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Ivanna

Papá se enojaría. A veces suele enojarse cuando me castigan, pero no parece enojado conmigo (la mayoría del tiempo). Se enoja cuando hago dibujitos en sus camisas de trabajo, o cuando hago que termine con baldes de pintura en la cabeza (esa vez fue asombrosa); pero, cuando los demás son quienes se enojan conmigo, él nunca lo hace.

Lo quiero mucho. Siento que a él puedo decirle todo lo que quiera. A Lile le digo varias cosas, pero siempre hace una cara que no me gusta. A veces la molesto para que la haga y me pueda reír de ella porque se ve muy graciosa. Es mi mejor amiga, junto con Ethan, pero con él es diferente. No me agrada jugar mucho con él y él siempre quiere jugar con Lile. Es molesto, pero me agrada.

Veo alguien acercarse a mí por el lado de mi ojo. Sé que es papá. El hombre grandote, musculoso, moreno, de ojos verdes y muy guapo al que no dejo tener novia. Siempre termino haciéndole cosas malas a las mujeres que lleva a casa, pero es que no quiero que tenga a nadie más. Yo soy la única mujer en su vida. Somos solo nosotros y así me gusta. A veces, siento que quizá no me ama de verdad y todo lo que hace es porque no le di opción, pero de verdad no quería irme con ninguna de las demás personas que tenían esa sonrisa que daba miedo. Me abracé a su pierna cuando lo vi entrar en La Oficina y no me solté durante horas. Él era el indicado. Él me protegería, no todos los demás que me miraban con enojo en sus ojos.

Se arrodilló frente a mí y acarició mi mejilla. Yo seguía viendo mis manos.

—¿Qué pasó ahora, princesa? — preguntó suavemente. No pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas al recordar las palabras de la señorita Reed. Sentí cómo me atraía a sus brazos y lo abracé muy fuerte—. Tranquila. Ya pasó.

—Dijo que no me dejarían regresar a la escuela— le conté en medio de sollozos. La escuché cuando hablaba con papi antes.

—Señor, lo lamento, pero no podemos tenerla aquí más tiempo. Propuse que se adelantara unos grados. Quizá su hiperactividad es debido a que tiene una mayor capacidad de aprendizaje, pero ninguna de las profesoras la quiere.

—Pueden dejarla en su salón— dijo papá con voz seria, esa que tenía cuando hablaba con sus cadetes.

—Los niños están muy asustados de ella. Comprendo que su situación es diferente, pero, a veces, hay que hacer pequeños sacrificios para tener un mayor beneficio. Incluso Lile está asustada.

—¿Mayor beneficio? No sabe de lo que habla. Nadie en este lugar sabe de lo que habla. No se preocupe, me llevaré a mi hija. Ivanna no necesita que brujas come almas le enseñen el alfabeto. Ella es mucho mejor que eso— dijo y salió del salón.

Papá me tomó en brazos y se levantó.

—Vamos por un helado o un pedazo de tarta.

Él me ama. Mi corazón lo sabe. No importa lo que digan todos. También Lile me ama. Y yo los amo a los dos.

—Papá...

—¿Qué sucede, preciosa?

—¿La señorita Reed es una bruja?, ¿se comerá mi alma porque no le agrado?

Una risa escapó de sus labios. —No, cariño. Lo dije porque estaba molesto.

—¿Mañana puedo venir a la escuela de nuevo?

—Mañana te llevaré conmigo a la base mientras encontramos otra escuela. ¿Te gustaría?

—¿Puedo ver las bombas?

—¡Claro! Pero bajo el cuidado de alguien. Ahora vámonos de aquí— dijo y me cargó, luego comenzó a caminar por el pasillo hasta que cruzamos el portón principal.

Miré hacia atrás mientras bajábamos los escalones de la entrada. Era un lugar bonito y me gustaba, pero no podría regresar. Me daba mucha tristeza. Ya no podría jugar con Lile en la resbaladilla en forma de gusano que tanto nos gusta. Ni podríamos escondernos de Ethan en el túnel, o jugar a las atrapadas con los demás niños de nuestro salón.

¿Acaso era una persona muy mala y por eso la señorita Reed dijo que los demás me tenían miedo? No quiero ser mala. No quiero que me tengan miedo ni que me digan que no puedo ir a lugares. No quiero.

—Tranquila, princesa— papá acariciaba mi espalda—. Ya pasará. Encontraremos la forma de superar esto.

—¿Por qué me duele, papi?

—Porque lastimaron tus sentimientos— sentí que me abrazó más fuerte—. Pero juntos haremos que sanen. Lo prometo.

Mis sentimientos no me dolieron todo el día. Solo un poquito, pero papi me daba besitos o me hacía cosquillas y el dolor se iba. Cuando llegamos a mi heladería favorita, me dejó pedir una malteada de chocolate con tarta de limón. Compramos un trozo para Lile también y fuimos a casa del tío Gabriel, que la estaba cuidando mientras su mamá trabajaba. Papá me llevó cargada en sus hombros todo el camino. Me sentía enorme y poderosa, como un súper héroe volando por los cielos.

Cuando llegamos y el tío Gabriel abrió la puerta, Lile corrió hacia mí y me abrazó muy fuerte. No la había visto desde que la señorita Reed me había sacado del salón y me había llevado castigada a la biblioteca. Casi me hace tirar la tarta.

Dijo que no quería regresar a la escuela porque la profesora me había tratado mal y no le agradaba. Ni a ella ni a Ethan. El tío Gabriel le dijo que intentaría conseguirle otra escuela, pero que quizá tendría que quedarse ahí hasta terminar el curso. A mí no me importaba. Podía verla todas las tardes, como siempre.

Jugamos hasta que fue hora de ir a casa.

⊹˚₊‧───────────‧₊˚⊹

—Tengo una nueva historia para ti— dijo papá acostándose junto a mí con un libro en sus manos después de haberme duchado y puesto la pijama. Ya me había ayudado a peinar mi cabello y era hora de mi historia nocturna. La noche anterior habíamos terminado de leer El Diario de Dorian Grey. Quise hacer un dibujo de su cara en la escuela, pero tenía miedo de que me pasara lo mismo que le pasó a Dorian.

—¿Cuál es? — pregunté emocionada. Papá siempre me leía libros grandes. Me gustaban más que los pequeños que tenía Lile. Tenían mejores historias.

—Moby Dick. Se trata de una ballena y un capitán que no se cansaba de buscarla— sonrió y me acurruqué en su pecho.

—Llamadme Ismael— comencé a leer en voz alta. Él siempre me dejaba hacerlo, solo me ayudaba con las palabras difíciles.

Al día siguiente, me levanté temprano y me alisté muy emocionada. Elegí mi ropa para que pareciera un soldado y a papá le encantó. No dejé que me cargara esa vez, así que fuimos hasta la base tomados de las manos. No había caminado nunca por el camino que papá usaba, así que fue muy emocionante descubrir nuevos lugares de Old Haven. Incluso vi a un niño de rulos, que jamás había visto, observando el camino a través de una ventana. Debía estar enfermo porque, a esa hora, todos íbamos a la escuela. Excepto cuando te prohibían regresar, como a mí, o estabas castigado. Quizá él niño también estaba castigado.

Al llegar a la base, muchas personas saludaron a papi, como siempre lo hacían, y luego me saludaron a mí de la misma manera. Me sentí muy orgullosa de ir junto a él. Tenía un trabajo muy importante. Incluso más importante que el trabajo del tío Gabriel. Muchas personas lo obedecían y hacían todo lo que él les ordenara.

—Tengo que ir a supervisar unos entrenamientos, pero te dejaré con el cadete Becker para que te enseñe las bombas clúster. ¿Te agrada la idea? — me preguntó con una sonrisa.

—¡Me encanta! — le dije saltando emocionada. Él sonrió con esa bonita sonrisa que hacía verlo como esos peluches de grandes ojos que Lile decía que eran tiernos. Amaba esa sonrisa. Pero amaba mucho más cuando me sonreía a mí de esa manera.

Nos dirigimos a un enorme almacén que papi dijo que usaban para las prácticas de des-man-te-la-je (dijo que esa palabra significa "desarmar"). Me sentía muy emocionada y, antes de entrar, imaginé que yo era un soldado muy importante que armaba bombas muy rápido y, por eso, siempre me daban medallas de honor. Le diría a papá que me hiciera un soldado.

Mis ojos se abrieron mucho cuando vi la bomba desarmada sobre una mesa muy larga. Papá le pidió a uno de sus cadetes que me la mostrara y se despidió de mí prometiendo regresar cuando fuera hora de irnos.

El soldado dijo que le habían enseñado a armarla en la academia de soldados y estaba practicando para mejorar en ello. Me quedé con él y me enseñó los nombres de las piezas mientras papá trabajaba. Aprendí mucho y me gustó. Quería ser un soldado importante cuando creciera, como papá.

Cuando papá regresó para llevarme a casa, ya me sabía casi todos los nombres de las piezas de la bomba. El cadete prometió enseñarme todo lo que quisiera, así que le pedí a papi regresar todos los días y aceptó.

⊹˚₊‧───────────‧₊˚⊹

El tío Gabriel me tuvo bajo su cuidado esta vez. Fue muy aburrido. No me enseñó nada de bombas ni armas. Nada. Me dio hojas y colores para que hiciera dibujitos de todos los soldados que veía. Lo intenté, pero había un señor muy feo que se enojó cuando me quedé frente a él para observarlo mejor y poderlo dibujar. Mi tío dijo que era su superior, por eso tenía varias medallas en su uniforme y que debía respetarlo. No me agradó.

Mientras ellos conversaban, me escapé hasta el almacén. El cadete Becker ya casi terminaba con su bomba y yo quería ayudarlo. Llevábamos dos semanas trabajando en ella. ¡Iba a verse preciosa!

Ninguno de los adultos se dio cuenta de que me fui y los soldados que me encontré durante el camino no me dijeron nada. Solo me saludaban como lo hacían con papá o me sonreían.

Cuando llegué, el cadete no estaba, pero había dejado sus herramientas y las piezas que aún no agregaba en la mesa. Me acerqué a ellas. Podía terminar la bomba yo sola, como en la imagen de mi cabeza. Y podía hacerlo muy rápido. El cadete Becker me había enseñado todo lo que necesitaba saber, podía hacerlo.

Casi lo logré, pero el superior del tío Gabriel llegó después de un rato. Se veía muy enojado. Mi tío venía detrás de él. Me pidió que soltara lo que tenía en la mano, pero no le hice caso. Yo podía armar la bomba.

—¡Saca tus manos de ahí! — dijo el señor feo acercándose a mí. Tenía la cara muy roja. Lo ignoré—. ¡Pigmeo del demonio! — dijo y me jaló del brazo muy fuerte haciendo que soltara las piezas y herramientas que tenía en las manos. Me lastimaba.

Mi tío lo separó y se puso frente a mí—. Señor, es solo una niña— dijo muy serio.

—¡Este no es un preescolar! ¡No podemos permitir que ponga sus dedos pegajosos en nuestro arsenal!

—¿Qué sucede? — escuché la voz de papá y me giré para encontrarlo. Ahí estaba él junto con el cadete Demian, que tenía cara de asustado.



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