22: El cementerio
Francia eliminó a Inglaterra del mundial. Al día siguiente, Kendall volvió al país. Lilith aprovechó para abandonar la casa de su madre, y la ciudad. El primer paso de Kendall sería acudir a visitar a su familia.
La calefacción del coche maquillaba el frío del exterior, que empañaba los cristales del vehículo, debido al tiempo que Lilith llevaba parada delante de esa verja. En cinco años no había visitado ese lugar ni una sola vez, ni siquiera para darle un último adiós a su amiga. Y en apenas unos meses ya llevaba dos. Necesitaba hablar con ella, explicarle las cosas. Pedirle perdón.
Se enfundó los guantes y el abrigo antes de abandonar el vehículo. Echó a andar con paso ligero. El frío había matado las fragancias y colores que inundaban el lugar la última vez que estuvo en él. En esta ocasión los arboles desnudos y el olor a humedad transformaban el cementerio en aquello que venía a la imaginación de cualquiera cuando pensaba en uno.
Lilith frenó en seco. Junto a la tumba de Alison había otra persona. Con un ramo de tulipanes naranjas en la mano.
Un abrigo de plumas y un gorro de lana blancos lo mantenían caliente y semi camuflado. Aun así, Lilith no necesitó acercarse más para reconocerlo. Lo observó desde su posición algo alejada. El hombre dejó el ramo de tulipanes en el mismo sitio que estaba colocado aquel día. Se guardó las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros, mirando la foto de Alison en silencio.
Tras unos minutos en esa posición Jack se dio la vuelta. Ella hizo lo mismo, pero demasiado tarde.
—¿Lilith?
Lilith aceleró el paso, arrepintiéndose de no haber usado ella también un gorro que cubriera su pelo, siempre la delataba.
Los pasos cada vez más rápidos de Jack sonaban a su espalda. No iba a conseguir huir, esta vez no.
Un tirón en el brazo la hizo parar y darse la vuelta. No necesitó zafarse como otras veces. En esta ocasión Jack la soltó de inmediato.
—Yo ya me iba —dijo Lilith evitando mirarlo.
—¿Me has seguido hasta aquí? ¿Estás mal de la cabeza? —La primera parte no sonó como una pregunta.
Lilith entrecerró los ojos con furia.
—¿Cómo puedes ser tan jodidamente egocéntrico? No eres tan importante.
—Pasabas por el barrio, ¿No? —Jack emitió un sonido que revolvió el estómago de Lilith de una forma desagradable. No era ni parecido a las risas que había escuchado al futbolista en estos meses. Lilith se fijó en sus ojos, sin las habituales arrugas de la risa, enmarcados por unas profundas ojeras oscuras.
Lilith se giró de nuevo para irse, pero un agarre en su codo volvió a impedírselo. Encaró a Jack empujándole en el pecho. No consiguió moverlo de su sitio.
—¿No me querías lejos de ti? Pues deja que me vaya —Lilith no se atrevió a gritar, por el lugar en el que se encontraban.
—Cuando me digas que haces aquí —Jack atrapó las manos de Lilith contra su pecho. El corazón de Jack latía acelerado por el contacto, pese a las capas de tela que separaban sus pieles, y al rencor que se interponía entre ellos.
—He venido a verla a ella —Lilith señaló con la cabeza la lápida de Alison.
—Por qué vendrías tú a ver a Alison. —Jack aflojó el agarre, lo que permitió a Lilith liberar sus manos. El cuadro. Las preguntas sobre su primer amor. El odio. Jack lo entendió todo —. Angie.
—¿Me puedo ir ya? —Ese apodo seguía doliendo. No había sido su ángel cuando Alison más lo necesitó.
Jack asintió, incapaz de hablar. La mujer que llevaba meses intentando entender, descubrir por qué lo odiaba era la mejor amiga de su exnovia. Ahora comprendía por qué aquella noche, en el hotel, Lilith le había apartado la mano cuando él acarició las delicadas letras de sus costillas. Ese tatuaje honraba a Alison.
Al final iba a ser verdad lo que le decía Ali, que lo conocía mejor que él mismo. Siempre dijo que nunca le presentaría a su amiga, que era su tipo y él no podría evitar sentirse atraído por ella. La había deseado de manera irracional casi desde el día en que la conoció.
Cuando estaba a punto de llegar a su coche, Lilith se encontró con alguien más. Al parecer, todo el mundo había decidido visitar a Alison ese día.
—Señora Cantwell —interceptó a la mujer antes de que cruzase la verja de entrada.
—Angie. Qué sorpresa, no esperaba verte aquí —La madre de su amiga la abrazó con fuerza, como siempre hacía.
—Yo tampoco venir, ha sido un viaje improvisado.
—¿Entras conmigo a verla?
—Eh... Ella no está sola.
—¿Ha venido su padre? —preguntó la madre esperanzada.
Lilith negó con la cabeza.
—Grealish —Agarró las manos de la mujer —Puedo echarlo si quieres. Él no tiene derecho a estar aquí.
—No hace falta — La mujer acarició el dorso de la mano de Lilith con el pulgar —. Se quisieron durante mucho tiempo, déjalos que hablen. ¿Vienes conmigo a tomar un té mientras espero?
Lilith aceptó. Le falló a su amiga aquella noche y lo había seguido haciendo cada día desde entonces, dejando que su madre lidiase sola con la pena, desapareciendo de su vida como si nunca hubiera existido.
La mujer mayor negó, viendo que Lilith quería dirigirse a su coche. Enredó su brazo con el de Lilith y la guio por la calle, hasta un pequeño local que se encontraba muy cerca del cementerio.
Cuando entraron a la acogedora cafetería, la camarera saludó a la madre de Alison afectuosamente. Se sentaron en una mesa situada en un rincón, junto a la ventana.
—Mery prepara la mejor tarta de zanahoria de la ciudad, deberías probarla.
—¿Viene mucho por aquí? —preguntó Lilith tras pedir un té negro y la tarta que su acompañante le había sugerido.
—Cada día. Me mudé a un apartamento aquí cerca. La otra casa era demasiado grande para mí.
—Perdone si soy indiscreta pero, ¿Y el padre de Alison?
La mujer sonrió con tristeza.
—Por favor, deja de hablarme de usted. No somos desconocidas —Extendió la mano para acariciar las de Lilith —. El padre de Alison...—Tragó saliva —. Cada persona vive el duelo a su manera. Las nuestras fueron...—rectificó —. Son, muy diferentes. Eso deterioró nuestro matrimonio y decidimos que era mejor separarse.
—Lo siento tanto Sarah —Ahora fue Lilith la que acarició las manos de la mujer —. Yo debí estar aquí. Todos estos años.
—No tenías que cuidar de mí, y tampoco de mi hija.
—Me llamó aquella noche —La barbilla de Lilith comenzó a temblar —. Cuando salía de casa de Jack. Me dijo que era el final —Las palabras de Lilith salían entre lágrimas y sollozos —. Luego su coche se estrelló, y yo no hice nada.
—¿Qué ibas a hacer? No estabas con ella —Los ojos de Sarah estaban empañados por unas lágrimas que había aprendido a contener —. Lilith, no podías salvarla siempre, tenías tu propia vida.
—Pero aquel día. Me prometió que no iría a verlo, que su ruptura esta vez era definitiva. Debí saber que mentía y venir con ella en vez de irme a Inverness.
—Era el cumpleaños de tu novio, hiciste lo que debías hacer.
»Ella tenía pensado cumplir su promesa, al menos al principio. Luego fue a una fiesta con sus viejos amigos, a lo que ella llamaba amigos, allí alguien le dijo que Jack estaba en casa con una chica y ella entró en cólera y fue a buscarlo después de horas bebiendo, y no quiero saber que más, en aquella fiesta. Discutieron y se fue hecha una fiera en su coche. Intentó frenar, había marcas en el asfalto, pero era demasiado tarde, suponemos que lo que había consumido le impidió darse cuenta a tiempo de que se salía de la carretera y la velocidad a la que conducía hizo que el impacto contra aquel árbol fuera mortal.
»Sabes cómo era mi hija, yo la adoro, es lo mejor que me pasó en la vida, pero era tan testaruda que por mucho que tú fueses el ángel de su hombro, aquella noche solo habría escuchado al demonio, si hubieras estado aquí con ella. Hoy habría dos madres visitando a su hija en un cementerio.
Lilith sollozó con más fuerza, pero a la vez un peso que llevaba cinco años instalado en su pecho se aligeró. Durante cinco años no había sabido si lo que le ocurrió a su amiga fue un accidente o algo intencionado, pensó que aquella llamada era una despedida y que ella no había sabido verlo. Nunca preguntó porque le aterraba la posibilidad de que fuera verdad, que le dijeran que se había estrellado voluntariamente. La culpa la habría matado, por no haber estado con ella ese día, por no haber sido capaz de convencerla de que no subiera a ese coche. Seguía ahí, la culpa, porque una parte de ella todavía creía que podría haber hecho más, pero no igual.
—Él... Si no la hubiese tratado así, nada de esto habría pasado. Ella seguiría aquí.
—Cariño —Mery dejó la comanda en la mesa, intentando interrumpir lo menos posible —. Ellos se metieron en eso juntos, pero ella fue la que empezó a frecuentar a esa gente. Ojalá pudiera decir que no, que él la arrastró a todo y corrompió a mi niña, pero no fue así.
—Pero él la engañaba, por eso bebía muchas veces, y se ponía así, por eso cogió el coche aquella noche.
—Ya no estaban juntos aquella noche. Ella no tenía que ir allí. Él podía hacer con su vida lo que quisiera. Y si, sé que la engañaba y ojalá hubiera roto mucho antes, su relación era tóxica y mala para ambos. Pero las acciones de mi hija son solo su responsabilidad. No de Jack. No tuya. Ni mía o de su padre. Cuesta aceptarlo, pero es la única forma de seguir viviendo.
—¿Y como se hace eso?
—Ayuda hablar con la otra persona. Escuchar su parte de la historia e intentar entender y perdonar. Para la culpa...—Una lágrima cayó finalmente por la mejilla de Sarah —. Eso es más difícil, hay que luchar cada día contra ella. El pasado no se puede cambiar y todas las cosas que ahora crees que podrían haberla salvado si las hubieras hecho diferente no sirven de nada. Ella nos quería y querría que siguiéramos adelante de la mejor manera, es el único consuelo que me queda para seguir viviendo. Ella no querría que la culpa nos dejara ancladas en el pasado, eso es lo que me digo cada día para salir de la cama y enfrentarme al mundo.
—¿Hablaste con él?
—Si. Me ayudó a llenar las lagunas de lo que pasó.
—¿Cómo sabes que dice la verdad? No es la persona más sincera del mundo.
—Angie, tú solo conocías al novio infiel de mi hija. Yo lo conocía desde que era un crío salvaje pegando pelotazos por el barrio. Sé cuando es sincero o no. Pensé que habrías hablado con él, como vosotros...—No acabó la frase, no sabía realmente que había entre ellos.
—Has visto The Sun —Lilith se tapó la cara.
—Si —Sarah le quitó las manos tras las que se escondía —. No tienes que avergonzarte de nada.
Había muchos motivos para avergonzarse, y se mezclaban en su cabeza cada día.
—Tenía novia. Y es el Jack de Alison —Había dejado de derramar lágrimas, sin embargo, los sollozos seguían entrecortando sus palabras —. Él no sabía quién era yo. Y publiqué esas fotos solo para hacerle daño.
Sarah abandonó su asiento y rodeó la mesa para estrechar entre sus brazos a la chica. Estrujó la cabeza pelirroja contra su pecho. Lilith se aferraba a la cintura de Sarah como si de un salvavidas se tratase. Lo único que impedía que se ahogase en sus propias lágrimas, que volvían a correr por su cara sin control.
Sarah nunca pensó que la marcha de su hija hubiera causado tanto daño en Lilith. La chica que cuidaba de su Alison. El ángel de su hombro, como Alison siempre decía, la que la intentaba llevar por el buen camino. La había convertido en otra cosa, en alguien lleno de ira y de culpa. Su hija nunca habría querido eso, Lilith era la luz de su vida.
—Cariño —Habló sin soltarla, tenerla entre sus brazos también era un consuelo para ella, como tener una parte de su hija de nuevo —. Habla con él.
—No creo que pueda. Me odia y me ha dejado claro que me quiere lejos. Si me acerco me va a destrozar.
—Encontrarás la manera, siempre has sido una chica lista —Besó la cabeza de la chica.
Lilith no estaba tan convencida de que fuera tan fácil, ni sabía si quería hacerlo. Pero algo nuevo nacía dentro de ella. Desvelar sus secretos, aunque estuviera poniendo patas arriba su vida, también estaba siendo liberador.
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