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El señor feo lo vio y se fue enojado. El tío Gabriel me tenía abrazada. Yo no soltaba mi brazo porque me dolía un poquito. Tenía marcas de dedos y estaba rojo.
—¿Estás bien, Ivanna? — preguntó. Asentí.
—¿Qué sucedió, Gabriel? — papá sonaba cada vez más enojado. Se estaba acercando a nosotros.
—No fue mi culpa. Un soldado informó haber visto a Ivanna aquí y el hombre se descontroló.
—Eso no le da derecho de ponerle una mano encima a mi hija— dijo y me quitó de sus brazos para abrazarme muy fuerte. Luego dio besitos a mi brazo. Yo me colgué de su cuello. Quería que me protegiera.
—¿Señor?
—¿Qué quieres, Becker?
El cadete miraba la bomba—. Ivanna la armó.
—¿Qué?
—Ivanna armó la bomba. No por completo, pero, rayos, es mucho más de lo que imaginé que haría a su edad. A mí me tomó bastante tiempo aprender a hacerlo.
—¿Qué esperabas?, ¿qué dibujara gatitos en la carcasa?
Vi al tío Gabriel sonrojarse—. Eso hacen las niñas de su edad— replicó.
—Señor, creo que debería realizarle una prueba de coeficiente intelectual.
—Llevo tiempo diciéndole lo mismo y no me hace caso— mi tío rodó los ojos.
—Ivanna es normal— dijo papá aún abrazándome.
—Con todo respeto, señor, no lo es. Conozco muchos niños de su edad e incluso mayores y ninguno hubiera recordado los nombres de cada pieza como ella. Mucho menos hubieran recordado cómo armarlas. Creo que tiene un pequeño geniecito aquí— dijo el cadete sonriéndome. Me agradaba. Tenía ojos verdes, pero no como los de mi papi. Los suyos eran más claros. Su cabello era casi dorado y era casi tan alto como el tío Gabriel.
—Los niños de 6 años no encuentran interesantes historias de Herman Melville que las personas normales leen hasta la universidad. Tienes que hacerle una prueba a Ivanna, Mike.
No sabía de qué prueba hablaban, pero papá aceptó.
Al día siguiente, fuimos una nueva área de la base. Papi estaba enojado con el tío Gabriel por dejar que su superior me regañara, así que no lo dejó acompañarnos. Y Lile estaba en la escuela, así que tampoco pudo acompañarme; además, papá dijo que no podíamos llevarla con nosotros, pero prometió llevarme a verla cuando termináramos. Le compraría esos bombones en forma de corazón cubiertos de chocolate que tanto le gustaban.
El lugar al que llegamos era enorme. Tenía muchos aparatos, frascos y muchos líquidos de colores. Era completamente blanco. Nunca había visto un lugar así. Papi jamás me había llevado ahí.
La cabeza me dolió un poco al pensar en el lugar. A veces me pasaba cuando quería recordar cosas. No me gustaba. Cuando estuve en La Oficina por primera vez, el señor de la barba dijo que era normal y no me debía preocupar. Luego me pidió que eligiera un papá o una mamá. Y ahí conocí a mi papi.
No sé por qué no tenía papás. Me habían dicho que era huér-fana (eso significa que mis papás habían muerto) y que habían bloqueado mis recuerdos del accidente para que no me dolieran. También Lile era huér-fana.
Mi cabeza dolió mucho y papi se dio cuenta.
—¿Qué sucede, mi amor? — preguntó abrazándome.
—Me duele mi cabecita— yo estaba agarrándola con mis dos manos para intentar hacer que el dolor se fuera.
—Respira y tranquilízate. Se irá poco a poco.
Lo hice y, después de unos segundos, comencé a sentirme mejor.
—¿Mejor? — preguntó papá, pero yo no supe qué pasó después. Vi todo negro de repente.
Cuando abrí los ojos, había una lámpara encima de mi cabeza. Estaba acostada en una cama de metal muy fría. Había una televisión muy grande enfrente de mis pies y a un alado, una mesa con muchos botones. Al otro lado había otra mesa con papeles.
—Tranquilo, Mike, solo fue un desmayo. Su cerebro se forzó mucho— dijo una mujer. Tuve que girar mi cabeza muy arriba para verla. Era una doctora de piel dorada y cabello rubio. Estaba muy cerca de mi papi.
—No puedo evitar preocuparme. Puedo haberse lastimado al caer.
—Pero no sucedió. La atrapaste— dijo y lamió sus labios—. Mike... Sabes que puedes contar conmigo cada que lo necesites— puso una mano encima de la mano de mi papi. Esa era la voz que las mujeres usaban para embrujarlo.
—Ahora no, Christina. No es el momento.
—Mike, solo porque tienes una hija no deberías dejar tu vida a un lado. Eres un ser humano que tiene necesidades y quiere ser amado.
Y por eso yo lo quiero mucho. No tú, mujer fea.
—¿Papi?
Él giró rápidamente, hacia donde yo estaba y se acercó.
—Princesa. Despertaste— sonrió y acarició mi cabello—. ¿Te duele algo? — yo negué. La doctora se acercó también.
—Déjame revisarla— dijo sacando una lamparita.
—Creo que debemos posponer los estudios. Mañana la traeré de nuevo.
—Mike...— comenzó a decir la mujer después de revisar mis ojos con su lamparita.
—La llevaré a casa a descansar.
—Aplazar las cosas no cambiará nada. Ivanna está bien. No la lastimaremos.
Papá respiró profundo—. Está bien. Terminemos con esto de una vez por todas.
Me llevaron cargada a un cuarto donde había un enorme aparato en forma de cama. Tuve que quitarme mi ropa y ponerme una bata antes de entrar. Fue lo único que no me gustó de todo. Me dijeron que me quedara quieta por mucho tiempo y yo obedecí. Las demás pruebas fueron divertidas. Excepto cuando me sacaron sangre, pero eso no fue tan feo. Papá estuvo conmigo siempre. La mayor parte del tiempo tomaba mi mano.
Cuando llegó la hora de entrar con la psicóloga, nos separaron. Casi lloré. Quería que él estuviera conmigo. Prometieron que lo dejarían entrar si respondía todas las preguntas que me hicieran. Me senté en una silla y junté mis manos sobre mis piernas. Me estaba mordiendo el labio cuando la señora comenzó.
—Hola. Soy la Dra. Grace. ¿Cómo te llamas?
Me costó un poquito dejar de morderme para contestarle—. Ivanna Halo.
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La doctora Grace le dijo muchas cosas a papá que no entendí. Lo único que entendí fue cuando le dijo que debía ser más cuidadoso con las cosas que me enseñaba porque aprender a armar bombas no era algo muy sano para mi edad. Él prometió hacer todo lo que ella le dijo y luego nos fuimos. Esta vez, dejé que me cargara de vuelta a casa. Me dormí en el camino, así que ya no visité a Lile.
Tuve sueños extraños donde Lile y yo jugábamos con muñecas diferentes a las que teníamos. Las muñecas de mi sueño eran de trapo y tenían pedacitos de telas añadidas en muchas partes. También estaban pintadas con varios colores. Me gustaban, aunque parecieran sucias debajo de la pintura. A Lile parecían darle miedo y eso me daba risa.
Después de esa imagen, vi al niño de rulos frente a una chimenea. Había una señora parecida a él a su lado. Tenían la muñeca con la que yo había jugado antes en sus manos, pero no tenía los pedazos de tela ni la pintura. Era muy bonita y yo la quería. El niño la arrojó al fuego y yo esperé a que se fueran para sacarla con una vara. Estaba caliente, pero la abracé.
—No te preocupes. Yo te protegeré— le dije. Tenía su carita sucia.
Me desperté y todo estaba oscuro en mi habitación. Encendí mi lámpara y fui hacia donde estaban todos mis juguetes. Quería buscar la muñeca. Quizá estaba ahí.
—¿Ivanna? — preguntó papi desde la puerta con cara de dormido—. ¿Qué haces?
—Soñé con una muñeca, papi. Un niño la arrojó al fuego y la salvé— papi abrió los ojos con fuerza.
—¿Quién la arrojó al fuego?
—Un niño de rulos que vive de camino a la base. ¿Por qué, papi?
—Por nada, princesa. ¿Quieres que duerma contigo? — preguntó acercándose a mí para levantarme del suelo.
—¿Me contarás más de Moby Dick?
—Quizá mañana. Ya es algo tarde— dijo y me cargó en sus brazos.
—¿Podemos comprar una muñeca como la de mi sueño?
—Ya veremos— prometió y me llevó a su habitación. Su cama era enorme, pero yo siempre dormía encima de su pecho. Era más cómodo. Además, me gustaba escuchar sus latidos y su respiración.
Me dormí muy rápido y, al día siguiente, después de desayunar, papá me llevó a La Oficina. Hablamos por un tiempo con el señor de la barba y luego fuimos a la base.
Hice que papá se apresurara a llegar con el cadete Becker. Quería terminar de armar la bomba. Él decía que debía ser paciente, pero no podía. Ni siquiera saludé a los soldados que me saludaban en el camino.
Cuando llegamos al almacén, el cadete estaba trabajando en la bomba. Solté a papá y corrí junto a él.
—Hola, pequeña. ¿Lista para el gran final?
—¡Lista!
—Dejé la última parte para ti. ¿Necesitas ayuda?
—Sí, por favor. No recuerdo bien cómo van esas piezas.
Papá se acercó a mí—. Recuerda ser paciente, Ivanna. No necesitas hacerlo rápido. Te daré tu medalla especial incluso si tardas años— dijo. Le había contado, mientras estábamos con la doctora, acerca de la imagen de mi cabeza. Había prometido conseguirme una medalla por mi valiosa ayuda.
—Papi, ¿para qué usarán mi bomba? — pregunté volteando a verlo. Su sonrisa desapareció. ¿Había hecho algo malo?
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—No puedes tenerla entre bombas y armas todo el tiempo. No es sano que crezca en ese ambiente, Mike. Especialmente, con su curiosidad. Es una niña inocente, sé que tampoco tú quieres que eso termine.
—¿Y qué se supone que haga? — preguntó papá. Estábamos en casa del tío Gabriel. Yo estaba jugando en la sala con Lile, pero había ido al baño y, aunque papi me había dicho que era de mala educación escuchar conversaciones ajenas, me quedé a escucharlos.
—¿Por qué no la metes a la clase de ballet en la que está Lile? Ethan está ahí también. Tendrá algo en qué ocuparse que no sea un arsenal militar.
—¿Ethan está en la clase de ballet? — cubrí mi boca con mis manos para no reír,
—Aunque no lo creas, el chico es bueno. Y el ballet le da una fortaleza física tremenda.
Papá rió—. Está bien. No diré nada al respecto. Ahora, genio, dime cómo resolver la otra mitad del problema. Tu dichosa clase cubre solo la mitad de mi horario en la base.
—¿Por qué no la tienes contigo? Podría entrenar con los soldados o ayudarte. Sería mucho mejor que tenerla en el almacén. Podrá gastar su energía todo lo que quiera y la tendrás junto a ti más tiempo.
Escuché a Lile llamarme y me fui corriendo.
Me gustaba el ballet. Me gustaba mucho bailar y amaba ver a Lile practicando. Y ahora podría aprender con ella y, además, ser un soldado. ¡Sería asombroso!
Al día siguiente, papá me vistió con ropa deportiva. Dijo que, esta vez, lo ayudaría a entrenar a los cadetes. Luego, iríamos de compras para conseguir lo necesario para que pudiera comenzar mis clases de ballet. El tío Gabriel me llevaría todos los días mientras papi trabajaba y él iría a recogerme a su casa. Me encantaba su plan. Le di muchos besitos en la mejilla.
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—¿Qué te parece, Ivanna? — preguntó el tío Gabriel. Lile me tenía tomada de la mano. Era mi primer día en la clase de ballet y tenía mucho miedo.
—Vamos, Iv. Ahí está Ethan.
—Pero, ¿y si no les agrado?, ¿y si no bailo bien?
—Yo te enseño— Lile me comenzó a guiar hasta Ethan.
—Las esperaré aquí— dijo el tío Gabriel y se sentó junto a las mamás.
Ethan no tenía un tutú y parecía nervioso. Estaba vestido de negro completamente. Su mamá estaba junto a mi tío hablando con otra señora. Él era el único niño. Y su vestuario me gustaba más que el mío.
—Bien, niños, tomen su pareja. Vamos a ensayar la rutina de ayer. Ivanna, ven, tú bailarás conmigo— dijo la maestra con una sonrisa muy bonita. Me agradó. La obedecí y, mientras me enseñaba los pasos, observé a Lile e Ethan haciendo su rutina. Era muy bonito verlos. Lo hacían muy bien. Quizá podría practicar con ellos después de clase.
Papá llegó a traerme justo cuando estábamos practicando la rutina los tres juntos. Ethan ya no se veía nervioso y bailaba mejor. Lile me había dicho que era porque los niños se burlaban de él y eso no le gustaba. Yo les dije que, si un niño los molestaba, yo le pegaría. No quería que nadie molestara a mis amigos.
En las siguientes clases, hice mis prácticas junto a Ethan y Lile. Él me agradaba cada vez más. Ya no me importaba que pasaran mucho tiempo juntos porque ahora yo podía estar con ellos y jugábamos mucho.
La profesora dijo que haríamos un recital en unos meses, así que debíamos practicar mucho más. Comenzó a enseñarnos los pasos del Cascanueces y me emocioné. Ethan será el Cascanueces, Lile será el Hada de Azúcar y a mí me dejaron ser un soldadito. Papi se puso muy feliz cuando supo cuál sería mi papel.
Durante las mañanas, iba a la base lista para entrenar con los soldados. Eran entrenamientos muy feos, pero me gustaban. A papi no le agradaba que me ensuciara con lodo y tampoco me dejaba acercarme a las púas, pero me dejaba entrenar con él y dar órdenes a los soldados mientras él estaba ocupado hablando con alguien o firmando papeles.
Me sentía muy feliz y ya no me importaba que no me dejaran ir a la escuela. Me gustaba más estar en la base. Y papi había prometido que me dejaría ir a la escuela para hijos de soldados en el siguiente curso. Le conté a Lile e Ethan y dijeron que les pedirían a sus papás que los dejaran ir también, así estaríamos todos juntos.
Me sentí muy alegre durante el recital y le pedí a papá dejarme ir a más clases de ballet aparte de mis clases en la escuela el siguiente curso. Él aceptó.
Vi a varios señores que eran superiores de papá en la base durante los entrenamientos, incluyendo al señor feo que me había lastimado. Algunos hablaban conmigo y otros me ignoraban cuando los saludaba o no dejaban que ayudara a papá. A él nunca le importaba que lo ayudara, decía que le gustaba porque pasaba mucho tiempo conmigo.
Dos días después del recital, esos señores llegaron a casa. Papi acababa de ir por mí a casa de Lile. La mamá de Lile había regresado justo antes del recital y, como Ethan vivía casi alado, el tío Gabriel nos había llevado ahí en vez de a su casa.
Papá dijo que debía ir a mi habitación mientras él conversaba con los señores en su estudio, pero no lo obedecí y, cuando entraron, me acerqué a escuchar a través de la puerta.
—Mike, tenemos que hablar seriamente, contigo. He sido elegido el vocero en esta petición, así que seré yo quien se dirija a ti y solo deberás dirigirte a mí.
—¿Qué sucede?
—Es acerca de tu hija.
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