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3: Vacaciones

Lilith apoyó la espalda sobre la fría pared de su apartamento. Sentada en el suelo, sorbía lentamente su té, mientras deslizaba la pantalla del ordenador por la cuenta de instagram de John Stones. Suspiró para canalizar su frustración, había llegado a la primera publicación que se realizó en esa cuenta, Eurocopa 2016 y no había encontrado ninguna foto que no fuera de trabajo. Partidos, obras benéficas, entrevistas... Nada personal, ninguna foto con amigos o exparejas, de las que poder empezar a tirar del hilo.

Kendall le había dado dos meses para investigarlo antes de mudarse con él y empezar a planear la boda. Lilith tenía poco tiempo para impedir que su amiga se casase con un mentiroso, pero tenía que demostrarlo o descubrir que era la persona que decía ser. Le había prometido que lo haría limpiamente. Investigaría bien, sin manipulaciones o fotos falsas, como aprendió en la facultad de periodismo, y no como acostumbraba a trabajar, donde contrastar la información no era lo más importante.

El móvil que Lilith había silenciado para trabajar vibró con un mensaje. Su madre le recordaba que llevase crema y una gorra para el sol.

Lilith le contestó afirmativamente antes de dejar el móvil a su lado y de volver a centrar su vista en la pantalla del ordenador. Tecleó el nombre y el apellido del objeto de su investigación. Las noticias de nuevo eran futbolísticas, nada de su vida personal. Añadió junto al nombre algunas palabras clave, como escándalo, pero el patrón se repetía en cada búsqueda y con cada palabra. No había noticias más allá de sus actuaciones en el campo. No la sorprendía demasiado. Si hubiese participado en algún escándalo recientemente ella lo sabría. Probablemente habría escrito sobre ello.

Siguió navegando, pese al estridente tono de llamada que perturbaba su concentración. El sonido cesó para, a los pocos segundos, volver a sonar. Lilith se levantó suspirando. Oficialmente sus vacaciones no comenzaban hasta una hora después, por lo que se veía obligada a contestar a la llamada de su jefa. Sabía que era ella sin necesidad de haber llegado todavía a la isla de la cocina donde se encontraba el móvil, ya que era la única persona que podía llamar a ese número.

Lilith contestó al teléfono y se encaramó sobre la isla con las piernas colgando.

Lo negativo de que el salón de su apartamento no contara con muebles, más allá de la cocina completa que venía cuando lo compró, era que no le quedaba más remedio que sentarse sobre la isla de la cocina. O en la mullida alfombra que compró en un mercadillo y que en invierno colocaba junto a la chimenea, y en verano, junto a la ventana para disfrutar de la brisa que se colaba por el balcón abierto, y del aroma del jazmín que su madre le regaló cuando se mudó al apartamento, y que juntas habían plantado y ahora trepaba por la fachada.

La llamada, por suerte para Lilith, no se extendió demasiado. Su jefa la felicitaba por su último artículo y le recordaba que Mykonos, el destino de sus vacaciones, solía ser un sitio escogido por futbolistas para vacacionar, por lo que si quería escribir algún artículo durante la semana siguiente ella no se lo impediría.

En otras palabras, le pedía que trabajase durante las vacaciones, sin pedirselo directamente. Lilith no pensaba seguir esa recomendación, esperaba no cruzarse con ningún infame futbolista durante sus vacaciones y el móvil del trabajo se quedaría en Manchester. Apagado.

Volvió a la alfombra y al ordenador. Todavía tenía que terminar de preparar las últimas cosas del equipaje. Subió a la nube la lista de tareas que se había preparado para la investigación, así podría trabajar desde el móvil, y apagó el ordenador.

Se encaminó a su habitación con el ordenador bajo el brazo. Lo guardó dentro del armario medio saqueado, tampoco en la habitación tenía mucho más que en el salón. La cama y el armario

Revisó por última vez el post-it pegado en el barrote superior de la cama y el interior de su maleta, comprobando que llevaba todo lo necesario, o al menos, todo lo que se había acordado de apuntar. Cerró la maleta, no sin dificultad.

Cambió a la otra lista que indicaba las pertenencias con las que llenar el bolso de mano, y metió todo de manera desordenada.

Cerró las ventanas, agarró el móvil que había dejado sobre la alfombra y salió del apartamento arrastrando la maleta.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Aterrizaron en Grecia bajo un sol abrasador, por mucho calor que hubiera hecho en Manchester antes de salir, no era comparable al sol de la isla griega.

Lilith se recostó en la hamaca de la terraza de su habitación observando el profundo mar que se extendía a sus pies. Estaba deseando bajar y poder sentir la fría agua rodeando su cuerpo.

—Ken ¿Te queda mucho? —gritó para que su amiga pudiera escucharla desde el baño.

La respuesta se materializó ante ella en forma de Kendall ataviada con su bikini. Agarraron sus bolsos de playa y se marcharon hacia el exterior a disfrutar de las merecidas vacaciones.

Dejaron sus pertenencias junto a unas hamacas con sombrilla. Lilith extendió su toalla sobre la tumbona para que estuviera lista cuando saliera del agua, por su parte Kendall se acomodó en la hamaca contigua, con un libro entre las manos.

—¿No vas a venir a bañarte?

—No —Kendall miró a su amiga por encima de las gafas de sol.

—¿Ni mojar los pies un poquito?

—No.

—Que aburrida eres.

—No es ninguna novedad.

—No —se rió Lilith —. Pero siempre tengo la esperanza de que hayas aprendido de un año para otro.

Lilith lanzó un beso a su amiga y corrió hacia el agua quemándose las plantas de los pies, con la arena calentada durante horas por el sol.

Las olas lamían los dedos de sus pies, el contraste entre el calor exterior y el frío de las aguas del mar Egeo. Adoraba la sensación, y el mar. Desde que tenía uso de razón siempre había pasado las vacaciones de verano en la playa.

De pequeña con la familia, la suya y la de Kendall y una vez crecieron, las dos amigas siempre se iban juntas a alguna parte del mundo con playa, pese a que Kendall nunca se bañaba en el mar. Solo hubo un año de su vida en el que esa tradición se rompió y no hubo vacaciones para Lilith. Ese verano la vida le enseñó a Lilith como puedes perderlo todo en un instante.

Siguió avanzando mar adentro hasta que el agua la cubrió por completo y podía sumergir la cabeza. Emergió a la superficie y nadó sin rumbo fijo, intercalando largas brazadas con pequeños tramos en los que se sumergía por completo, acercando su cuerpo hasta casi tocar la arena del fondo.

No sabía cuánto tiempo había pasado dentro del agua cuando decidió salir para volver, dando un paseo por la orilla, al lugar donde había dejado a su amiga. Se sintió confundida al intentar localizar sus tumbonas, ya que no era capaz de ver ninguna en la que solo hubiese una persona, y creía estar cerca del lugar donde debían estar.

Siguió acercándose a la posición en la que creía que debía encontrarse Kendall, se frotó los ojos con fuerza deseando estar sufriendo alucinaciones debido al calor. Kendall no estaba sola, por eso le había costado localizarla, estaba acompañada de una pareja, que estaba sentada sobre la hamaca en la que ella había extendido la toalla, y el hombre de esa pareja era Jack Grealish. Maldijo a su cerebro por estar en perfecto estado y no provocándole alucinaciones.

Siguió avanzando, con desgana en esta ocasión, arrastrando los pies por la arena, como si alargar su llegada fuera a servir para que los intrusos se fueran y no tuviese necesidad de saludarlos. Porque para colmo de males, le había prometido a Kendall, a cambio del tiempo y el permiso para investigar a John, que sería amable con ese hombre. Y no había ni un ápice de ella que quisiese mostrarle simpatía a esa persona.

—Li —Kendall la llamó a gritos al verla. Ya no podía evitar saludar.

Lilith aceleró el paso, ya que no le quedaría más remedio que verlos intentaría que fuera breve.

—Hola —hizo un gesto de saludo con la mano, valido para todos los presentes.

—Mira a quien me he encontrado —dijo Kendall emocionada.

—Que casualidad —La voz de Lilith destilaba sarcasmo. Estaba empezando a pensar que su amiga había elegido el destino de sus vacaciones con motivos ocultos, pero no podía decirlo delante de la pareja sin dar más explicaciones de la cuenta.

Kendall se levantó de su hamaca tirando de la mano de la mujer sentada frente a ella, instándola a que hiciera lo mismo.

Presentó a las dos mujeres.

—Encantada de conocerte, Kendall me ha hablado mucho de ti —dijo Sasha curvando sus finos labios en una sonrisa.

—Igualmente —Lilith le devolvió el gesto de manera sincera.

Jack miraba el intercambio con interés, el saludo de Lilith a su novia había roto su teoría de que era una chica tímida a la que le costaba conocer gente nueva. La hostilidad que había mostrado al conocerlos a él y a John debía responder a otra cosa, ya que a Sasha la había recibido con los brazos abiertos y tras intercambiar incluso un abrazo a modo de saludo habían empezado a hablar despreocupadamente.

Kendall volvió a ocupar asiento y le hizo un gesto a Lilith esperando que ocupase el espacio a su lado.

Lilith se acercó a la otra hamaca, la que iba a ser la suya y le habló a Jack. La sonrisa que antes llegaba a sus ojos se limitaba ahora a curvar de manera muy ligera sus comisuras.

—Estás sentado sobre mi toalla —tiró de la tela bajo el hombre.

—Lo siento —Jack se incorporó para que la tela pudiese deslizarse totalmente a las manos de la mujer.

Lilith se envolvió en la toalla, bajo la atenta mirada de Jack, que no había sido capaz de evitar fijarse en el delgado cuerpo de la mujer, aunque apartó la vista en cuanto fue consciente. Su novia estaba sentada a su lado, no debería haber experimentado la sensación que lo había recorrido al notar la cercanía del cuerpo semidesnudo de Lilith.

—Deberíamos cenar todos juntos esta noche —propuso Kendall.

—No creo...—respondieron Lilith y Jack al unísono, aunque sus motivos eran muy diferentes.

—¡Si! —respondió Sasha.

La mirada de Kendall, recordandole a Lilith su trato, la obligó a cambiar su respuesta a un nada entusiasta, sí. No era el inicio de vacaciones que estaba esperando, y no presagiaba que el resto de su estancia fuese a ser más placentera.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Sasha y Jack caminaban, de la mano, hacia la mesa donde esperaban las chicas. Lilith repasó con la vista al hombre, estaba diferente. Se había peinado con gomina el pelo hacia atrás, de alguna forma eso resaltaba la belleza de sus marcadas facciones. Era fácil ver por qué algunas mujeres caían rendidas a sus pies. Por qué alguien arruinaría su vida por él.

Se sentaron en las sillas libres, disculpándose por la tardanza.

—Eso nos pasa por salir a cenar con un divo que le dedica horas a arreglarse el pelo —dijo Lilith en lo que, por suerte para ella, los demás se tomaron como una broma.

—Tarda más en arreglarse que yo —respondió Sasha —. Cariño, te ha descubierto en dos días.

No lo acababa de descubrir, lo sabía desde hacía años, había estado al otro lado de la línea escuchando quejas muchas veces mientras él tardaba una eternidad en llegar a sus citas por estar arreglándose el pelo. Pero eso Sasha no lo sabía, y tampoco Jack.

—Quiero ostras —dijo Kendall —. Pero vienen demasiadas ¿Li? —suplicó con la mirada.

—No.

—Había que intentarlo —Kendall no siguió insistiendo, Lilith odiaba el marisco desde siempre.

—Yo comparto contigo —se ofreció Sasha —. Me encantan las ostras.

Disfrutaron de una cena más agradable de lo que Lilith podría haberse esperado. Y solo recibió una o dos patadas de Kendall instándola a ser amable con Jack, ella que pensaba que le iba a ser imposible, trató de hablar lo menos posible con el hombre y centrar la atención en las dos mujeres con las que sí estaba contenta de compartir su tiempo.

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