hacía horas.

Demasiadas. Tantas que había cambiado el sol por las estrellas para regresar al sol.

Al menos le habían dado el tiempo para cumplir con su propósito.

Cuando la madera fue derribada, le siguieron la fuerza de las pisadas adentrándose a la sala oscurecida por las cortinas que apenas dejaban entrever la grisácea luz de la mañana del lunes.

Presintió la presencia imponente del hombre que se detenía a su lado y suspiró largamente. Un suspiro que ardió en sus pulmones.

Elevó un par de ojos muertos, decorados por profundas ojeras para toparse con el hoyo negro de un cañón. El hilo de voz apenas vibró al salir de unos labios secos y resquebrajados.

—Agente Webb. Por fin llega. Si busca al responsable de la muerte de Carly, ahí está —apenas movió su cabeza, señalando al frente.

Chris siguió la trayectoria, aunque parte del equipo de ataque que los había acompañado tenía rodeado el cuerpo destrozado que yacía en el centro de un charco seco de sangre ennegrecida, excremento y orina.

—¡Mierda! —gimió Yang girándose hacia el objetivo y tapando su nariz con el antebrazo—. Con razón esto apesta. ¿Qué carajos pasó aquí?


<<Había ignorado el consejo de Jean-Pierre y en lugar de marcharse para siempre, se había  escondido para ordenar sus pensamientos, entre la duda y la certeza de que el agente Webb arrebatara la vida de su Carly. 

Sin embargo, un mensaje desde un número bloqueado le abrió los ojos a lo evidente.

"Adrien lo hizo".

Supo enseguida quién le escribía y le agradeció con una sonrisa triste a la nada, comprendiendo que ese sería su último contacto con el único amigo que había tenido.

El francés había sabido todo el tiempo que Kenneth no podría huir sin saldar la deuda de una vida por una vida y le había entregado su obsequio de despedida.


Con total frialdad, había aguardado agazapado en las tinieblas de la venganza por la aparición del verdadero responsable de su agonía. Pero el joven galo no regresaba a su apartamento. Hasta que unos días después, por fin lo pudo ver ingresar con su vehículo al estacionamiento del edificio y halló su oportunidad.

Con firmeza, impactó su puño contra la puerta. En cuanto fue abierta, la sorpresa decoró las facciones del muchacho, que enseguida se repuso, escondiendo un leve tic nervioso.

—¡Hey, Asshole! ¿Qué mierda haces aquí? Si buscas al jefecito junior, no lo encontrarás —soltó una risita que Kenneth quiso ahogar con sus manos.

Sin invitación alguna, se metió de un empujón que desplazó a la delgada anatomía del rubio a un lado.

—¿Qué carajos crees que haces? Ya te dije que Peter no está. No tienes nada que hacer en mi casa.

—Tú y yo tenemos algo pendiente.

La voz sonó terrorífica y Adrien fue embargado por un helado presentimiento. Sus nervios se encendieron ante el tono amenazante y fingiendo una sonrisa descarada, cerró la puerta y se encaminó hacia el gran sofá, donde su arma había quedado reposando. Con disimulo, se sentó a un lado, enrolló sus dedos en la empuñadura y deslizó la mano detrás de un cojín.

—No sé qué puede ser eso pendiente, pero adelante. Siéntete como en tu casa, Asshole.

El coloso de piel acaramelada se plantó delante de Adrien, fijando su imponente mirada en su próxima víctima. Sus pupilas detallaron la triple marca rojiza que recorría el pálido cuello y su rostro se contorsionó, embebido en una rabia asesina.

—Tú la mataste.

—¿A quién? Ah, hablas de la zorra tetona de Las Ninfas —paseó su lengua por la pequeña argolla de su labio, estirando su sádica sonrisa—. ¿No te enteraste? Fue su novio, el agente federal. Parece que la perra se acostaba con otro agente. Hasta quedó embarazada, por lo que me contó Cross. ¿Quién sabe de quién era? Y eso lo hizo enloquecer. No era tan santo después de todo. Ahora desapareció, pero no te preocupes, lo están persiguiendo en estos instantes.

Una palabra sobresalió entre tantas.

"Embarazada".

Sintió vértigo y su cuerpo se tambaleó, perdiendo brevemente el equilibrio. Momento que Adrien aprovechó para descubrir su arma y ponerse de pie.

—¿Un bebé? ¿Mi bebé?

Una estridente carcajada lo hizo reaccionar, notando la pistola frente a él.

—¿Tú también te la follabas? Vaya. Esto es fabuloso. ¡Eso nos hace hermanos de coño! La muy puta se quiso resistir, pero al final, sé que gozó. Así son todas.

—Voy a matarte —rugió enardecido.

Su intención quedó en el aire cuando Adrien apuntó a su frente.

—Quédate quieto, perro, o te pondré una bala igual que hice con el jefecito. —La expresión de desconcierto de Kenneth fue otra victoria que el joven saboreó con gula—. Claro, todavía no lo sabes. Hace dos días le puse un par de balas y cayó al río. Ya debe de ser comida para los peces. No te preocupes, enseguida lo acompañarás en el infierno, junto a tu putita y tu bastar...

Los puños de acero descargaron su furia en el atractivo rostro. El arma voló por el suelo y la habitación se llenó de ruidos de huesos rotos y quejidos amortiguados.

Detuvo su sucesión de puñetazos para recoger el maltrecho cuerpo que había caído al piso, empuñándolo por el cuello de la camisa. Encontró los ojos claros llenos de pánico y se regocijó por ello.

—Hoy voy a enseñarte por qué me dicen Blackhole, pendejo de mierda. Y suplicarás para que te mate enseguida. Pero no lo haré. Te mantendré con vida para quitártela lentamente, pedazo a pedazo. —Dos dedos atraparon el pequeño trozo de metal de la comisura de su boca y lo arrancó de un tirón. El grito fue apagado con su dura palma, sin importarle que se empapara de sangre—. Empezando por esta mierda>>.


***

—Eso ha sido bastante retorcido —exclamó por lo bajo la agente Yang tras el relato de Kenneth. Capturó el informe preliminar sobre la mesa de interrogación donde ella, Chris y el arrestado estaban ubicados—. Al parecer, lo mantuviste con vida por tres días. Hasta que le disparaste en...

—El culo. Sí —completó sin emoción—. Y un día y medio después, aparecieron ustedes. Me alegro de que haya regresado con vida, agente Webb.

Chris no respondió a lo último, repasando en un relámpago los días sobrevividos en la montaña de los lobos.

—Esa es tu firma al parecer. Por eso te apodan Blackhole —comprendió Chris, releyendo el largo historial criminal.

—Lo hago con seres nauseabundos que abusan de las personas. Especialmente de mujeres y niños.

—Un asesino con cierta brújula moral.

No había burla. No podría hacerlo al conocer el pasado escrito entre sus manos de un niño y su hermana siendo víctimas en un callejón. Un momento trágico que truncó para siempre las vidas de un par de inocentes.

—Revisamos tus mensajes de texto —continuó Chris—. Hubo uno en particular que me interesó —se inclinó hacia adelante para apoyar sus antebrazos y entrelazar sus dedos, compartiendo un secreto que sabía sería ignorado desde el otro lado del tramposo vidrio—. Uno que te informaba del responsable de la muerte de Carly. Así te enteraste, ¿verdad?

—No tiene sentido negarlo. El autor de ese mensaje murió. Lo asesinó el mismo hombre.

—Ya veo —sonrió de medio lado con cierta amargura, recostando su ancha espalda en la silla—. Y decidiste tomar venganza. Estoy seguro de que ese mismo amigo te habrá aconsejado que desaparecieras. —Kenneth afirmó en silencio—. Debiste hacerlo. No te habríamos capturado.

—Ese maldito tenía que pagar. Me la arrebató.

—Eso no te la devolverá.

El hombre de piel morena no respondió.

—Puedo hacerle una pregunta, agente? —Chris asintió—. Es cierto que Carly... ¿estaba embarazada?

—Es cierto.

—¿Y...? ¿Quién era...?

—Tú, Kenneth.

Sus párpados se cerraron con presión, pero no pudieron sellar las gruesas gotas que se desbordaron en un sollozo bajo.

Los casi dos metros de estampa del agente se alzaron para buscar al hombre esposado. Lo puso de pie, sintiendo en la boca de su estómago una triste incomodidad. En silencio, los tres abandonaron la sala.

—Lo lamento. Desearía que no fuera así.

—Lo sé. Es un buen hombre, agente. Ella lo apreciaba, pero yo la amaba con todo el corazón y ella me correspondía.

—Sabes que deberás cumplir condena, ¿verdad Kenneth? —desvió el agente Webb, mientras guiaba de un brazo al criminal por los pasillos de la agencia hacia el estacionamiento.

—Es donde debo estar. Si no es con Carly, no tengo otro lugar adonde pertenezca —aceptó estoico, totalmente desapegado a su destino, siguiendo las líneas de las baldosas del suelo.

—Creo que antes de tu encierro, deberías pasar por cierto lugar.

Esta vez, levantó la cabeza, extrañado por el comentario.


Se dejó llevar por el vehículo federal, siendo conducido por Webb y acompañado por la agente Yang, esposado por delante de manera excepcional, sin decir nada ni mucho menos, comprender hacia dónde se dirigían.

Se asombró cuando arribaron a un hospital y sus entrañas se enroscaron de dolor al imaginar adónde lo llevarían.

<<La morgue>>.

No quería, no podía ver el cuerpo sin vida de la mujer de la que se había enamorado. A la que le había fallado.

Mayor fue su confusión cuando se vio escoltado por el par de agentes hasta una habitación privada que era custodiada por un policía uniformado. De ella salió una jovencita que le quitó el aliento al reconocerla por fotos.

La muchacha se detuvo cuando vio al trío acercarse y en sus ojos lució el mismo reconocimiento, a pesar de que jamás se hubieran visto.

Sus lágrimas anegaron los orbes tan parecidos a los de Carly y una mano cubrió el sollozo que escapó de su boca.

En cuanto los impresionantes hombres y la menuda mujer quedaron frente a la joven, esta no pudo evitar lanzarse al cuerpo maniatado que no supo cómo reaccionar.

—Kenneth —gimió—. Quería conocerte. Mi hermana me habló mucho de ti —se desprendió de un azorado hombre que no comprendía todavía de qué iba todo eso. Con una sonrisa temblorosa, secó sus lágrimas infructuosamente y señaló hacia la puerta abierta—. Se pondrá muy feliz de verte.

Sintió un golpe en medio de su pecho. Sus ojos se abrieron al punto de casi salírsele de sus órbitas y la esperanza alcanzó cada rincón de su entidad a la velocidad de la luz.

—¿Carly... Ella está...?

—Recuperándose. Ella y el bebé lo lograrán.

Esas pocas palabras quebraron al hombre, que llevó sus manos atrapadas a su rostro, cubriéndolo de su llanto.

—¿Cómo...? No lo entiendo. Creí que... —intentó hablar, frotando su cara cuando pudo controlarse.

—Es un milagro. Los doctores... —su semblante se ensombreció por un momento, recordando las funestas palabras de los especialistas—, no tenían muchas esperanzas. Después de hacer todo lo posible, quedó en coma, con su vida, sus vidas, pendiendo de un hilo. Pero se aferró con fuerza. Y con ayuda de un ángel —su sonrisa húmeda y emocionada regresó a ella.

—¿Un ángel?

—Bueno, Carly jura que sintió un ser llenarla de calidez que la hizo regresar a la vida. Tú fuiste por lo que primero preguntó al despertar. Bueno, su bebé, y luego tú. Ella pidió que te trajeran.

La hermana de Carly sonrió junto con sus lágrimas y miró al alto agente que se mantenía mudo a un lado, siguiendo la secuencia, con el pecho lleno de orgullo disimulado al conocer ese misterioso ángel que tanto amaba.

—Gracias agente Webb por eso. Ahora, los dejaré solos. Iré por algo de comer —apretó el fuerte brazo de Kenneth como despedida.

La vieron alejarse por el pasillo.

El par de ojos celeste y los mieles se fijaron en la puerta con un mar de emociones.

—Preferimos mantener su estado en secreto, en caso de que quisieran terminar lo que empezaron —explicó Chris Webb—. Ella declaró lo que hizo Adam, Adrien. Aunque... ya no haga falta. Ella no sabe lo que le pasó. Creí que preferirías decírselo tú.

—No... no sé cómo agradecérselo.

—Es mi trabajo —respondió de forma seca.

—Sé que no fue sólo por eso —lo miró con profundidad y Chris mantuvo ese contacto—. Lamento lo que le hicimos. No fue nuestra intención.

—No me interesa hablar de ello —cortó con más rudeza.

Kenneth comprendió y afirmó con la cabeza.

—¿Podría entrar solo con ella?

—Sabes que eso es imposible, Kenneth.

—Lo intenté —esbozó una mueca con pesar, secándose las lágrimas de sus mejillas—. Será incómodo con usted allí.

—La agente Yang pasará contigo.

Su compañera asintió y tomó el musculoso bíceps del criminal. Chris se quedó de pie, firme, junto al oficial en la puerta en tanto la pareja se adentró a la habitación aséptica del hospital.

Un murmullo de máquinas y el olor a limpieza estéril los recibió.

La impresión volvió a impactar en el centro de su entidad al ver sobre la cama tendida de sábanas celestes el cuerpo magullado de Carly. No parecía el mismo que días atrás se movía sobre un escenario enseñando sus pecaminosas curvas.

La vida parecía habérsele escapado de la piel, que lucía pétrea. Una imagen que si no le hubieran dicho que el corazón todavía le latía, hubiera pensado que presenciaba un adiós terrenal.

No quiso siquiera imaginar cómo habría estado cuando todo era más reciente.

Siguió el recorrido de su cabello desparramado sobre la almohada, pasando por su cuello, donde todavía se presenciaban los dedos de Adrien, hasta llegar a su cara. Estaba con los ojos cerrados. Su pecho subía y bajaba acompasadamente.

Sin embargo, algo pareció alterarla, porque sus párpados se batieron con lentitud hasta abrirse. Con pereza, recorrió la sala hasta toparse con la mirada de un pasmado Kenneth. Una sonrisa trémula de labios blancos, resecos y con el recuerdo de un golpe terminó por debilitarlo.

Se liberó del flojo agarre de Lara y en dos gigantes y desesperados pasos estuvo al lado de la cama, tomando de la mano a la paciente.

—Carly, oh, Carly, mi margarita resistente. Lo hiciste. Lo hiciste nena. Lo hicieron —ella lo miró sorprendida—. Sí, nena. Lo sé. Sé que tienes a mi bebé bien aferrado a ti. Eres una fiera.

—Kenneth —lloró con voz quebrada—. Iba a decírtelo. Pero entonces... él... llegó. Y después el otro, Adam. Tuve miedo. Mucho miedo. Creí que no sobreviviría. Temí no proteger a nuestro bebé.

—Pero lo hiciste —la besó. Con cuidado. Luego desperdigó un millar de besos por todo su rostro, haciéndola reír por lo bajo—. Te amo tanto.

—Aún tengo miedo —confesó cuando los besos se detuvieron y sus frentes quedaron unidas—. Miedo de que aparezca en cualquier momento. Cada vez que cierro los ojos lo veo ahorcándome y escucho sus sucias y crueles palabras. Miedo de que esto sea un sueño y al despertar, haberlo perdido —dijo entre sollozos, bajando la mirada y una mano a su vientre lleno de futuro.

—No temas, mi margarita. Él no podrá ponerte una mano encima nunca más —sin importarle que Lara estuviera a unos pasos de distancia, siguió—. Me encargué de ello.

En los ojos de ella brilló el odio.

—¿Lo hiciste sufrir?

—Gritó como un puerco.

—Bien. Ojalá se pudra en el infierno —sus facciones cambiaron y sus manos débiles acariciaron el moreno rostro de barba desprolija—. Te eché de menos. Pero ahora estás aquí, conmigo. Con nosotros —lo besó importándole poco el dolor en su labio y en toda su anatomía.

—Lo siento mi amor. Pero no puedo quedarme.

Fue entonces cuando reparó en las esposas.

Una sonrisa melancólica cubrió sus labios carnosos.

—Debo ir a prisión.

—Kenneth... —lloriqueó—. No. Te necesito. Te necesitamos.

—Lo siento nena. Ya no puedo seguir huyendo. —Carly gimoteó, negando con la cabeza, pero Kenneth la detuvo, tomándola del mentón con delicadeza para conectar sus miradas empapadas—. Tú solo preocúpate por recuperarte. No te faltará el dinero. Como no sabía que habías sobrevivido, me encargué de crear una cuenta con todo lo que tenía para tu hermana —confesó en voz baja—. Úsenlo para irse de aquí. Estudien y cumplan sus sueños. Tú y el bebé deben seguir con sus vidas. Sean felices por mí.

—Pero ¿qué mierda dices? —El enfado tomó las pocas energías que le quedaban y se enderezó en la cama, haciendo muecas de dolor que ignoró. Kenneth la asistió como pudo—. ¿Crees que puedo hacer de cuenta que nada pasó? ¿Qué no te amo? ¿Piensas que te abandonaré? Eres un imbécil de primera. No sabes con quién te metiste.

El criminal esbozó una nueva sonrisa. Esta vez de orgullo y ternura.

Y tristeza.

—Serán muchos años, Carly. No puedo atarte a algo así.

—Con buen comportamiento, y si aportas información importante sobre la organización, sumado a un buen abogado, podrías reducir tu condena algunos años —interrumpió Lara desde el rincón desde donde observaba todo.

Ambos la miraron y regresaron a ellos con una renovada esperanza.

—Conozco una excelente futura abogada que sólo te cobrará con sexo, besos y muchas flores. El dinero, al parecer, ya no será un problema.

Parecía un niño recibiendo sus regalos de navidad. Sus ojos resplandecieron, emocionados.

—Estudias para sacarle dinero a hombres infieles —refutó en broma.

—Ahora tengo un nuevo propósito. Sacar a mi prometido de la cárcel lo antes posible.

—¿Prometido?

—¿Acaso piensas que permitiré que mi hijo nazca fuera del matrimonio?

—No te hice ninguna propuesta.

—¿Y qué esperas?

Negó, incrédulo. ¿Cómo pasó de creer que moriría de desolación esa mañana —o desde hacía una semana—, a sentir que su corazón estallaría de felicidad? De reojo vio una servilleta de papel sobre la mesa móvil a un lado y la tomó con las manos juntas. Como pudo, la manipuló hasta que una blanca flor se formó.

No era una margarita, pero serviría.

—Carly, no puedo prometerte una vida fácil. Tengo mucha mierda encima de mí. Pero estoy pagando por ello y espero que cuando salga de prisión tú puedas recibir a un nuevo Kenneth, dispuesto a todo por ti. Lo que sí puedo prometerte, es amarte. Amarlos. Ahora y siempre. Incluso si tú decides avanzar sin mí. Sólo... —suspiró—, déjame ser parte de la vida de mi hijo o hija.

—Qué propuesta más espantosa.

Ambos rieron entre dientes.

—Perdón. Nunca había hecho esto. Aquí voy nuevamente —inhaló profundo y sus ojos color miel capturaron los de Carly, que suspiró con la emoción a flor de piel—. Carly, te amo. Los amo. Y quiero casarme contigo. ¿Quieres ser mi esposa?

Sus labios temblaron y dejó caer todas las lágrimas de felicidad que no creyó que algún día usaría.

—Sí, Ken. Me casaré contigo —tomó la promesa de papel y la llevó a su pecho mientras bañaba de besos al hombre.

—Odio que me digas Ken —rumió con una sonrisa entre los besos que se daban.

—Eres mi Ken.

—Kenneth... —una profunda voz los interrumpió y el silencio pesó de golpe. Los dos pares de ojos se fijaron en la figura de Webb, que mantenía la vista apartada—. Es hora de irnos.

Esa fue una terrible sentencia para los enamorados, que recordaron de pronto que su felicidad completa debería esperar años para concretarse.

Lara fue la que se acercó para concluir el encuentro.

Las manos de la pareja no querían soltarse, y ver cómo sus dedos se separaban dolió demasiado.

La angustia volvió a caer sobre ellos, acompañado de otro tipo de llanto.

Cuando Chris estaba por darse la vuelta después de que su compañera saliera con Kenneth, la voz de Carly lo detuvo.

—Lo siento, Chris. No quise herirte, ni que me odies.

Enfocó su mirada en ella.

—De verdad. Quise quererte. Pero tú, no me dejaste. —Abrió grande sus ojos al escucharla—. Sabes que es cierto. Tu corazón está tomado. Y el mío encontró quien lo pueda recibir. Yo sólo magullé un poco tu ego. Espero sinceramente que puedas resolver lo tuyo.

—Tienes razón. Sólo fue mi ego. Aunque te consideré alguien especial. Pero me equivoqué. Solo fui un hombre a quien engañar.

—No, eso no... —La dureza del rostro de Chris la silenció—. Sí, lo fuiste. Al principio, pero acostarme contigo fue mi elección. Me gustabas. En serio lo hacías. Pero nunca hubiera funcionado. Espero puedas perdonarme por todo.

—Ya está olvidado. No sería un buen cristiano si no lo hiciera —sonrió, dejando el resentimiento atrás.

—Joder, tu sonrisa siempre será mojabragas. —Su comentario lo hizo soltar una carcajada inesperada que le hizo echar la cabeza castaña hacia atrás, mostrando la danza de su nuez de Adán—. Deberías ir por la vida sonriendo y riendo así. Las mujeres caerán rendidas. Aunque para ello, debes estar disponible.

—Lo intentaré —sonrió, sonrojado—. Suerte Carly.

—Ah, Chris, —lo detuvo una vez más. Buscó en la gaveta de la mesa a su lado, con lentitud forzosa. De allí sacó el colgante de la pequeña balanza que alguna vez brilló en su pecho—. Tu compañera me lo entregó. Te lo devuelvo. No me lo merezco. No después de haber sido tan injusta.

—Consérvalo. Es un regalo. ¿Qué haría yo con él? Tómalo como el regalo a una futura abogada, para recordar que a veces, hay que dejar que el corazón tuerza la balanza.

Nuevamente, los ojos claros de Carly relucieron de húmeda emoción.

—Tal vez, podría dárselo a mi bebé si es una niña.

—Eso estaría bien.

—Gracias. Por todo.

—Sólo... cuídense. Tienes una nueva oportunidad de ser feliz. Aprovéchala.

—Lo haremos.

***

De regreso al FBI después de trasladar a Kenneth, Chris detuvo la SUV en la acera cubierta de nieve pisada. En ella, Victoria los esperaba vestida de negro, encogida en su abrigo. Abrió la portezuela trasera y se adentró al vehículo agradeciendo el calor interior y recibiendo las miradas de seriedad de su novia y su amigo.

En silencio, emprendieron el camino a su próximo destino.

—Chris —llamó Lara, recibiendo un sonido varonil desde su garganta—. ¿Nos dirás quiénes son realmente los Sharpe? —Chris giró un instante hacia ella antes de regresar al camino, con la mandíbula en tensión y los dedos apretados en el volante—. Sabes de lo que hablo. Esa chica tiene algo especial. Yo debí... Esa perra me había disparado en el abdomen.

—Por favor, dinos —suplicó desde atrás Vicky.

—No puedo. Pero déjenme que hable con ellos. Sé que confiarán en ustedes.

Las mujeres suspiraron al mismo tiempo, aceptando.

Chris exhaló aliviado. Pero la calma no llegó a él al recordar hacia dónde se dirigían.

A despedir a un amigo.

Habló con solemnidad.

—Gracias chicas por acompañarme. Aurora y Steve lo apreciarán.

—Sabemos que él era importante para ti. Y parte de la familia de los Sharpe.

—Lo era —coincidió con pena.


N/A:

¡Carly y su bebé viven! ¡Y sabemos a quién agradecerle! 😍🤫.

Y Adrien recibió lo que merecía. Kenneth fue muy aplicado en ello. Y conocimos el porqué de su apodo. ¿A que estamos felices de que ese miserable se haya ido al infierno?

Espero que les haya gustado el capítulo. El que sigue ya nos lo anticipó Chris.

Gracias por leer, Demonios!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro