Capítulo 21; {Estás condenado}
Las sombras se volvían menos estables. Estaba mareándose, todos los objetos de su alrededor estaban perdiendo su forma, era todo borroso, su vista había dejado de funcionarle con claridad. Estaba inmerso en una habitación de colores peculiares, sabía que aquella era la habitación que Neir usaba de laboratorio y aun habiéndola recorrido cientos de veces antes, el recuerdo de su forma y lo que ahí había solo los mantenía en su memoria, pues ahora no podía distinguir nada, había dejado de distinguir figuras y cada vez su vista se nublaba más. Pronto llegaría a negro, en lo que él probablemente caería desmayado. Su cuerpo ardía, tal como la primera vez, era como si estuviese quemándose. Su consciencia se perdía, su propia forma no estaba definida, ante la vista de Bill y Neir opacándose y destellando, desapareciendo a cada segundo que pasaba.
Neir rogaba a todos los dioses que pudiera haber conocido que no arrastraran a Dipper, que esto saliese bien y pudiera devolverle su humanidad, cómo era el deseo del niño. Mantuvo sus ojos cerrados, pero Bill miraba con atención el cuerpo tendido en esa cama del castaño. La piel le cambiaba de colores, pasando de colores pálidos a muy vivos, sus ojos ya no distinguían entre esclerótica e iris, todo perdía su forma y luego se recuperaba. Él no podía imaginarse el dolor que suponía ese tipo de transformación, pero su mirada era fría.
Esa es tú decisión. Él no tenía la autoridad para intervenir, nuevamente solo deseaba que Dipper pudiera ser feliz de ahí en adelante, por supuesto, a costa de su propia felicidad, pero eso siempre lo había hecho. No era algo nuevo en su macabra y horrible historia, era sólo su destino, lo que el mundo le depararía cada vez que él intentase querer a alguien. Sus ojos, uno dorado y el otro con una pequeña llama de azul, simplemente le observaban, inspeccionándole. No reaccionaba, no coloca un rostro que delatase tristeza o preocupación, solo le miraba. Desde este punto, tú vida ya no es asunto mío. Es decir, ya no le salvaría, ya no aparecía en el momento indicado para poder ahuyentar a aquellos que le perseguían. No podría.
Sin embargo, y aunque su rostro demostrase lo contrario, si le dolía. Era como si estuvieran clavándole algo en su interior, un dolor incómodo que no dejaba huella física y que no podía dejar de sentir. Intentaba no quebrar su máscara, no sentirse triste.
—¡Dipper! —era la voz de Neir. Él estaba tan sumido en sus pensamientos que todo aquello parecía ir en cámara lenta. Todo se había tornado rojo y el cuerpo del Pines perdía color, sus ojos habían dejado de observar algún punto, encontrándose cerrados. Apenas logró entender que el chico había entrado en éxtasis, con un posibilidad aún mayor de morir.
Miró a la bruja al borde del pánico, pero esta le ignoró dirigiéndose a las pócimas. Él lo sabía, Neir no tenía absolutamente nada que pudiera salvarle. El ambiente estaba frío, mientras el cuerpo de Dipper continuaba perdiendo sus últimos atisbos de calor.
Y lo decidió.
Su mano derecha se colocó sobre su cabeza, envolviendo al chico en pequeñas estelas amarillas, tan flamantes como su precioso ojo izquierdo, esto era un crimen, él lo sabía. Estaba por demás consciente de que esto daría al Consejo una excusa para torturarle por el resto de su eternidad, pero simplemente reaccionó. Porque, por más que odiase que Dipper no lo escogiera a él y eso llenase de rencor lo que quedaba de su cordura, no podía pensar en que él no existiría. No otra vez. Su cuerpo empezó a agotarse, la habitación le dio vueltas y él también se desmayó, pero su última escena fue verle abrir sus ojos, aquellos azulados que le hacían ver el cielo a través de ellos.
Está bien. Todo estaría bien.
Oh. Esto era más divertido de lo que él creía. Incluso impresionante, era inesperado, pudo perder al chico que lo haría ganar todo, pero iba mejor de lo que él suponía y sin necesidad de mancharse las manos. La súcubo miraba simplemente con desagrado a través del cristal. Para ella quizá las cosas no iban tan bien, pero él se sentía de maravilla, Dipper estaba consciente, y eso era lo importante del suceso, le daba lo mismo si Bill Cipher era o no castigado. ¡Qué hermoso! Ni siquiera había perdido los tatuajes de su espalda a causa del demonio de los sueños y eso facilitaría mucho más su tarea.
A veces Bill no se daba cuenta de cuánto él le debía. Miró con una maliciosa sonrisa a la mujer que estaba a su lado, era verdad que intervenir en ese momento solo sería una pérdida de tiempo, para ambos. Ante el disgusto de la joven, él no pudo evitar reír.
—¿Así que no eres oída? —masculló, burlándose. Sus impresionantes alas, parecidas a las de un murciélago la envolvieron. —No es tan sencillo arrastrarlo, lo sabes. Deberías haber previsto que tratar de manipularlo no fue algo demasiado inteligente. —estaba encantado, burlarse de aquella chica era incluso más satisfactorio que hacer sufrir al mismo Dipper.
Aún con el disgusto encima, ella volvió su vista al cristal. —La verdad, no estaría tan segura... —Viktor pudo haber a través de ese cristal como los ojos de Bill perdían su color, tornándose por unos instantes de un curioso tono gris, único de cuando un demonio perdía su energía.
—Igualmente, lo has conseguido. Ahora resta tener un poco más de paciencia... —dijo, alejándose de la joven que le siguió a través de muchos pasillos por ese enorme palacio que parecía abandonado.
—Lo sé. —ella no dejaba de tener una sonrisa de malicia, después de todo, saldría mejor de lo que esperaba. —Sigo sin entenderte, Viktor... —su rostro era el mismo de siempre, aquella retorsión que intentaba ser seductora. —Tú al igual que Bill se han viciado con ese niño. ¿Qué tiene de especial? —casi parecía celosa. El demonio de las pesadillas paró de repente, observándole casi con incredulidad.
—Míralo.
Se despertó. Sus ojos por fin pudieron ver con más claridad a lo largo de toda la habitación, pero no era la Cabaña de Neir, era la que una vez llamó su hogar, el lugar que también fue parte de sus mártires y pesadillas. De dónde una vez fue echado. He vuelto. Se sorprendió de verse con una camiseta que no había recordado usar, y estar cobijado cómodamente sobre la que fue su cama. Hace mucho que no dormía ahí. Miró sus manos, descubriendo su piel nívea. Los recuerdos de la noche anterior golpearon dolorosamente su cabeza y lo obligaron a levantarse, apresurándose hacía el espejo, para poder observarse de pies a cabeza.
Era normal. Su cabello era del mismo brilloso castaño, sus ojos volvían a ser azules, su rostro tenía las pocas pecas que antes tuvo, y no había cuernos, no había ojos rojos, no había piel grisácea. En ese instante, estaba debutante entre sí era capaz de sentirse feliz o decepcionado. La transformación había sido un éxito, pero estaba solo. ¿Así había terminado? Ni siquiera pudo despedirse, o volver a mirar los ojos dorados de ese demonio que tanto quería. Un remordimiento apareció clavándose en él, pero tan pronto cómo fue consciente de este dolor psicológico, también pudo sentir como su espalda ardía.
Se volteó dificultosamente solo para toparse con un montón de simbologías extrañas que antes, cómo demonio, también estuvieron allí.
—¿Por qué? —su voz quedó ahogada, no era la única duda que tenía, pero si la que más le llamaba la atención en ese instante. No creía que fuera posible que lo único que se mantuviese fuera aquello, al menos ya no eran trazados que parecían haberlos hecho con la tinta más oscura, ahora eran solo algún tono más oscuro que su piel, casi incluso borroso, pero sin duda estaban ahí. El tatuaje que era su simbología demoníaca.
Alguien golpeó la puerta, y él se bajó rápidamente la playera. Estuvo a punto de dejar su voz salir para darle paso, pero el temor de que fuese Ford el que estaba al otro lado de la puerta lo aterró. Aún recordaba que por poco pudo asesinarle. Sus manos hicieron puños y desvió su mirada a un costado de la cama. No quería estar ahí. Quería largarse.
—Soy yo, Dipper... —era una voz lastimera, pero no era Ford. —Stanley, abre. —en nada su voz parecía la de Stanley, recordaba a su tío con una voz de constante burla e ironía, pero ahora se oía vacía, él obedeció sin mucho más que agregar, comprobando que sí era él y al menos, no estaba con Stanford. —Hola...
Dipper en realidad no sabía cómo hablarle. —Hola, tío... —su mirada ni siquiera la podía dirigir a él. Su rencor no iba en contra de Stan, sino hacia Ford, pero incluso de esa manera era incómodo.
—¿Cómo estás? —era una pregunta ilógica. Dipper le miró con atención, como tratando de adivinar sí él sabía acerca de qué fue un demonio o no, pero no logró descubrir nada en su, por primera vez, sincera expresión facial de preocupación.
Sin embargo, Dipper no respondió esa pregunta. ¿Se encontraba bien? No, para nada, estaba roto, extrañaba mucho al demonio, pero este era el camino que él decidió seguir. No podía echarse atrás, aunque el dolor que sentía ahora fuese más agudo que el que sentía cuando aún meditaba acerca de que haría.
Stan notó la negativa, sintiéndose incluso más aturdido que él. —¿Sabes? Esa chica vino a dejarte... —Stanley dijo, pero no era capaz de recordar el nombre de aquella morena mujer. —También dejó esto para ti. —le extendió un libro negro con un pino grabado en él. No quiso ojearlo frente a Stan, pero lo tomó con gracia, asintiendo.
Se mantuvieron unos minutos en silencio, Pines sabía que debía decir algo; —Tío... ¿Está Ford? —no era exactamente la pregunta que deseaba hacer, pero temía que esta fuese respondida y es la única que pudo expresar. Tenía miedo de aquella presencia que antes respetó.
—No. —un alivio se instaló definitivamente en el pecho de Dipper, que por fin pudo dar una pequeña sonrisa y suspirar, cómo si ahora fuese capaz de respirar tranquilo. —Él no se estará quedando aquí por un tiempo, no te preocupes, Dipper. —le dijo, alborotándole un poco los cabellos. —Descansa, haré de comer en algún rato, te llamaré para que bajes. —el hombre de más edad se retiró sin voltear a mirarle. Él mismo se sentía culpable, por mucho que todo lo hubiera hecho Ford contra Dipper.
Le vio alejarse lo suficiente antes de decidirse a abrir aquel libro tan curioso. Unas lágrimas amenazaron con salir apenas leyó la primera página. Un texto simple, pero que expresaba más de lo que él era capaz de soportar. El resto de páginas eran escritos de Neir y Bill de sus descubrimientos acerca de él como demonio.
Maldición... Sentía la necesidad de abrazarle, pero no podría. Quizá nunca más.
—¿Estás bien? —Neir retiró la compresa fría cuando le vio despertar. Se aterró un poco cuando vio sus ojos grises, aunque estos rápidamente retomaron a su color original. Le tocó las morenas mejillas notando como la temperatura ahora estaba estable, y sonrió ladinamente, no permitiéndose poder mostrar una mueca más real.
Bill asintió con dificultad, mirando sus manos. Su piel había palidecido un poco, y los tatuajes de su espalda ardían como si estuvieran quemándolo con hierro al rojo vivo para volver a trazar todas sus líneas. Tosió, su garganta desgarrándose de paso. Sabía que en ese momento él no podría colocarse de pie por sí solo. La bruja le miraba con cierta angustia, sus ojos turquesas con más brillo de lo normal. Bill dio cuenta de que no tenía nada puesto en la parte superior, habiéndole arrebatado la bruja el suéter amarillo. Se sintió lastimero cuando hasta su olfato llegó ese aroma que Dipper impregnó en esa cama.
—¿Por qué lo hiciste? —ella cuestionó, descendiendo su mirada hasta clavarlas en sus propias manos. La escena de Bill Cipher desmayándose era la segunda más aterradora de su vida. Pensó que de verdad iba a perderlo.
—¿Hacer el qué? —se hizo el desentendido, sentándose contra el respaldo para permanecer siquiera un poco más cómodo mientras intercambiaba palabras con la bruja.
Ella, con su cuerpo temblando de la propia ira, le tomó la muñeca. Acompañado del tatuaje que él siempre tuvo de púas, como simulando una pulsera alrededor de ella, había aparecido una línea más encima, una que sobre un trazo recto y sin cortes, se hallaba una con rombos sobrepuestos. Sabía que en su espalda algo sobre el pino debía haberse marcado, era por ello que tanto le dolía, de hecho, él estaba mucho más claro de todo lo que eso significaba. La bruja le señaló esos tatuajes, mientras solo pudo suspirar.
—No lo sé... Fue instinto. —dijo, haciéndose el desinteresado. Desvió su mirada de la de ella, esperando el grito que vendría.
—¡Lo hubieras dejado morir! —ella gritó. Lo que había dicho era tan egoísta y desconsiderado que Bill solo la miró. No debería haberlo dicho, lo reconocía, pero cuando vio lo que Bill hacía realmente deseó que Dipper solo hubiera muerto ahí. Las lágrimas no tardaron en desbordar su rostro. Ni siquiera era consciente ya, había sollozado mucho estas últimas horas. —¡Era mi responsabilidad, Bill! Todo esto fue culpa mía... Todo esto empezó por mi error... —ella sabía que su voz estaba llena de pánico y desespero. Ella acabó por sellar por segunda vez el mismo destino para Bill Cipher.
—Pero eso no era lo que querías, ¿no? —se limitó a decir, sonriéndole ladino. La abrazó con el poco de fuerza que tenía y acarició sus lacios cabellos. Esta chica siempre sería su amiga, sabía que ella jamás haría algo con intención para dañarle. —Pese a todo, tú no querías que él muriera. —continuó suavemente. Ella se despegó un poco de él, pegándole en el pecho.
—¡Pero eso te dañó a ti! ¡Hubiera preferido dar mi vida! —expresó herida, tratando de aguantarse el llanto, una vez más fallando miserablemente y ahogándose en el intento. —No quería... Yo de verdad no quería que esto pasara... —su voz dejó de oírse, Bill ni siquiera podía sonreír para calmarle.
—Lo sé... —su tono era frío, queriendo llegar a ser comprensivo. —¡Joder, Neir! Sé que no era tú intención, lo sé, yo... —esta vez su voz no podía mantener la tranquilidad, golpeando la pared tras de él. —Simplemente no podía dejarlo. Es mi culpa. Yo lo decidí. —expresó, la bruja sollozó en sus brazos y él hizo esmero en no destruirse más.
Sí, había condenado su vida por segunda vez.
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
¡Holaaa! Me alegro de traer este capítulo sin dejar pasar demasiado tiempo, de hecho, escribí un word con todo lo que sucederá en los siguientes, de modo que no perderé el hilo de lo que estoy haciendo uwu.
¡Muchísimas gracias por leer y mucho más por todo el apoyo que fue recibido desde el anterior capítulo! Me alegra que les esté gustando, ya podrán ver también los que le siguen a este dramático capítulo ><. Nuevamente, gracias... ¡y nos vemos en el siguiente capítulo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro