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—¿Qué tal vas lidiando con ello? — estaba de nuevo en La Oficina después de varios días intentando acostumbrarme a mi condición.

—Estoy mejor. Ahora puedo predecir el siguiente ataque. Lile propuso tener reservas de carne cruda en el refrigerador para evitar que saliera a cazar.

—¿Funcionó?

—Para nada— dije con una mueca—. Es como si todos mis sentidos se hubieran agudizado y sentí el sabor de cada químico y conservador que tenía la carne. Vomité y salí a cazar después.

Él rió—. ¿Qué tal vas relacionándote con tus amigos?

—Las cosas con Ethan no salieron tan bien, pero estamos bien. Lile y Jacob están saliendo. Él me mostró unas técnicas de relajación que usan en la manada para evitar transformaciones repentinas.

—¿Te han funcionado?

—Un poco.

—¿Y cómo va la relación con tu padre?

—Ha estado más ocupado que de costumbre. Pero hemos hablado.

—¿Le contaste la razón de tus travesuras?

Me sonrojé—. Son mi secreto.

Su sonrisa característica se amplió—. ¿Qué piensas ahora de tu condición?

—Que es una lata, pero no tengo más opciones que adaptarme y aprender a controlarla.

—Bien. Creo que es hora de que te deje conocer a alguien.

—¿A quién?

—Es parte de tu pasado. Dijiste que querías respuestas y prometí darlas cuando fuera el momento correcto— iba a abrir la boca para hacer preguntas, pero él levantó un dedo y me hizo callar—. No te las daré directamente. Antes, debes prometer que intentaras mejorar tu situación. No puedes vivir estancada en el dolor, Ivanna.

—Los demás aún me miran diferente.

—Porque lo eres, pero no tiene nada de malo. Mira la be...

—La belleza en ello, ya lo sé.

—Debes caminar a otra etapa. Es hora. Yo te daré el conocimiento, pero tú deberás aprender a usarlo.

—Está bien. Lo prometo.

—Ve a casa. Cuéntale a tu padre lo que hablamos. Tendrá que vigilarte esta noche. Descansa. Mañana sabrás a qué me refiero. Y ven a mí si necesitas ayuda.

Me despedí y caminé a casa. No me sentía feliz con mi situación. Aún lloraba algunas veces, en especial cuando me portaba grosera con mis amigos. Era doloroso. No sabía si sería capaz de "atravesar el dolor" esta vez. Era mucho más grande que las veces anteriores.

Pasé comprando un helado de camino a casa y, al entrar a la heladería, ahí estaban las miradas de nuevo. ¡Las odiaba! Era como si no tuviera suficiente recordatorio de que soy un monstruo.

Arrojé mi helado a un bote de basura, me cubrí con la capucha de mi sudadera y caminé rápidamente a casa. Papá aún no llegaba y necesitaba decirle lo que me habían dicho en La Oficina. No sabía por qué necesitaría de su vigilancia, pero no estaba de humor para analizarlo.

Encendí la televisión y miré distraídamente el primer programa que encontré hasta que papá llegó y le conté todo. Frunció el ceño y asintió, pero no me explicó nada.

Después de tomar una ducha y alistarme, me dormí. Esperaba que las cosas fueran mejor el día siguiente.

—Ivanna, por favor, dile a Sabine que necesito que venga— pidió el hombre sin apartar la vista de sus papeles.

—¿Por qué no "mamá"? — escuché mi propia voz infantil cuestionar.

—¿Qué?

—¿Por qué no dijiste "dile a mamá"?

—Puedes llamarla así si quieres. Ahora dile que venga.

—¿Ella no es mi mami?

El hombre suspiró exasperado—. Ivanna, no puedo hacer esto ahora. Ve y dile a Sabine que venga.

Sentí mis pequeños pies caminar fuera del estudio. No tendría más de 3 años. Encontré a otro chico en el pasillo, de unos 14 años.

—¿Qué tienes? — preguntó.

—Sabine no es mi mami, Elliot— respondí intentando contener las lágrimas.

Él se arrodilló frente a mí—. Tampoco es la mía, pero ella nos cuidará por ahora.

—¿Ella es mami de Edward?

—Sí. Ella es su mami. Puede ser la tuya también, si eso quieres. Ahora obedece a papá y ve a llamarla, ¿sí?

Corrí por el pasillo hasta llegar a una habitación. Había un niño de rulos en la cama y una mujer con un cabello idéntico, pero más largo, estaba acostada junto a él, ambos sonreían.

Abrí los ojos. Estaba bañada en sudor. Papá estaba sentado junto a mi cama observándome.

—¿Qué viste? — preguntó.

—El niño de rulos que vi hace años es mi hermano— contesté deshaciéndome de las sábanas.

—¿A dónde vas? — preguntó cuando me levanté de la cama.

—Tengo que buscarlo— dije y salí corriendo.

Bajé las escaleras viendo en mi cabeza imágenes fugaces de ambos jugando. Lile aparecía en algunas. Era una parte de mi vida que no conocía. Escuchaba nuestras pequeñas voces profesando amor puro. El chico mayor mirándonos con rostro fastidiado, pero, a la vez, lanzándome miradas de cariño. También él era mi hermano.

—Duerme conmigo. Tengo miedo— escuché a mi boca pronunciar mientras me adentraba bajo las sábanas de Edward. Edward, así se llamaba.

Salí de casa y corrí con todas mis fuerzas. Tenía que encontrarlo.

—Si quieres que deje de jugar con muñecas, deja de comprarle muñecas, padre, en especial, muñecas que lo asusten. Es un niño. Ni siquiera a Ivanna le compras muñecas.

—A Ivanna no le gustan las muñecas.

Mi pecho ardía, pero no importaba. Debía seguir corriendo.

—¡Mamá! ¡Ivanna está asustándome otra vez!

Tropecé, pero conservé el balance. No podía detenerme. No ahora.

—¡Te daré muchos besos y abrazos, Ellie!

—¡Largo, Ivanna!

—¡Soy un monstruo de besos y te comeré!

Lo encontré a mitad del camino. También él estaba agitado. Nos miramos fijamente unos segundos y, después, corrimos a los brazos del otro.

—¡Ivanna! — pronunció dando besos en mi cabeza—. Te extrañé cómo no tienes idea.

—Ed, hermanito, ¿por qué no lo supimos antes? — mis ojos se llenaron de lágrimas. ¡Estaba enorme!

—Era peligroso. No sabríamos cómo lidiar con ello— me separó de él y me vio directo a los ojos. Era un chico muy apuesto. Me sentía orgullosa de ver en quién se había convertido—. Pero ahora no dejaré que nada ni nadie nos separe.

—¿Qué hay de Elliot?, ¿sabes qué pasó con él?, ¿con tu mamá y papá?

Su mirada se tornó triste—. ¿No te mostraron?

—¿Qué cosa?, ¿qué sucedió?

—Hubo un incendio, Iv. Así fue como terminamos aquí.

—¿Qué pasó con ellos?, ¿dónde están?

—No lo sé.



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