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Final


Laura

El olor al hospital es característico por su aroma a antiséptico, alcohol y cloro. Sonrió cuando abro la puerta y veo los ojos de mi madre, una mujer de un poco más de 50 años me recibe con su sonrisa.

― ¿Cómo está, hija?

―Bien madre, ¿Y tú?

―Con deseos de irme de este lugar.

―Pronto mami, muy pronto.

Mi madre despertó después de unos días de la tragedia, no sé si fue que con la muerte de Raquel un chic se encendió y mi madre volvió a despertar.

También puede ser que Raquel le haya pagado a alguien del hospital para que mi madre mantuviera inconsciente y solo después de su muerte no podría seguirle pagando a esa persona y al final mi madre despertó.

No lo confirmo, pero tampoco niego esa posibilidad.

Esa mañana creí que iba a morir, Raquel estaba fuera de sí cuando se dio cuenta de que me había acostado con su hermano. No sé cómo lo supo, no creo que Daniel le haya mencionado algo, pero cuando él se fue con su padre me abofeteo y jalo mi cabello arrastrándome hasta el granero. No me defendí, le temía a Raquel y sabía de lo que era capaz. Además de que siempre amenazo con asesinar a mi madre y que la tenía vigilada, por esa razón no descarto de que alguien la ayudaba para que mi madre permaneciera inconsciente.

Me amarro y desnudo, metió su mano en mí entre pierna y profundizo su dedo y fue cuando detallo de que yo ya no era virgen.

Recuerdo que empezó a gritarme, me golpeo varias veces en el rostro y cuerpo, me dio patadas y parecía que yo era una piñata recibiendo tantos golpes. Creí desfallecer en cualquier momento, me sentía sucia, humillada. Ella siempre había podido manejarme con por sus amenazas en contra de mi madre.

Muchas veces deseé que me matara como siempre prometía, estaba cansada de su seguir su juego. No lo soportaba, pero sabía que mi madre se vería afectada.

Todo comenzó después de que cumplí los 18. Mi amistad con ella era incondicional, la apoye y acompañe en todo momento. Su padre, el señor Gustavo, nunca me trato como la hija de la sirvienta ni me menosprecian, tampoco lo hizo su hermano. Éramos las mejores amigas y compartíamos todo.

Me dio un vestido como regalo de cumpleaños.

―Vamos, póntelo―Dice Raquel.

― ¿Ahora?

―Claro, ahora―Cierra la puerta y se sienta en la cama mirándome ― ¿Qué esperas?

―Iré a cambiarme en el baño―Susurro nerviosa.

―No, tontica. Somos chicas, no hay nada de malo que te cambies aquí mismo. Al fin y acabo tenemos lo mismo.

Me quedé mirándola sintiéndome un poco incómoda y le sonreí al saber que estaba siendo ridícula con eso. Raquel siempre se cambiaba de ropa delante de mí, no le incomodaba y yo no debería estar sintiéndome así.

Me levanté la blusa pasándola por mi cabeza y luego el jean. Me quedé en ropa interior, Raquel no dejaba de mirarme y pensé que había sido una mala idea.

―Debes quitarte el sostén, el vestido se vería mejor sin él.

― ¿Sin sostén? ―Asiente y se levanta poniéndose en mi espalda.

Me quedo rígida cuando sus manos van al cierre y abre y baja las tiras. Mi cuerpo tiembla y luego recoge el vestido y ella misma me lo pone y sube el cierre.

―Listo, esta bellísima.

Me empuja suavemente para quedar al espejo y medio sonrió al admirar como el vestido me queda bien como dijo ella. Me doy la vuelta y me observo por varios ángulos.

―Bueno, te espero abajo donde nuestros amigos esperan.

Sale dejándome sola con un manojo de pensamientos. No debería sentirme incómoda, ella es mi mejor amiga y entre mujeres no se dan esas cosas.

Debí prestarle atención y no creer que porque era mi mejor amiga nada podría ocurrir.

Había momentos que me hacía sentir incómoda, pero lo descartaba con su risa y alegría. Como si yo me estuviese imaginando cosas. Después ella se fue a la universidad, pero siempre venía cuando podía, me contaba de sus aventuras y de como había momentos que deseaba volver a casa. Me llamaba constantemente a contarme algún chisme de alguna chica o chico y luego decidido que no quería seguir estudiando, puesto que ya sabía cómo manejar el rancho.

Volvió y volvimos a ser inspirases, las buenas amigas que permanecían uno al lado del otro. Todo cambio el año pasado cuando en una salida con nuestros amigos del pueblo, uno de los chicos me beso delante de ella. Eso desato su furia, ella empezó a gritar y goleo al Dorian, nuestro amigo, por atreverse a besarme. Estaba sorprendida, tratamos de controlarla, pero Raquel había perdido el control. ME arrastro fuera del establecimiento y me dio una bofetada y me hizo subir a su camioneta, no entendía por qué se comportaba de esta manera, parecía un novio celoso y en el trayecto todo fue en silencio. Cuando llegamos a casa me baje del auto y me fui corriendo a mi habitación, Raquel me llamo y yo la ignore y me encerré a llorar.

Al otro día la ignoré, ella me busco y me pido disculpa. Me dijo que solo había reaccionado así porque pensaba que él se había aprovechado de mí y después de soltar unas lágrimas yo le creí.

Unos días después volvió a pasar y esta vez me reventó el labio porque según ella estaba coqueteando con unos de sus trabajadores.

El chico había sido amable y me había traído unas flores, Raquel lo vio todo y después de llevarme a su habitación me golpeo.

Así se convirtió nuestra relación, en celos, golpes y disculpas. Cada vez que me disponía alejarme de ella, me lloraba, se arrodillaba y pedía perdón. Decía que ella no sabía por qué era así, que estaba dañada y unas todas las tonterías que un hombre le dice a su esposa cuando la golpea.

Nunca lo volveré a hacer.

Perdóname.

Soy un monstruo.

Voy a suicidarme por haberte hecho daño.

No sabía qué hacer, no podía decirle a nadie y una tarde ella me beso. Me quedé en shock asimilando lo que estaba pasando, no podía creer que ella me estaba besando y como no le correspondí me abofeteo. Mi madre en ese momento entraba a la habitación después de escuchar unos gritos.

― ¿Qué estás haciendo? ― Mi madre se acercó y me levanto de la cama.

―Usted no se meta, esto es entre ella y yo―Me sorprendí por la forma que le hablaba a mi madre, ella siempre fue cariñosa y respetuosa.

― ¿Qué es lo que te pasa Raquel? ―Mi madre estaba igual, se sorprendía que yo ―Iré a hablar con tu padre, no dejaré que vuelvas acercarte a mi hija.

Mi madre me tomo de la mano y me saco de la habitación, cuando llegamos a la orilla de las escaleras y disponíamos a bajar vi como se fue hacia adelante y empezó a caer. Grité y me fui detrás tratando de agarrarla, pero fue imposible, mi madre cayó terminando inconsciente al final de las escaleras. Empecé a gritar a pedir ayuda y cuando levanté mi mirada vi a Raquel parada con una sonrisa en sus labios.

Ella la había empujado.

Llevamos a mi madre al hospital, su pronóstico era reservado. Cuando volví a casa dispuesta a contarle todo al señor Gustavo, Raquel me intercepto y me encerró en mi

Habitación después de haberme golpeado hasta dejarme inconsciente. Cuando desperté, ella estaba ahí, sentada, observándome, esta vez no tenía la cara de remordimiento que siempre hacía, no, ella me miraba con lujuria y furia.

―Tú y yo vamos a hablar y espero que me escuches y no hagas ninguna tontería― Levanto su mano mostrándome un revolver.

Desde ese momento Raquel me manejo como su títere, ella hacía conmigo lo que deseaba. Me hacía hacerle sexo oral, besarla y tocar su cuerpo. Me repugnaba y algunas veces ella ni siquiera le importaba que llorara mientras mi lengua estaba en su vagina.

Abuso de mí, no solo física sino mentalmente.

Sus palabras se repetían, sus insultos se repetían una y otra vez cuando cerraba los ojos. Luego me hizo cortar mi cabellera y vestirme de hombre, que la tratara como si yo fuese un hombre. Nadie en casa se enteró, el señor Gustavo permanecía ocupado de los animales yendo y viniendo y ella mantenía alejada, permanecía las personas de mí.

Cuando llego Daniel pude tener un poco de esperanza, cuando Raquel se fue del viaje antes de irse me hablo en la cocina y me dijo que muy pronto nos iríamos las dos lejos de todos y que de una vez por toda seria suya y quitaría mi virginidad. Ella todo este tiempo me tocaba y besaba cada parte de mi cuerpo, pero nunca intento profanar mi virginidad, puesto que lo estaba reservando cuando viviéramos las dos solas.

Cada noche que me hacía estar con ella era una pesadilla, salía de su habitación e iba a la mía a vomitar lavando mi boca hasta que mi encía sangrara y lloraba toda la noche.

Luego de esa promesa decidí que prefería mil veces morir, que dejar que ella me quitara mi virginidad y aprovechando que Daniel estaba solo me metí en su habitación y rogué para que mi hiciera suya.

Lo que no sabe Daniel es que yo lo observe todo el momento, verlo que era el que me hacía sentir, mujer fue pleno y placentero. Por fin mi vida había cambiado y las pesadillas se convirtieron en ilusión.

Siempre estuve enamorada de Daniel, lo amé desde pequeña y saber que mi fantasía se estaba haciendo realidad fue único.

Luego volvió mi pesadilla y todo se complicó, sabía que Raquel era capaz de todo, ella de alguna forma podía trastornar tu mente y lo lamentaba por Daniel en saber que su hermana había sido la causante de la muerte de su madre, podía decir que compartía ese dolor, ella también había tratado de asesinar a la mía.

Pensé que ya no había oportunidad para nosotros cuando vi que inserto un golpe en la cabeza a su hermano con una roca. No sé donde la encontró, pero cuando vi que Daniel caía inconsciente a su lado lloré desesperada porque de alguna manera me sentía culpable.

―Por favor Raquel, no lo hagas. Es tu hermano―Dije en medio del llanto.

― ¿Qué te hace pensar que no me importa acabar con su vida? Al fin y acabo hice lo mismo con nuestra madre.

―Por favor, no lo hagas. Me... iré contigo.

―Ya es tarde, hoy los tres nos iremos al infierno porque no creas que tú vas a ir a al cielo después de haber besado un coño― Levanto su arma dispuesta a asesinar a su propio hermano.

― ¡Raquel!

Cerré los ojos cuando escuché un disparo. Después de unos segundos sentí algo cubrir mi cuerpo y encontré con el rostro del señor Gustavo lleno de lágrimas.

―Lo siento mi niña.

Me bajo y me puso en el suelo antes de ir a ver su hijo. Me quedé observando el cuerpo de Raquel, tenía un disparo en la cabeza y sus párpados abiertos que parecía mirarme. Su padre tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida.

Me desmayé y desperté en el hospital. El señor Gustavo lloró y de rodillas pidió perdón por todo el daño que había hecho su hija. Podía ver el dolor reflejado en su rostro, a pesar de que él no fue el causante de todo el daño que me hizo, su hija se sentía culpable. Luego llego Daniel, me pidió perdón y aunque sentía algo por él, sabía que lo de nosotros nunca podría ser.

Ambos estábamos lastimados, él por saber que su hermana era una demente y yo porque mi alma estaba llena de cicatrices.

Me mudé al pueblo después de salir del hospital, mi madre despertó y fue la mayor alegría.

― ¿La paciente está lista para ir a casa? ―Dice la doctora entrando a la habitación.

―Más que lista.

Sonrió al ver como mi madre responde bien a todo y después de dar el consentimiento del alta voy con el recibo en la mano a cancelar y llevármela a casa.

―Disculpe, señorita, la cuenta del hospital está pagada.

― ¿Qué?

Cuando mis ojos se levantan veo la figura de Daniel al final del pasillo, me mira con lágrimas en sus ojos.

―Gracias.

Susurro y asiente antes de darse la vuelta y desaparecer.

Ambos estamos rotos.

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