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Capítulo 26; {Conocido} -II.


La cabeza le dolía aún, pero sentía su rostro fresco, limpio. Entendió en menos de una fracción de segundo que ya no se hallaba en medio del bosque, aunque desconociera el lugar en el que ahora estaba. Bajo el tacto de sus manos, encontraba la calidez de las sábanas y una colcha que no lastimaba su espalda. No quería abrir los ojos, temiendo no ver nada, pero cuando oyó esa suave risa casi al lado de su oído, no pudo evitar la sorpresa y sus párpados abriéndose rápidamente, en alerta.

—Hey, hola... —dijo el muchacho, inclinándose sobre él. Bill le miró aterrado, pero el otro no hizo más que extender su sonrisa. —Me llamo Mason, y no, no te mataré, encerraré o secuestraré, no sé que tipo de ideas locas estén en tu cabeza. —comentó, alejándose levemente de su rostro para permitir que el rubio mirase el resto de la habitación. —No tengo ni idea de los problemas en que te metiste, pero bienvenido a la realidad otra vez.

Bill sintió que una risa inevitable huyó de sus labios. —¿Por qué me ayudaste? —preguntó escéptico. Las malas experiencias de su vida le habían enseñado que todos te ayudaban queriendo algo, no había nadie tan altruista para dar sin querer recibir.

—Quién sabe —se encogió de hombros, con tranquilidad. Después su mirada se mostró severa sobre él y Bill pudo observarle más atentamente, a causa de que volvió a erguirse sobre sus pies. Usaba una gabardina negra y un suéter rojo bajo ella. Sus pantalones, marcándole los muslos eran también negros con varios bolsillos por toda la extensión. Imaginó que era investigador, pues ellos eran los que acostumbraban ese tipo de ropa para guardar todo en ella. Su torso era cruzado por lo que parecía una cinta marrón que sujetaba algún arma que se perdía en su espalda, imaginó. El chico era castaño, con unos bellísimos ojos azules, y de piel nívea, aunque esta tuviera varias cicatrices. Sus manos estaban recubiertas por una especie de guante que solo recubría su palma, mostrándole sus dedos heridos.

Mason mantuvo su mirada, risueño.

—¿Te has aburrido ya de inspeccionarme? —continuó el joven, cruzado de brazos. —Además de una mala educación, woah. ¿Por qué no partes por decirme quién eres? —su mirada se afiló un instante —Es lo mínimo que puedes hacer para quién te salvó la vida.

Bill gruñó bajo, con un sonrojo al ser descubierto en su inspección. Tenía que reconocerlo, tampoco fue disimulado. —Mi nombre es Bill... Bill Cipher. —dijo bajito, temiendo que su nombre fuese reconocido. No era la primera vez que le perseguían, que intentaban matarle o dañarle, había muchas veces de ese destino e incluso, la forma en que golpeado esta última ocasión era incluso tierna comparada a otras que ya había vivido.

El castaño le sonrió. —Esta es mi casa, Bill. Vivo solo, así que solo preocúpate porque yo te veré. —soltó guiñándole un ojo. Cipher sintió nuevamente sus mejillas cálidas y se preguntó como un hombre podría tener esa coquetería tan relajante. —Traeré algo de comida para ti.

Mason avanzó a través de la madera, haciéndola crujir y creando un ruido sordo. Bill se alivió un poco de hallarse en soledad, y así, empezó a intentar levantarse, dándose cuenta de que los magullones en su cuerpo se le hacían tarea difícil de soportar. Palpó su frente, donde antes pensó que había una gran herida de su cabeza, ahora había una venda cubriéndole la zona. Sus manos también habían sido envueltas en vendaje, y vestía ropas limpias, unas que le quedaban algo ajustadas, y no eran suyas. Se colocó de pie a penas, sintiendo como las heridas de algunas zonas se abrían por el esfuerzo. Maldijo su estupidez y avanzó a través de la habitación, pero antes de llegar a la puerta de ella se encontró con el chico castaño, que traía una bandeja en mano y le miraba de forma reprobatoria.

En ese instante también se dio cuenta de que el chico era tan alto como él.

—¿Te pedí que te levantases? —inquirió, frunciendo el ceño. Bill negó torpemente, como un niño. —Estás claro, ahora, vuelve a la cama. —le ordenó, empujándole suavemente para que ambos volviesen a ese espacio en el fondo de la habitación. Cipher se resignó y se dejó caer como saco de papas sobre la colcha. El sol que atravesaba las ventanas era realmente exquisito, y calentaba lo justo su piel.

—No entiendo porqué haces esto... —murmuró contra las cobijas. Mason volteó sus ojos y con un suspiro de resignación, dejó la bandeja a un lado del rubio.

—¿Necesitas una razón? —preguntó, estando sentado en una silla tras de él y cruzado de piernas, apoyado contra su mano. —¿Realmente tengo que tener una razón para ayudar a un chico joven que estaba muriéndose frente a mis ojos? —finalizó, mirándole con cierta frialdad. Bill le observó todo ese instante de reojo, con esa sinceridad que no había visto en los ojos de nadie más. ¿Quién era él?

Bill se resignó, y sintió todo el cansancio que arrastraba días en sus hombros, cayendo en el sueño. Mason le observó, y hastiado, se levantó para acomodarle bien, quitando la bandeja de comida de su lado. ¡Se iba a enfriar!



Cuando abrió nuevamente los ojos, el chico, Mason, se encontraba sobre una silla al lado de la cama en que dormía, con una expresión relajada y un libro forrado de cuero entre manos. Parecía estar bastante concentrado en él, porque no se dio cuenta de que Bill ya había despertado. Se movió involuntariamente, para finalmente despegar su rostro de las sábanas. El castaño se fijó en él, con aquella de esas sonrisas que solo él poseía, dándole las buenas tardes. Tras de él, filtrándose desde la ventana, se veía el precioso ocaso.

—¿Ya has dormido suficiente? —cuestionó risueño, como burlándose —Pensé que durmiendo tres días seguidos hoy al despertar estarías más que repuesto, pero veo qué no.

—¡¿Tres días?! —se alarmó el rubio, pensando en todo el tiempo que había perdido. Mason asintió.

—Así es, ahora, ¿quieres comer? —, Bill estuvo a punto de rechazar la invitación del otro, pero su estómago rugió exigiéndole alimento, y resignándose, transmitió un "sí" bastante tímido.

Al cabo de unos minutos, Mason regresaba nuevamente con una bandeja, dejándosela en frente. El retomó su lectura y Cipher no se interesó en lo que leía hasta que se dio cuenta de que parecía que prácticamente estaba solo en la habitación, puesto que Mason no emitía siquiera un sonido, a causa de su interés en aquel libro. Fijó sus ojos en él, pero fue rotundamente ignorado durante todo el momento, así que Bill, queriendo llamar su atención, con su pie empujó el libro, causando que este se cayera sobre el regazo de Mason y él por fin le mirase.

—¡¿Es enserio?! —exclamó molesto, retomando su libro. —¿Cuántos años tienes, por dios?

—Tengo 17. —se encogió de hombros, divertido, aunque el castaño rápidamente había vuelto a enterrar el rostro en el libro.

Al cabo de un rato, nuevamente fastidiado y aburrido, Cipher se paró dificultosamente a su lado y observó los símbolos en el libro. Él apenas podía leer algunas palabras, de hecho sus padres jamás se habían interesado en su educación y lo poco que sabía de matemáticas, solo eran útiles a la hora de robar. Se sintió tonto tratando de leer como Mason, pues se notaba que este tenía otro estándar de educación muy superior al suyo.

—Es increíble... —escuchó como el castaño murmuraba, y aunque no sabía a que se refería, le dio la razón. Él solo era capaz de ver a la criatura dibujada, con características muy similares a un ciervo.

Mason le miró escéptico, el hecho de que le diese tan rápidamente la razón le dio a entender que no sabía a que se refería. Después de todo, la información sobre la criatura que leía era un semi-salvaje, que capturaba a sus presas con su apariencia inofensiva, y poseía un veneno bastante interesante... pero solo para él.

—¿Sabes leer, Bill? —cuestionó, divertido. Cipher se sonrojó al ser descubierto, y negó. —Al menos ya tendré una entretención contigo. —sonrió con amabilidad, y sinceramente Bill no podía comprenderle. ¿Era esa también una invitación para quedarse? Porque quizás ayudarle había sido un repentino acto altruista, pero ¿también quedarse?

¿Qué le aseguraba a Mason que no tenía ningún lugar a dónde ir?


. . .

Habían transcurrido cuatro días desde que él despertó.

En ese momento, en que el sol era refrescante sobre su rostro, en conjunto con la brisa suave que movía sus rubios cabellos, se encontraba Cipher internado en sus propios pensamientos, cómo siempre. Desde su rescate, Mason nunca le había preguntado que le pasó, de dónde venía o más acerca de su vida. Sencillamente le había hecho parte de su vida.

—¡Hey, Bill! —sintió la exclamación del castaño a su lado, sacándole de su ensoñación. Nuevamente fue parte de la realidad en que se hallaba en medio del bosque, sosteniendo una canasta llena de frutos que el chico iba rellenando, y que Cipher sostenía porque era más fuerte. —Llevo un buen rato hablándote, al menos hazme caso... —se quejó, con una pequeña mueca que rápidamente desapareció de sus labios. El rubio asintió aturdido.

Mason colocó en la canasta otra fruta de intenso color rojo, advirtiéndole que era mejor que no la comiese. Bill estaba asombrado, pues la mayoría de frutas que estaban en la cesta él no las conocía.

Se mantuvieron así por algunas horas más, hasta que Mason, con rostro de agotado, decidió que era hora de volver a su hogar, cuando el anochecer temprano yacía sobre el cielo. Caminaron tranquilamente, con Cipher notando pequeñas manías que tenía el chico que acompañaba. El castaño arreglaba sus guantes como si fuese un tick nervioso, también empujaba sus cabellos larchos hacía atrás, para evitar que el flequillo le nublase la visión, y lo último... Ni siquiera hacía ruido al caminar. Era incluso aterrador, pero el chico cuidaba que sus pasos fuesen tan ligeros que un oído agudo tuviese dificultades para encontrarle.

Bill sintió una rama rompiéndose, y después cayó al suelo. Todo había sido demasiado rápido.

—¿Por qué...? —cuestionó, quebrado. Sintió líquido cálido deslizarse por su abdomen y un pánico que no soportó.

—¿Por qué? —Mason rió de nuevo. —No hay razón.



—¡Joder, duele! —se quejó el castaño, dejando que el rubio colocase una venda con un líquido que él indicó. Era un desinfectante, que evitaría el contagio de cualquier cosa que hubiera tenido su atacante.

—Eres muy inconsciente. —recriminó Bill, riéndose de sí mismo cuando se dio cuenta de que se oía como una mamá regañando. —Si no te hubieras interpuesto, no te habría mordido.

—Pero te habría mordido a ti —le recordó Mason, con esa sonrisa despreocupada.

En efecto, tenía razón. En ese instante que la rama se rompió había podido ver una figura negra acercándose a gran velocidad, probablemente un lobo, y Mason, para evitar que fuese el afectado, se lanzó contra él, cayendo ambos al suelo. La criatura entonces le mordió el brazo antes de que el castaño pudiera haber reaccionado, clavándole un cuchillo.

Ahora, tenía al chico castaño sobre la cama, con su torso al descubierto para que pudiera realizar las curaciones correspondientes.

—Trata de no entretenerte mirándome tanto —le regañó, con una sonrisa coqueta. Bill se sonrojó, queriendo golpearse por su acción involuntaria.

—No es mi culpa... —añadió, limpiando nuevamente la herida, con Mason tratando de aguantarse los gritos que querían salir por el ardor.

Todavía no alcanzaba a comprender el que un chico tuviese esos rasgos coquetos, ni siquiera alguna chica que él hubiese conocido hasta ahora, y eso que él había pasado por la cama de muchas. Vendó por fin las marcas de la mordida, ayudándole a ponerse el suéter. El hecho de que ahora los lugares se hubieran invertido le divirtió, pero la mirada de seriedad que Mason tenía le advirtió lo que venía.

—¿Sabes? —comenzó, pero manteniendo sus ojos azulados en los dorados del moreno —Si ahora quisieras robarme algo y huir, podrías hacerlo. —continuó. Bill vio esa mirada como clara advertencia. —Solo, no te robes mis libros, solo tienen algún valor para mí. —finalizó, relajando su mirada y cerrando sus párpados.

—¿C-cómo? —Bill tembló, sintiéndose indefenso. ¿Así que todo este tiempo, y Mason lo sabía? Quizá simplemente había buscado la oportunidad de que confiase en él y reportarlo.

—¿Sé que eres un ladrón? —continuó su frase, aún con los ojos relajados. Lucía muy relajado para alguien que estaba frente a un ladrón capaz de cualquier cosa por sobrevivir. —Ese día, en el bosque, sostenías manzanas.

Bill le miró sin entender, Mason continuó su habladuría.

—Un chico de piel morena y cabello rubio, que sostenía manzanas. Habías sido golpeado y aún las sostenías, al principio pensé que había sido por necesidad, pero estabas solo, entonces no entendía el que te hubieras aferrado a la comida de esa forma. Más tarde había pasado por el pueblo y estaba esa señora llorando, ella contó que había sido robada. No era la primera vez que oía las historias de un chico de esas características robando, la verdad es que eres muy conocido, pero esas pequeñas incongruencias me llevaron a saber que realmente no tenías a nadie. No hay nadie ni nada para Bill Cipher... —finalizó. Bill dejó escapar una risa maliciosa.

—¿Cómo estás tan seguro? —cuestionó, visiblemente molesto de verse al descubierto.

—Por tus ojos. El día en que despertaste fue fácil entenderlo. —respondió, con un ademán de desinterés. —Yo no soy detective, pero sí observo a las personas. Tus ojos eran anhelantes de algo que no tenías... Calor. Y decidí que sí estaba bien para ti, podías quedarte aquí.

Hacía mucho tiempo que Bill no lloraba, quizá desde que era un niño pequeño, y su hermano existía para acompañarle.

Mason se arrepintió de contarle sus conclusiones cuando vio ese rostro de infinita tristeza, y aunque el brazo estuviera matándole del dolor, se inclinó para abrazarle.


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¡Holaaaaaa! Sé que ni ustedes ni yo acostumbramos a que actualice relativamente rápido, pero ya les dije, ¡esta fanfic está llegando a su final! Por lo tanto, me esforzaré de que esto suceda en la proximidad antes del fin de este año y no después:c pero agradezco que lean, voten y comenten<3 ¡muchísimas gracias por el apoyo, y nos vemos en el próximo capítulo!

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