Capítulo 24; {Caída}
—Bueno, esa es una pregunta difícil... —respondió la bruja, sus preciosos ojos reflejando la preocupación que tenía todo su ser. Un escalofrío la recorría cuando recordaba esa maldita voz llamándole. Se sentó en el borde de la cama, cuestionándose a sí misma cómo saldrían esta vez de todos los problemas que los acechaban. No había respuesta.
—Neir, por favor... —su voz lastimera venció la poca voluntad que tenía la muchacha de tratar de enmendar todas sus habladurías hasta ahora. —Necesito saberlo...
—E-es posible que esté con... —su tembló y sus ojos no fueron capaces de encontrar los de Dipper en ningún instante, el solo mencionar su nombre le hacía retorcerse de miedo. —Con Sydonai. —y quizá no lo debió decir, su espalda se sintió tan fría tan solo con nombrarle, cómo esperaba de él.
El demonio más destructor detrás de Cipher.
—¿No bromeas, verdad? —inquirió, con sus ojos en pánico. La muchacha asintió débilmente.
La sensación de impotencia se instaló tan fuertemente en su pecho que pensó que ese era el fin y que ahí acabaría la historia. Que este sería el último punto y viviría desde entonces con el recuerdo nada más que del pequeño intervalo que pasó al lado de Bill, sin embargo, la culpa también fue el detonante de su repentina valentía. No estaba dispuesto a perderle, no quería que se escapase de sus manos de ésta forma. Al menos, sí deseaba irse, Cipher le debía un adiós.
—Bien, vamos a buscarle, Neir. —y aunque su cuerpo rogase por descanso, porque no soportaría ningún esfuerzo, se levantó de las orillas de la cama, colocando su mejor rostro para encarar lo que fuese que había ahí fuera, que atrase a ese bello rubio que le haría cometer tantas locuras.
Por supuesto, Dipper no estaba enterado de lo que llegaba tan rápido hasta él. Una historia que le perseguía desde hace milenios.
Se retorció con el golpe, doblándose del dolor que le producía ese puño enterrado en sus costillas. La sangre brotó de su boca, manchando parte de su camisa. Su respiración se ahogó con la sangre, siéndole aún más difícil mantenerse consciente. Sus manos descansaban amarradas por sobre su cabeza, y aunque lo deseara, no podía volver a su forma bidimensional. Su vista estaba borrosa, pero reconocía a quién estaba maltratándole sin ninguna piedad. Alguien que estaría feliz de que él dejase de existir.
—¿No me pedirás que me detenga? —sonrió aquella figura negra delante de él. Otro demonio, uno al que por supuesto, no le tenía en alta estima.
—Eso sería inútil, solo una pérdida de saliva —declaró Bill, encogiéndose débilmente de hombros. El otro sonrió, complacido de que Cipher acertase en su predicción.
—Veo que ya comienzas a conocerme, Bill. —sonrió, enterrándole esta vez su mano cerrada en la mejilla, colocando casi al instante la piel de alrededor negra. El rubio escupió sangre antes de mostrarle su sonrisa otra vez. Quizá no era tan malo que estuviera golpeándole mientras no le obligase a recordar nada.
El problema es que sabía que estaba ahí para ello, para hundirse en lo más profundos de sus dolorosos recuerdos, dejárselos a su disposición para debitarle. No había otro motivo, y aun así lo único que hacía era retrasar la inevitable tortura que estaba aproximándose de la forma rápida y dolorosa, una que traía más sorpresas.
—¡Vamos, Bill! Estás siendo demasiado masoquista —se mofó sobre su rostro, tomándole de la barbilla, obligándole a retorcer su expresión. Más que demacrado, sus ojos lucían esa profunda tristeza enterrada, la que le encantaría que se guardase solo para él.
—Siempre lo he sido —le recordó el rubio, con una carcajada pequeña acompañada de rastros de sangre seguido de su mueca. El otro demonio asintió en aprobación de sus palabras.
—Entonces esta vez será un golpe psicológico. Esos son mucho mejor —expresó, alejando su rostro del moreno demonio, el que estaba esta vez preocupado por su vana salud mental. —¡Cariño! Ven aquí un momento... —llamó el de nombre Sydonai, con su expresión de burla dejándose ver en toda la extensión de su rostro.
A través de la oscuridad entonces empezaron a oírse pasos lejanos, los que poco a poco, en intervalos lentos de tiempo, iban acercándose a ellos. La oscuridad ya no se hacía suficiente para cubrir la silueta vestida de un galante traje negro, pero con aquel parche en el ojo derecho que cubría la verdad de un paso de centenares, pero no podía entenderlo... No era posible...
—¿q-qué? —su voz se quebró, la flama de su ojo derecho arrasó el parche que a medias cubría la cuenca, dejando ver ambos globos oculares en su máxima abertura, mostrando su sorpresa, su temor y desesperación. El otro no podía más que reírse de la patética cara que había puesto el demonio de los sueños. —¿Ma-mason?
La persona que ahora yacía de pie ante él era una que debiera no ser más que polvo parte de la tierra. De su ojo dorado comenzaron a brotar lágrimas negras, las que manchaban su mejilla, pero el otro, sin voz, solo sonrió con su evidente sufrimiento a causa de su presencia. Las ataduras de sus manos eran un estorbo, sentía la necesidad de abrazarle, incluso si esa persona solo estaba mirándole con desprecio. Después de tanto tiempo... estaba ahí, otra vez.
.
.
.
La bruja se retorció, teniendo que abrazarse a su estómago y encogiéndose sobre sí misma. El dolor que se había producido en todo su torso le quitó la respiración, y a tan poco de alcanzar ese tenebroso lugar, debió quedarse estática para poder coger aire. Dipper le miró con preocupación, apoyando su mano contra su espalda y ayudándole a sostenerse.
—¿Qué pasa, Neir? —se detuvo el castaño, preocupado por la reacción de la chica. Su corazón estaba desbocado y se sentía ansioso por llegar, pero no podía dejarle a medio camino.
—Hay algo que está descolocado —habló con dificultad, explicándole su malestar. Su mirada cobró pronto seriedad, ocultando tras esa máscara la desconfianza que le estaba causando el lugar. Si había algo fuera de lugar, significaba que estaban jugando con hilos que no correspondían.
Continuaron avanzado por el terreno, pisando firme en algo que parecía que absorbería todo su cuerpo, pero ahí, tras todas las zarzas que le habían dejado cortes, se hallaba en ese espacio negro que parecía no tener ni pies ni cabeza, y aunque peor de lo que esperaría, Neir se sentía sucia de aún recordar cómo acceder sencillamente a ella.
Tan solo fue removido un hilo que dejó al descubierto un pasillo en el que las paredes te podían absorber.
Ahí, frente a él, aquel muchacho de cabellos castaños que debía usar un parche en el ojo que él le arrebató. Su tez pálida seguía luciendo tan delicada como siempre la recordó, y sus noches en vela mientras le miraba volvían a él luego de siglos de haberse quedado en un ataúd por el bien de su seguridad psicológica. El chico miraba a Cipher de brazos cruzados, luciendo incluso sensual con aquel traje negro, pero algo dentro del demonio se quebró repentinamente.
Él definitivamente no podía estar ahí. Y aun así, seguía forzando las cadenas para poder alcanzarle, para estar aunque fuese, algunos centímetros más cerca de ese chico.
—¿Bill? —la voz de Dipper resonó por el salón, perturbando al demonio verdugo que reconocía claramente la marca del alma que caminaba lentamente hacía él, notablemente afectado por aquella silueta que le daba la espalda, pero que le parecía tan similar.
Sin embargo, el rubio no le contestó, estaba totalmente absorto en el otro.
—Dipper, detente. —le riñó Neir, anteponiéndose a él y cerrándole el paso. Esa silueta la conocía, ella sabía a quién pertenecía tal elegancia incluso en la forma de estar en pie. Ahí es cuando se dio cuenta qué era lo que estaba mal en el lugar.
Había alguien que no pertenecía.
Alguien que debió dejar de existir y simplemente quedarse en la caja de recuerdos.
Unos finos colmillos asomaron la boca de la bruja y el demonio verdugo no pudo más que reír. Ni siquiera necesitó hacer algo más para quebrar lo último de Cipher, bastó con la presencia de él en ese lugar.
—Deberían irse, Cipher está bastante feliz con ese chico que está por allá... —señaló alegremente al rubio, que por fin había conseguido liberarse de una de las cadenas que sujetaba su mano, aunque la otra siguiera atrapándolo, pero hacía actuación de su peor escena de patético estirando su brazo libre para alcanzar al que en su momento se llamó Mason.
—Bill... —la voz dolida de Dipper escapó lentamente, dejándose derrotar, porque entendía que había alguien mucho más importante... Y eso ciertamente le molestaba. Se sentía celoso.
Neir estaba a punto de reaccionar, cuando el rostro de Mason se volteó para observarles, causando a su vez que Bill también les mirase, por fin. Solo que la mirada de él era vacía, totalmente hueca y sin sentimientos. Bill se retorció en confusión al ver aquellos dos rostros idénticos, uno que era la versión joven del otro. Y pronto despertó de la pequeña ensoñación cuando dio cuenta de que había algo muy extraño en sus sentimientos desde que el actual pino le sonreía.
—¡Déjame ir! —comenzó a gritar el rubio, desesperado por abandonar el lugar y el recuerdo, de alejarse de todo aquello rápidamente, lo que hizo entender al otro que ya no podía torturarle más con ello, que ya había superado esa etapa.
Por supuesto, no era lo único que le tenía preparado.
—¿Crees que vas a escapar? —sonrió, volviéndose una mueca maniática y desagradable. Bill frunció el ceño. —Solo es el comienzo, Bill... ¡Y lo mejor, todos vivirán la tortura! —acabó diciendo, sumiendo sus manos en la oscuridad que consumía la poca luz que les permitía verse, dejando todo negro.
Había algo mal, como siempre.
Un olor familiar.
No otra vez.
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¡REGRESÉEEEEEEEEEE!
Y después de ese eufórico gesto, ¡gracias por recibirme, ojalá que con buenas manos!<3 Ahora mismo el capítulo 25 está en proceso, por lo que espero que puedan verlo pronto, ese será el comienzo de los recuerdos de Bill uwu.
¡Hasta la próxima!
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