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Capítulo 8; {Confusión}

Se quedó en una de las ramas de algún árbol de pino desde dónde no pudiese ver la cabaña del misterio. Bill se quedó en la azotea, pues al parecer no le había seguido y eso le relajaba. Estaba confundido, más que eso, exasperado. Quería respuestas, pero a su vez no quería que el demonio se acercase a él. Con suerte ahora cubría su pecho con la playera que usaba con tal de que las marcas no se dejasen ver, pero las que escapaban a su cuello no las podía ocultar.

¿Qué pasó?

Bill había vuelto a leerle los pensamientos e incluso respondido uno de ellos, una respuesta que podría saciarlo, pero estaba huyendo del demonio. Estaba aterrado, esa era la realidad. Tenía miedo, porque estaba confundido. Esos abrazos, el que haya llegado, sus recientes palabras. ¿Acaso sentía algo por el demonio? No lo creía posible. Llevaban muy poco tiempo juntos.

Entonces... ¿qué? ¿Y qué era lo que el demonio sentía al respecto? ¿Habían sido solo sus impulsos? Si no jugaba con él, ¿qué pretendía con lo que hacía? Además de tratarlo como objeto de su posesión haciéndole esas marcas.

Dio un suspiro antes de dejarse caer del árbol, no toco bien el suelo, pero continuó flotando bajo mientras se dirigía a la casa de la bruja, Neir. El día de hoy estaba de ánimos para escuchar algunos consejos de su parte, especialmente porque ella comprendía bien a Bill.



—¿Qué estoy haciendo?—se recriminó, golpeándose con la palma en la cara. Dipper era todavía un adolescente, y aparte de ello... ¡No había razón aparente para reaccionar cómo lo hizo!

¿Qué le decía? ¿Qué tal vez se sintió celoso y qué no pudo controlarse? No podía decírselo, ni él mismo estaba completamente seguro de su reacción. Podría definirlo como celos, pero se negaba a admitir que estaba celoso de que alguien haya tocado al castaño. ¿Por qué habría de estarlo? No hay relación alguna y Dipper no es más que un problemático que siempre estaba desobedeciéndolo.

Aggh. Era la enésima vez que, recordándose ello, se sentía terriblemente mal. Era un demonio milenario, acostumbrado a que la gente huyese de su presencia, de que le temiesen y buscaran formas de deshacerse de él. ¿Y entonces? Sencillo. Lo que Dipper provocaba en él no era lo mismo que sintió con los miles de humanos que había conocido a través de las muchas dimensiones. ¿Podía ponerle nombre? ¡No, claro que no! Se negaba rotundamente el llegar a sentir afecto.

—Mierda...—murmuró colocándose la mano sobre la cabeza mientras revolvía su rubio cabello. Estaba muy confundido, todavía no se entendía a sí mismo. Neir tuvo muchas marcas similares y él solo la ayudó a preparar las infusiones para curarlas con más rapidez, pero en cambio... Con Dipper, se sintió tan enojado que dejó las propias, que ahora seguramente el castaño estaría mirando solo para insultarlo.

Justo cuando lograba que Dipper no sintiese tanto odio hacía él, lo volvía a arruinar. No es como si le importase, creo, solo no quería que las clases fueran siempre frías como lo eran cuando el menor recordaba alguna razón para odiarlo.

—Le diré a Neir que no puedo con esto... —suspiró una vez más, levantándose del suelo. Tenía que contar mucho a la bruja aún, incluyendo el desarrollo actual del sobrino de Ford.



—¡¿Qué Bill hizo qué?!—la morena gritó, zarandeando los hombros de Dipper que se quejó del dolor. La chica se levantó la playera, sacándosela de un tirón para apreciar las marcas que ahora poseían la marca del dorito flotante en cada una de ellas.

Rió un poco. ¿Tan posesivo había sido?

—¡¿Qué te parece gracioso, eh?!—atacó sonrojado el pequeño, mirando hacia la pared. La muchacha tenía su rostro pegado a su pecho, viendo cada una de las marcas que le habían infundido y encima reía.

—Oh, sí—se detuvo la muchacha, soltando una última carcajada mientras se volteaba para sacar un par de vendas e infusiones para curar las heridas del más joven—¡Es gracioso, lo siento! Bill nunca había sido tan posesivo —mencionó la joven, volviéndose a arrodillar frente a Dipper, para comenzar con un algodón a curar las pequeñas marcas.

—¿Por qué debería serlo? No somos nada —declaró, con la vista fija en los turquesas de Neir, que le mira divertida.

—¿Ah, no? Pensé que el estúpido dorito sería más inteligente —la muchacha soltó un suspiro de resignación, negando con la cabeza—¿Cuándo aprenderá? Debería ser más delicado—gruñó la chica, a la par que Dipper soltó un quejido, con el ardor de su piel.

—¿A qu-qué te refieres? —logró preguntar. Neir iba colocando pequeñas tiras de parche para cubrir cada zona.

—Te diré algo. Bill los observó por demasiado tiempo, ya sabes, con la locura de hace algunos años, pero tú presencia lo descoloca. No puedo decirte todo, el dorito tampoco lo sabe, pero eres tú en específico quién lo perturba. —la chica hizo ademanes de demostración, mientras Dipper se sentía morir. ¿Era enserio? —Estoy segura de que ese triángulo está más confundido que tú. Él suele ser muy frío y calculador, tenle paciencia. Pasa mayormente contigo en su forma humana para que no le temas, aun cuando hace mal a sí mismo.

—¿Qué...? —expresó con lentitud. Estaba que huía por temor a la demencia de Neir. Estaba hablando como si Bill se preocupase por él— ¿P-pasar en forma humana...? ¿Para qué no le tema? —continuó detenidamente, tratando de asimilar aquellas palabras en su boca.

—¡Por supuesto! Estar en su forma humana le causará problemas, pero tú llamas su curiosidad, cosa que no cualquiera despierta en Cipher. No quiere, o al menos casi estoy segura de ello, llevarse mal contigo —aclaró, terminando de curar las heridas, colocando en sus manos una bufanda, -cómo no- amarilla, con trazos negros simulando ladrillos.

—Es un poco tarde para eso, ¿no lo crees? —expresó sarcástico el castaño, un poco molesto.

—Nop—sonrió— No lo creo. Nunca es tarde para algo, Dipper~ —la bruja esbozó una última sonrisa, regresando a su lugar—Hey, no quieres verlo aún, ¿cierto?

—No, preferiría estar un poco más claro... —contestó el menor, bajando su mirada. Se sentía más perdido, pero de alguna forma reconfortado. Ya no se sentía tan enojado.

—Entonces sal de aquí. Bill está a dos minutos de llegar —la chica le guiñó el ojo, mientras señalaba la puerta trasera.

El color del rostro de Dipper se perdió.

—¿Viene hacía aquí? —preguntó nervioso, sonrojándose de pronto.

—Así es. Sal por detrás, no te verá. ¡Espero que puedas aclararte! Bill no es tan malo como lo piensas —dijo, empujándolo hasta atrás. El castaño asintió en respuesta y salió del lugar.

Agradecía que Neir fuese considerada, pero todavía le quedaba saber qué hacer. Lo más probable es que se decantase por fingir que nada había sucedido, podría ser lo más fácil y menos incómodo para continuar al lado del demonio de los sueños.



—Podrías habérselo dicho antes —mencionó el Cipher, apareciendo al instante en que Dipper se iba del lugar—Estaba aquí hace un buen rato—suspiró, acercándose hasta uno de los sofás para dejarse caer en él.

—Lo sabía —suspiró la muchacha, mientras volvía a su asiento frente al demonio, pues esta vez debería escuchar la versión de Bill— pero deseaba que me escuchases. Ahora dime, ¿qué sucedió? —alzó una de sus cejas, escéptica. Con Dipper todavía podía dar esa clase de consejos, pero ahora tenía al moreno causante de esa revolución; necesitaba explicaciones.

El rubio acomodó su cabello, como no queriendo dar con el tema de forma inmediata. Hablar de los sentimientos de Bill Cipher es peligroso y esto no sucedía hace milenios. —Es... complicado.

—¡Claro que lo es! Has dejado el cuello de ese chico como si los mosquitos estuviesen cabreados con él —la muchacha le miró regañándolo, cruzándose de brazos.

—¿Tan... mal quedó? —preguntó con lentitud, una de sus manos pasando por su nuca nervioso y su ojo mirando cualquier lugar que no fuese a su morena amiga. —N-no era mi intención, es decir... No lo sé— expresó dificultoso.

La morena volvió a darle una mirada severa, para después suspirar. No podía creérselo, Bill Cipher, demonio más antiguo que el universo, estaba comportándose como un adolescente enamorado inseguro de sus sentimientos. ¡Lo que es peor! ¡No como chico, si no como chica!

—Aclaremos algo Bill. Eres un ADULTO ¿Vale? —la chica lucía estresada— ¿Qué sientes por el chico Pines? Y no juegues conmigo, eres mi amigo, pero sabes que ese pequeño no es tan sencillo como cualquier humano, creo que ya te habrás dado cuenta. —dijo, agarrando del mentón al demonio para que este le mirase, en vez de estar huyéndole.

—Sí, sí... Por supuesto que lo sé. —suspiró el demonio, se sentía abatido—pero yo realmente no lo sé. Es decir, ¿me habías visto así antes? Es ridículo... es...

—Posible —finalizó interrumpiendo la morena, dejándose caer contra el respaldo del sofá—Sabía que estabas interesado en el niño. ¿Por qué no lo intentas? —la bruja ocultaba su emoción. Estaba esperándolo desde hace mucho, quería que de una vez el estúpido demonio se dignase a buscar a su pareja, las almas podían revivir y todo eso, pero ya habían pasado milenios.

—¡No, no! Olvídalo—el rubio negó rápidamente mientras se colocaba en pie— Eso no pasará. No necesito de una pareja o esas cosas— lució agitado, mientras seguía repitiendo lo mismo. Esa etapa humana era muy incómoda y más problemática que el propio chico, además este parecía odiarle.

—Algo tendrás que hacer— la chica sonrió burlona— ¿O pretendes fingir que no hiciste esas marcas en él? Te recuerdo que no puedes manipularlo.

—Ya... —el rubio revolvió sus cabellos— Yo venía a decirte que será mejor que busques a alguien más, ese chico me desprecia. Me he aburrido.

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Well, well, well...

Capítulo ocho completo. ¡Por fin! Llevo solo dos días de liceo y ya muero:'c pero en fin^^, llegado el viernes he podido publicar con tranquilidad, muchas gracias por seguir la historia~.

¡Veremos lo que sucede en el siguiente! 

¡Hasta luego!

Sum~

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