-6-
—No comprendo.
—Todos conocemos su "naturaleza". Varios miembros de la comunidad han mostrado su desagrado hacia ella debido a sus gustos... singulares. Son comprensibles, pero no aceptables. Algunas personas han hablado con nosotros y hemos determinado que, con nuestra tecnología, somos los más indicados para tener a Ivanna bajo vigilancia. Te pido, de la mejor manera, que nos dejes encerrarla en la base del extremo norte de Old Haven—. No. No. No. No. Por favor, papi, no dejes que me lleven.
—¿Qué?
—Sé que esto puede resultar difícil, pero es por el bien de todos.
—Por favor, retírense de mi casa.
—Te será permitido visitarla y ser parte del control que se llevará a cabo...
—¡Basta! No permitiré que vengan a mi hogar y blasfemen a mi hija.
—¡Esa niña es un peligro! ¿Es tan difícil comprenderlo? ¡Hasta su amiga se asusta de ella! Mike, eres un gran teniente, pero debes ser comprensible...
—¿Comprensible? Son ustedes quienes planean encerrar a mi hija de 6 años en una base militar.
—Armó una bomba.
—Eso no indica que sea peligrosa, sino inteligente.
—Christina nos mostró los resultados.
Todos guardaron silencio por un momento. Las lágrimas ya se habían salido de mis ojos y no las podía detener.
—Fuera.
Corrí a mi habitación cuando escuché el picaporte girando. Me encerré en mi baño y aseguré la puerta.
Por eso la señorita Reed decía que los niños me tenían miedo. Por eso Lile hacía esa cara graciosa cuando le contaba cosas. Por eso Ethan se asustó cuando prometí golpear a todos los que lo lastimaran. Por eso el señor feo se enojó conmigo por armar la bomba. Soy un peligro, ¡un monstruo! Tenía que alejar a todos e irme al bosque muy lejos antes de lastimarlos.
—¿Ivanna? — preguntó papi golpeando suavemente, la puerta.
Tenía que hacer que se alejara de mí, era peligroso. Podía herirlo.
—Hija, abre la puerta.
No lo obedecí. Me senté en el espacio entre la tina y el inodoro abrazando la muñeca de bailarina de ballet que papi me había comprado el día de mi recital. También tenía que hacer que me sacaran de la clase de ballet para no lastimar a nadie.
Papi abrió la puerta con su llave y me buscó preocupado. Quise esconderme más, pero no podía. Me vería de todos modos.
—¿Ivanna? — yo me acurruqué más contra la tina—. ¿Princesa?— no respondí y seguí abrazando mi muñeca. Mi tutú me daba comezón en la cara, pero no importaba, quería que me cubriera.
¿Por qué no supe antes que era un monstruo? No debí haber elegido a papi. Quizá, si no elegía a nadie, los señorees me hubieran llevado a ese lugar donde no sería peligrosa para nadie.
Papá se arrodilló frente a mí y acercó su mano a mi mejilla. Yo me hice a un lado y seguí pegándome a la tina. Sus ojitos se pusieron muy tristes y su frente se arrugó.
—No... Ivanna...— quiso acercarse otra vez y no lo dejé. Podía lastimarlo—. Mi vida... Nada de lo que dijeron es verdad. Tú no eres un peligro para nadie. Eres una niña preciosa e inteligente. Muy inteligente. Las personas dicen esas mentiras porque tienen envidia de que seas más inteligente que ellos. Vamos, princesa, sal de ahí.
—¿Soy un monstruo, papi?
Su frente se arrugó más—. Claro que no, mi amor. Nunca pienses eso. Ven aquí— dijo y extendió sus brazos. No aguanté y lo abracé. Él me cargó y me abrazó muy fuerte—. No vuelvas a pensar eso nunca. Nada de lo que te digan las personas es verdad— me dio un beso en la frente—. Eres una pequeña muy asombrosa, eso es lo que eres. Ellos son personas ignorantes que tienen envidia. No les hagas caso, mi vida. Nunca les hagas caso.
Me quedé dormida mientras papi me arrullaba en sus brazos. Al otro día, no quise ir a la base, así que papá le pidió a la mamá de Ethan que me cuidara mientras él trabajaba. Pasé ahí toda la mañana hasta que fue hora de ir a mi clase de ballet.
Ethan y Lile llegaron después de la escuela y jugamos un rato antes de alistarnos.
La señorita Smith nos dijo que estaba comenzando a planear otro recital para nosotros, así que comenzamos a hacer ejercicios y a practicar algunos pasos del Lago de los Cisnes. Yo quería que Lile fuera la princesa Odette porque ella era la que bailaba más bonito. Ethan sería el príncipe Sigfrido porque era el único niño y porque bailaba muy bonito también. A mí me darían mi papel después, pero no importaba. Lile quería que me dieran el papel de Odile, para bailar juntas, y yo quería ser la mamá de Sigfrido. Era menos complicado.
Papá llegó a traerme a la clase y me llevó a La Oficina. Le contó al señor de la barba, muy enojado, lo que los señores habían dicho mientras yo comía un helado sentada frente a ellos. Me gustaba ese lugar. Era bonito y, detrás del escritorio había una ventana enorme donde se veía un jardín blanco muy bonito.
—No puedo borrar eso, Mike. Es parte de su aprendizaje.
—¿Hay alguna forma de hacer que desistan, al menos? No quiero que siga escuchando esas cosas.
—La única manera es que ella aprenda a no dejar que le afecte. Esta vez, tiene que quedarse con el dolor. Si le damos solo alegría, crecerá hacia un mal camino. Tranquilo. Estará bien. Es capaz de superarlo.
El hombre de la barba me miró y me sonrió. Me ofreció su mano y la tomé. Me acercó hacia él.
—¿Sabes quién soy? — negué. —Soy tu amigo. Siempre estaré disponible para ti cuando me necesites. Cuando las personas te digan cosas como las que dijeron, debes venir a mí y decirme.
—¿Por qué?
—Porque ellos me obedecen y, si les pido que se disculpen contigo por decir cosas tan feas, lo harán.
—¿Eres su papá?
Él rió. —Algo así. ¿Prometes venir la próxima vez? Me agradaría conversar contigo.
—Lo prometo.
El tío Gabriel amaba confeccionar los vestuarios de Lile, decía que era como su hija. Papá se burlaba de él, pero yo lo vi intentando hacer mi vestuario a escondidas. No pudo y me llevó con una señora para que ella lo hiciera, pero le dijo a mi tío que lo había hecho él mismo. Yo sería un cisne y papi decía que sería el cisne más precioso de todos junto a Lile, porque ella era la princesa cisne.
El día del recital, Émilie, la mamá de Ethan, ayudó a papá a alistarme. Él estaba mucho más nervioso que en mi primer recital. Dijo que era porque estaba muy orgulloso de mí y casi lloró. Les decía a todas las personas que encontraba en su camino que yo era su hija y sería un cisne en mi recital. El tío Gabriel intentó hacer que se callara, pero no pudo.
Antes de la función, me regaló un peluche de cisne muy bonito. Dijo que lo sentaría junto a él para darme suerte. Yo lo abracé y le di un besito en la mejilla. El labial que me habían puesto quedó marcado en su piel. Era más bonito que el que dejaban las mujeres que lo embrujaban.
Me sentí muy nerviosa cuando llegó la hora de comenzar. Lile e Ethan también se sentían nerviosos, así que nos tomamos de las manos hasta que la señorita Smith nos acomodó para salir al escenario.
Fue muy bonito. Me gustó mucho. Me divertí bastante. Lile se veía muy bonita.
Cuando llegó la parte en que Odile engaña al príncipe con ayuda de Rothbart, me tropecé. Hice que las demás se cayeran y Lile, que estaba cerca de mí, tropezó también y se lastimó el labio. Vi la sangre y mi corazón me dolió. Tenían razón. Era un peligro. Uno de verdad. Y había lastimado a mi mejor amiga.
Los papás y los ayudantes de la señorita Smith se acercaron para ayudarnos. Mi corazón latía muy fuerte. Lile y los demás lloraban. Los había lastimado a todos. No podía respirar.
Me levanté antes de que llegaran a mí y corrí fuera del escenario. Escuché a papá llamarme, pero no le hice caso. Atravesé los vestidores corriendo hasta llegar a la salida trasera. Me detuve a tomar aire. Hacía frío. Papi me seguiría y tenía que alejarme de él.
Corrí hacia el bosque. Crucé las calles corriendo para que papá no me viera. Tenía que irme a alguna parte. Debía protegerlos.
Me tropecé y mis medias se rompieron. Mi rodilla ardía, pero me levanté y seguí corriendo. Debía esconderme y escapar.
Sentí unos brazos envolverme y grité. Papi siempre decía que tuviera cuidado de los extraños y no saliera sola a la calle. Comencé a llorar y patalear muy fuerte. ¿Qué me iban a hacer?
—¡Basta, Ivanna! — me calmé al escuchar la voz de papá.
—Tengo que irme...
—¡Basta, dije! — su respiración no era calmada, como cuando dormía. Y ahora sí estaba enojado conmigo. Muy enojado—. No quiero que vuelvas a escaparte de esa manera, ¿me entiendes? — asentí aún llorando—. Pudo haberte sucedido algo grave.
—Pero... Es que yo...— dije mientras me ponía de vuelta en el suelo.
—¿Por qué te fuiste?
—Porque los lastimé.
Papá dejó de parecer enojado. Se agachó—. Lo que pasó fue un accidente. Las zapatillas de una de tus compañeritas se desataron e hicieron que te tropezaras. Nada fue tu culpa.
—Lile sangraba.
—Lile está bien. Se le cayó un diente, por eso sangró.
—¿Se le cayó por mi culpa?
—No, mi amor. Se cayó porque era hora de que fuera reemplazado. Ven, vamos. Tus amigos quieren verte. Se preocuparon cuando te fuiste.
—Pero...
—Pero nada. Fue un accidente. Tú no tuviste la culpa de nada, ¿me entiendes? — dijo y me abrazó—. Vámonos. Nos están esperando— me cargó cubriéndome con su abrigo y caminó de regreso al teatro.
Papi dijo que fue un accidente, pero yo sé que no lo fue. Yo lo causé todo. Yo me tropecé y los tiré. Fue mi culpa.
Cuando regresamos a casa, saqué mi ropa de ballet del closet y me metí a mi escondite. Papi había hecho que construyeran una casa club en una de las paredes de mi habitación. Ahí tenía todas mis pinturas y colores. Era mi lugar del arte. Solo yo podía entrar ahí.
Vi mi ropa y mi tutú rosa y escogí un botecito de pintura negra. Haría que se vieran como los de Ethan. También tomé mis botes de brillantina y pegamento. A todos les gustaría cómo quedaría, menos a la señorita Smith. Quizá así me sacaría de la clase y no lastimaría a los demás.
—¿Te gusta, papi? — pregunté cuando había terminado. Papá estaba en su estudio.
—Ivanna, ¿qué hiciste con tu ropa?
—¿No te gusta? — quizá se veía muy feo. Lo había echado a perder de nuevo.
—Se ve precioso, mi vida, pero ¿por qué lo pintaste?
—Para que se viera más bonito. Ethan usa ropa negra. Yo también quiero que la mía sea negra.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? — preguntó cargándome para sentarme en sus piernas.
—No lo sé. Creí que te enojarías.
—Sabes que puedes decirme todo lo que quieras, princesa. No me enojaré contigo.
La señorita Smith tampoco se enojó. Solo me pidió que no usara brillantina porque se caía al piso y decía que era peligroso. Papi me compró nueva ropa de ballet negra y mallas blancas. Me dejaron quedarme con mi tutú decorado después de que papi le quitara la brillantina que no estaba bien pegada.
Pensé en más planes para que me sacaran de la clase. Hasta bailé feo y no funcionó. Nada de lo que hacía funcionaba. Mi último plan tenía que funcionar. Si no, iría a La Oficina a pedirle ayuda al señor barbón.
—No lo hagas, Ivanna— me pidió Lile, pero tenía que hacerlo.
—Ivanna, endereza la espalda— dijo la señorita Smith acercándose a mí.
Le di una patada y le grité. —¡No!
Me castigó y pidió hablar con papá, pero no me sacó de la clase.
La siguiente vez, pedí ir al baño y no regresé. Cerré la puerta y la aseguré. Papá llegó otra vez. Abrió la puerta empujándola. Me regañó, pero no me castigó. Hice lo mismo varias veces hasta que papi decidió llevarme a la clase él mismo para vigilarme.
—No quiero ir.
—Ivanna, ya hablamos de esto. Lo que pasó fue un accidente. ¿Acaso no te gusta el ballet?
Me gustaba bastante, pero tenía que mentirle, aunque se sintiera feo hacerlo—. No. Ya no me gusta. Es feo. Y la señorita Smith es una bruja come almas— quería llorar, pero papá se daría cuenta de que había mentido si lo hacía.
—Señorita, no quiero que vuelvas a expresarte así de las personas. Dejé en claro que no era correcto cuando lo hice. Ahora deja que termine de alistarte.
—No. No quiero ir.
—Ivanna... Sé que es difícil andar a través del dolor, pero, princesa, no puedes dejarlo regir tu vida. Yo sé que amas bailar y que quieres ser una estelar en el siguiente recital. Vamos, mi amor, no dejes que esas palabras sin sentido arruinen tu vida.
Las lágrimas salieron de mis ojos y me enojé con ellas—. No es verdad. Ya no quiero ir. No me gusta el ballet.
Los ojos de papi se veían tristes de nuevo y su frente se arrugó como la vez que me encontró en el baño—. Está bien. No te presionaré. Solo prométeme que, si quieres regresar, me lo dirás. ¿Me lo prometes?
—Sí— dije. No quería dejar de bailar, pero, si no quería lastimar a las personas, debía estar encerrada en mi habitación—. ¿Puedo ponerme mi tutú en casa?
—Claro, princesa. Dame un abrazo— lo hice.
Podía bailar en secreto en mi escondite. Copiaría los pasos de Lile y de Ethan. Podía aprender yo solita.
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