-8-
Ivanna llegó a la torre en la que se ubicaba su departamento. Lo había elegido rápidamente sin investigar mucho debido a que su tiempo para preparar todo era corto.
Entró al edificio y subió por el elevador hasta la última planta. Los humanos lo llamaban "el ático" y decían que era el más costoso, pero no importaba, ella podía hacer aparecer muchos billetes con un chasquido.
Al entrar, se alegró de su elección. Era perfecto para ella. Sus maletas y cosas aún estaban empacadas, así que, con un chasquido, acomodó todo en su lugar.
Se dirigió hacia su nueva cocina y abrió el refrigerador para sacar algo de tomar. La despensa se había llenado a la par del chasquido, lo cual era útil porque estaba sedienta.
Los tres chicos vinieron a su mente, causándole desconcierto. Sentía que los conocía, pero eso era absurdo, considerando que había pasado toda su vida en el infierno. Jamás había visto ángeles en persona, estaba segura.
Miró las marcas de sus muñecas. Su padre decía que eran de nacimiento. Lucían como marcas de cadena, lo cual las hacía más intrigantes. Sabía que las marcas de nacimiento podían tener formas extrañas, pero nada como eso. Lo sabía, pero no quería creer que su padre pudo haberle hecho daño siendo más joven. Había visto los castigos a los que sometía a sus súbditos y sabía de lo que era capaz. Era un hombre de corazón duro y frío, sádico y adicto a la perfección.
Dejó su vaso en el lavabo y se dirigió a su habitación. Había hecho un largo viaje y había sido un largo día, necesitaba tomar un descanso y olvidarse de todo.
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—¿Alguien sabe dónde está Ivanna? — exigió saber Shemihaza llegando a la estancia donde Jane y Patrick habían retado a Ivanna el día anterior.
Jane se levantó de un brinco hecha un manojo de nervios—. Ella... Ella... Ella fue a la Tierra, su majestad.
—No estoy para jueguitos— replicó el rey exasperado mientras ensanchaba las aletas nasales. Jane tragó saliva.
—Es verdad, su majestad. Ivanna fue a la Tierra— recalcó Patrick impasible.
—¡Quién carajo la dejó salir!
—Usó uno de los pasajes que están a las afueras de Atlanta— contestó Jane nerviosa.
—¿Y se puede saber qué rayos se supone que pretende hacer allá?
Patrick permaneció inmutable—. Juegos de adolescentes. Hablaba de separar a una pareja comprometida por diversión. Nada de qué preocuparse, señor.
—Son unos idiotas— pronunció apretando los dientes. Una vena en su sien estaba comenzando a hincharse—. ¡Todos aquí son unos idiotas! ¿Acaso nadie sabía que Ethan Partmane está en Atlanta? ¡Son una bola de ineptos! ¡Lo único que debíamos hacer era mantener a Ivanna en el infierno hasta que estuviera lista para luchar! ¿Era eso tan difícil? ¡Han puesto en riesgo nuestra supervivencia! ¡Todo lo que hemos hecho hasta ahora se irá a la basura!
—Podemos ir por ella— sugirió Roger, uno de los soldados predilectos de Shemihaza, que había llegado junto a él.
—¡Es inútil! Seguramente Ethan Partmane ya comenzó su acercamiento. Debemos pensar en algo más...
—Pero Ethan no recuerda nada— dijo Jane sin analizar muy bien sus palabras.
—¿Qué dijiste?
Jane miró a Shemihaza con cierto miedo—. Los recuerdos de Ethan fueron guardados en una caja sagrada que ahora está custodiada por un arcángel. Ethan está en la Tierra como simple mortal.
Shemihaza sonrió—. Eso es interesante.
—¿Nos da alguna ventaja? — preguntó Elliot, otro de los soldados de Shemihaza.
—No lo creo— contestó Patrick. —Pero nos brinda un equilibrio favorable.
—De hecho, estamos en desventaja— puntualizó Jane con una mueca—. El viejo barbón envió a dos ángeles junto con Ethan.
—Ese malnacido... Tendré que enviar a mis mejores demonios para que se encarguen de ellos. Roger y Elliot, ustedes irán a la Tierra. Encuentren a Ivanna y no se separen de ella, mucho menos cuando esos ángeles estén cerca. Tenemos que ganar la maldita lucha a toda costa.
—Será un placer, su majestad— Elliot realizó una reverencia.
—Recuerden que deben hacer hasta lo imposible para que Ivanna no tenga contacto con objetos que propicien una re-materialización de sus recuerdos. Puede que los ángeles intenten usar eso a su favor.
—No tiene por qué preocuparse, majestad— intervino Patrick orgulloso de sí—. Yo mismo me aseguré de que su cerebro no pudiera re materializar sus recuerdos nunca más. Ningún objeto o persona de su pasado, por muy encantado que esté, podrá recrearlos.
—No los subestimes. Los poderes de manipulación mental comenzaron arriba. Ellos podrían hacerla recuperar sus recuerdos con solo tocar su cabeza.
—No se preocupe, majestad. Nos encargaremos de ello— prometió Elliot.
—No fallaremos— convino Roger.
—Si es necesario matarla, háganlo. Denle sus recuerdos y mátenla frente a él. Quizá lo ayude a refrescar la memoria— sonrió.
—¿Y si los ángeles intentan impedirlo?
—Mátenlos. Maten a todo el que se ponga en su camino.
—Como ordene, su majestad.
—¿No cree que Ivanna se sentirá traicionada? Después de todo ese cariño que usted le dio y todo el aprecio que se supone que le teníamos todos. Elliot incluso salió con ella un par de veces—. Todas las miradas de la habitación se posaron sobre Jane.
—Los ángeles son muy ingenuos. Todo ese "afecto" era una táctica para controlarla.
—Y mis salidas no tuvieron nada que ver en ello— intervino Elliot—. No salimos. Solo coincidimos en algunas ocasiones. Nada de aspecto romántico. Soy un soldado fiel a mi rey— dijo e hizo una pequeña reverencia a Shemihaza.
Patrick frunció el ceño hacia Elliot—. ¿Te involucraste con un ángel?
—Claro que no. Insisto en que nuestras salidas no tuvieron ningún tipo de interés implícito. Fueron casualidad.
Elliot suspiró tranquilamente. No había forma de que levantara sospechas. Además, Shemihaza parecía más entretenido observando a Jane que analizando los motivos de sus acercamientos con Ivanna. La chica se ponía cada vez más nerviosa bajo el escrutinio del rey. Frunció el ceño.
—¿Sabes, Jane? Últimamente, he notado que te has comportado de una forma muy... sensible.
Jane miró a Patrick con el ceño fruncido—. No me mires a mí— se defendió el chico. —Las paredes hablan.
—¿Te creías muy listo, verdad? — Shemihaza miraba a la chica con ira. —¿Creíste que esclavizar a mis súbditos para que fueran tus espías sería provechoso? — abrió los ojos como platos—. ¡Tú hiciste que Ivanna fuera a la Tierra! ¡Tú lo planeaste todo! ¡Manipulaste a mis súbditos! ¡Infectaste a uno de ellos para que fuera tu chivo expiatorio! ¿Creías que no lo notaría? Pues te equivocaste, estúpido barbón.
Jane esbozó una media sonrisa—. Sigues siendo muy perspicaz, Shemihaza.
—¡Mátenla! — ordenó colérico.
Desde Old Haven, el hombre de barba blanca observaba la escena.
Los demonios se aproximaron hacia Jane como su rey les había ordenado. Arrancó al ángel que habitaba dentro de la chica, dejando a ésta sin fuerzas tirada sobre el suelo. Los demonios se abalanzaron contra el ángel, quien extendió sus alas e irradió un brillo tan potente, que cegó a todos los presentes. Lo último que oyeron fue el abatimiento de unas alas y luego el ángel, junto con su brillo, desapareció.
Jane fue encerrada justo después de eso en el calabozo en el que habían encerrado a Ivanna. Estaría a salvo ahí.
Joseph llegó Old Haven exhausto por el viaje que había hecho. Sus alas se habían estado deteriorando desde que había entrado al infierno, por lo que ahora le resultaba difícil y doloroso volar. El hombre de traje y barba blancos llegó a su encuentro, lo abrazó, lo reconfortó y luego posó sus manos en sus alas para curarlas.
—Hiciste un estupendo trabajo, Joseph.
—Gracias.
—Deberás ir a descansar un poco. Las heridas de tus alas ya están curadas, pero eso no significa que no necesites descanso.
—¿Qué hay de Ivanna? Roger y Elliot irán a la Tierra a custodiarla. Si llegamos a ella antes, podríamos hacerla recordar.
—No te preocupes de eso por ahora.
—Lile y Edward están custodiando a Ethan, déjeme a mí custodiar a Ivanna.
—Es imposible. Está fuera de nuestro alcance por el momento.
—Entonces déjeme hacerla recordar.
—Eso es muy peligroso, Joseph. Tú mismo oíste las órdenes de Shemihaza. No dejarán a ningún ángel acercarse a Ivanna. Es demasiado voluble para arriesgarnos.
—No lo haré. Me mantendré a distancia. Me adentraré en algunos de sus pensamientos y sueños. Comenzará a recordar por sí misma.
El hombre lo pensó unos segundos. Podía funcionar—. Está bien. Sé cuidadoso.
—Lo haré.
—Una cosa más, Joseph. Haz lo mismo con Ethan. Es hora de que ambos recuerden.
—Pero Ethan hizo un trato con Gabriel y solo él puede devolverle sus recuerdos.
—Ve con él antes de ir a la Tierra. Pídele que comience a liberar los recuerdos de la caja. Procura controlar el flujo de entrada que tendrán al cerebro de Ethan. Sería muy traumático para su cuerpo que recordara todo de la nada. Podría quedar en coma.
—Está bien. Iré inmediatamente.
Joseph se fue dejando al hombre de traje blanco sumido en sus pensamientos.
Observó una última vez el infierno. Elliot estaba alistándose para su misión. Una imagen comenzó a formarse en su mente en contra de su voluntad, como si viajara hacia el pasado en un recuerdo que no le pertenecía.
Era de noche. En un claro del bosque, se ubicaban tres personas alrededor de una mesa de piedra. Había antorchas a los lados que no llegaban a tocar la mesa, pero la iluminaban perfectamente.
Sobre la mesa se encontraban dos bebés cubiertas únicamente, por pañales de tela. Una de ellas lucía más pequeña y delgada que la otra, casi enferma. No compartían un gran parecido físico, a pesar de lo que sus padres habían esperado.
—Deben separarlas— dijo la anciana encorvada que parecía tener el mando de la situación—. La más pequeña morirá si se queda con su hermana. No resistirá estar huyendo todo el tiempo.
—Pero no podemos hacer eso— imploraba la madre con lágrimas en los ojos.
—Ella debe ser protegida— señalando a la bebé más grande—. La otra solo peligrará si se quedan juntas. Deben separarlas. Los han estado siguiendo y no saben de la existencia de una segunda bebé— dirigió su mirada con severidad al padre—. Azael, llegarán a ustedes esta noche, deben alejarse pronto.
La mujer sintió su corazón rompiéndose en mil pedazos—. No separaré a mis hijas. Ambas me necesitan y...
—Basta— ordenó el hombre con autoridad. Suspiró profundamente antes de continuar—. Llévatela. Necesita más cuidados de los que le podré dar.
Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas—. Pero, Azael...
—Ocúltense. Yo la protegeré. No se acercarán estando conmigo. Regresaré a Old Haven.
—No. Por favor... ¿No hay otra manera? — imploró a la anciana.
—Es la única.
La mujer miró a sus dos pequeñas con los ojos llenos de lágrimas. Acarició la mejilla de la más grande y depositó un beso en su frente. Luego, envolvió a la otra con una manta y la tomó en sus brazos.
—Azael...
—Vete. Ocúltense.
—Vamos. Vamos. Tenemos que irnos antes de que lleguen— apresuró la anciana.
Ambos padres compartieron una última mirada antes de que la mujer diera la vuelta y emprendiera su camino.
—Shemihaza la buscará. Pide ayuda, ellos la protegerán mejor— la anciana aconsejó antes de irse junto a la mujer.
El hombre las observó hasta que desaparecieron por completo. Suspiró profundamente y miró a la bebé recostada sobre la mesa de piedra. La cubrió con una sábana, la cargó y la ocultó bajo su abrigo. Dio media vuelta y comenzó a caminar.
Un niño de 12 años observaba atónito cómo el hombre caminaba hacia donde él estaba oculto. Le habían ordenado no moverse del lugar donde lo habían dejado, pero quería saber qué sucedía. Se levantó en cuanto su padre llegó a su encuentro.
—Padre...
—Debemos cuidarla, ¿lo entiendes?
—Pero...
—Escucha, Elliot. Hay personas ahí afuera que quieren destruirla. No podemos dejar que lo hagan por ningún motivo. ¿Prometes protegerla?
—Sí, padre. Lo prometo—. miró hacia el lugar por donde las mujeres habían desaparecido junto a su hermana con anterioridad— pero ¿y ellas...?
—Ellas jamás existieron. ¿Entendido?
Miró a la pequeña acurrucada en brazos de su padre. Se había quedado dormida en un santiamén.
—Entendido.
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Elliot y Roger habían llegado a la Tierra y llevaban un par de horas caminando por la carretera maldiciendo el hecho de que ningún auto pasara por ahí. Shemihaza les había dicho que fueran discretos y no utilizaran sus poderes para no levantar sospechas. Tenían que parecer simples mortales. Simples mortales que caminaban kilómetros para llegar a su destino.
Joseph sintió una presencia familiar. Edward y Lile estaban cerca, lo que significaba que Ethan estaba cerca también.
El viaje a la Tierra le había tomado poco más de una semana, ya que tenía que llegar sin ser percibido, eso aunado al hecho de que sus alas habían tardado un poco más de lo esperado en recuperarse.
Edward, Lile e Ethan iban caminando hacia un Starbucks como todas las mañanas antes del trabajo. Las cosas habían transcurrido normalmente entre ellos después del malentendido de hacía unos días, pero aún evitaban tocar el tema del compromiso del castaño.
Ethan había hecho todo lo posible para olvidar a la mujer con las cicatrices, pero le era imposible sacarla de su cabeza. Había llegado a un punto en que le costaba ver a Emma a los ojos por más de 3 segundos, sentía que podría darse cuenta de que tenía a otra mujer en su mente de esa manera. Aún no le había contado a sus amigos, no quería que usaran esa información para recordarle lo mucho que odiaban a su prometida y la mala decisión que tomaba al casarse. Estaba seguro de lo que quería... o eso creía.
—¿No les pareció que los Lakers estuvieron muy confiados en el último juego? — comentó Lile dando un tema de conversación. No era fanática de los deportes, pero habiendo convivido tanto con los dos chicos, conocía varias cosas del tema.
—Sí. Parecía que querían dejar al otro equipo ganar— coincidió Edward.
—¡Con los Lakers no se metan! Dieron un gran juego, como siempre.
—Estaban muy confiados, Eth. Admítelo.
—No es verdad. Incluso Emma dijo que fue un juego asombroso.
Edward rodó los ojos fastidiado—. ¿Era necesario decir eso?
—No veo nada de malo en añadir un comentario acerca de mi prometida— replicó Ethan molesto—. Ya hablamos sobre esto, chicos.
—Que lo hayamos hablado no significa que estemos de acuerdo.
—¡Ya basta! — ordenó Lile—. No es necesario que arruinen nuestra mañana con...
Lile se quedó paralizada. Un sudor frío recorrió su espalda y su corazón comenzó a latir enloquecido, encapsulando todos los sonidos de su alrededor detrás del retumbido en sus oídos. Había riesgo cerca. Mandó un mensaje mental a Edward quien, con su reciente enojo, no se había percatado de la peligrosa presencia. Tenían que proteger a Ethan a toda costa.
Edward intentó rastrear el origen de su alarma. Cerró los ojos y se concentró. Sus ojos se abrieron atónitos reconocer quién estaba alterando su sistema, ¡era Ivanna! y no estaba sola. Elliot estaba con ella, lo reconocía perfectamente. Había sospechado que, después de salvarlo, se había ido con los demonios, pero jamás lo había comprobado. No lo entendía, pero no eral momento de hacer preguntas. El moreno estaba molesto, igual que Ivanna, quien irradiaba un peligro tan grande como el de su hermano y el otro demonio. Debían sacar a Ethan de ahí lo más rápido posible, demonios enojados no era algo muy lindo de presenciar.
Ethan sentía el peligro irradiando con fuerza. Usualmente hacía caso a su instinto, pero esta vez había algo que le pedía quedarse y se sobreponía a su instinto. Giró en todas direcciones hasta que logró divisar, en una de las mesas más alejadas de la cafetería, a dos hombres de espaldas a la puerta y, frente a ellos, la misma mujer que había visto y había intentado cortejar. Recordaba sus cicatrices. Esas terribles cicatrices que le intrigaban tanto. Dejó de escuchar sus instintos.
Ivanna estaba indignada de que su padre hubiera enviado a Elliot y a Roger a cuidarla. ¡Era solo una tonta apuesta! No era como si su vida dependiera de eso. Lo que más le molestaba era el hecho de que dijeran que estaban ahí para ayudarla a realizar su trabajo. ¡Lo que le faltaba! ¡Ahora la creían incapaz de hacer algo por sí sola! ¡No tenía 5 años! Era absurdo.
Joseph estaba frenético. Tenía que hacer algo rápido. Los demonios se percatarían de los ángeles en cualquier momento. Piensa, Joseph, piensa.
Lile y Edward lograron salir de su transe y se acercaron a Ethan dispuestos a llevárselo lejos de ahí inmediatamente, pero antes de poder dar un paso, una pluma blanca cayó frente a sus ojos. Era una pluma de alas de ángel, estaban seguros. Dirigieron sus miradas hacia el techo del Starbucks y tuvieron una rápida vista de alguien a quien no lograron reconocer muy bien.
Elliot y Roger estaban hartos de esa ridícula discusión. Estaban demasiado cansados para soportar el berrinche de Ivanna. No habían conseguido que nadie los llevara a la ciudad y habían caminado durante horas hasta encontrarla. Que se quejara no iba a cambiar el hecho de que ellos se quedarían ahí a cuidarla. Ella sabía que podían serle de utilidad, ¿tan difícil le era aceptarlo?
Una presencia conocida los hizo ponerse rígidos. Había ángeles cerca.
Joseph hizo lo primero que se le ocurrió. Necesitaba darle tiempo a Edward y Lile de sacar a Ethan de ahí. Se concentró en Ivanna y, estimulando su mente, logró que su cerebro reconociera la presencia de Ethan y sintiera deseos de protegerlo. Serían solo unos segundos, pero sería más que suficiente.
Ivanna escuchaba de mala gana lo que los dos chicos le decían. Aún no podía creer que la trataran como si fueran sus hermanos mayores cuando incluso había salido con Elliot un par de veces. Nada muy serio, pero algo tenía que significar, ¿no?
Su mirada se dirigió distraídamente a la puerta de la cafetería y, a través de ella, vio a Ethan observándola. Una sensación de protección la invadió. No podía permitir que Roger y Elliot lo vieran. No ahora.
Ambos chicos notaron de su falta de atención y, justo cuando iban a seguir el camino de su mirada, comenzó un nuevo berrinche alegando que ellos no le prestaban atención. La discusión volvió a comenzar y logró ver cómo los otros dos ángeles se llevaban a Ethan de ahí. Se sintió aliviada, pero, cuando analizó mejor la situación, se cuestionó de sus acciones. ¿Por qué había hecho eso? No quería pensar en la posibilidad de comenzar a desarrollar alguna especie de cariño hacia el ángel, así que se convenció a sí misma de que no quería que Elliot y Roger intentaran entrometerse en sus asuntos. Sí, eso estaba mejor.
Edward y Lile se alejaron llevándose a Ethan de ahí. ¿Era cierto lo que acababa de suceder?, ¿Ivanna había lo había salvado de los demonios?, ¿era acaso que no había olvidado nada y había aceptado ser demonio por voluntad propia? No, no podía ser eso. Si hubiera querido ser demonio, entonces no les hubieran permitido comenzar con la misión de recuperarla. Entonces, ¿por qué salvó a Ethan? Ninguno entendía nada de lo que sucedía. Ni Edward, ni Lile o Ethan, quien aún estaba perplejo sin entender por qué la mujer se le hacía tan familiar. Ni siquiera Ivanna, quien había sido la autora de los hechos.
Joseph balanceaba los pies y sonreía sentado en lo alto de un edificio viendo cómo el éxito de su intervención. Podía entrar a la mente de Ivanna sin dificultad. El show estaba por comenzar. Ellos serían sus títeres y él sería el titiritero, pero, para ejecutar un buen acto, no podía dejar que lo vieran. ¡Ser ángel era asombroso!
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