12: El cumpleaños de Jack
Lilith aparcó el coche junto al Jeep de John, en la entrada de la que ahora era la casa de su mejor amiga. Todavía le costaba acostumbrarse al nuevo nivel de vida de Kendall. Sin embargo, entre las dos estaban apoderándose del hogar, en menos de un mes ya se sentían como en casa.
Lilith pasaba las tardes libres de su amiga en la piscina disfrutando de las ventajas de esa casa. Y en el sofá, no lo admitiría delante de Kendall, pero le encantaba poder tumbarse en el mullido asiento a ver películas, cosa que no podía hacer en su propio apartamento. Lo único de lo que se quejaba, demasiado en opinión de Kendall, era la presencia continua de su vecino Jack en la casa.
John y Kendall se sentían cada vez más padres de dos adolescentes, teniendo que mediar entre sus constantes disputas. Aunque Kendall en el fondo se divertía, esas discusiones eran propias de su amiga, y comparando con el frío odio que le profesaba al hombre al principio, eran incluso inofensivas.
—Por fin llegas —Kendall abrió la puerta a la que Lilith estaba a punto de llamar.
—No es tan tarde —protestó Lilith.
—Erling ha dicho que ya vienen de camino —Kendall tiró de la mano de su amiga, arrastrándola a la entrada de la casa contigua —. Estás muy guapa —dijo casi sin aliento debido a la carrera.
Kendall tocó la puerta con los nudillos dos veces. Los invitados debían llamar así, era la forma de saber que eran ellos y no el cumpleañero.
—Casi no llegáis —Sasha las saludó con un abrazo.
Cerró la puerta tras ellas.
John y Kalvin les hacían gestos asomando desde detrás de una cortina.
—Ricitos. Cuanto tiempo sin verte —Lilith abrazó a Kalvin.
—No me quieres venir a visitar —El chico hizo pucheros.
—Abraza el progreso y deja de vivir en otra ciudad.
—¿Si me mudo a Manchester vienes a visitarme?
—Siempre que quieras.
—Y cuando no quieras, probablemente también —intervino Kendall.
—Qué le vamos a hacer —Lilith se encogió de hombros —. He descubierto que me encantan las casas de los ricos.
—Todo el mundo en silencio y a sus posiciones —Se hizo oír Sasha —. Están en el garage.
Alguien apagó las luces. Lilith se escondió detrás de la cortina junto a Kendall. Kalvin cerraba, por un lado, y John por el otro. A Lilith no le pareció un gran escondite. Los ocho pies asomaban debajo de la tela. Pero antes de meterse ahí había visto cómo dos chicos y una chica decidían ocultarse detrás de un jarrón, por lo que no podía considerar malo su propio escondite.
La quietud del interior les permitía escuchar el sonido de las llaves girando en la cerradura, acompañado de las voces y la risa de Jack.
—¡Sorpresa! —gritaron cuando la luz de las farolas del exterior se coló en la casa.
Habían conseguido sorprenderlo, de eso no quedaba duda. Jack miraba con expresión perpleja a su novia, que se había adelantado para abrazarlo. Lo que no estaba tan claro era que la sorpresa le resultase agradable. Se suponía que Sasha no debía volver todavía a Manchester. Se encontrarían al día siguiente en Birmingham cuando él fuese a pasar el día de su cumpleaños en familia.
No lo iba a decir, pero estaba disfrutando de los meses de verano como hacía mucho que no pasaba, y sabía en parte que se debía a cierta pelirroja que acaparaba la casa contigua. La vuelta de su novia lo cambiaba todo.
Le devolvió el abrazo antes de que llegase a percatarse de su inquietud. Inspeccionó la sala, localizando a los amigos y compañeros que habían acudido esa noche a festejar su cumpleaños, hasta que se topó con esos ojos verdes. De manera inevitable su corazón se aceleró, por más que él le ordenase que no lo hiciese, que latiese a una velocidad normal, hacía tiempo que había dejado de obedecer.
Lilith se acercaba a ellos colgada del brazo de Kalvin. Lo que provocaba en Jack unas ganas de insultar a su compañero, totalmente inapropiadas.
—Erlingo, como me alegro de verte —Lilith enroscó sus brazos alrededor del cuello del gigantón rubio, que se agachó para corresponder el abrazo. Rodeándola con fuerza por la cintura y levantando los pies de la chica del suelo.
La risa de la mujer se coló en el interior de Jack, llenándolo de un calor agradable, así como del deseo de ser él quién la provocase alguna vez.
—Felicidades, Jack —se dirigió a él una vez con los pies en el suelo —. Te he traído un regalo —mostró una sonrisa juguetona.
—Es lo mínimo cuando te invitan a un cumpleaños —Él no recibió abrazo, ni risas; sin embargo, esa sonrisa ya lo valía, incluso aunque augurase un regalo desastroso.
—Te lo voy a dar porque ya lo he comprado —Lilith frunció el ceño —. Pero no te lo mereces.
Rebuscó en el bolso que colgaba de su hombro. Sacó un paquetito alargado y arrugado y se lo entregó a Jack. Este la miró con las cejas alzadas al recibir el regalo, no se esperaba que saliese nada bueno de ahí. Rasgó el papel. Dentro había una cinta negra, como las que él solía usar durante los partidos y los entrenamientos.
—Se ve que no tienes suficientes —Lilith le pasó la mano por el mechón de pelo que caía por uno de los lados de su rostro —. Que mira qué pelos traes. Jack, en contra de su sentido común imaginó esa mano prolongando el toque, abandonando su pelo para deslizarse por su mandíbula, su cuello...
Sasha había observado toda la escena en segundo plano, dándose cuenta de cómo habían cambiado las cosas desde que no estaba en la ciudad. Jack odiaba que le tocasen el pelo.
—Deberíamos ir a saludar al resto de invitados —Agarró a su novio de la mano —. Gracias por venir chicos.
—Si. Gracias —Jack abandonó abruptamente su peligrosa imaginación —. Y gracias por el regalo —Sacudió la cinta de Lilith —. No ha sido tan malo como esperaba.
—Al final el puñetazo sirvió y ahora sois amigos y todo —dijo Erling.
—Ni de coña —contestó rápida Lilith. Pero si era verdad que el puñetazo, y la convivencia constante, obra de Kendall, estaban cambiando algo en Lilith. Seguía pensando lo mismo de él. Era una persona sin corazón que había destrozado la vida de su amiga y destrozaría la de cualquier mujer que decidiese estar a su lado. Sin embargo, también estaba aprendiendo a disfrutar de su compañía y sus peleas la divertían, aunque no se había dado cuenta todavía.
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Lilith se acercó a la barra, situada en la parte cubierta del jardín trasero. No se le podía negar a Sasha que había organizado una fiesta espléndida. Sobre todo teniendo en cuenta que lo había hecho a distancia y sin que la persona que vivía en la casa se enterase de nada.
Pidió una copa del mismo vino frizzante que había bebido el último, tras probar unos cuantos era el que más le había gustado y con el que se iba a quedar el resto de la noche.
Le dio las gracias a la camarera que le sirvió y se apoyó en la barra, deleitándose con el sabor del primer trago. Una punzada de algo se instaló en su estómago. Ante ella, Jack y Sasha se daban un tierno beso en los labios. Desde el regalo no había vuelto a hablar con él, lo cual debía ser algo bueno, ella no quería tener nada que ver con él ¿No? Y, sin embargo, no estaba disfrutando de la fiesta tanto como de una cena cualquiera en el sofá de Kendall, protegiendo sus patatas de las infames manos del ladrón Grealish.
—¿Me puedes poner una copa de vino? —dijo una voz a su lado —. Cualquiera menos el de ella —La chica que pedía la bebida la señaló.
—¿Qué tiene de malo mi vino? —preguntó Lilith sorprendida.
—Por la cara que estabas poniendo debe estar asqueroso —contestó la chica de pelo castaño y pecas, era la misma a la que Lilith vio esconderse detrás del jarrón.
—No. Está buenísimo —Lilith pidió otra copa igual a la que estaba bebiendo —. Pruébalo, está buenísimo —Le cambió la bebida por la que la chica acababa de recibir.
—Tienes razón, es el mejor vino que he probado en mi vida —la chica se relamió los labios.
—Te lo he dicho, jarroncito.
—Tengo novio —contestó la chica riéndose.
—Qué pena, creía que los tres jarroncitos erais un trío —Lilith correspondió a las risas.
—Dios no. Ya bastante tengo con no matar a Declan como mejor amigo de mi novio, para tener que aguantarlo como romance también.
—Pues, sin saber yo cuál era de los dos, no estaba mal.
—El alto, te lo presento si quieres —los ojos de la chica brillaban debido a la emoción —. A lo mejor, si se echa novia, deja de venir con nosotros a todos lados.
—No, gracias. Los futbolistas no son mi estilo —La chica castaña enarcó las cejas, en una forma de indicar la fiesta de un futbolista, llena de futbolistas en la que se encontraban —. Mi mejor amiga se va a casar con uno, y creo que soy su Declan —. Explicó Lilith.
—Todo el mundo quiere un Declan en su vida —dijo el susodicho, abrazando a la amiga de su novio por la cabeza —¿A que si, Lids?
—Es como el demonio, si lo nombras aparece —dijo Lidia con fingido hastío.
Lilith los dejó en su discusión sobre quién era más molesto de los dos. Se preguntó si ella podría llegar a tener alguna vez una relación tan cercana con John. Llegar a sentirlo como un amigo para ella también, no solo como la pareja de Kendall.
Salió al jardín delantero. Al que la fiesta no llegaba. Se movía por el espacio con soltura, era igual que el de la casa de Kendall. Se sentó en el césped, en una parte semi oculta por unos arbustos, dando sorbos a su copa de vino, el silencio la rodeaba, era como si no se encontrase en medio de una ciudad enorme y llena de vida, tan diferente a su ruidoso apartamento del centro. E incluso a la casita en la que creció.
—¿Te escondes? —La voz de Jack a sus espaldas rompió el silencio.
—Eso debería preguntárselo yo, ¿Qué hace el chico del cumple tan lejos de la gente?
—Me escondo. —Jack estaba muy cerca de la chica.
Lilith se abrazó el cuerpo, la piel se le había erizado, quizá no había sido buena idea salir al jardín en plena noche con un corto vestido sin mangas. Según el calendario era verano, pero en Inglaterra eso no significaba que hiciera calor a todas horas.
Notó una tela caliente deslizarse por sus hombros, un aroma dulce la envolvió, metió las manos en la prenda y se envolvió con ella.
—Te puedes sentar conmigo —golpeó el césped a su lado.
—Gracias —Jack tomó asiento en el lugar indicado, en el húmedo césped de su jardín.
—¿De qué te escondes? —preguntó Lilith.
—De todo en general —De Sasha. No podía decirlo en voz alta.
—Creía que te gustaba ser el alma de la fiesta —Lilith acabó con las últimas gotas de vino que le quedaban y se lamió el labio en busca de una que se deslizaba.
—Me gusta. —Jack no podía apartar la vista de la mujer que lo acompañaba —. Pero últimamente me gustan más otras cosas.
—¿Qué cosas?
—Entrenar, gimnasio, comer sano. Estoy tratando de demostrar que merezco lo que tengo, soy algo más que un fiestero con highlights en el campo.— No mentía. Pero tampoco era del todo sincero. Seguía disfrutando de una buena fiesta, y saliendo cuando eso no afectase a su rendimiento. No eran sus nuevos hábitos los que le habían hecho esconderse.
Lilith contempló el perfil serio de Jack, su marcada mandíbula apretada debido a la intensidad de sus palabras.
—Yo te he visto jugar.
—Puedo hacer más que ese día.
Lilith negó con la cabeza, aunque Jack ahora estuviese mirando al frente y no la viese.
—No, hace años, con el Villa. —Lilith contuvo la respiración, si Ali se lo contó todo cambiaría —En Londres.
El Aston Villa jugó en la ciudad durante una de las múltiples rupturas de Alison y Jack, aun así su amiga se empeñó en ir a ver el partido. Las dos fueron a la grada local, vieron el partido y se fueron, Alison pasó los más de noventa minutos hablando sobre lo guapo que era Jack, lo mucho que lo quería y que no podía vivir sin él. Lilith tratando de convencerla de que lo mejor era que esta vez fuera definitivo, que esa relación solo le traía dolor. Jack estaba en Londres y ni siquiera la había llamado, no le importaba.
Esa noche su amiga lo llamó y se reconciliaron. Ella no estaba en la habitación, no sabía lo que habían hablado, si le contó que fueron a verlo al partido o no.
—Creía que odiabas el fútbol.
—Y lo odio. Fui con una amiga. Perdisteis, pero tú marcaste. Contra el Fulham. —Estaba tensando la cuerda, dando detalles sobre el partido exacto. Ella lo tenía marcado en la memoria al detalle, fue la única vez que pudo ver en persona al hombre que manejaba la vida de su amiga, aunque fuera a metros de distancia.
La cabeza de Lilith era una bola de confusión. ¿Quería que lo adivinase? ¿Poder hablar con él de Alison directamente? Era tan fácil como decírselo, contarle que era amiga de su primera novia, podría por fin gritarle lo que llevaba años callando, que le había destrozado la vida a una chica increíble, y que por su culpa, ella ya no tenía a su amiga. Sin embargo, no lo hacía. Si se enfrentaba a él se tendría que enfrentar a todo lo que pasó aquella noche, el odio era su motor, el rencor era incluso el que le pagaba las facturas, sin él no tenía nada.
Había otra parte de ella, que permanecía encerrada y obligaba a callar, que deseaba encararlo, dejar el pasado atrás, deseaba que el hombre que estaba sentado a su lado no fuera la persona que ella creía que era.
—¿Fue tu primer partido? —Lilith respiró tranquila.
—No, he ido a un montón en realidad.
Jack la miró enarcando las cejas. Lilith le devolvió una amplia sonrisa que maravilló a Jack, era la primera vez que la veía.
—Es un secreto. No se lo puedes contar a nadie —dijo Lilith. Jack hizo el gesto de cerrar su boca con un candado y dejar la llave en la mano de la mujer, el contacto de sus dedos produjo en ella un escalofrío que nada tuvo que ver con la temperatura —. Mi padre es fan del Manchester United, me llevaba de pequeña.
—No —Jack ahogó un quejido con las manos —. Eres red devil.
—Ni de coña. Soy todo lo más lejano posible a eso.
—Celebrarás nuestra próxima victoria en el derbi entonces.
—Celebraré hasta un gol tuyo si es para ganar en Old Trafford.
—Oh —Jack se tumbó sobre la hierba con la mano en el corazón —. Es lo más bonito que me has dicho nunca.
Lilith sacudió la cabeza y consultó la hora en su teléfono, ya era diez de septiembre.
—Es tu regalo de cumple. Ya que el primero no parece haberte gustado mucho.
—Me ha gustado. Me lo pondré contra ellos, así tú también participarás en la victoria. Aunque si sale bien, quizá tengas que dedicar el resto de tu vida a regalarme más, exactamente iguales porque ya no podré jugar con otros nunca más.
Lilith soltó una carcajada.
Y así, sin darse cuenta, había mantenido una charla amistosa con él. Él le había sacado a Alison de la conversación y de la mente, sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo. O quisiera.
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