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—¡Ugh! Apesta a humano aquí— Ivanna se quejaba mientras emergía de uno de los muchos pasajes que conectaban a la Tierra con el infierno—. Debo ganar la apuesta. Juro que encontraré a ese asqueroso ángel y destruiré sus planes— decía emprendiendo camino hacia la carretera.
Le habían dicho que Ethan estaba en Atlanta, así que usó el pasaje que estaba a las afueras de la ciudad, en medio del bosque. Pudo haber escogido uno más cercano, pero no quería llamar la atención. Maldijo a Patrick y a Jane por haberla hecho pasar por eso. Seguro se deleitarían y se burlarían de ella si se enteraran que había quedado bañada de lodo y hojarasca. Pero no iba a dejar que ellos ganaran la apuesta.
Chasqueó los dedos y sus mugrientas ropas volvieron a la normalidad, como si nunca se hubieran ensuciado. Un perfume embriagador, digno solamente de la princesa de las tinieblas, la cubrió. Parecía recién salida de una sesión fotográfica para alguna revista de modas. Llevaba puesto un vestido rojo ajustado que le llegaba a la mitad del muslo, zapatos color negro de piel de tiburón y su cabello suelto caía por sus hombros en hermosas ondas color negro. Su maquillaje consistía en rímel y un labial rojo ardiente que llamaba la atención incluso a 20 metros de distancia.
Vio un tráiler pasar con destino a la ciudad y esbozó una media sonrisa. Esa era su oportunidad. Se puso enfrente del camino y comenzó a hacer autostop. El conductor se detuvo y la miró de manera lasciva de arriba abajo, mientras ella no paraba de repetirse mentalmente que los humanos eran asquerosos.
No necesitó decir mucho, ya que el chofer se ofreció a llevarla a donde fuera que tuviera que ir, aunque por su mente solo pasaba la idea de aprovecharse un poco de la situación. Después de todo, pensaba, se había ofrecido a llevarla como buen samaritano, lo menos que se merecía era una compensación. Ivanna había escuchado cada palabra telepáticamente y, cuando percibió su intención de desviarse un poco del camino, decidió que era hora de usar sus poderes. Posó una de sus manos en la nuca del humano, jurándose conseguir un fuerte desinfectante después, y lanzó una señal a su cerebro, convirtiéndolo en su esclavo. Le ordenó no desviar su ruta y llevarla lo más rápido posible a la ciudad, y así lo hizo el hombre.
Había preparado todo para su estancia en la Tierra un día antes, pero cierto era que no podía aparecerse de la nada en el departamento que había conseguido, llamaría mucho la atención y, si los humanos sospechaban, sería un fastidio mantenerlos callados. Tendría que lidiar con demasiadas cosas y no estaba dispuesta a perder su tiempo en eso.
Sospechaba que los ángeles la detectarían desde que cruzara el pasaje, pero no le preocupaba en lo más mínimo. Debía enfocarse en Ethan. Tendría que investigar un poco acerca de él antes de intentar acercarse. Podría haber alguien con él que sí tuviera sus recuerdos, o incluso podía ser que él aún recordara y solo estuviera actuando como señuelo para atraparla, después de todo, ella era la princesa de las tinieblas y él se convertiría en un héroe si la capturaba.
Su padre no estaría muy contento al saber la razón de su ausencia, pero lo contentaría cuando viera su plan realizado.
Llegó a la ciudad después de algunas horas de incómodo viaje en tráiler. Se bajó antes de entrar al área concurrida de la ciudad y comenzó a caminar hacia el centro, como una transeúnte más. El humano que la había llevado quedó en un estado ausente, pero siguió su camino. Probablemente chocaría, pero eso no le concernía. Ya no lo necesitaba.
Veía los rostros de las personas pasando a su lado y pensaba en hacerles pequeñas travesuras para divertirse. En el infierno, solo tenía permitido hacerles travesuras a sus súbditos, lo cual no siempre era divertido. Estaban tan acostumbrados a ello, que ya no se inmutaban en lo absoluto. Con un suspiro, decidió no hacerlo, pensando que, si los ángeles aún no sabían que estaba en la Tierra, la percibirían y se enterarían de inmediato.
La gente en la calle la miraba a medida que se adentraba en la ciudad. Las mujeres, con envidia; los hombres, con deseo y lascivia. Le parecía que podría disfrutar un poco su estadía después de todo.
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Los chicos habían salido del bar hacía un rato, pero habían decidido ir a cenar a un restaurante de comida italiana que había a unas cuadras de ahí, en el centro de la ciudad, al que Lile amaba ir.
Justo al llegar a la esquina frente al restaurante, Ethan percibió una sensación familiar. Era una sensación cálida, pero a la vez muy fría y dura. Sentía que lo atraía como un imán potente. Edward y Lile también lo sintieron. Sabían que era Ivanna, y eso solo significaba que la chica estaba muy cerca. Había llegado más pronto de lo que estimaron. Debían tener cuidado. No sabían en qué condiciones la encontrarían o si sería seguro acercarse a ella.
Los tres chicos giraron buscando el lugar del que provenía esa presencia tan familiar y, al observar la acera frente a ellos, una imagen los congeló: una hermosa mujer de unos 26 o 27 años, con curvas definidas y cabello intensamente, negro, caminaba disimuladamente por la ciudad. Dos corazones se rompieron y un tercero se infló con añoranza.
Ivanna sintió miradas intensas sobre ella. Más intensas que las que había recibido hasta el momento. Giró en esa dirección y sonrió. Estaba contenta de haber tenido tan buen progreso en su primer día. Los ángeles le regresaban la mirada estupefactos, aterrados. Exactamente la reacción que esperaba obtener.
El castaño de ojos miel, que la miraba embelesado y casi babeando, debía ser Ethan. No tenía recuerdo, podía verlo en sus ojos. Sería una presa fácil, solo debía encargarse de los otros dos primero. Al parecer, la suerte estaba de su lado.
La mujer esbozó una lúgubre sonrisa que podría haber aterrado incluso al más insensible de los humanos. Esa no era la Ivanna que Edward y Lile recordaban. Su cabello, antes castaño chocolate, ahora era negro intenso. Sus ojos, que solían tornarse mieles durante el día, se habían obscurecido y ahora parecían dos esferas negras que podían tragarte entero si hacías un mal movimiento. Un aura peligrosa la rodeaba y no había rastro de sus alas. Lucía exactamente como un demonio. La princesa de los demonios. El aire les faltaba.
Ethan no pudo evitar sentirse cautivado por la mujer. Lo embargaba una sensación de familiaridad. ¿Acaso era una de sus exnovias con un nuevo look? Imposible, jamás la hubiera olvidado si fuera así. ¿Era acaso alguna antigua amiga? Lo más probable era que no. Entonces, ¿dónde la había visto?, ¿de dónde la conocía?
Ivanna apartó la vista de los chicos y siguió caminando hacia su nuevo departamento. No podía hacer nada todavía. Por ahora, al menos se había ahorrado la fatiga de tener que buscar e identificar a Ethan.
El castaño salió de su trance en el momento en que la mujer apartó la mirada. Sentía que era atraído hacia ella con intensidad y, sin pensarlo mucho, decidió seguirla.
Cuando Edward y Lile salieron del shock, Ethan ya estaba cruzando la calle para ir tras ella.
—¿Adónde va? — preguntó Edward.
—Seguro piensa seguirla— Lile hizo ademán de seguirlo, pero la voz de Ed la detuvo.
—Esa no es Ivanna.
Se giró hacia él—. No es la Ivanna que conocimos. Ahora es Ivanna, la princesa de las tinieblas—sintió una punzada de dolor en el pecho—. Tenemos que alcanzarlo.
—¿Y si lo reconoció?
—Sabes que eso es imposible
—Pero él pareció reconocerla.
—Edward, Ethan no recordará nada a menos que Gabriel le devuelva sus recuerdos. Debemos ir por él ya— pedía impaciente.
—Solo dejémoslos a solas unos minutos, tal vez logren comenzar a recordar.
—Edward, no. No podemos arriesgar a Ethan así.
—Pero no está en peligro, estará con Ivanna— su mirada se perdió hacia el camino por donde había ido Ethan. Parecía en trance.
La rubia lo tomó de los hombros—. Ed, tienes que aceptar que existe la posibilidad de que ella no haya olvidado nada.
Él parpadeo y enfocó su mirada en ella—. ¿Te refieres a que sea un demonio por voluntad propia? Ella nunca haría eso.
—¿Recuerdas todas esas veces que escapó para intentar bajar? Puede que al fin haya decidido quedarse ahí.
—Claro que no. Ella no es así.
Lile lo sacudió desesperada—. ¡Edward! Tienes que aceptar de una vez por todas que tu hermana pudo haber aceptado unirse a Shemihaza por voluntad propia. Tal vez esto es lo que ella quería. Sé que es tu hermana y también es la mía, pero esa mujer que vimos pasar no era Ivanna y tú lo sabes. Esa era la princesa de las tinieblas, un demonio, y no podemos dejar a Ethan con ella— lo soltó bruscamente.
Edward suspiró sintiendo su corazón oprimirse—. Está bien. Está bien.
Lile sabía que ella no era así, pero verla la había hecho cuestionarse cuánto había cambiado realmente. Suspiró.
Cuando tenía 16 años y su amiga 17, Ivanna tuvo su primer "ataque". Huyó al bosque volando desesperadamente, y la dejó sola en la banca del parque en la que habían estado hablando. Ella la siguió corriendo y después volando. La buscó por el bosque desesperada durante unos minutos y finalmente la encontró arrodillada frente a un árbol llorando. Se acercó cautelosamente.
—¿Iv?
—Vete, Lile.
—No te voy a dejar aquí— replicó acercándose más a ella—. ¿Qué te sucede?
—Soy uno de ellos, Lile. Soy como ellos— dijo con la voz quebrada.
Lile se acercó lo suficiente para ver un zorro destrozado frente a su amiga. Sintió ganas de vomitar, pero las controló. Se ubicó frente a Ivanna y pudo ver sus ojos completamente desorbitados del miedo. Estaba manchada de sangre desde la barbilla hasta la cintura y temblaba terriblemente.
—Por eso todos dicen que soy diferente. Soy como ellos, Lile. Soy un demonio. Soy peligrosa. Ahora lo entiendo.
—No eres como nadie, Iv. Tranquila. Vamos a casa, ¿sí? Te ayudaré a limpiarte.
—No puedo regresar. ¿Y si termino matándolos a todos?
—Iv, mírame— su amiga obedeció—. No eres como los demonios y jamás harías lo que ellos hacen. Te conozco y sé que no. Hay una explicación para todo esto.
—Pero, Lile, mírame— las lágrimas bañaron de nuevo su rostro—. ¡Soy un monstruo!
Ignorando las náuseas por la sangre que bañaba a su amiga, Lile la abrazó—. No lo eres, Iv. Y jamás lo serás.
—Debería irme con ellos...
La chica se apartó y la miró severamente, a los ojos—. Jamás digas eso, Ivanna. Ni lo pienses, ¿me oíste? Tú perteneces aquí y punto.
Quince minutos después, Ethan llegó con una manta y Lile y él llevaron a Ivanna a casa evitando que las personas del pueblo la vieran. Pasó las siguientes semanas encerrada repitiendo que debía irse al infierno. Intentó escapar varias veces, pero su padre o Ethan la encontraban antes de que llegara al límite del bosque y la convencían de regresar a casa. Poco a poco, dejó ir esas ideas y, al final, salió de su depresión. Consiguió las respuestas que necesitaba cuando le devolvieron sus recuerdos y sus cacerías terminaron volviéndose algo normal. O eso habían creído.
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Ethan siguió a la mujer a una distancia considerable sin saber cómo acercarse a ella. Había hecho eso millones de veces, pero parecía un adolescente novato. Quería estirar la mano y...
La realidad le pegó como un balde de agua fría. Se detuvo y cerró los ojos. Seguramente, Emma lo estaría esperando en casa, y él estaba ahí, siguiendo a otra mujer en lo que pudo haber terminado siendo una infidelidad. Ella no se merecía eso. Necesitaba un momento para respirar. Tenía miedo de sí mismo.
Ivanna dejó de sentir la presencia del castaño siguiéndola y suspiró aliviada. Estaba segura de que él no recordaba nada, lo había podido ver en sus ojos, pero le había puesto los pelos de punta cuando la siguió. Por un momento, consideró la posibilidad de haberse puesto en charola de plata con los ángeles, pero se tranquilizó cuando recordó que Ethan no era una amenaza, su alma estaba en blanco. Los otros chicos, en cambio, sí eran un problema. Pudieron haberla seguido y enfrentarla, o haber alejado al chico, pero no lo hicieron. Solo se quedaron ahí observándola incrédulos, como si no pudieran terminar de comprender lo que veían. Era la princesa de las tinieblas ¿qué esperaban?, ¿ositos y corazones rodeándola? Eran más blandengues de lo que esperaba.
Ethan no se reconocía. Nunca había hecho algo remotamente similar. Siempre había respetado a sus novias, él no era así. Emma era su prometida, la mujer con la que él había elegido pasar el resto de sus días, ¿por qué había hecho eso? Abrió los ojos y miró como la mujer se alejaba. Suspiró. Había estado a punto de hacer la mayor tontería de toda su vida. La miró una última vez y un detalle que no había notado llamó su atención. A través del vestido pudo notar cómo se formaban unos relieves extraños en su espalda que iban desde los omóplatos hasta la mitad de la espalda. Parecían gruesas cicatrices en forma de "V". Imaginó qué cosas podían hacer unas marcas así, pero no se le ocurrió nada, nada excepto que esa mujer tenía una historia muy difícil. Sintió deseos de protegerla y cuidarla. Quizá necesitaba ayuda. Dio un paso hacia ella nuevamente, pero sintió una mano posarse en su hombro, frenándolo.
—Tremenda mujer, ¿eh? Ella definitivamente, es tu tipo—Edward sonrió con el corazón aún roto.
Ethan frunció el ceño—. ¿Te picó algún mosco? A ti jamás te ha parecido que haya una mujer de "mi tipo".
—Pero ella es diferente, ¿acaso no lo notaste?
—Sí, lo noté. Pero creo que olvidas que estoy comprometido.
El chico de rulos gruñó y frunció el ceño—. Te puedo apostar lo que quieras a que esa mujer es mucho mejor que Emma.
—Edward, basta— intervino Lile.
—No los entiendo. Toda mi vida despreciaron a cada chica con la que salía. Incluso ahora que estoy comprometido, lo hacen con Emma y, de repente, pasa una mujer desconocida y dicen que ella es la mejor para mí— intentaba contener su furia apretando los puños. ¡Era increíble! ¡Una extraña mejor que su novia de 2 años!
—Solo olvídalo, Eth. Edward no ha estado muy bien hoy.
El castaño soltó los puños preocupado—. ¿Está todo bien, Ed? Lile tiene razón, has estado actuando muy extraño— dejó que la ira abandonara su cuerpo al ver la mirada triste de su amigo.
Edward miró disimuladamente el lugar por el que se había ido Ivanna y suspiró—. Sí, todo está bien. Solo estoy un poco cansado. Lo lamento.
Nada estaba bien. Edward había esperado décadas para volver a ver a su hermana y, cuando lo hizo, ninguna de las excusas que armó en su mente pudo amortiguar el peso de lo que vio. Era un idiota por creer que todo se arreglaría fácilmente.
Lile lo observó perderse en sus pensamientos mientras Ethan lo consolaba con palabras que no escuchaba. Los demonios ya habían mandado a Ivanna a la Tierra, era momento de pasar a la siguiente fase. Ella la quería de vuelta tanto o más que Edward, debían hacer que su plan funcionara y, hasta ahora, todo iba perfectamente bien.
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