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Capítulo 22; {Mártir}


Maldita sea. Un alarido escapó de sus labios, despertando de su ensoñación a Neir y sorprendiéndole a él mismo. Joder, cómo dolía. Aquel tatuaje enmarcado sobre el propio le quemaba la piel, una sensación que no recordaba de toda su larga eternidad. Se colocó de pie mirando a la sorprendida bruja, aguantándose el dolor que le producía aquella condena a cada paso que daba, pero estaba haciéndosele imposible, cada vez debía ir más lento, cada vez se hacía menos soportable esa sensación, en la que parecían colocarle ácido y mantenerle quemando, pero no había ninguna huella visible de su terrible malestar, aunque este fuese tan grave para marearle.

Neir le miró frustrada, él solo se encogió de hombros. —Está comenzando a hacer efecto. —dijo la chica, mirándole con una mezcla de desespero, preocupación e indignación. Bill no entendía cómo es que Neir era capaz de reflejar tantas emociones en un solo rostro.

—Fíjate que no lo había notado —ironizó el demonio, rodando los ojos. Era él por supuesto quien estaba sufriendo las consecuencias, claro que lo sabía.

—Bill... —comenzó la chica, con pintas de darle el enésimo sermón de la jornada, a lo que él negó con la cabeza, tratando de huir de la pequeña habitación aquella, esa que compartió con Pines.

Ahí está otra vez. Sí, de nuevo se le oprimía el pecho cuando los recuerdos de ese castaño inundaban su cabeza, no dejándole deshacerse de ellos. Eran de aquellas pocos recuerdos que valía la pena guardar, pero también eran los más desagradables. Soltó un pequeño gruñido más cuando sintió su espalda encandilada a causa de la unión de tatuajes y sonrió macabro. Estaba por demás seguro de que Dipper Pines sentía aquello. Sentía lo que él y eso era irónicamente, muy aliviador para él.

Sin embargo, los esfuerzos por no recordarle eran más que inútiles. Seguían apareciendo en su memoria los recuerdos de la preciosa y nívea piel del chico, de aquellos ojos cielo que a veces le miraban con tanta dulzura, y que en sus momentos lúcidos era de un tono carmín que le daba un aura tan especial... No entendía que afán tenía el maldito destino con ponerle en el camino siempre al símbolo Pino, o a la alma que lo portaba... Algún día de verdad acabaría con él.

Cómo ahora.

No podía sentirse más destrozado e inútil, nuevamente se había condenado a sí mismo para proteger algo que huía de él. ¡Era injusto! Tantos años separándose de todo aquello para no caer en la misma trampa otra vez no hacían resultado. Años de tortura dentro de salones oscuros en los que pasó demasiado tiempo en soledad, volviéndose el demonio caótico se volverían a repetir... Algo dentro de él temía, estrujándose su interior.

Muy pocas veces en su vida Bill Cipher sentía miedo.

—Supongo que el ser feliz no es lo mío. —soltó una pequeña risilla llena de amargura, que expresaba todo lo que sentía acerca del tema; asco. Estaba cansado, exhausto de ser él siempre el desgraciado que no pudiera tener a nadie, que fuese el que no era feliz, porque su felicidad se repartía en los demás y él era el condenado.

Golpeó con fuerza la mesa, sin prestar atención a todos los cristales quebrados alrededor. No le interesaba si el dolor daba risa, o sí en verdad dolía, nada. Lo único que sentía en sí mismo era la furia recorriéndole cada parte de ese cuerpo que tanto había perfeccionado. Colocó luego su palma sobre el ojo derecho, aquel que flameaba de azul y deseó arrancárselo. —Te odio... —su voz era un hilo, sus dedos iban enterrándose en su propio globo ocular —¡Te odio! ¡TE ODIO! —gritó, acompañándose de un sollozo y no siendo capaz de quitárselo.

Neir le halló en segundos, y apenas le vio de esa manera, no dudó en abrazarle. En brazos de ella, Cipher quiso llorar aún más fuerte, pero detuvo esas ganas imperantes, respirando profundo.

—Sabes que es imposible... —murmuró ella levemente aterrada al ver la poca sangre que descendía desde su ojo derecho.

—Lo sé, y lo odio más por eso. —dijo con absoluto desprecio —¿Para qué dejarme algo? Debió llevarse todo y no atarme a él. —masculló aún más sumido en su enojo, pero Neir acariciándole suavemente logró calmarle.

Por supuesto, Neir ni siquiera estaba en planes de creación cuando Bill Cipher ya había experimentado la etapa más horrible de su vida. Él había sido el demonio confinado de las oscuras y húmedas celdas aisladas, él vivió bajo tanta presión psicológica que pudieron matar la última cordura que residía en él. A veces las deidades del mundo solo les despreciaban, abandonándolos a su desgracia y no permitiéndoles escapar en miles de años, cómo era el caso del rubio que ahora descansaba en sus brazos.

Rememorar el recuerdo de aquel chico, la primera luz de Bill, era lo más difícil que podía plantearse hacer. El demonio no quería hablar un tema dónde él era la criatura lastimera e indefensa, dónde pensó que estaría bien, pero fue traicionado. Le dolía la cabeza de tanto considerarlo, y los tatuajes, agravando su dolor y extendiendo su duración, empezaban a dificultarle todo tipo de actividad para éste punto. Aspiró, tratando de llenarse los pulmones del mayor aire que pudiese, antes de dejarse caer sobre el suelo sin cuidado.

No quería cerrar los ojos, porque los cadáveres rodeaban inmediatamente su vista, inundándolo de las grotescas imágenes de aquel bosque en el que todo fue arrasado, de ese ojo que tan hermoso fue, siendo solo una cuenca vacía que dejaba salir sangre a borbotones. Incluso esa visión le daba náuseas.

Eres un imbécil.

Quería seguir maldiciendo a todos los demonios por oír esa voz. Estaba bastante cansado de su alrededor como para también soportar los desprecios de esa maldita voz que le hablaba cada vez que sus decisiones no iban con él. Entendía el asco de personalidad que le pertenecía y la estupidez que se había hecho presa de él, pero no necesitaba que alguien más que Neir estuviese encarándole eso a cada minuto que pasara.

—¿Sabes, Neir? —el rubio se acomodó las ropas, apenas sintiéndose cómodo por el dolor que desprendía la tela al contacto de su piel por la espalda. Caminó con excesiva lentitud y calma hacía la puerta. —Yo definitivamente, no quiero regresar a Gravity Falls. —dijo, desapareciendo tras el umbral de lo que ya era una fría noche.

Neir sintió como su pecho se oprimía, pero no sentía tristeza de sí misma y el que Bill le abandonase, sino de él. No había ser en éste universo que hubiera sufrido más que él.

. . .

Avanzaba sin necesidad de que sus pies rozaran el suelo. Una brisa fría helaba su piel, pero aquello era mucho más cómodo que sentirse asfixiado de recuerdos en la cabaña que había sido testigo de los hechos. Su único deseo era desaparecer, pero la rabia era más poderosa que cualquier otro sentimiento en él. Arrasaba los lugares con facilidad, ni siquiera necesitaba un esfuerzo para incinerar todo a su paso. Estaba molesto consigo mismo, con Dipper, con todos. En ese momento sentía deseos feroces de terminar con las deidades, de hacer sufrir principalmente a Destino, por depararle cosas horribles cada vez que él quisiera superarse, pero no era capaz de ocultar la impotencia que aquello le provocaba.

Vagó por los páramos más desiertos de ese bosque, largándose de un lado a otro hasta que encontró un lugar perdido de todo aquello en el que pudiera echarse sin que nadie le viera o molestase, ese lugar tenuemente iluminado por la luna creciente que se alzaba en el cielo, dejando el resto de absoluta y lúgubre oscuridad.

Sus pies colgaban por el pequeño risco en el que estaba sentado, y aunque la idea de caer a cualquiera aterraría, a él no le importaba en absoluto. Primero, porque podría salvarse con un chasquido, o flotar, y dos, porque aunque llegase a estamparse con el suelo, era un ser inmortal. Le dolería, pero su cuerpo se regeneraría.

Entonces, Bill se descubrió a sí mismo pensando en la flama que cubría su ojo derecho. Siempre había encontrado que aquel era el más bello, esa globo de un tono tan encendido, era la marca misma de toda su vida, y era capaz de amarla tanto como la odiaba. Repugnaba su origen, su historia, lo aquello le dejó, pero por esos mismos motivos también la preciaba en demasía, incluso si negaba verse en un espejo para no ser azotado por los recuerdos.

Aquello era lo único que tenía de él. Lo único que quedaba de la primera vez. Y la que no volvería a repetir, porque conocía el dolor de ese sentimiento, el ser abandonado, traicionado y arrasado. A sí mismo le había hecho sentir Dipper Pines. Como un ser inútil.

Una risa sarcástica escapó de sus labios, y entre sus dedos apareció un cigarrillo. Había pasado mucho tiempo desde que disfrutó vicios humanos. —Ojalá esté matándote, cómo a mí. —masculló con odio, su ojo ambarino mostrándose excesivamente frío, pero era solo una frase de venganza, una que por más que repitiera, era incapaz de sentir.

Era él mismo, con su rostro de impaciencia de siempre, con su cabello rubio revuelto, con su preciosa piel morena brillante y una anatomía de dioses, tan envidiable cómo siempre, pero no se sentía en absoluto como aquel macho que lucía para los demás. Era exasperante. Dando algunas caladas rápidas, que quemaban sus pulmones, simplemente acabó dejando caer aquel por el borde, despreocupado. Se estiró sobre el suelo, aspirando brisa suave y relajando un poco los músculos, pero era obligado a volver...

Recordarás. Lo recordarás todo.

Es tú condena.

Siempre tendrás presente el mártir más grande de tu vida.

No lo olvides.

Es únicamente tuyo.

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¡Hey!





¡HEEEEY!




NO ME IGNORES >:C

ES IMPORTANTE



O quizá no tanto. Bueno, en realidad algo así. ¡Bien, bien! No quiero crear otra parte expresamente para otro anuncio, por lo que daré aviso por esta pequeña parte. ¡Por favor, léeme!

Viendo su positivo al querer ver la historia de Bill a más profundidad, así se hará. A mí esta idea me motivaba mucho, pero me complicaba la idea de interrumpir el fanfic por la historia del pasado del mismo, por lo que había estado planteándome opciones ¡y finalmente, lo que se hará será empezar un arco exclusivo para esta historia! Todavía sí me queda afinar algunos detalles de como le daré cabida en el fanfic, pensaba en seguir una segunda parte aquí mismo, como crear una situación dónde Bill puedo retroceder en sus recuerdos, para mostrarles a ustedes cómo fue, o si simplemente continuar los caps desde aquí pero aggggh, ¡no sé! Ya veré ese detallito. 

Como se habrán dado cuenta, este capítulo ha sido únicamente desde la perspectiva (no narración) de Bill, cómo principal. Sin irrumpir con la súcubo de esquina, el otro maniático o nuestra hormonal Dipper, sino que simplemente él. También cabe destacar que este arco de los recuerdos de Bill empezará en algunos capítulos (uno o dos más, probablemente), por lo que quise dejarles este capítulo de feelings de él. 

¡Como siempre, espero que les haya gustado muchísimo y gracias por leer! No he querido responder todos los comentarios porque la mayoría apoyaban la idea, y preferí dar el notición directamente desde aquí, trayéndoles una actualización♥ Sé que sus almas ruegan respuestas, pero sí ellas quisieran ser fáciles, no podría seguir escribiendo, ¡así que con mucho cariño, las verán... pronto!><

¡Hasta el siguiente capítulo!

*Me imagino a Bill como el de la imagen del inicio, con esa sonrisa socarrona (aunque ahora está sad, idk), pero más moreno♥ créditos a su dibujante><.

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