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Capítulo 18; {Cuánto ha pasado}

La mirada turquesa de Neir se dirigió a sus espaldas, encontrándose con Dipper sosteniendo en sus brazos el cuerpo ensangrentado de Bill Cipher. El fuego azul de sus ojos se perdió rápidamente, asustada viendo a su amigo.

—¡¿Cipher?! —la bruja repentinamente se sintió nerviosa, corriendo hasta él. Le miró por encima, tremendamente preocupada, viéndole palidecer y apenas mantenerse consciente. Apenas notó que las líneas negras de su tatuaje se desvanecían, se colocó de pie nuevamente para llegar hasta las pócimas, buscando con insistencia una de ellas.

—¿Bill? —a Dipper le costaba reaccionar, mirándolo lleno de desesperación abrazándole y llenándose de la sangre de éste. No salía todavía del shock producido por las palabras de desprecio de Ford, ni de ver a Cipher nuevamente en un estado tan lamentable a causa de él, como siempre solía sucederle.

—Tran... tranquilo, pinetree... —su voz se iba desvaneciendo, incapaz de recuperarse por sí mismo.

La morena bruja le extendió la pócima, abriéndole la boca de golpe y arrojándole el líquido encima. Bill Cipher tosió, causando que de su herida se escapase más sangre, pero su cuerpo se envolvió en brillo y dejó ver a un triángulo descolorido bidimensional, con el ojo apenas abierto.

—¡¿No podías volver a tu forma original?! —la bruja lucía demasiado nerviosa y frustrada, revisando al ahora pequeño triángulo que descansaba sobre su sofá.

—No... —el demonio apenas podía hablar. Dipper le miraba al borde del colapso y las lágrimas.

—¿Desde hace cuánto? —Neir se oía cada vez más severa.

—Desde hace tres días... —confesó el cíclope, desviando la pupila de su único ojo.

—¡Bill Cipher! —Neir se veía llena de niebla, sus ojos se habían vuelto repentinamente llamas y el resto de su rostro se había apagado. —IDIOTA. ¡Estabas convirtiéndote en humano!

El triángulo amarillo ni siquiera pudo mirarle, se sentía totalmente avergonzado de sí mismo y culpable. No quiso decirle a Neir porque esta le recriminaría el haber permanecido en su forma humana demasiado tiempo únicamente por darle el gusto a un niño al que se negaba a querer.

Su mente le jugaba malas pasadas, y su único ojo acabó por cerrarse, haciéndolo caer en la inconsciencia.



Esto no debería suceder.

Las voces de su interior le extasiaban. Estaba totalmente fuera de sí y no hacía más que caer en las manos de aquellas voces que deseaba no volver a escuchar. Eres un demonio. Maldición, ya lo sabía, estaba claro de ello. No deseaba que siguieran recordándoselo. No puedes ser un humano y no lo serás. Le hubiese encantado, pero no. Era una criatura de las profundidades del Inframundo, y eso no lo podía cambiar. No puedes estar detrás de un débil humano. Le encantaría obedecer, de verdad, estaría dispuesto a ir tras esa orden, aún si a él nunca le interesó en lo más mínimo obedecer a alguien.

Despertó. Abrió su ojo mirando a su alrededor. Jamás había perdido la energía de una forma tal que no tuviese conocimiento ni de sí mismo, pero ese día había sucedido. Dipper le miraba con curiosidad, desapareciendo los lentes que había hecho aparecer mientras leía un libro en un sofá frente a la cama en que reposaba el triángulo fosforescente.

—¿Te sientes mejor? —Dipper se colocó rápidamente de pie, acercándose hasta él para observarle detenidamente. A su entendimiento y según las órdenes de Neir, Bill se encontraba en mejor estado, pero aún le faltaba color a su bidimensional forma.

—Sí, algo. —respondió distante, apartándolo y alejándose. Flotó hasta la ventana, encontrándose con su reflejo.

¿Cuánto tiempo ha pasado?

Al principio solía martirizarse siempre con aquel cuento de hadas que se destruyó a su causa, aquel por el cuál es ahora el demonio de los sueños y una capacidad para el caos más reconocido. Al principio, necesitó de las pócimas de Neir hasta el cansancio, hasta quedar inconsciente, hasta acallar esas voces, pero ahora... No quería volver a necesitarlas, volver a dormirse todo el tiempo sólo para no vivir el recuerdo, no quería volver a aquellos tiempos en los que se arrepentía de haber dejado su humanidad.

Porque él era un demonio, y no había forma posible de volver a ser simplemente un humano, al menos, no perdiendo toda su energía de demonio, de forma que, aunque volviese a ser un humano, seria tan solo un cadáver, como casi sucedió. Un simple y mísero humano que no dependiese de las moiras, del oráculo, de los reyes del inframundo, de la corte de demonios, de nada. Alguien tan simple que pudiese estar con Dipper Pines sin necesidad de herirlo a causa de su propia existencia.

—¿Bill? —Dipper no había comprendido la causa de su distancia repentina. Acercándose hasta él, pudo delinear la pequeña figura del isósceles que lucía angustiado, algo raro que pudiese notarse por su único ojo.

—Oye, Dipper... —el triángulo cerró su único ojo. Su forma perdió el color y envuelto en sus flamas azules, hizo aparecer su forma humana, dejándose ver ante él esta vez con un simple suéter amarillo con un ojo abierto en el centro del mismo, y unos jeans oscuros. Su cabello dorado relucía aún más, incluso sus ojos, marcados de diferente color, parecían de un brillo especial. —Te amo.



Pese a que Stanley llebaba un buen rato hablándole, sinceramente sentía no oír absolutamente nada a su gemelo. Este le curaba las heridas mientras le regañaba a gritos. Mientras, Ford simplemente maldecía internamente a Bill Cipher por arrebatarle su sobrino. Su bata estaba deshecha, su suéter increíblemente sucio y sus pantalones llenos de tajos que costaría reparar. Se acordaba perfectamente porque aquella voz tan tajante de Neir, porqué se supone él no debía ni siquiera sentir odio a un demonio por serlo, pero era inevitable.

—¡¿Estás escuchándome?! —finalmente, Stanley golpeó la cabeza de su hermano con fuerza, llamándole la atención.

—Maldición, Stanley, ¡eso duele! —se quejó, zafándose de su hermano.

—Ya era hora, imbécil. —se quejó el otro. —Solo te diré una cosa. Dipper Pines es mi responsabilidad, y si ahora no está no serás tú quién tenga problemas. Me da lo mismo si es un pulpo, un sireno o un hada, lo que sea... Quiero que en siete días más esté aquí, Stanford. Y más te vale que no sea por las malas.

Una última mirada le bastó a Ford para entender que su hermano no bromeada, ni mucho menos lo dejaría volver en una semana sin Dipper. Aunque tenga razón, ¡el confía en Bill Cipher! Intentaba hallar una excusa aceptable del por qué no volvería a aquel lugar... Quería demasiado a su sobrino, pero no podía aceptar la idea de que éste se fiase del maniático de Bill Cipher... De ese estúpido demonio que le quitó lo que más amaba.



¿Esto tiene un final feliz?

Todo era una milésima de fracción en un segundo, todo era concebido en ese único instante, tan preciso que no podía recordarse. Estaba al tanto de lo que sucedía, de lo que había dicho, y de que aquellas voces que lo perseguían no se acabarían exactamente pronto... Todavía quedaba un largo y arduo camino, pero temía recorrerlo con Dipper.

Te perseguiremos. Acéptalo.

Suspiró. Había caído en el hombro del castaño, no esperando una respuesta o una reacción, sincerándose completamente, con miedo, con nerviosismo, con aquel sentimiento próximo del posible rechazo. Quizá acabaría atrapado en un objeto cómo mucho de los desobedientes de las normas del Inframundo, cómo a muchos otros demonios había sucedido, pero aún consciente, no le importaba del todo.

—Dipper... —su voz se oía ronca, la garganta le dolía con cada intento de pronunciación que tenía, pero una vez más, quería decirlo. —Te amo.

No llegó una respuesta. ¿Esto se sentía el rechazo? Era un poco doloroso solo el sabor de la decepción, y con intenciones de separarse, sintió el abrazo del castaño, y cómo los labios de éste le dejaban con esa sensación de calidez y dulzura.

—¿Un te amo no es muy apresurado? —el chico preguntó, con una sonrisa juguetona —Sin embargo, a mí me gustas.

Oh, fine. No sé si es mejor ser dejado en esa zona e indirectamente rechazado, a que me diga que no. Se rió, una suave risa que le sabía perfectamente escuchar a Dipper. Bill dudaba mucho de que Dipper entendiese de verdad lo que estaba diciendo, pero él estaba feliz de al menos ser, aunque fuese un poco, correspondido también.

—A veces me demuestras que eres un poco más tonto de lo que creí... —Bill acaba su risa, permaneciendo con una tranquila mueca que le permite tener la serenidad de Dipper.

—¿Qué dije? —Dipper se rió, con un puchero fingido. Ambos se dejaron caer en la cama de espaldas, quedándose con la vista pegada al techo. No parecía nada interesante, pero era relajante.

—¿Saldrías conmigo? —Bill preguntó. Su voz se había relajado, apenas oyéndose. A cada que decía algo, sorprendía más a Dipper. ¿Desde cuándo Bill Cipher hablaba con tanta sinceridad?

—¿Me lo preguntas enserio? —el castaño sentía que su ser estaba a punto de estallar... Hace unos cuántos días esperaba con tanta ansia que aquellas palabras fluyesen en el demonio, con esa sinceridad y ahora que las recibía... ¿Qué le pasó a Bill?

—No estoy bromeando, pinetree. —el rubio se inclinó para mirarle, pero finalmente se subió encima, mirándole atentamente.

¿Cuánto tiempo ha pasado... desde la última vez?

—Hazme un favor, Cipher. —el demonio se sorprendió ante la seriedad del tono del castaño, pero asintió con levedad. —Déjame de preguntarme cosas obvias y dame un beso.

Sonriendo ante la petición, obedeció gustoso acercándose hasta el demonio menor que le recibió el cálido beso. Había pasado tiempo desde que sentía tanto cariño transmitido en un contacto humano tan simple. Y amaba sentirlo, mientras que fuera de él.

¿Cuánto tiempo pasó... desde la última vez que lo vio en realidad?

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Dulces y bellas vacaciones, oh, como me encantan><

¡Hola! De nuevo por los remotos lares, aquí les dejo este capítulo medio rarito que traerá más ewe. Gracias por leer y tenerme paciencia u_u.

¡Hasta el próximo capítulo!♥

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